lunes, 17 de diciembre de 2012

De Secretaria A Esposa Capitulo 6





La puerta entre el despacho de su jefe y el suyo permaneció inquietantemente abierta. Pero Demi no miró a través de ésta tan frecuentemente como su, en ocasiones, acelerado corazón hubiera querido. Aun así, tal vez obstinadamente, deseaba ver al hombre que ocupaba el despacho contiguo... 

el hombre que le ordenaba las cosas de manera autoritaria, como si no le importara el efecto que podían tener aquellas órdenes, y que, mientras ella ocupara aquel puesto de trabajo, claramente pretendía tratarla como si fuera inferior a él.

Podría haberse sentido desesperada al recordar la calidez que le había entregado Joe la noche en la que habían hecho el amor, pero se negaba a hacerlo. Sentir pena de sí misma no la ayudaría en nada. Pero su ya delicado estómago le había dado muchas vueltas aquella mañana cuando, angustiada, había pensado en el secreto que estaba guardando. 

Un secreto que, a juzgar por la nula alegría que había mostrado Joe al volverla a ver, podía compararse con algo que se pretendía pasar oculto por la aduana de un aeropuerto.

Aquella noche mágica que habían pasado juntos en Milán parecía ser una fantasía irreal si tenía en cuenta la desconfianza y la desaprobación con las que él la estaba tratando. Y, si Joe ya tenía sospechas acerca de los motivos por los que ella estaba allí, no sabía cómo iba a comportarse cuando se enterara de la increíble noticia que le iba a revelar...

Había querido compartir con él aquella noticia desde el principio, pero no había podido ya que simplemente no había tenido manera de localizarlo. Tras conseguir un trabajo en los Estados Unidos, su amiga Melissa se había marchado de Italia inesperadamente y todavía no se había puesto en contacto con ella para darle su nuevo número de teléfono y dirección. Y Demi había sido incapaz de recordar la dirección completa de la mansión en la cual se había celebrado la fiesta... ¡por no hablar del lugar de trabajo en el que habían contratado a Melissa!

Parecía que todos los caminos que podía haber tenido para localizar a Joe se le habían cerrado. No había dejado de repetirse a sí misma que aquella situación era solamente culpa suya por no haberle dejado a él un número de teléfono o dirección donde encontrarla.

En su nuevo despacho, se forzó en centrarse en el trabajo. Supo que iba a tener que esperar el momento oportuno para confesarle la verdad a Joe. Pero el problema era que, aparte de todo lo demás, realmente necesitaba aquel trabajo y no tenía ninguna intención de fallar durante el periodo de prueba. La agencia iba a pagarle el salario máximo por aquel tipo de puesto y, dada su situación, le vendría muy bien el dinero extra.

De hecho, aquello era un eufemismo. Ella había estado tratando de ahorrar cuanto dinero había podido, pero vivir en Londres era caro y la cifra que había logrado reunir hasta aquel momento apenas le permitiría sobrevivir durante un mes sin trabajar. 

Había pasado muchas noches sin dormir pensando en su futuro.
Apartando a un lado sus preocupaciones, no tardó mucho en habituarse al trabajo, aunque su estómago no se tranquilizaba; no dejaba de darle vuelcos como en un recordatorio de que estaba viviendo con una potencial bomba en su interior hasta que hablara con Joe. Entonces oyó una nueva orden de éste...
—Ven a mi despacho.

Él no esperó a que Demi se levantara de su escritorio. Tras asomar la cabeza por la puerta del despacho de ésta de manera brusca, regresó al suyo, el cual estaba decorado con unos bonitos muebles modernos y tenía llamativos cuadros en las paredes.

Al detallarle los pormenores del trabajo, Lucy, la gerente de la agencia de empleo, le había comentado a Demetria lo increíblemente exitoso que era el imperio Jonas.
Tomando su bloc de notas y un bolígrafo, Demi se levantó y se dirigió al despacho de su jefe, al que no quería hacer esperar.
—Siéntate —le ordenó él sin preámbulos
.
A ella le fue difícil mantener una actitud profesional ya que la colonia que llevaba Joe acentuaba el increíble atractivo de éste. Sintió como un erótico cosquilleo le recorría la espina dorsal. Aquella fragancia era un apasionado recordatorio de la sensualidad y belleza que habían acompañado a la noche que habían pasado juntos, así como del magnífico amante que había resultado ser él.

Le había embelesado todo acerca de aquel hombre... desde su cara colonia hasta su levemente acentuada voz, así como la manera en la que cada fuerte músculo de su cuerpo se había flexionado de una forma tan inolvidable bajo sus turbados dedos.

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