—En cualquier
caso ha sido muy… cálida.
Sí, lo era.
Se llevaban bien. Al menos ahora, antes no. Las únicas cenas que Phillip y ella
habían compartido con sus padres eran las cenas oficiales. Su padre y su madre
vivían vidas separadas, no sólo el uno del otro sino de sus hijos. La educación
de los niños, en su opinión, era cosa de las niñeras.
Miley solía
pensar que eran Phillip y ella contra el mundo.
—¿Tu mujer y
tú no cenabais juntos? —le preguntó. Enseguida se dio cuenta de lo personal de
la pregunta, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás. Y, en realidad,
sentía cierta curiosidad.
—No, durante
el último año apenas nos vimos —contestó él.
Parecía tan
triste que Sophie no pudo evitar sentir cierta compasión.
—¿Tuvisteis
hijos?
—No, ése era
uno de los problemas: ella quería tenerlos, yo no.
Eso la sorprendió.
Diez años antes, Nick parecía dispuesto a formar una familia. Igual que ella,
si hubiera sido con él, claro. Ahora no tenía ningún sentido. No había
encontrado un hombre con el que quisiera formar una familia y ya no le quedaba
energía para seguir buscando. Los hombres con los que salía últimamente eran,
como había dicho Phillip, un pasatiempo temporal.
—Pero no
estaba siendo honesto del todo —siguió Nick—. Quería tener hijos, pero no con
ella.
¿Entonces por
qué se casó?, se preguntaba Miley.
—Ya veo.
—Sé lo que
estás pensando. ¿Por qué me casé con una mujer con la que no quería tener
hijos?
—¿Por qué?
—Ciertas
presiones por parte de mi familia. Yo era joven e ingenuo y pensé que
aprendería a amarla. Para cuando descubrí que esa persona tenía que gustarte
antes de amarla, ya era demasiado tarde.
Esa era la
diferencia entre los dos: ella sabía que nunca hubiera podido enamorarse del
hombre que sus padres habían elegido para ella. Eso sólo ocurría en los cuentos
de hadas. El matrimonio arreglado de sus padres había sido un completo fracaso…
seguramente por la incapacidad de su padre de ser fiel a su esposa. Y por eso,
su madre, a pesar de todo su dinero y todo su poder, había sido una mujer
solitaria y triste.
Pero, en
opinión de Miley, la vida era demasiado corta como para pasarla atada a alguien
a quien uno no podía soportar. Prefería estar sola.
—Supongo que
no aprendiste a amarla con el tiempo.
—Hubiera sido
imposible porque yo estaba enamorado de otra mujer.
Esa admisión
la dejó inmóvil. Porque sospechaba que esa «otra mujer» de la que hablaba era
ella.
Y cuando lo
miró a los ojos descubrió que no estaba equivocada.
Era turbador
y excitante al mismo tiempo saber que un hombre la había amado tanto que
ninguna otra mujer podía hacerlo feliz. Pero también la hizo sentir culpable,
como si hubiera destrozado su vida.
Lo cual era
ridículo. Ella no lo había obligado a casarse con esa otra mujer. Como ella,
Nick podía elegir. Los errores que hubiese cometido eran culpa suya.
¿Pero por qué
eso no le parecía un consuelo?
—Tampoco ella
me quería —siguió él—, así que supongo que estamos en paz. Sólo se casó conmigo
por el apellido y por el rango social. Más allá de eso, no tenía muchas
ambiciones —Nick metió las manos en los bolsillos del pantalón—. ¿Por qué no te
has casado tú?
—No sé,
supongo que porque nunca he conocido a un hombre con el que quisiera casarme.
Nick rió,
sacudiendo la cabeza.
— ¿Te parece
gracioso?
—Pues sí.
Dijiste que querías casarte conmigo… ¿o era un juego? Seducir a los hombres,
hacerlos creer que quieres casarte y luego dejarlos sin ninguna explicación.
Sonaba más
curioso que enfadado, pero había cierta tensión en su voz.
—No fue así,
Nick.
—Fue
exactamente así —rió él.
Una risa
falsa, irónica.
—Bueno, eso
fue hace mucho tiempo. Ya no tiene importancia.
—Pero dime
una cosa: ¿yo te importaba algo o sencillamente estabas aburrida?
—Pues claro
que me importabas —contestó Sophie, indignada.
