El móvil de Nick empezó a sonar mientras volvía a palacio y, al
mirar la pantalla, comprobó que era su abogado y mejor amigo, Jonah Livingston. Y lo de que fuera su mejor amigo era
bueno y malo a la vez. No había nada de su vida que Jonah
no supiera y solía echarle la bronca cuando le parecía que estaba
haciendo algo que no se ajustaba a sus intereses, profesionales o personales.
Y normalmente
tenía razón. Como el día de su boda, cuando le imploró que pensara bien lo que
estaba haciendo. Jonah intentó convencerlo de
que casarse con alguien a quien no amaba era mucho peor que no casarse en
absoluto; que, al final, su padre y él harían las paces, que volvería a
incluirlo en su testamento.
Y Nick desearía haberle hecho caso porque ahora casi
temía contestar a esa llamada. Cuando se marchó de Nueva York todo lo
relacionado con su divorcio estaba solucionado… o eso creía. Pero su ex aún no
había firmado los papeles y no sería la primera vez que cambiaba de opinión en
el último minuto para exigir algo más.
Llevaban
discutiendo un año. Un largo y tedioso año en el que él hubiese querido olvidar
que había estado casado. Sólo quería que terminase todo de una vez.
—Espero que
sean buenas noticias, Jonah —contestó por fin.
—Y yo espero
que lo estés pasando bien —rió su amigo.
—Lo pasaría
mejor si tuvieras alguna buena noticia que darme. ¿Has sabido algo del abogado
de mi ex? —Acabo de hablar con ella.
— ¿Y?
—¿Quieres
saber lo que ha dicho? Nick cerró los ojos y
suspiró pesadamente.
—No es
momento para bromas, Jonah.
—Relájate,
hombre. Esta vez tengo buenas noticias de verdad.
— ¿Ha firmado
los papeles?
—En el bufete
de su abogado, ayer, con varios testigos. A partir de hoy estás oficialmente
divorciado, así que eres un hombre libre.
Debería
sentir cierta tristeza, remordimientos, algo… pero lo único que sentía era
alivio.
—Es una
noticia estupenda.
—Cynthia pasará por el apartamento mañana para recoger
el resto de sus cosas.
— ¿Y tú
estarás allí?
—Por
supuesto, iré con tres de mis socios, para estar seguros. No le quitaremos los
ojos de encima, así que no se llevará nada que no deba llevarse. Y si lo
intenta, llamaré a la policía.
Nick se alegraba de que Jonah estuviera llevando el asunto para no tener que
hacerlo él mismo. Si no volvía a ver a Cynthia
en toda su vida, estupendo. De hecho, sería lo mejor.
— ¿Tú crees
que intentaría llevarse algo que no fuera suyo?
—No, no lo
creo. Es manipuladora y avariciosa, pero no es tonta. Además, sinceramente creo
que desea el divorcio tanto como tú.
—Supongo que
debería haberte hecho caso cuando dijiste que no debería casarme.
—Sí, pero no
me escuchas nunca. Lo cual me recuerda… ¿qué tal va todo con tu princesa?
—No es mi
princesa —contestó Nick—. Bueno, aún no.
—Espero que
sepas lo que estás haciendo.
— ¿No lo sé
siempre?
Jonah soltó una carcajada.
—La verdad,
no. Para eso me tienes a mí, para evitarte problemas.
—Tranquilo,
esta vez lo tengo todo controlado.
—Me parece
que he oído eso antes…
—No te
preocupes, Jonah, esta vez es diferente. Sé muy
bien lo que estoy haciendo.
—Miley , tu comportamiento es totalmente inapropiado
—empezó a decir Phillip.
Ella tuvo que
hacer un esfuerzo para no poner los ojos en blanco.
— ¿Qué
comportamiento te parece inapropiado?
—No te hagas
la tonta.
—Digamos por
un momento que lo soy. Porque, francamente, no sé a qué te refieres.
—Estabas
solas en tu residencia con mi invitado.
— ¡No puedes
decirlo en serio! —exclamó ella.
¿Cómo se
atrevía a decirle a quién podía recibir en su casa y a quién no? Estaba harta
de que todo el mundo le dijera cómo tenía que vivir su vida.
— ¿Olvidas
que eres tú quien me obliga a estar con él durante las próximas dos semanas?
