miércoles, 31 de octubre de 2012

Durmiendo Con Su Rival Capitulo 16




Joe era grande y fuerte, y en aquellos momen­tos ella lo necesitaba.
-¿Te quedarás un poquito?
-Si eso es lo que quieres... -contestó él acari­ciándole la cabeza.
-Lo es.
Demi se quedó dormida casi al instante, encan­tada de estar entre los brazos protectores de su ri­val.
Joe se levantó algo más tarde aquella noche. Se había quedado dormido en la cama de Demi. Encendió la luz de la lamparita de la mesilla de noche y parpadeó para aclararse la visión.

Demi estaba tendida a su lado con los ojos cerra­dos y el cabello revuelto alrededor del rostro. Te­nía un aspecto pálido y vulnerable, completa­mente distinto al de la mujer que había jugado con él en la discoteca. Joe sintió deseos de volver a abrazarla, y se inclinó sobre ella, pero luego se apartó. Estaba confundido.
Necesitaba salir de allí cuanto antes, irse a su casa y poner su cabeza en orden.
La vida de Demi se salió completamente de ma­dre a lo largo de los dos siguientes días. La gente de la calle le pedía autógrafos, y los reporteros vi­gilaban todos sus movimientos. Esperaban cada mañana a la puerta de su casa para pillarla yendo al trabajo, le disparaban con sus cámaras, le me­tían los micrófonos en la cara y le hacían pregun­tas indiscretas.

Preguntas sobre Joe. Y sobre-Tara Shaw. Al pa­recer, Tara y su actual marido tenían problemas, lo que, según la prensa, significaba que ella iría tras Joe en busca de consuelo. Y de sexo.
Los periodistas querían saber qué pensaba ha­cer Demi al respecto. ¿Se enfrentaría a Tara por Joe? ¿Pelearían como dos gatas por él? Demi se giró para mirar a Joe. Caminaban de la mano por una tienda de antigüedades, dándole a Boston y al resto del país motivos para hablar.
Él le acariciaba el cuello cada vez que se dete­nían a contemplar una mesa o un escritorio orna­mental. Y Demi, por supuesto, le devolvía la caricia.

Ella interpretaba su papel, aunque sentía de­seos de gritar. Todo aquel misterio respecto a Tara Shaw la estaba volviendo loca, y la prensa no hacía más que avivar el fuego, obligando a Demi a pre­guntarse qué estaría escondiendo Joe.
-Vamos a mirar esto -dijo él guiándola hacia un collar antiguo antes de mirar por encima de su hombro.
-¿Está aquí nuestra sombra? -preguntó Demi, sabiendo que Joe estaba comprobando si los se­guía el fotógrafo local.
-Sí.
Ella suspiró. Aquel reportero estaba siendo un auténtico incordio, una cola que no se despegaba de ellos.
-¿Qué tipo de fotografía espera tomar? Des­pués de todo, estamos en un sitio público.
-Tal vez espere que vayamos a hacerlo aquí mismo -respondió Joe con una mueca-, delante de todo el mundo.

-Muy gracioso -respondió Demi tratando de aparentar indiferencia.
Pero no podía sacarse a Tara de la cabeza. ¿Qué ocurriría si la otra mujer aparecía de veras en busca de Joe? ¿Y si aplastaba aquellos inmensos pechos que tenía contra su torso y le lloraba en el hombro? Tal vez la actriz tuviera veintiún años más que él, pero había madurado como el bueno vino. Segura­mente habría contado con algo de ayuda, algún re­toque por aquí, alguna operación por allá, porque en Beverly Hills abundaban los cirujanos plásticos, y Tara podía permitirse el mejor.
Demi se acercó más a Joe para asegurarse de que nadie los escuchaba.
-¿Te he contado que me han llamado de una revista masculina?
-¿De veras? ¿Quieren hacerte una entrevista?

