jueves, 25 de octubre de 2012

Durmiendo Con Su Rival Capitulo 10



-Pero vas a hacerlo -aseguró Joe acercándose más-. Dentro de unos días tú y yo vamos a empe­zar a salir, y eso me da el derecho a conocer tu casa.
-Bien, pero tu recuerdo que dentro de unas se­manas te mandaré a la porra -contestó Demi dando un paso atrás.
-Efectivamente, así será. Y estoy seguro de que disfrutarás de cada minuto al hacerlo -dijo Joe mientras comenzaba a subir las escaleras sin ella-. Pero por ahora estás unida a mí.
Demi exhaló un profundo suspiro y lo siguió hasta alcanzarlo. Ambos llegaron a su aparta­mento al mismo tiempo, y ella abrió la puerta.
-Muy bonito -comentó Joe.

Y lo era. Los suelos de madera servían de so­porte a muebles de diversa procedencia pero igual de elegantes. Joe se dio cuenta de que los sofás estaban tapizados en seda italiana.
La dama tenía buen gusto.
— ¿Qué quieres beber?
-Café -contestó él yendo hacia la cocina.
Joe husmeó un poco por allí mientras ella lo preparaba.
-Se puede saber mucho de una persona viendo su nevera —dijo abriendo la de Demi y echando un vistazo.
Estaba claro que le gustaba cocinar. Había en­vases con sobras de comida y verduras frescas.
-Quiero ver tu dormitorio —dijo Joe mientras agarraba la taza de café que ella le ofreció.
-Ni hablar, Jonas. Mi habitación está fuera del límite.
-Para mí no. Estoy a punto de convertirme en tu amante.
-Mi falso amante -corrigió Demi.
Joe ignoró lo que ella había dicho y comenzó a caminar hacia el pasillo, por donde suponía que estaría su habitación. Ella fue detrás de él, mascu­llando algo sobre sus modales, o más bien sobre su falta de ellos.
Joe abrió la puerta y se quedó mudo.
-¿Qué ocurre? -preguntó Demi a su espalda.
-Este es mi dormitorio -respondió él.
Sentía como si Demi hubiera invadido su san­tuario. Su alma.
-¿De qué estás hablando?
Joe se dio la vuelta para observar a aquella mujer a la que apenas conocía
-Tengo un armario de cerezo que seguramente ha construido el mismo carpintero. Y mi cama es casi idéntica. Incluso la colcha es del mismo color.
-Tiene que haber alguna diferencia -musitó Demi mirando su cama y luego a él-. ¿Contrataste los servicios de un decorador?
—No —respondió él negando con la cabeza—. ¿Y tú?
-No.

Ambos se quedaron mirándose fijamente, como si estuvieran atrapados. Parecía como si hu­bieran estado viviendo en un universo paralelo, como si sus espíritus se conocieran de otro tiempo y de otro lugar.
Tratando de distraerse de la intensidad del mo­mento, Joe desvió la vista hacia la cómoda.
Y entonces vio las figuritas. Algunas tenían for­mas caprichosas, y otras brillaban como joyas, con las alas ribeteadas en oro.

La princesa de hielo coleccionaba ángeles.
Joe levantó la vista y captó una imagen de Demi que lo dejó confundido. Mientras ella avan­zaba hacia él, el brillo de una tenue bombilla ám­bar iluminó su piel, enviando destellos que danza­ron sobre su pelo suelo, proporcionándole un aura celestial.
-Son preciosos, ¿verdad? -preguntó Demi to­mando una de las figuritas y elevándola hacia la luz, hacia el halo que la rodeaba.

Durante un largo e intenso instante, Joe fue incapaz de apartar los ojos de ella. Se quedó allí parado, cautivado por su belleza, por la magia que irradiaba. Aquella figurita pequeña parecía brillar entre sus manos.
Pero antes de cometer alguna estupidez, como decirle lo maravillosa que era, Joe decidió rom­per el hechizo.
-Yo no creo en los ángeles -afirmó.

Ya era suficiente con que Demi le hubiera ro­bado la habitación. No estaba dispuesto además a que ella supiera que en aquellos momentos la con­sideraba una especie de ser celestial.
El rostro de Demi reflejó un gesto de desilusión, pero Joe se dio la vuelta, se dirigió al armario y lo abrió, decidido a volver al trabajo.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó Demi apre­tando la figurita contra su pecho.
-Ver la ropa que tienes.

-¿Por qué? ¿Tienes miedo de que compartamos además el mismo vestuario?
-No, listilla. Estoy buscando algo para que te pongas en nuestra primera cita. Algo ajustado.
-No me gusta la ropa ajustada.
-Te gustará mientras estés conmigo -le aseguró Joe.
De una manera u otra, estaba decidido a con­vertir a Demi Lovato en una mujer fatal. No en un ángel, se recordó a si mismo. Sino en una mujer sensual y provocadora.
Una mujer que pudiera calentarle la sangre sin calentarle el corazón.

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