Demi Lovato no tenía ganas de fiesta,
pero le dio un sorbo a su vaso de Chardonnay, rezando para que el vino no le
sentara mal al estómago. Luego se abrió paso a través de la multitud que había
asistido a la gala benéfica luciendo una sonrisa que quería decir: «Todo está
bajo control».
Sabía que era importante
dejarse ver y mantener la cabeza bien alta, sobre todo en aquellos momentos. Demi era la vicepresidenta de
marketing y relaciones públicas de Helados Lovato, un imperio familiar de
helados italianos. Una empresa que estaba siendo acosada por los medios de comunicación.
Y Demi se sentía en parte responsable por ello.
Avanzó entre la multitud,
saludando a los rostros conocidos con una inclinación de cabeza. Había ido
allí para dejar testimonio de su presencia, pero pensaba que sería mejor evitar
las conversaciones largas. Sólo se veía capaz de saludar educadamente. Y con
aquella idea en mente, se limitaría a probar la comida, beber un sorbo de vino
y esperar a que transcurriera el tiempo suficiente como para poder despedirse
y hacer una salida digna.
-¿Demi?
Ella se detuvo cuando
reconoció a Morgan Chancellor, una socia de la empresa que revoloteaba por la escena social como una
mariposa, posándose de invitado en invitado.
Morgan batió las pestañas antes de
inclinarse sobre ella
- ¿A que no sabes quién ha
preguntado por ti? Demi
sospechaba que habría mucha gente hablando de ella, comentando el fracaso que
había cosechado el mes anterior durante el acto publicitario que había
preparado para el día de San Valentín, y que había terminado en desastre. Un
amigo de Demi que se había pasado por el
acto invitado por ella había sufrido un grave ataque de anafilaxis debido a la
pimienta que alguien había echado en el nuevo sabor de helado que aquel día
presentaba Baronesa.
Demi había sentido entonces deseos
de matar a alguien, al menos inconscientemente. Y todavía no había superado la
culpa y la vergüenza que sentía por aquello.
-Bueno, ¿y quién ha preguntado
por mí? -preguntó girándose hacia Morgan y obligándose a sí misma a sonreír.
Joseph Jonas.
-¿Está aquí? —preguntó mientras,
su sonrisa se desvanecía de golpe.
-Sí. Me ha pedido que te
busque.
-¿De veras?
Demi miró a su alrededor. La flor
y nata de la sociedad de Boston campeaba a sus anchas, pero, en algún lugar,
escondido entre los esmóquines negros y los trajes de diseño, estaba su nuevo
rival.
Con gesto nervioso, Demi se llevó la mano al collar
de diamantes y perlas que llevaba al cuello, y deseó no habérselo puesto. La
reputación de Joe la
golpeó como un mazazo. El chico de oro. El príncipe, el mago del mundo de las
relaciones públicas.
La familia de Demi esperaba que trabajara con
él, que siguiera sus consejos. ¿Por qué no le dejarían a ella reparar por sí
misma el daño con los medios de comunicación? ¿Por qué la obligaban a trabajar
con Joseph
Jonas?
Él le había dejado bastantes
mensajes en la oficina, insistiendo en que contestara sus llamadas. Así que
por fin Demi había reunido el coraje suficiente
para hacerlo. Pero su conversación profesional se había ido calentando, y ella
había terminado por mandarlo al diablo.
Y ahora él estaba allí.
-¿Te importaría decirme dónde
se encuentra? —le pidió a Morgan.
-Claro -dijo la pelirroja
mirando por encima de su hombro antes de fruncir el ceño-. Hace un momento
estaba allí detrás, con ese grupo de señores, pero ya no lo veo.
Demi se encogió de hombros con la
esperanza de parecer tranquila, una sensación muy diferente al tumulto que
sentía en su interior.
-Seguro que me buscará más
tarde -aseguró ella.
Demi no pudo evitar preguntarse si Joe no habría acudido a la
fiesta sólo para intimidarla. Ya que no había aparecido en ningún momento para
presentarse, seguramente continuaría espiándola desde lejos, provocándole un
agravamiento de su úlcera, una dolencia producto de los nervios que Demi le mantenía oculta a su
familia.
-Sí me perdonas, Morgan, voy a echarle un vistazo al
buffet.
-Adelante. Si veo a Joe, te lo haré saber. -Gracias.
Demi se dirigió a la inmensa mesa
en la que estaba servido el buffet, tratando de convencerse a sí misma de que se
sentía lo suficientemente segura como para comer en público. No iba a permitir
de ninguna manera que Joe la
intimidase, aunque sintiera deseos de salir corriendo por la puerta.
Haciendo equilibrios con su
plato de comida y un vaso de vino lleno hasta arriba, Demi se dirigió hacia uno de los
ventanales que iban desde el suelo hasta el techo, colocó la bebida en una de
las cercanas mesitas auxiliares y se giró para contemplar la vista. La lluvia
caía y las luces de la ciudad brillaban como estrellas centelleantes que
lanzaran chispas sobre la brisa del mes de marzo.
Demi se levantó con el plato en la
mano, admirando el paisaje mojado, y entonces escuchó una voz masculina
llamándola por su nombre.
Aquella voz grave, como de
vodka con hielo, le atravesó la espina dorsal y consiguió acelerarle los
latidos del corazón. Demi
reconoció al instante el tono de Joe Jonas.
¿y te atreves a dejarme con la intriga?
ResponderEliminarjajaja
ya quierooo saberrrr
Se ve muy inteereeeesanteee...
ahora me voy a leer la de caperucita.
::)
xoxox