Joseph la miró con el estómago encogido.
—No —susurró.
—Sí. Siento habértelo dicho de esta forma. No lo había
planeado así, pero llevo tanto tiempo guardando éste secreto que...
— ¡No! — Joseph se puso de
pie, como si alejándose de ella pudiera cambiar la noticia que Demi estaba intentando darle. La señaló con un
dedo acusatorio—. ¡Estabas tomando la píldora!
Demi se sentó sobre la cama, se cerró el albornoz y se ató el
cinturón con una gran dignidad.
—Sí, pero...
— ¿Dejaste de hacerlo? —El miedo que sentía explotó en forma
de acusaciones—. Dejaste de hacerlo sin decírmelo, ¿verdad? Pensaste que si no
podías atraparme de una forma, lo mejor era intentar otra cosa...
— ¡Cómo te atreves! —ella se levantó de un salto de la cama,
rígida de ira.
— ¿Y qué otra cosa voy a pensar?
Oh, Dios, Joseph recordó
cómo ella le había pedido que se comprometieran. Sus súplicas podían haber
provenido de la desesperación, al saber que estaba embarazada de él.
Ella apretó los puños y lo miró con los ojos oscurecidos de
furia por su traición.
—Podrías intentar pensar que fue un accidente. Yo tuve un
resfriado aquel fin de semana, ¿no te acuerdas?
—Sí, me acuerdo.
Ella había sugerido que no se vieran porque no quería que Joseph se contagiara, pero él la había convencido
diciéndole que tenía un gran sistema inmunológico. Le había dicho que pasarían
el fin de semana en la cama, lo cual habían hecho. Y aquel resfriado había
hecho que su última discusión fuera mucho más triste, porque ella había estado
llorando, tosiendo y sonándose todo el rato. Él se había sentido el peor de los
canallas, pero era ella la que lo había presionado. Y luego se había escapado.
Demi continuó hablando con amargura.
—Estaba tan preocupada por que tú te contagiaras que decidí
pedirle al médico una receta para antibióticos, con la esperanza de que así
habría menos posibilidades de que te pusieras enfermo.
—También me acuerdo de eso. Pero, ¿qué tiene que ver con...?
— ¿Lo ves? ¡Tú tampoco lo sabes! ¡Los antibióticos anulan el
efecto de la píldora anticonceptiva!
Así que era cierto. Joseph se
quedó helado. Una hija. Tenía una hija.
— ¿Dónde está?
La actitud desafiante de Demi se
desvaneció y su expresión se volvió muy triste.
—En Colorado —le dijo ella, en voz baja—. En el Rocking D.
— ¿Con Sebastian? — Joseph se
sintió alarmado—. ¡Sebastian no sabe absolutamente nada de bebés! ¿Cuánto...?
—Quizá sea mejor que nos sentemos —dijo ella, señalando una
mesa con dos sillas que había junto a la ventana—. Tenemos varias cosas de las
que hablar.
A él no se le ocurrió un plan mejor. Era un lugar tan bueno
como cualquier otro para que Demi le lanzara
una granada de información tras otra. Se acercó a la ventana y descorrió las
cortinas. Las había cerrado mientras ella estaba en la ducha, como parte de su
plan para seducirla. En aquel momento, sin embargo, necesitaba sensación de
espacio.
Cuando estuvieron el uno frente al otro, Demi comenzó a hablar.
—Entiendo que estés agitado. De veras, tenía la esperanza de
poder contarte esto más gradualmente, pero antes de que hable más, necesito
saber si podemos mantener esto entre nosotros o si tienes alguna obligación de
ponerte en contacto con mis padres.
Joseph recordó la preocupación grabada en el rostro de Adele y el
brillo de desesperación que había en los ojos de Russell.
—Están muertos de ansiedad por ti. Me dijeron que estabas
viajando... —entonces Joseph se interrumpió
y la miró fijamente—. ¿Has estado llevando a esa niña por todo el país?
—Se llama Elizabeth, y no, no he hecho semejante cosa. Como
ya te he dicho, la dejé en el Rocking D.
Elizabeth. Su nombre la hacía más real, lo cual no era nada
bueno.
— ¿Desde cuándo?
—Desde marzo.
— ¡Cielo Santo! ¿Está bien? ¿Sebastian está...?
—La niña está bien. Yo llamo a menudo por teléfono —dijo Jessica. Tenía los nudillos blancos de apretarse
las manos sobre el regazo—. Tuve que hacerlo, Joseph.
Pero primero, tengo que saberlo. ¿Vas a llamar a mis padres y a contarles todo?
— ¿No te parece que se merecen saberlo? ¡Por Dios, es su
nieta, Jess!
—Lo sé — Demi tragó
saliva—. Pero querrían hacerse cargo de la situación y protegerme y en esta
ocasión, también atraparían a Elizabeth en su red. Ella se convertiría en una
pequeña prisionera, como yo. En cuanto sepan la historia completa, es posible
que incluso pidan una orden judicial para tener el derecho a hacerlo.
Poco a poco, Joseph comenzó
a encajar las piezas del rompecabezas. Su disfraz, su separación del bebé, sus
viajes...
— ¿Qué ocurre, Demi?
—Necesito que me des tu palabra de que no llamarás a mis
padres.
—No te la voy a dar. Quizá eso sea lo que hay que hacer.
Ella se puso frenética.
— ¡No, no! No permitiré que mi hija tenga que crecer de esa
manera. Por favor, Joseph. Prométeme que no
los meterás en esto.
Él sacudió la cabeza.
—No. Entiendo que tengas miedo. He visto Demi Hall y estoy seguro de que te sentiste muy
sola allí. Pero hay cosas peores que sentirse solo. Tienes que confiar en mí.
No me pondría en contacto con ellos a menos que creyera que es absolutamente
necesario, pero si son tu mejor alternativa y tú eres tan cabezota como para no
verlo, entonces...
—Tú nunca has vivido allí —dijo
Demi. Se levantó bruscamente de la
silla y se dirigió hacia el baño—. Está bien. Mi objetivo principal era
contarte que habías tenido una hija, y ya lo he cumplido. Lo único que te pido
es que si me ocurre algo, cuides de ella.
Demi iba a encerrarse en el baño, pero él había cruzado la
habitación y la alcanzó antes de que pudiera hacerlo.
—Espera un momento —preguntó con el corazón en la garganta—.
¿Qué quieres decir con eso de que te puede ocurrir algo?
Ella lo miró fijamente.
—Nadie tiene garantías en esta vida, ¿no? Y ahora, si me
disculpas, quiero vestirme y desaparecer de tu camino.
—Y un cuerno —respondió él.
Diecisiete meses antes no habría hecho nada por impedirlo,
pero eso era antes de que hubiera vivido en una zona de guerra, donde la vida
podía perderse a cada instante. La tomó por la muñeca y la arrastró de nuevo a
la habitación.
—Es evidente que corres algún tipo de peligro, y por Dios que
vas a explicármelo.
Ella se resistió e intentó zafarse. Estaba roja de ira y
tenía la respiración entrecortada.
—Éste comportamiento machista no es propio de ti.
esta nove me super encantaaaaa..
ResponderEliminarsiguellllllaaaaa....!!!
bueno en conclusion todas tus noves son interesantes....!!!
WOOO,
ResponderEliminaresta nove me gusta mucho
y muero por saber que va a pasar
siguela prontooooo
xoxox