viernes, 21 de diciembre de 2012

Un Refugio Para El Amor Capitulo 8






Joseph la miró con el estómago encogido.
—No —susurró.
—Sí. Siento habértelo dicho de esta forma. No lo había planeado así, pero llevo tanto tiempo guardando éste secreto que...
— ¡No! — Joseph se puso de pie, como si alejándose de ella pudiera cambiar la noticia que Demi estaba intentando darle. La señaló con un dedo acusatorio—. ¡Estabas tomando la píldora!
Demi se sentó sobre la cama, se cerró el albornoz y se ató el cinturón con una gran dignidad.
—Sí, pero...

— ¿Dejaste de hacerlo? —El miedo que sentía explotó en forma de acusaciones—. Dejaste de hacerlo sin decírmelo, ¿verdad? Pensaste que si no podías atraparme de una forma, lo mejor era intentar otra cosa...
— ¡Cómo te atreves! —ella se levantó de un salto de la cama, rígida de ira.
— ¿Y qué otra cosa voy a pensar?
Oh, Dios, Joseph recordó cómo ella le había pedido que se comprometieran. Sus súplicas podían haber provenido de la desesperación, al saber que estaba embarazada de él.
Ella apretó los puños y lo miró con los ojos oscurecidos de furia por su traición.
—Podrías intentar pensar que fue un accidente. Yo tuve un resfriado aquel fin de semana, ¿no te acuerdas?
—Sí, me acuerdo.

Ella había sugerido que no se vieran porque no quería que Joseph se contagiara, pero él la había convencido diciéndole que tenía un gran sistema inmunológico. Le había dicho que pasarían el fin de semana en la cama, lo cual habían hecho. Y aquel resfriado había hecho que su última discusión fuera mucho más triste, porque ella había estado llorando, tosiendo y sonándose todo el rato. Él se había sentido el peor de los canallas, pero era ella la que lo había presionado. Y luego se había escapado.
Demi continuó hablando con amargura.
—Estaba tan preocupada por que tú te contagiaras que decidí pedirle al médico una receta para antibióticos, con la esperanza de que así habría menos posibilidades de que te pusieras enfermo.
—También me acuerdo de eso. Pero, ¿qué tiene que ver con...?
— ¿Lo ves? ¡Tú tampoco lo sabes! ¡Los antibióticos anulan el efecto de la píldora anticonceptiva!
Así que era cierto. Joseph se quedó helado. Una hija. Tenía una hija.
— ¿Dónde está?
La actitud desafiante de Demi se desvaneció y su expresión se volvió muy triste.
—En Colorado —le dijo ella, en voz baja—. En el Rocking D.
— ¿Con Sebastian? — Joseph se sintió alarmado—. ¡Sebastian no sabe absolutamente nada de bebés! ¿Cuánto...?
—Quizá sea mejor que nos sentemos —dijo ella, señalando una mesa con dos sillas que había junto a la ventana—. Tenemos varias cosas de las que hablar.

A él no se le ocurrió un plan mejor. Era un lugar tan bueno como cualquier otro para que Demi le lanzara una granada de información tras otra. Se acercó a la ventana y descorrió las cortinas. Las había cerrado mientras ella estaba en la ducha, como parte de su plan para seducirla. En aquel momento, sin embargo, necesitaba sensación de espacio.
Cuando estuvieron el uno frente al otro, Demi comenzó a hablar.

—Entiendo que estés agitado. De veras, tenía la esperanza de poder contarte esto más gradualmente, pero antes de que hable más, necesito saber si podemos mantener esto entre nosotros o si tienes alguna obligación de ponerte en contacto con mis padres.
Joseph recordó la preocupación grabada en el rostro de Adele y el brillo de desesperación que había en los ojos de Russell.
—Están muertos de ansiedad por ti. Me dijeron que estabas viajando... —entonces Joseph se interrumpió y la miró fijamente—. ¿Has estado llevando a esa niña por todo el país?
—Se llama Elizabeth, y no, no he hecho semejante cosa. Como ya te he dicho, la dejé en el Rocking D.
Elizabeth. Su nombre la hacía más real, lo cual no era nada bueno.
— ¿Desde cuándo?
—Desde marzo.
— ¡Cielo Santo! ¿Está bien? ¿Sebastian está...?
—La niña está bien. Yo llamo a menudo por teléfono —dijo Jessica. Tenía los nudillos blancos de apretarse las manos sobre el regazo—. Tuve que hacerlo, Joseph. Pero primero, tengo que saberlo. ¿Vas a llamar a mis padres y a contarles todo?
— ¿No te parece que se merecen saberlo? ¡Por Dios, es su nieta, Jess!

—Lo sé — Demi tragó saliva—. Pero querrían hacerse cargo de la situación y protegerme y en esta ocasión, también atraparían a Elizabeth en su red. Ella se convertiría en una pequeña prisionera, como yo. En cuanto sepan la historia completa, es posible que incluso pidan una orden judicial para tener el derecho a hacerlo.
Poco a poco, Joseph comenzó a encajar las piezas del rompecabezas. Su disfraz, su separación del bebé, sus viajes...
— ¿Qué ocurre, Demi?
—Necesito que me des tu palabra de que no llamarás a mis padres.
—No te la voy a dar. Quizá eso sea lo que hay que hacer.
Ella se puso frenética.
— ¡No, no! No permitiré que mi hija tenga que crecer de esa manera. Por favor, Joseph. Prométeme que no los meterás en esto.
Él sacudió la cabeza.
—No. Entiendo que tengas miedo. He visto Demi Hall y estoy seguro de que te sentiste muy sola allí. Pero hay cosas peores que sentirse solo. Tienes que confiar en mí. No me pondría en contacto con ellos a menos que creyera que es absolutamente necesario, pero si son tu mejor alternativa y tú eres tan cabezota como para no verlo, entonces...

—Tú nunca has vivido allí —dijo Demi. Se levantó bruscamente de la silla y se dirigió hacia el baño—. Está bien. Mi objetivo principal era contarte que habías tenido una hija, y ya lo he cumplido. Lo único que te pido es que si me ocurre algo, cuides de ella.
Demi iba a encerrarse en el baño, pero él había cruzado la habitación y la alcanzó antes de que pudiera hacerlo.
—Espera un momento —preguntó con el corazón en la garganta—. ¿Qué quieres decir con eso de que te puede ocurrir algo?
Ella lo miró fijamente.
—Nadie tiene garantías en esta vida, ¿no? Y ahora, si me disculpas, quiero vestirme y desaparecer de tu camino.
—Y un cuerno —respondió él.

Diecisiete meses antes no habría hecho nada por impedirlo, pero eso era antes de que hubiera vivido en una zona de guerra, donde la vida podía perderse a cada instante. La tomó por la muñeca y la arrastró de nuevo a la habitación.
—Es evidente que corres algún tipo de peligro, y por Dios que vas a explicármelo.
Ella se resistió e intentó zafarse. Estaba roja de ira y tenía la respiración entrecortada.
—Éste comportamiento machista no es propio de ti.

2 comentarios:

  1. esta nove me super encantaaaaa..
    siguellllllaaaaa....!!!
    bueno en conclusion todas tus noves son interesantes....!!!

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  2. WOOO,
    esta nove me gusta mucho
    y muero por saber que va a pasar
    siguela prontooooo
    xoxox

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