lunes, 17 de diciembre de 2012

De Secretaria a Esposa capitulo 4





— ¿Tú nunca qué, Demetria? ¿Nunca antes habías tenido una aventura de una sola noche o nunca te habías marchado de la cama de un hombre por la mañana sin siquiera despedirte? ¿Cómo voy a saber la verdad? Sólo puedo basarme en la lamentable experiencia que tuve contigo y lo cierto es que te marchaste a la mañana siguiente sin tener ninguna intención de volver a ponerte en contacto conmigo.
— ¡Las cosas no fueron así! —Repitió ella—, Y nunca fue mi intención utilizarte para lograr aliviarme sexualmente, ¡te lo aseguro! Había ciertas razones que me impulsaron a marcharme de la manera en la que lo hice.
—Dijiste que tenías que tomar un avión, ¿no es así?

—No sólo eso —contestó Demi, esbozando una nerviosa sonrisa con la esperanza de conmoverlo. Se dijo a sí misma que, después de todo, habían compartido algo especial aquella trascendental noche, noche durante la cual no habían sido capaces de ignorar la pasión y la necesidad que les había llevado a estar en los brazos el uno del otro. Algo de lo que experimentó con Joe le hizo sentir que había habido una carencia de algo vital en su vida.

Pero sólo tardó un instante en percatarse de que cualquier leve esperanza que hubiera podido albergar acerca de que él fuera a comprenderla, había sido una pérdida de tiempo. La expresión de la cara de Joe le dejó claro que éste no era alguien que tuviera mucha compasión.

—Había ocurrido algo en mi familia, algo que yo estaba desesperadamente tratando de asimilar —comenzó a explicar, soltándose y agarrándose las manos agitadamente—. Por eso había ido a Italia... para tratar de recuperarme. Sé que tal vez te cueste entender esto, pero la manera en la que me comporté aquella noche es tan diferente a como me comporto normalmente que a la mañana siguiente... al despertarme en tu cama... estaba... no podía creer que hubiera... quiero decir que...

—Parece que estás inventándote todas estas excusas... ¡y ni siquiera son muy buenas! —comentó él de manera burlona.
Frustrada ante su lamentable capacidad para explicarse, y sintiendo como le daba vueltas el estómago, Demi se encogió de hombros desconsoladamente.
—Obviamente no vas a perdonarme, así que quizá sí sea mejor que telefonees a la agencia para que te manden otra persona.

—No. Te daré una oportunidad —respondió Joe—, Lo que pretendo hacer es tenerte un día de prueba. Si no cumples con mis expectativas, en ese momento telefonearé para que me manden otra asistente personal.
—Supongo que no puedo discutir eso.
Demi le dio gracias a Dios de manera silenciosa por la oportunidad que Joe iba a darle de demostrar que valía ya que había estado temiendo que él fuera a haberle dicho que se marchara de su empresa de inmediato.

—Ahora... ya he perdido bastante tiempo esta mañana y debo ponerme en marcha —dijo Joe—. Tenemos un día de mucho trabajo por delante. Con tu ayuda, intentaré realizar lo más que pueda antes de marcharme a una importante reunión que tengo en el Dorchester hotel con un cliente de Arabia Saudí que también es un buen amigo mío. Va a estar sólo dos días en Londres y esta noche voy a celebrar una fiesta para él y algunos colegas que quiere que yo conozca.

Mientras tanto, puedes familiarizarte con las notas que mi asistente personal ha dejado para ti. Su despacho está justo ahí —indicó, señalando una puerta—. Y, a no ser que yo necesite intimidad, la puerta entre ambos despachos siempre debe estar abierta. Conociendo tu desconcertante hábito de marcharte sin avisar, Demetria, me parece que es una precaución inteligente dadas las circunstancias, ¿no crees?

Ella se quedó mirándolo y se percató de que él le tenía muy poco respeto debido a la manera en la que se había marchado aquella mañana en Milán sin dar ninguna explicación. Le quedó claro que no debía empeorar las cosas al marcharse de nuevo...

Algo había ocurrido entre ambos aquella noche que habían pasado juntos en Italia, algo que había tenido unas consecuencias muy importantes. Fue consciente de que ya que tenía la oportunidad, le debía a Joe el revelarle su secreto... No importaba la reacción que fuera a tener éste; ya no quería, ni tenía manera, de ocultar la noticia. Y no importaba lo difícil que fuera a serle el decírselo.
—Si así es como quieres que sean las cosas, yo no tengo ningún problema —contestó, levantándose.

Pero, al ponerse de pie, notó que todavía tenía las piernas débiles. Aun así, se dirigió hacia la puerta que había indicado Joe, la puerta del despacho que probablemente fuera a ser suyo durante las siguientes dos semanas.
Al pasar junto a él, notó como la agarraba por el codo.

— ¿Qué? —le preguntó. Su mirada reflejó lo asustada que estaba.
Durante un momento, la intensidad que reflejaban los azules ojos de Joe pareció llegarle al alma. El calor que desprendía la mano de éste le traspasó la ropa y le quemó la piel, casi le hizo perder la cordura.
Aquel hombre poseía un gran poder para desestabilizarla.
Niente... ¡nada! —contestó él, soltándole el brazo.
Sintiendo como le daba un vuelco el estómago, Demi continuó andando y entró en su nuevo y elegante despacho.

Metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones, Joe sintió que necesitaba varios minutos para tranquilizarse tras su inesperado encuentro con la mujer que no había conseguido olvidar. ¡Había pensado que había visto un fantasma cuando ella había entrado en su despacho! Tal había sido la intensidad de su abrasadora, pero breve relación en Milán, que seguramente se le podría perdonar el que comenzara a creer que la había conjurado con su demasiada febril imaginación.
 Incluso en aquel momento todavía seguía teniendo el corazón revolucionado y podía percibir la fragancia que ella había dejado tras de sí una vez que él le había soltado el brazo de mala gana.

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