domingo, 14 de octubre de 2012

DURMIENDO CON SU RIVAL Jemi



Demi Lovato no tenía ganas de fiesta, pero le dio un sorbo a su vaso de Chardonnay, rezando para que el vino no le sentara mal al estómago. Luego se abrió paso a través de la multitud que ha­bía asistido a la gala benéfica luciendo una sonrisa que quería decir: «Todo está bajo control».

Sabía que era importante dejarse ver y mante­ner la cabeza bien alta, sobre todo en aquellos mo­mentos. Demi era la vicepresidenta de marketing y relaciones públicas de Helados Lovato, un im­perio familiar de helados italianos. Una empresa que estaba siendo acosada por los medios de co­municación.
Y Demi se sentía en parte responsable por ello.

Avanzó entre la multitud, saludando a los ros­tros conocidos con una inclinación de cabeza. Ha­bía ido allí para dejar testimonio de su presencia, pero pensaba que sería mejor evitar las conversa­ciones largas. Sólo se veía capaz de saludar educa­damente. Y con aquella idea en mente, se limitaría a probar la comida, beber un sorbo de vino y espe­rar a que transcurriera el tiempo suficiente como para poder despedirse y hacer una salida digna.
-¿Demi?
Ella se detuvo cuando reconoció a Morgan Chancellor, una socia de la empresa que revoloteaba por la escena social como una mariposa, posán­dose de invitado en invitado.
Morgan batió las pestañas antes de inclinarse sobre ella

- ¿A que no sabes quién ha preguntado por ti? Demi sospechaba que habría mucha gente ha­blando de ella, comentando el fracaso que había cosechado el mes anterior durante el acto publici­tario que había preparado para el día de San Va­lentín, y que había terminado en desastre. Un amigo de Demi que se había pasado por el acto in­vitado por ella había sufrido un grave ataque de anafilaxis debido a la pimienta que alguien había echado en el nuevo sabor de helado que aquel día presentaba Baronesa.
Demi había sentido entonces deseos de matar a alguien, al menos inconscientemente. Y todavía no había superado la culpa y la vergüenza que sen­tía por aquello.
-Bueno, ¿y quién ha preguntado por mí? -pre­guntó girándose hacia Morgan y obligándose a sí misma a sonreír.

Joseph Jonas.
-¿Está aquí? —preguntó mientras, su sonrisa se desvanecía de golpe.
-Sí. Me ha pedido que te busque.
-¿De veras?

Demi miró a su alrededor. La flor y nata de la sociedad de Boston campeaba a sus anchas, pero, en algún lugar, escondido entre los esmóquines negros y los trajes de diseño, estaba su nuevo ri­val.
Con gesto nervioso, Demi se llevó la mano al co­llar de diamantes y perlas que llevaba al cuello, y deseó no habérselo puesto. La reputación de Joe la golpeó como un mazazo. El chico de oro. El príncipe, el mago del mundo de las relaciones pú­blicas.

La familia de Demi esperaba que trabajara con él, que siguiera sus consejos. ¿Por qué no le deja­rían a ella reparar por sí misma el daño con los medios de comunicación? ¿Por qué la obligaban a trabajar con Joseph Jonas?
Él le había dejado bastantes mensajes en la ofi­cina, insistiendo en que contestara sus llamadas. Así que por fin Demi había reunido el coraje sufi­ciente para hacerlo. Pero su conversación profe­sional se había ido calentando, y ella había termi­nado por mandarlo al diablo.
Y ahora él estaba allí.

-¿Te importaría decirme dónde se encuentra? —le pidió a Morgan.
-Claro -dijo la pelirroja mirando por encima de su hombro antes de fruncir el ceño-. Hace un momento estaba allí detrás, con ese grupo de se­ñores, pero ya no lo veo.
Demi se encogió de hombros con la esperanza de parecer tranquila, una sensación muy diferente al tumulto que sentía en su interior.

-Seguro que me buscará más tarde -aseguró ella.
Demi no pudo evitar preguntarse si Joe no ha­bría acudido a la fiesta sólo para intimidarla. Ya que no había aparecido en ningún momento para presentarse, seguramente continuaría espiándola desde lejos, provocándole un agravamiento de su úlcera, una dolencia producto de los nervios que Demi le mantenía oculta a su familia.
-Sí me perdonas, Morgan, voy a echarle un vis­tazo al buffet.
-Adelante. Si veo a Joe, te lo haré saber. -Gracias.

Demi se dirigió a la inmensa mesa en la que es­taba servido el buffet, tratando de convencerse a sí misma de que se sentía lo suficientemente segura como para comer en público. No iba a permitir de ninguna manera que Joe la intimidase, aunque sintiera deseos de salir corriendo por la puerta.

Haciendo equilibrios con su plato de comida y un vaso de vino lleno hasta arriba, Demi se diri­gió hacia uno de los ventanales que iban desde el suelo hasta el techo, colocó la bebida en una de las cercanas mesitas auxiliares y se giró para contemplar la vista. La lluvia caía y las luces de la ciudad brillaban como estrellas centelleantes que lanzaran chispas sobre la brisa del mes de marzo.

Demi se levantó con el plato en la mano, admi­rando el paisaje mojado, y entonces escuchó una voz masculina llamándola por su nombre.
Aquella voz grave, como de vodka con hielo, le atravesó la espina dorsal y consiguió acelerarle los latidos del corazón. Demi reconoció al instante el tono de Joe Jonas.

1 comentario:

  1. ¿y te atreves a dejarme con la intriga?
    jajaja
    ya quierooo saberrrr
    Se ve muy inteereeeesanteee...
    ahora me voy a leer la de caperucita.
    ::)
    xoxox

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