lunes, 17 de diciembre de 2012

El Amanate de la Princesa Capitulo 4






Utilizando como guía los itinerarios que había hecho en los últimos años, Miley consiguió hacer un plan de visitas interesante para las siguientes dos semanas. Y era un reto, considerando que la mayoría de los invitados se quedaban sólo un par de días. Nick pasaría mucho tiempo con Phillip de pesca o jugando al golf, pero durante el resto de su estancia sería cosa suya.
Estaba haciendo copias del itinerario para Phillip cuando el mayordomo llamó a la puerta.
—Dime, Wilson.
—Siento interrumpirla, alteza, pero tiene una visita.
 ¿Una visita? Ella no esperaba a nadie. ¿Y cómo habían dejado pasar los guardias a quien fuera sin su permiso?
— ¿Quién es?
—El señor Rutledge.
Como le había ocurrido antes, en el despacho de Phillip, se le encogió el corazón al oír ese apellido.
¿Por qué aparecía de repente? ¿Y qué estaba haciendo allí, en su residencia privada? No tenía ningún derecho a visitarla.
Estuvo a punto de pedirle a Wilson que le dijera que estaba ocupada, pero si se negaba a verlo Nick se daría cuenta de que su presencia la turbaba y Miley no quería eso. Si tenía que pasar dos semanas con él, enseñándole la isla, mostrarse tan vulnerable sería un error.
De modo que tendría que verlo.
—Acompáñelo al estudio, por favor. Yo bajaré en un minuto.
Pero cuando se levantó de la silla le temblaban las piernas.
«Tranquilízate de una vez».
Si ésa era su reacción cada vez que lo veía, aquéllas iban a ser dos semanas agotadoras.
Miley se detuvo frente a un espejo y se pellizcó las mejillas para darse un poco de color, diciéndose una vez más que Nick no tenía nada que ver con ella. Esa parte de su vida había terminado; ahora sólo era… un amigo de su hermano, un invitado.
Pero mientras bajaba al primer piso su corazón latía a una velocidad inusitada.
Nick estaba en el estudio, frente a la ventana, observando el cuidado jardín. Parecía perdido en sus pensamientos, a mil kilómetros de allí y, de nuevo, se quedó sorprendida por lo apuesto que era. Aprovechando que estaba distraído lo observó atentamente, recordando…
—Gracias por atenderme —dijo Nick entonces.
El sonido de su voz la asustó. Por mucha tranquilidad que quisiera fingir, siempre conseguía ponerla nerviosa.
—Pensé que la visita empezaba mañana.
—Lo sé, pero quería verte —dijo él—. Para pedirte disculpas otra vez.
Bueno, eso sí era inesperado.
—No hace falta.
—Sí hace falta. Lo que hice estuvo mal… —Nick se encogió de hombros—. Supongo que, de repente, creía estar de vuelta en el pasado. Y pensé, o quizá quise pensar, que tú sentías lo mismo, que me habías echado de menos tanto como yo a ti.
Parecía sincero, pero algo en sus palabras le sonaba falso. Los hombres que ella conocía no ofrecían sus sentimientos en bandeja. Por eso, naturalmente, no podía dejar de sospechar que Nick estaba diciendo lo que creía que ella quería escuchar.
¿O treinta años viviendo rodeada de hombres sin sentimientos la estaban convirtiendo en una cínica?
—Y como, evidentemente, tú no sientes lo mismo —continuó Nick—, sólo quería decirte que lo siento y asegurarte que no volverá a pasar.
Miley asintió, a su pesar un poco decepcionada. Pero ella no podía querer que volviera a pasar. ¿O sí?
El calor de sus labios, el roce de los dedos masculinos hacía que le temblasen las rodillas. Pero era sólo algo físico. Emocionalmente no había sitio para un hombre como él en su vida. Ni siquiera de forma temporal.
—Acepto tus disculpas.
—No suelo ser tan impulsivo. Es una excusa tonta, lo sé, pero el divorcio me ha dejado… un poco alterado.
—Lamento oír eso.
—Si no estás ocupada, había pensado que podríamos dar un paseo y charlar un rato. Parece que vamos a tener que pasar mucho tiempo juntos.
Después de terminar el itinerario no tenía mucho más que hacer y aún faltaban varias horas para la cena. Además, si charlaban un rato podrían sentirse un poco más cómodos el uno con el otro. Y no la mataría ofrecerle el beneficio de la duda, además.
Si pudiera quitarse de encima la sensación de que Nick tenía motivos ocultos…
Por el momento podría dar un paseo con él, pero iría con cuidado. Y a la primera señal de peligro lo pondría en su sitio.
— ¿Quieres una copa? —le preguntó Sophie.
Y Nick supo en ese momento que sólo era una cuestión de tiempo. Se hacía la dura, pero él sabía cómo hacer que una mujer se derritiera. Siempre había sido capaz de entender al sexo opuesto y, fuera cual fuera la situación, llevarlas a su terreno. Ésa era la única razón por la que su matrimonio había durado lo que había durado. Aunque, mirando atrás, seguramente no había sido muy inteligente. Debería haber dejado a Cynthia mucho antes. O mejor, no debería haberse casado con ella.
