Joe era grande y fuerte, y en
aquellos momentos ella lo necesitaba.
-¿Te quedarás un poquito?
-Si eso es lo que quieres...
-contestó él acariciándole la cabeza.
-Lo es.
Demi se quedó dormida casi al
instante, encantada de estar entre los brazos protectores de su rival.
Joe se levantó algo más tarde
aquella noche. Se había quedado dormido en la cama de Demi. Encendió la luz de la
lamparita de la mesilla de noche y parpadeó para aclararse la visión.
Demi estaba tendida a su lado con
los ojos cerrados y el cabello revuelto alrededor del rostro. Tenía un
aspecto pálido y vulnerable, completamente distinto al de la mujer que había
jugado con él en la discoteca. Joe sintió deseos de volver a abrazarla, y se inclinó sobre ella, pero
luego se apartó. Estaba confundido.
Necesitaba salir de allí
cuanto antes, irse a su casa y poner su cabeza en orden.
La vida de Demi se salió completamente de madre
a lo largo de los dos siguientes días. La gente de la calle le pedía
autógrafos, y los reporteros vigilaban todos sus movimientos. Esperaban cada
mañana a la puerta de su casa para pillarla yendo al trabajo, le disparaban con
sus cámaras, le metían los micrófonos en la cara y le hacían preguntas
indiscretas.
Preguntas sobre Joe. Y sobre-Tara
Shaw. Al parecer,
Tara y su actual marido tenían
problemas, lo que, según la prensa, significaba que ella iría tras Joe en busca de consuelo. Y de
sexo.
Los periodistas querían saber
qué pensaba hacer Demi al
respecto. ¿Se enfrentaría a Tara por Joe? ¿Pelearían como dos gatas por él? Demi se giró para mirar a Joe.
Caminaban de la mano por una tienda de antigüedades, dándole a Boston y al
resto del país motivos para hablar.
Él le acariciaba el cuello
cada vez que se detenían a contemplar una mesa o un escritorio ornamental. Y Demi, por supuesto, le devolvía la
caricia.
Ella interpretaba su papel,
aunque sentía deseos de gritar. Todo aquel misterio respecto a Tara Shaw la estaba volviendo loca, y
la prensa no hacía más que avivar el fuego, obligando a Demi a preguntarse qué estaría
escondiendo Joe.
-Vamos a mirar esto -dijo él
guiándola hacia un collar antiguo antes de mirar por encima de su hombro.
-¿Está aquí nuestra sombra?
-preguntó Demi, sabiendo que Joe estaba comprobando si los seguía
el fotógrafo local.
-Sí.
Ella suspiró. Aquel reportero
estaba siendo un auténtico incordio, una cola que no se despegaba de ellos.
-¿Qué tipo de fotografía
espera tomar? Después de todo, estamos en un sitio público.
-Tal vez espere que vayamos a
hacerlo aquí mismo -respondió Joe con una mueca-, delante de todo el mundo.
-Muy gracioso -respondió Demi tratando de aparentar
indiferencia.
Pero no podía sacarse a Tara de la cabeza. ¿Qué ocurriría
si la otra mujer aparecía de veras en busca de Joe? ¿Y si aplastaba aquellos inmensos pechos
que tenía contra su torso y le lloraba en el hombro? Tal vez la actriz tuviera
veintiún años más que él, pero había madurado como el bueno vino. Seguramente
habría contado con algo de ayuda, algún retoque por aquí, alguna operación por
allá, porque en Beverly Hills abundaban los cirujanos plásticos, y Tara podía permitirse el mejor.
Demi se acercó más a Joe para asegurarse de que nadie
los escuchaba.
-¿Te he contado que me han
llamado de una revista masculina?
-¿De veras? ¿Quieren hacerte
una entrevista?
-No. Me han preguntado si
quería hacer un posado. Un desnudo.
