-Pero vas a hacerlo -aseguró Joe acercándose más-. Dentro de
unos días tú y yo vamos a empezar a salir, y eso me da el derecho a conocer tu
casa.
-Bien, pero tu recuerdo que
dentro de unas semanas te mandaré a la porra -contestó Demi dando un paso atrás.
-Efectivamente, así será. Y
estoy seguro de que disfrutarás de cada minuto al hacerlo -dijo Joe mientras comenzaba a subir
las escaleras sin ella-. Pero por ahora estás unida a mí.
Demi exhaló un profundo suspiro y
lo siguió hasta alcanzarlo. Ambos llegaron a su apartamento al mismo tiempo, y
ella abrió la puerta.
-Muy bonito -comentó Joe.
Y lo era. Los suelos de madera
servían de soporte a muebles de diversa procedencia pero igual de elegantes. Joe se dio cuenta de que los sofás
estaban tapizados en seda italiana.
La dama tenía buen gusto.
— ¿Qué quieres beber?
-Café -contestó él yendo hacia
la cocina.
Joe husmeó un poco por allí
mientras ella lo preparaba.
-Se puede saber mucho de una
persona viendo su nevera —dijo abriendo la de Demi y echando un vistazo.
Estaba claro que le gustaba
cocinar. Había envases con sobras de comida y verduras frescas.
-Quiero ver tu dormitorio
—dijo Joe
mientras agarraba
la taza de café que ella le ofreció.
-Ni hablar, Jonas. Mi habitación está fuera del
límite.
-Para mí no. Estoy a punto de
convertirme en tu amante.
-Mi falso amante -corrigió Demi.
Joe ignoró lo que ella había dicho
y comenzó a caminar hacia el pasillo, por donde suponía que estaría su
habitación. Ella fue detrás de él, mascullando algo sobre sus modales, o más
bien sobre su falta de ellos.
Joe abrió la puerta y se quedó
mudo.
-¿Qué ocurre? -preguntó Demi a su espalda.
-Este es mi dormitorio
-respondió él.
Sentía como si Demi hubiera invadido su santuario.
Su alma.
-¿De qué estás hablando?
Joe se dio la vuelta para observar
a aquella mujer a la que apenas conocía
-Tengo un armario de cerezo
que seguramente ha construido el mismo carpintero. Y mi cama es casi idéntica.
Incluso la colcha es del mismo color.
-Tiene que haber alguna
diferencia -musitó Demi mirando
su cama y luego a él-. ¿Contrataste los servicios de un decorador?
—No —respondió él negando con
la cabeza—. ¿Y tú?
-No.
Ambos se quedaron mirándose
fijamente, como si estuvieran atrapados. Parecía como si hubieran estado
viviendo en un universo paralelo, como si sus espíritus se conocieran de otro
tiempo y de otro lugar.
Tratando de distraerse de la
intensidad del momento, Joe desvió
la vista hacia la cómoda.
Y entonces vio las figuritas.
Algunas tenían formas caprichosas, y otras brillaban como joyas, con las alas
ribeteadas en oro.
La princesa de hielo coleccionaba
ángeles.
Joe levantó la vista y captó una
imagen de Demi que lo dejó confundido.
Mientras ella avanzaba hacia él, el brillo de una tenue bombilla ámbar
iluminó su piel, enviando destellos que danzaron sobre su pelo suelo,
proporcionándole un aura celestial.
-Son preciosos, ¿verdad?
-preguntó Demi tomando una de las figuritas
y elevándola hacia la luz, hacia el halo que la rodeaba.
Durante un largo e intenso
instante, Joe fue incapaz de apartar los
ojos de ella. Se quedó allí parado, cautivado por su belleza, por la magia que
irradiaba. Aquella figurita pequeña parecía brillar entre sus manos.
Pero antes de cometer alguna
estupidez, como decirle lo maravillosa que era, Joe decidió romper el hechizo.
-Yo no creo en los ángeles
-afirmó.
Ya era suficiente con que Demi le hubiera robado la
habitación. No estaba dispuesto además a que ella supiera que en aquellos
momentos la consideraba una especie de ser
celestial.
El rostro de Demi reflejó un gesto de
desilusión, pero Joe se
dio la vuelta, se dirigió al armario y lo abrió, decidido a volver al trabajo.
-¿Qué estás haciendo?
-preguntó Demi
apretando la
figurita contra su pecho.
-Ver la ropa que tienes.
-¿Por qué? ¿Tienes miedo de
que compartamos además el mismo vestuario?
-No, listilla. Estoy buscando
algo para que te pongas en nuestra primera cita. Algo ajustado.
-No me gusta la ropa ajustada.
-Te gustará mientras estés
conmigo -le aseguró Joe.
De una manera u otra, estaba
decidido a convertir a Demi Lovato
en una mujer fatal. No en un ángel, se recordó a si mismo. Sino en una mujer
sensual y provocadora.
Una mujer que pudiera
calentarle la sangre sin calentarle el corazón.
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