— Si — balbuceé, sonriendo un poco. Realmente no me
sentía tan avergonzada. Habría corrido o cojeado fuera del bar, pero con Joseph me sentía bien. Como si pudiéramos reírnos
juntos de ello. Pero la sonrisa se borró y su cara se volvió seria. Me miró un
largo momento y su silencio me estaba por hacer subir por las paredes cuando
finalmente abrió su boca. — Demi, yo — ¡Demi! ¡Oh por Dios! Miley se materializó a mi
lado, sus mejillas estaban rojas por la emoción y el baile. Detrás de ella, la
banda había comenzado a tocar o a intentar tocar una versión emo de una canción
de Johnny Cash.
Era deprimente, pero Miley
logró hablar a través del ruido. — ¡Oh Demi,
finalmente te encuentro! ¿Viste? ¡Harrison y
yo estábamos bailando juntos! Creo que tal vez me pida ir juntos al baile. ¿No
sería genial? — Bien por ti, Miley. — ¡Tengo
que ir a decírselo a Angela! — Entonces vio
a Joseph. Una sonrisa sabedora se extendió a
través de su rostro mientras decía — Os veo después — Y con un rápido
movimiento de su rubio pelo, se había ido. Joseph
la vio desaparecer entre la muchedumbre con una expresión asombrada. — Sabe que
Harrison prefiere a los hombres, ¿cierto?
—Dejemos que tenga esperanza — dije, sonriendo a mi misma. Volvió su atención
hacia mí. — Si. La esperanza es buena. Demi,
yo, sonrió con maldad. — Sabía que cederías tarde o temprano — Puso su mano en
mi rodilla y la movió suavemente por mi muslo — Finalmente vas a admitir que me
amas, ¿cierto? Quite con fuerza su mano — Primero — comencé — No te amo.
Amo a
mi familia y tal vez a Selena y Miley, pero
el amor romántico lleva años y años en aparecer. Entonces no te amo. Pero
admitiré que he pensado mucho en ti últimamente y definitivamente tengo
sentimientos por ti… Otros sentimientos además de odio mayormente. Y tal vez es
posible que en el futuro pueda amarte — Vacilé, un poco asustada por las
palabras que había pronunciado. — Pero todavía quiero matarte la mayor parte
del tiempo. La mueca de Joseph se convirtió
en una sonrisa genuina. — Dios, te extrañé — Se inclinó para besarme, pero
levanté mi mano para detenerlo. — ¿Cuál es el problema?—preguntó. — No vas a
meterte en mis pantalones esta noche, idiota — dije, recordando a Vikki y el
susto por el que había pasado.
No me iba a convertirme de repente en una monja
o algo, pero luego de darme cuenta de la facilidad con la que podíamos haber
cambiado roles, sabía que algunas cosas tendrían que cambiar. — Si vamos a
hacer esto, lo vamos a hacer bien. Vamos a tener una relación sin prisa, como
una pareja normal de secundaria. Se acercó y tocó la pequeña D que descansaba en medio de su cuello, girando el
colgante que mamá me había dado entre su pulgar y su dedo índice, casi
distraídamente. — Pero ninguno de los dos somos normal. — Eso es verdad —
reconocí — Pero esa parte de nosotros va a ser normal. Mira, no digo que no
podamos llegar hasta ese punto. Simplemente vamos a… llevarlo un poco más
despacio. Joseph lo pensó un momento antes
de dejar que apareciera esa sonrisa torcida en su rostro otra vez.
— De acuerdo
— dijo, inclinándose un poco hacia delante para mirarme a los ojos — Está bien.
Hay otras cosas que podemos hacer — Sus dedos soltaron mi collar y se movieron
por mi clavícula, deslizándose por mi brazo y enviando un temblor por mi
espalda. — Creo que tengo un trabajo que terminar. Fuimos interrumpidos la
última vez, en tu habitación, pero puedo mostrártelo otra vez. Ansío
mostrártelo otra vez. Respire profundamente, tratando de ignorar esa afirmación
y la explosión de emoción que me dio — Vamos a tener una cita — Continué,
aclarando mi garganta — Una cita agradable. Y nunca más vas a llamarme Duffy de nuevo. La sonrisa satisfecha de Joseph desapareció y mordió su labio Demi — dijo despacio. Apenas podía escucharlo sobre la
música. — Lo siento. No sabía cuanto te lastimaba. Nunca debería haberte
llamado la Duff en primer lugar. No te
conocía entonces. Yo no... Sacudí mi cabeza.
— No te molestes en inventar
excusas — dije — No gastes tu tiempo, porque la verdad es que, yo soy la Duff. Pero también lo es el resto del mundo. Todos
somos malditos Duffs — Yo no soy el Duff — dijo Joseph con
confianza. — Eso es porque no tienes amigos. — Oh. Cierto. — Y — continué —
Probablemente sea una perra la mayoría del tiempo. Te garantizo que encontraré
una razón para gritarte casi todos los días y que no te sorprenda si algunos
tragos son tirados sobre ti de vez en cuando. Así soy yo y vas a tener que
vivir con ello. Porque no voy a cambiar por ti ni por nadie. Y… Joseph se bajó de su taburete y apretó sus
labios sobre los míos antes de que las palabras pudiesen salir. Mi corazón
golpeaba mientras cada pensamiento vaciaba mi mente.
Uno de sus brazos cercó mi
cintura, atrayéndome tan cerca como fuese posible y su mano libre se ahuecó en
mi rostro, su pulgar acariciando mi pómulo. Me besó tan apasionadamente que
pensé que íbamos a incendiarnos. No fue hasta que se alejó, ambos necesitando
aire, que pude pensar en orden otra vez. — ¡Tú, idiota! — grité, empujándolo
lejos de mí. — ¿Besarme para hacerme callar? Dios, eres tan detestable. Podría
simplemente tirarte algo ahora mismo. Joseph
saltó encima de su taburete con una gran sonrisa, y de repente lo recordé
diciéndome que era sexy cuando me enojaba con él. Vaya a saber.
— Discúlpame, Roberto — llamó al camarero— Demi quiere una Coca de Cereza. A pesar de mis
mejores esfuerzos, sonreí. Él no era perfecto, ni siquiera estaba remotamente
cerca, si importara, pero tampoco lo era yo. Ambos estábamos bastante jodidos.
Pero, de alguna manera, eso hacía todo más emocionante. Sí, era enfermo y
retorcido, pero eso es la realidad, ¿cierto? Escapar es imposible, ¿Entonces
por qué no aceptarlo? Joseph cogió mi mano y
entrelazó sus dedos con los míos. —Estas muy guapa esta noche, Demi Te Amo yo También Te Amo Joseph.
FIN
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