—Agua mineral, si no te importa.
— ¿Con una rodajita de limón?
—Sí, gracias.
Imaginó que llamaría al mayordomo, pero ella misma se dirigió al bar y sirvió una copa de agua mineral para él y una de vino blanco para ella.
—Siéntate, por favor —dijo luego, señalando el sofá.
Nick esperó hasta que se hubo sentado y luego se dejó caer sobre un sillón, cruzando las piernas. Llevaba un vestido de algodón que acentuaba su esbelta silueta… en realidad estaba más guapa que nunca. Siempre le había parecido un espíritu libre más que una princesa. Diez años antes se sentía ahogada por su título, pero ahora parecía encontrarse más cómoda en su papel.
Y se preguntó si seguiría siendo tan caprichosa y mimada como antes.
—Bonita casa —comentó—. Me sorprende que no vivas en palacio con el resto de la familia.
—Me gusta tener cierta intimidad.
— ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí?
—Me mudé a esta residencia cuando murió mi madre.
Era lógico, pensó Nick. Seguramente sus padres no hubieran permitido que se fuera de palacio. Recordaba que eran muy estrictos y ésa había sido parte de la emoción de su aventura. Si la hubieran pillado entrando en su habitación de noche lo habrían echado de palacio sin dudar un momento.
— ¿Cómo volvisteis a poneros en contacto mi hermano y tú?
Estaba haciendo una pregunta lógica, educada, manteniéndolo a distancia. Pero no importaba. Tenía dos semanas para conseguir lo que quería y, por el momento, le seguiría el juego.
—Hemos seguido en contacto durante todos estos años y cuando tuvo que encargar el proyecto del balneario pensó en mí. Afortunadamente le gustaron mis diseños y cuando se enteró de mi divorcio sugirió que me tomase unas semanas de vacaciones en Morgan Isle. Y debo admitir que llevaba meses sin estar tan relajado.
— ¿Tienes un gabinete de arquitectura?
—Desde que mi padre murió, hace tres años.
—Ah, lo siento. ¿Cómo está tu madre?
—Bien, vive al norte de Nueva York, con mi hermana.
— ¿Y tú sigues en Manhattan?
—Yo me quedé con el apartamento después del divorcio, ella con la casa a las afueras —Nick hizo una mueca—. Si parezco un poco amargado es porque lo estoy.
Miley asintió con la cabeza, comprensiva.
Le iría bien hacerse la víctima, pensó Nick entonces. Aunque la verdad era que la monstruosidad de casa que su ex había insistido en comprar nunca fue un hogar para él. Se pasaba la mayor parte del tiempo en la ciudad e iba a verla durante los fines de semana. Aunque durante el último año esas visitas se habían espaciado cada vez más y sólo se veían una vez al mes.
Cuando descubrió que Cynthia le estaba siendo infiel, en realidad se sintió más aliviado que dolido. Por fin podía decirle adiós.
Aunque eso no había impedido que su ex intentase quedarse con todo.
Nick tomó un sorbo de agua y dejó el vaso sobre la mesa.
—Por tu reacción en el despacho de Phillip, veo que no sabías nada de mi llegada.
—No, no sabía nada.
—Recuerdo cuánto te molestaba no enterarte de las cosas. Era como si estuvieras viendo escaparates, solías decir.
—Me sorprende que recuerdes eso.
Nick se inclinó un poco hacia delante.
—Recuerdo muchas cosas, alteza.
Antes de que Miley tuviera oportunidad de replicar, el mayordomo apareció en la puerta.
—Su majestad quiere verla, alteza. Nick y Miley se levantaron a la vez cuando Phillip entró en la habitación.
—Ah, aquí estás, Nick.
—Perdona, no sabía que estuvieras buscándome.
—No es nada urgente —le aseguró Phillip—. Sólo quería comprobar que ya te habías instalado.
—Así es. Tengo todo lo que puedo desear en esa suite.
—Nick ha venido a buscarme para charlar un rato —intervino Miley, en su tono nada que delatase su relación con él. O su ex relación.
—Y yo he venido porque quería hablar un momento con mi hermana —dijo Phillip entonces—. Si nos perdonas un momento, Nick…
—Sí, por supuesto. Debería volver a mi habitación de todas formas. Tengo que hacer unas llamadas antes de la cena. Encantado de charlar contigo, Miley.
—Lo mismo digo.
Lo había dicho con una sonrisa demasiado indiferente para que fuese auténtica. ¿Lo haría por su hermano?
—Por favor, Wilson, acompañe al señor Rutledge a la puerta.
—Nos vemos en la cena —dijo Nick, antes de salir.
¿Por qué iría Phillip a verla a su residencia en lugar de llamarla por teléfono?, se preguntó Miley.
Pero tenía la sensación de que iba a enterarse muy pronto.

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