También la habían informado de
que Tara
Shaw había
aparecido en su número de julio de 1975 posando con un chaqueta de flecos
abierta y zapatos de plataforma.
Durante un instante, Joe permaneció en silencio.
-Guau -dijo finalmente.
¿Guau? ¿Qué se suponía que
significaba aquello? ¿Que no era lo suficientemente sexy?
-Les dije que lo pensaría.
—Estás de broma... —aseguró él
componiendo una mueca.
Demi sintió deseos de golpearlo,
pero en su lugar se apartó un mechón de rizos de los hombros. Se había
acostumbrado a llevar el cabello suelto, al menos durante sus apariciones
públicas. ¿Y por qué no habría de hacerlo? La prensa la había bautizado con el
sobrenombre de «Belleza bohemia de larga melena», y Demi había decidido no estropear su nueva y
misteriosa imagen.
-Podría hacerlo si quisiera.
-No lo he dudado ni por un
momento
-¿Así que crees que sería una
buena modelo de desnudo? -preguntó Demi mirándolo a los ojos, sorprendida por su reacción.
-Por supuesto que sí.
Joe se apretó contra ella y, al
ver que Demi no se apartaba, la besó.
La señora que estaba a cargo
del mostrador de joyería carraspeó, pero a Demi no le importó. Deslizó la lengua dentro
de la boca de Joe y saboreó su deseo.
Un deseo que parecía demasiado
real como para ser fingido.
Cuando dejaron de besarse,
Gina mantuvo los brazos alrededor de él, a pesar de la mirada de desaprobación
que les dedicó una pareja de ancianos. El fotógrafo se preparó para el
siguiente disparo, encuadrando la escena para hacer otra foto.
-¿Sabes qué es lo último que
se rumorea? -preguntó Joe.
-No, ¿de qué se trata?
-Dicen que hemos hecho un
vídeo pornográfico.
-¿Cómo? -preguntó Demi sintiendo cómo se le
aceleraba la respiración.
-Una grabación privada de
nosotros dos haciendo el amor -aclaró él.
-¿Cómo sabes que andan
diciendo eso?
-Tengo mis contactos
-respondió Joe con
su sonrisa de asesor.
Demi estudió aquella sonrisa, y
mantuvo el tono de voz en un susurro. El fotógrafo pensaría probablemente que
le estaba suplicando a Joe que
la llevara a casa para hacerlo... y grabarlo.
-No serías tú el que se
inventó el rumor, ¿verdad?
-¿Yo? Ni hablar. Simplemente
lo he escuchado, eso es todo.
Demi ladeó la cabeza. En lo que se
refería a Joe, no estaba muy segura de qué
creer.
-¿Me estás diciendo la verdad?
Joe se mostró evasivo, dio por
zanjado el tema y se giró hacia el mostrador de joyería.
Mientras él observaba las
gemas de colores que había tras el cristal, Demi se metió las manos en los bolsillos y
trató de no pensar en cómo iba a afectarle aquel escándalo durante el resto de
su vida.
Ella no era una estrella de
cine como Tara
Shaw. Ella era
sencillamente una chica italiana de Boston que había tenido la suerte de nacer
en una familia rica. Una chica rica con una úlcera y un pelo rebelde. ¿Qué
tenía aquello de glamouroso?
Demi se dio la vuelta y se
encontró con al menos cincuenta pares de ojos observándola con curiosidad
alrededor del mostrador, esperando que ocurriera algo excitante.
-¿Podría ver ese? -preguntó Joe señalando una de las vitrinas.
-Por supuesto -aseguró la
vendedora abriendo la vitrina con llave y mostrándole el collar que había
dentro.
-Me lo llevo -dijo Joe tras observarlo durante unos
instantes y comprobar la astronómica cifra que tenía marcada en el precio-.
Para ti, mi dama.
Demi miró el regalo que él le había
puesto entre las manos. Era un querubín de platino y diamantes que brillaba
al final de una reluciente cadena. Joe le había comprado un ángel.