Aquella fragancia le hizo
recordar un jardín inglés completamente empapado por la lluvia. Era la
fragancia más provocadora que jamás había olido.
Como para acompañar a sus
pensamientos, un intenso deseo se apoderó de lo más profundo de su ser.
Entonces apartó la lujosa silla de cuero de su escritorio y se sentó en ésta.
Frustrado, se pasó una mano por su oscuro pelo. Pensó que su memoria
fotográfica, que normalmente era excelente, no le había hecho justicia a Demetria. Esta era incluso más cautivadora de lo
que él recordaba. Tenía una suave melena de pelo negro ondulado, así como unos
brillantes ojos negros y unas preciosas pestañas.
Era perfecta. Pero junto con
sus ojos y su seductor y sexy cuerpo, estaba también el recuerdo de su
apasionada boca, recuerdo que tenía el poder de mantenerlo despierto durante
las noches. Con sólo mirarle los labios de cerca, tal y como acababa de hacer,
era suficiente para que deseara besarla de nuevo y saborear desesperadamente
aquel delicioso sabor a fresa y vainilla.
Se preguntó a sí mismo qué iba a
hacer. Se planteó si estaba completamente loco al considerar siquiera la
posibilidad de permitir que Demetria fuera
su asistente personal durante las siguientes dos semanas.
Pero era obvio que su cuerpo
todavía la deseaba... La manera en la que ella lo había tratado tras la noche
que habían pasado juntos le molestaba mucho. Pero, en realidad, si él quería,
podía comportarse igual. No estaba buscando ningún tipo de relación sentimental
profunda ni significativa con Demetria, por
lo que se dijo que no tenía nada que temer.
Suspiró profundamente y recordó
aquellos momentos que habían pasado juntos hacía tres meses en Milán. Demetria había tenido algo que había provocado una
reacción muy intensa en él... y, sorprendentemente, no era sólo algo sexual.
Había intuido una bondad innata en ella que había provocado que todos sus
amigos parecieran preocupantemente superficiales en comparación.
No se había encontrado con aquel
tipo de inocencia y bondad frecuentemente. Y, una vez que lo había hecho, no
había podido olvidarlo... aunque en aquel momento no sabía si el destino había
estado de su parte o no al haberle llevado a Demetria
hasta la puerta de su despacho. Todavía tenía que enfrentarse a la
inexplicable partida de ella a la mañana siguiente de haberse acostado juntos,
así como al golpe que había recibido su orgullo al haberse enterado de que Demi no había tenido ningún gran deseo de ponerse
de nuevo en contacto con él. A pesar de su inconveniente deseo, todavía era
demasiado escéptico como para creer ciegamente que el destino le había hecho un
favor.
Tras haber perdido a Sophia hacía
tres años de una manera muy trágica y amarga, había renunciado a la esperanza
de volver a ser feliz. Cuando Demetria lo
había dejado aquella mañana en Milán, tras la confusión y frustración iniciales
que había sentido, se dijo a sí mismo que debía considerar lo ocurrido como una
experiencia más en la vida y que tenía que olvidar a aquella mujer.
Si hubiera
querido localizarla, fácilmente podría haberles preguntando a sus amigos de la
fiesta, los mismos amigos a los que había prácticamente ignorado durante toda
la velada ya que había estado profundamente embelesado por ella.
Estos podrían
haberle dado cierta información que lo habría ayudado a encontrarla. Pero se
había resistido al impulso de hacerlo. La noche de la fiesta había encontrado
algo que había pertenecido a su difunta esposa, algo que le había hecho revivir
dolorosos recuerdos.
Y, sin duda, había sido precisamente aquello lo que le
había hecho lanzarse a los brazos de una mujer que ni siquiera conocía.
Normalmente era mucho más cauto y se tomaba su tiempo para conocer a una mujer
antes de acostarse con ella.
¡Pero había aprendido una muy
importante lección acerca de las consecuencias que podía tener el dejarse
llevar por la pasión y la lujuria!
Volvió a acariciarse el pelo con
sus inquietas manos. Negó con la cabeza al recordar la lamentable pérdida de control
que había tenido... Fueran cuales fueran las razones que habían motivado a Demetria para intentar optar a ser su asistente
personal, desde aquel momento en adelante iba a juzgarla solamente de manera
profesional. Juró que iba a olvidarse de la atracción que sentía por ella.
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