-No. Me han preguntado si quería hacer un po­sado. Un desnudo.
También la habían informado de que Tara Shaw había aparecido en su número de julio de 1975 posando con un chaqueta de flecos abierta y zapatos de plataforma.
Durante un instante, Joe permaneció en silen­cio.
-Guau -dijo finalmente.
¿Guau? ¿Qué se suponía que significaba aque­llo? ¿Que no era lo suficientemente sexy?
-Les dije que lo pensaría.
—Estás de broma... —aseguró él componiendo una mueca.
Demi sintió deseos de golpearlo, pero en su lu­gar se apartó un mechón de rizos de los hombros. Se había acostumbrado a llevar el cabello suelto, al menos durante sus apariciones públicas. ¿Y por qué no habría de hacerlo? La prensa la había bau­tizado con el sobrenombre de «Belleza bohemia de larga melena», y Demi había decidido no estro­pear su nueva y misteriosa imagen.
-Podría hacerlo si quisiera.

-No lo he dudado ni por un momento
-¿Así que crees que sería una buena modelo de desnudo? -preguntó Demi mirándolo a los ojos, sorprendida por su reacción.
-Por supuesto que sí.
Joe se apretó contra ella y, al ver que Demi no se apartaba, la besó.
La señora que estaba a cargo del mostrador de joyería carraspeó, pero a Demi no le importó. Des­lizó la lengua dentro de la boca de Joe y saboreó su deseo.

Un deseo que parecía demasiado real como para ser fingido.
Cuando dejaron de besarse, Gina mantuvo los brazos alrededor de él, a pesar de la mirada de de­saprobación que les dedicó una pareja de ancia­nos. El fotógrafo se preparó para el siguiente dis­paro, encuadrando la escena para hacer otra foto.
-¿Sabes qué es lo último que se rumorea? -pre­guntó Joe.
-No, ¿de qué se trata?

-Dicen que hemos hecho un vídeo pornográ­fico.
-¿Cómo? -preguntó Demi sintiendo cómo se le aceleraba la respiración.
-Una grabación privada de nosotros dos ha­ciendo el amor -aclaró él.
-¿Cómo sabes que andan diciendo eso?

-Tengo mis contactos -respondió Joe con su sonrisa de asesor.
Demi estudió aquella sonrisa, y mantuvo el tono de voz en un susurro. El fotógrafo pensaría proba­blemente que le estaba suplicando a Joe que la llevara a casa para hacerlo... y grabarlo.
-No serías tú el que se inventó el rumor, ¿ver­dad?
-¿Yo? Ni hablar. Simplemente lo he escuchado, eso es todo.
Demi ladeó la cabeza. En lo que se refería a Joe, no estaba muy segura de qué creer.
-¿Me estás diciendo la verdad?

Joe se mostró evasivo, dio por zanjado el tema y se giró hacia el mostrador de joyería.
Mientras él observaba las gemas de colores que había tras el cristal, Demi se metió las manos en los bolsillos y trató de no pensar en cómo iba a afec­tarle aquel escándalo durante el resto de su vida.
Ella no era una estrella de cine como Tara Shaw. Ella era sencillamente una chica italiana de Bos­ton que había tenido la suerte de nacer en una fa­milia rica. Una chica rica con una úlcera y un pelo rebelde. ¿Qué tenía aquello de glamouroso?

Demi se dio la vuelta y se encontró con al menos cincuenta pares de ojos observándola con curiosi­dad alrededor del mostrador, esperando que ocu­rriera algo excitante.
-¿Podría ver ese? -preguntó Joe señalando una de las vitrinas.
-Por supuesto -aseguró la vendedora abriendo la vitrina con llave y mostrándole el collar que ha­bía dentro.
-Me lo llevo -dijo Joe tras observarlo durante unos instantes y comprobar la astronómica cifra que tenía marcada en el precio-. Para ti, mi dama.
Demi miró el regalo que él le había puesto en­tre las manos. Era un querubín de platino y dia­mantes que brillaba al final de una reluciente ca­dena. Joe le había comprado un ángel.


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