lunes, 17 de diciembre de 2012

El amante de la princesa capitulo 6





—En cualquier caso ha sido muy… cálida.
Sí, lo era. Se llevaban bien. Al menos ahora, antes no. Las únicas cenas que Phillip y ella habían compartido con sus padres eran las cenas oficiales. Su padre y su madre vivían vidas separadas, no sólo el uno del otro sino de sus hijos. La educación de los niños, en su opinión, era cosa de las niñeras.

Miley solía pensar que eran Phillip y ella contra el mundo.
—¿Tu mujer y tú no cenabais juntos? —le preguntó. Enseguida se dio cuenta de lo personal de la pregunta, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Y, en realidad, sentía cierta curiosidad.
—No, durante el último año apenas nos vimos —contestó él.
Parecía tan triste que Sophie no pudo evitar sentir cierta compasión.
—¿Tuvisteis hijos?
—No, ése era uno de los problemas: ella quería tenerlos, yo no.
Eso la sorprendió. Diez años antes, Nick parecía dispuesto a formar una familia. Igual que ella, si hubiera sido con él, claro. Ahora no tenía ningún sentido. No había encontrado un hombre con el que quisiera formar una familia y ya no le quedaba energía para seguir buscando. Los hombres con los que salía últimamente eran, como había dicho Phillip, un pasatiempo temporal.
—Pero no estaba siendo honesto del todo —siguió Nick—. Quería tener hijos, pero no con ella.
¿Entonces por qué se casó?, se preguntaba Miley.
—Ya veo.
—Sé lo que estás pensando. ¿Por qué me casé con una mujer con la que no quería tener hijos?
—¿Por qué?
—Ciertas presiones por parte de mi familia. Yo era joven e ingenuo y pensé que aprendería a amarla. Para cuando descubrí que esa persona tenía que gustarte antes de amarla, ya era demasiado tarde.

Esa era la diferencia entre los dos: ella sabía que nunca hubiera podido enamorarse del hombre que sus padres habían elegido para ella. Eso sólo ocurría en los cuentos de hadas. El matrimonio arreglado de sus padres había sido un completo fracaso… seguramente por la incapacidad de su padre de ser fiel a su esposa. Y por eso, su madre, a pesar de todo su dinero y todo su poder, había sido una mujer solitaria y triste.
Pero, en opinión de Miley, la vida era demasiado corta como para pasarla atada a alguien a quien uno no podía soportar. Prefería estar sola.

—Supongo que no aprendiste a amarla con el tiempo.
—Hubiera sido imposible porque yo estaba enamorado de otra mujer.
Esa admisión la dejó inmóvil. Porque sospechaba que esa «otra mujer» de la que hablaba era ella.

Y cuando lo miró a los ojos descubrió que no estaba equivocada.
Era turbador y excitante al mismo tiempo saber que un hombre la había amado tanto que ninguna otra mujer podía hacerlo feliz. Pero también la hizo sentir culpable, como si hubiera destrozado su vida.
Lo cual era ridículo. Ella no lo había obligado a casarse con esa otra mujer. Como ella, Nick podía elegir. Los errores que hubiese cometido eran culpa suya.
¿Pero por qué eso no le parecía un consuelo?
—Tampoco ella me quería —siguió él—, así que supongo que estamos en paz. Sólo se casó conmigo por el apellido y por el rango social. Más allá de eso, no tenía muchas ambiciones —Nick metió las manos en los bolsillos del pantalón—. ¿Por qué no te has casado tú?
—No sé, supongo que porque nunca he conocido a un hombre con el que quisiera casarme.
Nick rió, sacudiendo la cabeza.
— ¿Te parece gracioso?
—Pues sí. Dijiste que querías casarte conmigo… ¿o era un juego? Seducir a los hombres, hacerlos creer que quieres casarte y luego dejarlos sin ninguna explicación.
Sonaba más curioso que enfadado, pero había cierta tensión en su voz.
—No fue así, Nick.
—Fue exactamente así —rió él.
Una risa falsa, irónica.