Pero había
sido débil, incapaz de defender ese amor. No era algo de lo que estuviera
orgullosa, pero no había forma de cambiar el pasado y recordarlo ahora no resolvería
nada.
—¿Entonces?
—Hice lo que
tenía que hacer.
Ese debería
ser el final de la conversación, pero Nick no quería dejarlo.
—De modo que
tus padres desaprobaban nuestra relación y tú no tuviste valor para luchar por
nosotros. O a lo mejor no te importaba tanto.
—Me
importaba, pero… en fin, es más complicado de lo que crees.
—Soy un
hombre de razonable inteligencia, Miley. ¿Por qué no intentas explicármelo?
Nada bueno
podía salir de aquello, pero quizá después de tantos años se merecía la verdad.
—Cuando mis
padres descubrieron nuestros planes de fugarnos se pusieron furiosos,
naturalmente. Pero yo les dije que te quería, que iba a casarme contigo y que
no podían hacer nada para detenerme.
—¿Pero te
obligaron a romper conmigo?
—No, no fue
eso. Al contrario, empezaron a hacer planes…
—No te
entiendo.
—Empezaron a
planear nuestra vida.
—¿Estás
diciendo que aprobaban nuestra relación? ¿Iban a dejar que nos casáramos?
Miley asintió
con la cabeza.
—Si a tus
padres les parecía bien, ¿por qué dejaste de contestar a mis llamadas? ¿Por qué
no abrías mis cartas siquiera?
—Porque
quería escapar. Yo quería… ser libre, vivir mi vida y tomar mis propias
decisiones. Y allí estaba, en la misma situación que intentaba evitar. Mis
padres controlando cada uno de mis movimientos.
—Lo que estás
diciendo es que no me querías de verdad —dijo Nick en voz baja—. Sólo estabas
utilizándome. Necesitabas un puente para la libertad y yo fui ese puente.
—No, no es
eso. Yo te quería.
—Mientras
sirviera a tus propósitos.
— ¡No!
—exclamó ella, dolida—. Dejarte ir fue lo más duro que he hecho en toda mi
vida. Pero tuve que hacerlo. Tú tenías tanto sueños, tantos planes… hubieras
tenido que renunciar a ellos. Diciéndote adiós, te daba la oportunidad de vivir
tu vida.
—Pero ésa es
una decisión que yo debería haber tomado por mí mismo.
—Tú no sabías
dónde estabas metiéndote, Nick. Al final me habrías odiado y… yo no hubiera
podido soportarlo.
—¿Y si
pudieras volver a hacerlo otra vez?
De no haber
sido por Alex ella no habría sabido lo que eran el amor y la pasión verdaderos.
Incluso podría haberse casado con el hombre que sus padres habían elegido para
ella, sencillamente porque así era como se hacían las cosas. Nick le había
salvado la vida, en realidad.
Él alargó una
mano para tocar su cara. El gesto era tan tierno, tan dulce que a Sophie le
dieron ganas de llorar. Y quería besarlo una vez más, quería abrazarlo. Pero
las palabras de Phillip se repetían en su cabeza… de modo que se apartó.
—No, Nick,
por favor.
Una fuerte
brisa movió los rosales entonces, helándola hasta los huesos. El sol se había
escondido entre las copas de los árboles y las luces del jardín se habían
encendido…
—Está
oscureciendo. Deberíamos volver.
Pero cuando
empezó a caminar hacia el palacio, Nick se quedó donde estaba.
— ¿No vienes?
—Me gustaría
pasear un rato más.
—Muy bien.
Nos vemos por la mañana.
— ¿A qué hora
empieza la visita?
—¿Por qué no
nos vemos en el vestíbulo a las nueve?
—Muy bien,
hasta entonces.
Nick observó
a Miley perdiéndose entre las sombras antes de darse la vuelta para dirigirse al palacio, sombrío.
No creía la
triste historia que le había contado Miley hacía las cosas teniendo a una sola
persona en mente: ella misma.
Lo cual hacía
que su plan fuera aún más sa
tisfactorio. Las cosas iban exactamente como él
había planeado y, aunque no le gustaba presumir, debía admitir que había hecho
una interpretación de Oscar. Aunque no todo era una interpretación.
Lo que le
había contado era cierto; hacía años que no pasaba tiempo con su familia, desde
mucho antes del divorcio. Su madre y su hermana estaban decepcionadas con él
porque, según ellas, no había hecho ningún esfuerzo para salvar la relación.
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