—Una errata
—dijo Nick, temiendo
que se le cortara la digestión—. Esos editores de sociedad siempre se hacen un
lío.
—Lo más
interesante de todo —continuó Ben,
haciendo caso omiso de Nick—
era el nombre de la futura esposa.
—No sigas, Ben —advirtió Nick.
—Todos la
conocemos —añadió.
Nick se pasó la mano
por la cara y blasfemó entre dientes.
—Esto es una
encerrona —se quejó.
Ben lo miró con cara
de absoluta inocencia.
—Oye, has sido tú el
que me ha llamado.
—Es una
emboscada.
—Mi mujer es
psiquiatra —intervino Joe
con una sonrisa—. Ella lo denominaría una «intervención».
—Miley Polcenek
—se asombró Ben—. La
hermanita de Butch el abusón. ¿Cómo te comprometiste con ella?
—Es una historia
muy larga —dijo Nick,
y dio otro trago de cerveza—. Una de la que esperaba olvidarme hoy
—añadió sombrío—. No era un compromiso de verdad.
—¿Así que en
realidad no estabais liados? —preguntó Stan.
—No he dicho eso
—miró sus caras expectantes—. No os interesa.
—¿Crees que
vamos a perdernos la historia de cómo Nick se lió con la hermana
del tipo que le rompió la nariz? —dijo Ben, recostándose en la silla.
Nick se dio por
vencido y comenzó a hablar:
—Así que dice
que me quiere y que no piensa volverme a ver —concluyó, tres cervezas después.
Eso le dolía como si tuviera una estaca clavada en el corazón.
—A mí me parece
muy lógico —dijo Stan,
poniendo los ojos en blanco—. ¿Quieres que Miley vuelva contigo?
Sí. La
respuesta llegó, inequívoca. Pero fue incapaz de decirlo en voz alta. Aún estaba luchando contra
la idea de que necesitaba a Miley. Luchando y perdiendo la
batalla.
—Me he acostumbrado
a tenerla a mí alrededor. Me he acostumbrado a tenerla en mi vida.
—Estabas
perfectamente antes de conocerla —le recordó Joe.
Nick asintió con la
cabeza. Le resultaba difícil recordar cómo era su vida sin Miley, pero desde
luego que no había creído que le faltara algo. No se reía tanto, recordó. No
sentía tanto. Lo cierto es que en ese momento preferiría no sentir tanto.
—Y ahora ya no
lo estás —dijo Joe.
Nick pensó en retomar
su vida anterior, sin Miley. La idea le hizo sentirse enfermo.
—Clavadle un tenedor
—dijo Ben, leyendo
la verdad en su rostro—. Está vendido. Se ha enamorado de la hermana de Butch
Polcenek.
—Nunca he creído
en el amor. Por lo menos, no para mí —objetó Nick, arrugando la
frente.
—Yo tampoco
—dijo Joe.
—Ni yo —dijo Ben.
—Igual digo —apuntó
Stan.
Nick volvió a sentir
dolor de estómago.
—Admitirlo es la
mitad de la batalla —anunció Ben—.
Caemos pataleando, pero caemos.
—Y nos
levantamos con una sonrisa en los labios —añadió Stan.
—Eso, claro, si
consigues que vuelva —dijo Joe—.
Te puedo decir, por experiencia personal, que recuperar a una mujer
después de haberla perdido requiere dedicación total. Si no la quieres, si no
te es tan imprescindible como el aire que respiras, no te molestes. Ahórrate el
mal trago.
Miley era una mujer
liosa, emocional, del tipo que
Nick siempre había evitado. Sin embargo, ni una sola vez había deseado que
saliera de su vida. Nunca la había deseado menos, siempre quería más.
Tenía la rara
capacidad de hacerle sentirse poderoso como hombre y amado como ser humano.
Estar con ella le hacía pensar que el mundo era maravilloso. ¿Estaba dispuesto
a renunciar a ella? ¿Era capaz de renunciar a
ella?
—A veces, la
rendición es el primer paso para obtener la victoria —dijo Stan.
—La quiero
—admitió Nick, y
decirlo fue como quitarse un peso de encima—. La quiero junto a mí.
Sus amigos de
toda la vida lo miraron en silencio.
—Necesito un
plan.
Ben se echó a reír y
levantó la cerveza para hacer un brindis.
—Ésa es la
especialidad del Club de los Chicos Malos.
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