domingo, 2 de diciembre de 2012

Caperucita Y El Lobo Capitulo 33






—¿Qué te dijo cuando le preguntaste por la carta? Demi se encogió de hombros.
—No pregunté. Sólo me fui.
Cherri espolvoreó otro poco de harina dentro de la mezcla.
—Por supuesto que no. ¿Por que darle al Señor Alto-oscuro-y-maravilloso la oportunidad de explicar las cosas? Digo, él básicamente es perfecto. Apuesto, inteligente, rico, romántico. Apuesto...
—Dijiste apuesto dos veces.
Cherri la miró.
—Sip. Lo sé. Demi rodó los ojos
—Nadie es perfecto.
—Él hace una buena imitación de serlo.
El olor de licor llegó a la nariz de Demi.
—Demasiado anís —dijo señalando la mezcla.
—Ni siquiera lo has probado.
—Confía en mí. —Aún no le había contado a Cherri sobre los otros atributos del Sr. Maravilla, como su habilidad de convertir a mujeres en lobas locas por sexo que podían oler anís y ropa interior húmeda como a cien yardas... entre otras cosas.
De acuerdo, él no fue el que la convirtió, pero aun así, no quería escuchar a Cherri con más excusas a favor del hombre. Eventualmente le diría.
Probablemente.

—Es sólo que no puedo creer que siempre estuve en lo cierto. Dejé que mis hormonas se metieran en mi cerebro. Demonios. —Batió con una espátula de plástico en el recipiente de mantequilla glaseada que sostenía, sacando ahí su frustración—. Y la pobre Abue. ¿Cómo le voy a decir esto?
—Realmente le agrada, ¿huh? —Cherri metió un dedo en la mezcla de galleta y dio un salto inconscientemente ante el sabor al probarla.
—Adora a Joseph. Le destruirá cuando sepa que sólo estaba siendo amable para conseguir su tierra.
—Me sorprende lo bien que lo estás tomando. —Cherri añadió más harina y azúcar a la mezcla—. Digo, si pensara que el amor de mi vida sólo me estaba usando para cerrar un trato, lloraría hasta que se me salieran los ojos.

Demi no mencionó que había llorado todo el camino desde la casa de Joseph hasta la de ella, y más de la mitad del recorrido desde la cabaña. Sintió como si fuera un pedazo de su corazón por el que había conspirado para robar esos papeles, no sólo la tierra de su abuela. Excepto que la abuela aún tenía su tierra, Demi no podía decir lo mismo de su corazón.
Ya no lloraría más.
—Lo que no puedo entender es este otro sujeto… Cadwick. Me hizo una propuesta de que le llamase si la abuela decidía vender. Luego lo vi anoche con la abuela. Se veían serios. Pero no sé si está trabajando para Joseph o si es la competencia.
—¿Crees que sea Cadwick quien estaba engañando a tu abuela haciéndole creer que era tu padre? —Cherri introdujo una cuchara limpia en la mezcla. La probó. Y una sonrisa apareció en sus labios.

