— ¿Tú nunca qué, Demetria? ¿Nunca antes habías tenido una aventura
de una sola noche o nunca te habías marchado de la cama de un hombre por la
mañana sin siquiera despedirte? ¿Cómo voy a saber la verdad? Sólo puedo basarme
en la lamentable experiencia que tuve contigo y lo cierto es que te marchaste a
la mañana siguiente sin tener ninguna intención de volver a ponerte en contacto
conmigo.
— ¡Las cosas no fueron así! —Repitió
ella—, Y nunca fue mi intención utilizarte para lograr aliviarme sexualmente,
¡te lo aseguro! Había ciertas razones que me impulsaron a marcharme de la
manera en la que lo hice.
—Dijiste que tenías que tomar un
avión, ¿no es así?
—No sólo eso —contestó Demi, esbozando una nerviosa sonrisa con la
esperanza de conmoverlo. Se dijo a sí misma que, después de todo, habían
compartido algo especial aquella trascendental noche, noche durante la cual no
habían sido capaces de ignorar la pasión y la necesidad que les había llevado a
estar en los brazos el uno del otro. Algo de lo que experimentó con Joe le hizo sentir que había habido una carencia
de algo vital en su vida.
Pero sólo tardó un instante en
percatarse de que cualquier leve esperanza que hubiera podido albergar acerca
de que él fuera a comprenderla, había sido una pérdida de tiempo. La expresión
de la cara de Joe le dejó claro que éste no
era alguien que tuviera mucha compasión.
—Había ocurrido algo en mi
familia, algo que yo estaba desesperadamente tratando de asimilar —comenzó a
explicar, soltándose y agarrándose las manos agitadamente—. Por eso había ido a
Italia... para tratar de recuperarme. Sé que tal vez te cueste entender esto,
pero la manera en la que me comporté aquella noche es tan diferente a como me
comporto normalmente que a la mañana siguiente... al despertarme en tu cama...
estaba... no podía creer que hubiera... quiero decir que...
—Parece que estás inventándote
todas estas excusas... ¡y ni siquiera son muy buenas! —comentó él de manera
burlona.
Frustrada ante su lamentable
capacidad para explicarse, y sintiendo como le daba vueltas el estómago, Demi se encogió de hombros desconsoladamente.
—Obviamente no vas a perdonarme,
así que quizá sí sea mejor que telefonees a la agencia para que te manden otra
persona.
—No. Te daré una oportunidad
—respondió Joe—, Lo que pretendo hacer es
tenerte un día de prueba. Si no cumples con mis expectativas, en ese momento
telefonearé para que me manden otra asistente personal.
—Supongo que no puedo discutir
eso.
Demi le dio gracias a Dios de manera
silenciosa por la oportunidad que Joe iba a
darle de demostrar que valía ya que había estado temiendo que él fuera a
haberle dicho que se marchara de su empresa de inmediato.
—Ahora... ya he perdido bastante
tiempo esta mañana y debo ponerme en marcha —dijo Joe—.
Tenemos un día de mucho trabajo por delante. Con tu ayuda, intentaré realizar
lo más que pueda antes de marcharme a una importante reunión que tengo en el
Dorchester hotel con un cliente de Arabia Saudí que también es un buen amigo
mío. Va a estar sólo dos días en Londres y esta noche voy a celebrar una fiesta
para él y algunos colegas que quiere que yo conozca.
Mientras tanto, puedes
familiarizarte con las notas que mi asistente personal ha dejado para ti. Su
despacho está justo ahí —indicó, señalando una puerta—. Y, a no ser que yo
necesite intimidad, la puerta entre ambos despachos siempre debe estar abierta.
Conociendo tu desconcertante hábito de marcharte sin avisar, Demetria, me parece que es una precaución
inteligente dadas las circunstancias, ¿no crees?
Ella se quedó mirándolo y se
percató de que él le tenía muy poco respeto debido a la manera en la que se
había marchado aquella mañana en Milán sin dar ninguna explicación. Le quedó
claro que no debía empeorar las cosas al marcharse de nuevo...
Algo había ocurrido entre ambos
aquella noche que habían pasado juntos en Italia, algo que había tenido unas
consecuencias muy importantes. Fue consciente de que ya que tenía la
oportunidad, le debía a Joe el revelarle su
secreto... No importaba la reacción que fuera a tener éste; ya no quería, ni
tenía manera, de ocultar la noticia. Y no importaba lo difícil que fuera a
serle el decírselo.
—Si así es como quieres que sean
las cosas, yo no tengo ningún problema —contestó, levantándose.
Pero, al ponerse de pie, notó que
todavía tenía las piernas débiles. Aun así, se dirigió hacia la puerta que
había indicado Joe, la puerta del despacho
que probablemente fuera a ser suyo durante las siguientes dos semanas.
Al pasar junto a él, notó como la
agarraba por el codo.
— ¿Qué? —le preguntó. Su mirada
reflejó lo asustada que estaba.
Durante un momento, la intensidad
que reflejaban los azules ojos de Joe
pareció llegarle al alma. El calor que desprendía la mano de éste le traspasó
la ropa y le quemó la piel, casi le hizo perder la cordura.
Aquel hombre poseía un gran poder
para desestabilizarla.
—Niente... ¡nada! —contestó él, soltándole el brazo.
Sintiendo como le daba un vuelco
el estómago, Demi continuó andando y entró
en su nuevo y elegante despacho.
Metiéndose las manos en los
bolsillos de los pantalones, Joe sintió que
necesitaba varios minutos para tranquilizarse tras su inesperado encuentro con
la mujer que no había conseguido olvidar. ¡Había pensado que había visto un
fantasma cuando ella había entrado en su despacho! Tal había sido la intensidad
de su abrasadora, pero breve relación en Milán, que seguramente se le podría
perdonar el que comenzara a creer que la había conjurado con su demasiada
febril imaginación.
Incluso en aquel momento todavía seguía teniendo el corazón
revolucionado y podía percibir la fragancia que ella había dejado tras de sí
una vez que él le había soltado el brazo de mala gana.
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