—Bueno, eso fue hace mucho tiempo. Ya no tiene importancia.
—Pero dime una cosa: ¿yo te importaba algo o sencillamente estabas aburrida?
—Pues claro que me importabas —contestó Sophie, indignada.
Pero había sido débil, incapaz de defender ese amor. No era algo de lo que estuviera orgullosa, pero no había forma de cambiar el pasado y recordarlo ahora no resolvería nada.
—¿Entonces?
—Hice lo que tenía que hacer.
Ese debería ser el final de la conversación, pero Nick no quería dejarlo.
—De modo que tus padres desaprobaban nuestra relación y tú no tuviste valor para luchar por nosotros. O a lo mejor no te importaba tanto.
—Me importaba, pero… en fin, es más complicado de lo que crees.
—Soy un hombre de razonable inteligencia, Miley. ¿Por qué no intentas explicármelo?
Nada bueno podía salir de aquello, pero quizá después de tantos años se merecía la verdad.
—Cuando mis padres descubrieron nuestros planes de fugarnos se pusieron furiosos, naturalmente. Pero yo les dije que te quería, que iba a casarme contigo y que no podían hacer nada para detenerme.

—¿Pero te obligaron a romper conmigo?
—No, no fue eso. Al contrario, empezaron a hacer planes…
—No te entiendo.
—Empezaron a planear nuestra vida.
—¿Estás diciendo que aprobaban nuestra relación? ¿Iban a dejar que nos casáramos?
Miley asintió con la cabeza.
—Si a tus padres les parecía bien, ¿por qué dejaste de contestar a mis llamadas? ¿Por qué no abrías mis cartas siquiera?

—Porque quería escapar. Yo quería… ser libre, vivir mi vida y tomar mis propias decisiones. Y allí estaba, en la misma situación que intentaba evitar. Mis padres controlando cada uno de mis movimientos.
—Lo que estás diciendo es que no me querías de verdad —dijo Nick en voz baja—. Sólo estabas utilizándome. Necesitabas un puente para la libertad y yo fui ese puente.
—No, no es eso. Yo te quería.
—Mientras sirviera a tus propósitos.
— ¡No! —exclamó ella, dolida—. Dejarte ir fue lo más duro que he hecho en toda mi vida. Pero tuve que hacerlo. Tú tenías tanto sueños, tantos planes… hubieras tenido que renunciar a ellos. Diciéndote adiós, te daba la oportunidad de vivir tu vida.
—Pero ésa es una decisión que yo debería haber tomado por mí mismo.
—Tú no sabías dónde estabas metiéndote, Nick. Al final me habrías odiado y… yo no hubiera podido soportarlo.

—¿Y si pudieras volver a hacerlo otra vez?
De no haber sido por Alex ella no habría sabido lo que eran el amor y la pasión verdaderos. Incluso podría haberse casado con el hombre que sus padres habían elegido para ella, sencillamente porque así era como se hacían las cosas. Nick le había salvado la vida, en realidad.

Él alargó una mano para tocar su cara. El gesto era tan tierno, tan dulce que a Sophie le dieron ganas de llorar. Y quería besarlo una vez más, quería abrazarlo. Pero las palabras de Phillip se repetían en su cabeza… de modo que se apartó.
—No, Nick, por favor.

Una fuerte brisa movió los rosales entonces, helándola hasta los huesos. El sol se había escondido entre las copas de los árboles y las luces del jardín se habían encendido…
—Está oscureciendo. Deberíamos volver.
Pero cuando empezó a caminar hacia el palacio, Nick se quedó donde estaba.
— ¿No vienes?
—Me gustaría pasear un rato más.
—Muy bien. Nos vemos por la mañana.
— ¿A qué hora empieza la visita?
—¿Por qué no nos vemos en el vestíbulo a las nueve?
—Muy bien, hasta entonces.
Nick observó a Miley perdiéndose entre las sombras antes de darse la vuelta  para dirigirse al palacio, sombrío.
No creía la triste historia que le había contado Miley hacía las cosas teniendo a una sola persona en mente: ella misma.
Lo cual hacía que su plan fuera aún más sa
tisfactorio. Las cosas iban exactamente como él había planeado y, aunque no le gustaba presumir, debía admitir que había hecho una interpretación de Oscar. Aunque no todo era una interpretación.
Lo que le había contado era cierto; hacía años que no pasaba tiempo con su familia, desde mucho antes del divorcio. Su madre y su hermana estaban decepcionadas con él porque, según ellas, no había hecho ningún esfuerzo para salvar la relación.

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