—Creo. Cuando le dije a Joseph que la abuela pensaba que papá le decía que vendiera, lució genuinamente sorprendido. Demi se paró y puso una espátula llena de glaseado sobre el papel para pastel en la mesa de preparación.
—Probablemente estaba sorprendido —Cherri dijo detrás de ella—. Me he encontrado con Joseph, Demi. No encendió ninguna de mis alarmas para idiotas.
Solo pregúntale de la carta y ve qué te dice.
Demi negó con la cabeza, esparciendo el glaseado como pintura sobre la tela blanca.
—¿Que podría decir? Usó sus contactos para robarse la tierra de la abuela.
¿Importa si al final lo hizo o no?
—Eso depende de ti.
Demi la miró sobre su hombro.
—¿Si pienso que lo hubiera hecho por si las cosas entre nosotros no funcionaban?
—Respecto a si estás tan asustada de tus sentimientos por él, que serías capaz de usar cualquier excusa para huir de ellos.
Demi volvió a su pastel con un exasperado suspiro.
—No comiences con esa mierda otra vez. No tengo ninguna herida emocional profunda dejada por la muerte de mis padres que afecta mis relaciones.
—Te refieres a las heridas de las que estas consciente. —Cherri se acercó y apoyó una cadera contra la meza de preparación de Demi, aun lamiendo lo último de la mezcla de la cuchara—. La mayoría de los locos, no saben que están locos.
—No estoy loca.
—Que tú sepas.
Demi le dio una mirada.
—Cherri…
—De acuerdo, de acuerdo, no estás loca. —Esperó un segundo—. Pero sí tienes problemas.
Demi gruñó y rodó los ojos. Dios, odiaba cuando Cherri jugaba a la psicóloga.
Realmente creía que el único curso de psicología que había tomado en la Universidad la calificaba para diagnosticar todo de pasiva-agresiva a transferencia emocional. Demi tomó la espátula y volvió al glaseado.
Cherri se dio cuenta de los sutiles signos de que Demi la había sacado de sus pensamientos y ya no la escuchaba.
—Sólo escucha. ¿Qué es lo que siempre dices que recuerdas de tus padres justo antes del accidente?
Demi realmente no quería hacer esto. Era una molesta, casi interesante distracción, pero al final tendría que ver que iba a hacer con Joseph.
—No lo sé, Cherri. Dejemos el tema, ¿bien?
—No, espera. Cada vez que hablas del accidente recuerdas lo felices que eran. Y repentinamente todo acabó. Tu padre se distrajo mucho por su felicidad. Y ahora evitas ser feliz para que no te pase lo mismo.
—Ellos sólo estaban riendo, Cherri. Bromeando. Mi papá volteó a ver a mamá un segundo. Así es como ocurren los accidentes. El conductor quita la vista del camino, se distrae, por cualquier razón.
—Exactamente.
—Así que si hubiese sido su taza de café, que cayó sobre su celular, el cual estaba sonando, según tú, ¿yo evitaría tener algún tipo de relación con personas que tengan café en el auto o hablen mientras conducen?
—Tal vez.
Demi no pudo evitar reír.
—Eso es una locura, Cherri. No renuncies al trabajo, ¿de acuerdo?
—Hablo en serio. —Cherri movió sus lentes con los nudillos—. De acuerdo, bien. Tal vez sería simplificarlo demasiado. Pero tienes que admitir que hay un patrón ahí.
—¿Oh sí? Demi cubrió el último centímetro de pastel de chocolate con glaseado y luego tomó la manga pastelera.
—Desde que te conozco, nada se mete en tu camino. Nada te distrae…
especialmente los hombres, pero la mayoría de veces sólo es algo físico. Tú sabes, algo para bajar el deseo sexual.
—Haces que parezca toda una dama.
Cherri ignoro su comentario, empujando la red para el cabello de su frente.
—Cada cierto tiempo alguien con algo más en la cabeza aparece. Te hace reír, te hace un poquito más feliz y entonces… BAM. Los botas. Creas una tonta excusa sobre estar demasiado ocupada con la tienda y tu abuela y que no quieres distraerte…
—De acuerdo, primero: estoy ocupada. Y segundo: nada de esto tiene que ver con que Joseph se quiera robar la tierra de mi abuela.

—Yu-huh. Nombra un tipo que alguna vez te haya afectado como lo hace Joseph Jonas. Uno que te haya hecho sonreír al sólo pensar en él, que tenga más en
común contigo, que te haya hecho sentir al menos la mitad de lo que sientes cuando estas con él.
Demi no dijo palabra. No podía. Nunca había habido alguien como Joseph en su vida. Cherri tenía razón. Pero Demi seguía concentrada en decorar el pastel.
—Enfréntalo chica, estas huyendo y no funcionara esta vez.
Demi golpeó la bolsa sobre la mesa de preparación, el glaseado azul salió en forma de arco hasta caer el suelo.
—La carta estaba ahí, Cherri. En su escritorio. No hay nada ambiguo sobre eso. En algún momento había planeado cómo robar la propiedad.
—Pero no sé porque... tal vez... tal vez sólo trataba de ayudar.
—¿Ayudar? ¿Cómo? ¿Al tratar de tomar la única cosa que le gusta tanto como yo? Demi dijo con voz tensa y fuerte saliéndole del pecho. La tensión se acumulaba en su estomago, su corazón latía rápido y más rápido, gritando como enloquecido.
Tragó saliva, comprimiendo los primeros movimientos de su lobo. Cuando habló de nuevo, su voz era controlada y calmada.

—Bien. ¿Piensas que estoy sacando conclusiones? ¿Piensas que estoy tratando de evitar a algún... tipo? Demi puso sus manos en su espalda, para quitarse el delantal. Se lo sacó por la cabeza y arruinó la masa.
—Le pediré una explicación. ¿Feliz? Y cuando resulte que no tiene ninguna excusa válida, voy a estar de vuelta con una gran frase de “TE LO DIJE.”
—¿Y si tiene una buena escusa?
La mandíbula de Demi se puso rígida. Apretó sus labios en una línea dura, respirando por la nariz. No quería pensar en esa posibilidad. Estaba demasiado cerca de Joseph, muy cerca de caer de cabeza y hasta el fondo. Si él le diera la más mínima razón para estar juntos... que sería la dueña de su corazón por completo. No tendría ningún control, ninguna posibilidad de protegerse a sí misma si le pasaba todo eso.
Ella sacudió la cabeza y se volvió hacia la puerta.
—Ya vuelvo.

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