Por no decir que si decido invitarlo a mi casa es asunto mío y no tuyo.
—No es uno de
tus pasatiempos temporales, Miley. Miley y yo
tenemos un asunto importante entre manos…
— ¿Y qué?
—Que si
esperas que te trate como a una igual, tendrás que hacer tu papel.
—Nick ha venido a mi casa, no al revés —protestó Miley—. ¿Qué crees, que me he acostado con él? Ha
estado aquí diez minutos…
—Sólo quería
hacerte saber lo que pienso sobre el asunto.
Casi podría
pensar que Phillip sabía algo de su pasada
relación con Alex. Pero si lo supiera habría
dicho algo. Phillip jamás se callaba nada cuando
se trataba de desaprobar su comportamiento.
Y ella estaba
harta de vivir bajo un m
icroscopio.
Casi le daban
ganas de acostarse con Nick sólo para darle en
la cara a su hermano…
¿Pero qué
demostraría con eso, además de que él tenía razón?
—Tengo que
vestirme para la cena.
Una forma de
decir que la dejase en paz sin decirlo, claro. Y lo más curioso fue que Phillip asintió sin protestar. Pero se volvió cuando
estaba a punto de salir.
—Tú sabes que
sólo hago lo que creo que es mejor para ti.
—Lo sé, Phillip.
Y ése era el
problema. Que todo el mundo en palacio creía saber lo que era bueno para ella.
Afortunadamente,
Nick estaba sentado al otro lado de la mesa
durante la cena. Toda la familia estaba allí: Phillip y
su esposa, la reina Hannah, Ethan y Lizzy, la
pobre con mala cara, y su primo Charles, el
abogado de la familia. Y, afortunadamente también, no hablaron de temas
personales sino del hotel y de los planes para el balneario que diseñaría Nick.
—El solar es
prácticamente nuestro —estaba diciendo Charles—.
El viejo Houghton no tiene más remedio que vender. Considerando que se enfrenta
a la ruina, lo que le ofrecemos es un regalo. Sería un tonto si no aceptara.
—Tendremos
que demoler el antiguo edificio inmediatamente —dijo Phillip.
—Sí, ya
tenemos fecha para la demolición —asintió Ethan.
—Pero es un
edificio tan bonito —protestó Hannah—. ¿No hay
manera de salvarlo?
—Aunque sea
estéticamente bello, el edificio es viejo y estructuralmente peligroso, así que
lo más efectivo es tirarlo —contestó Nick.
— ¿Y los
empleados a los que habrá que despedir? —preguntó Lizzy.
A pesar de
sus intentos por tomar parte en la conversación, era evidente que se sentía
fatal. Apenas había comido nada y apretaba la mano de su marido como si
necesitase apoyo.
—Contrataremos
a tantos como podamos —dijo Ethan—. Y la hija de
Houghton, Victoria, será la nueva gerente. Es lo
único en lo que ha insistido Houghton.
— ¿Podemos
confiar en ella? —preguntó Charles, para quien
proteger a la familia real era un deber sagrado—. A pesar de la generosa
naturaleza de la oferta, Houghton no ha ocultado
su odio hacia la familia real. ¿Y si quiere que su hija sea la gerente para
crear problemas?
—También lo
hemos pensado —suspiró Ethan—. Hasta que
comprobemos que se puede confiar en ella al cien por cien trabajará en tu
bufete, para que puedas vigilarla. Sólo cuando sepamos con certeza que nos es
leal ocupará su sitio en el hotel. Puedes encontrar un despacho para ella,
¿verdad, Charles?
El abogado
asintió.
—Sí, claro,
ningún problema.
Cuando se
llevaban los platos del postre, Lizzy, ahora
pálida como un fantasma, se excusó para tumbarse un rato y Ethan fue con ella.
—No tiene
buen aspecto —suspiró Hannah—. Yo lo pasé mal
durante los primeros meses del embarazo, pero nunca tan mal.
—Yo también
estoy preocupado —admitió Phillip—, Pero según Ethan, no se puede hacer nada. Les dije que no tenían
que venir a cenar, pero por lo visto Lizzy insistió
y ya sabes que es muy cabezota —añadió, mirando a su hermana.
—Para
sobrevivir en esta familia tienes que serlo —sonrió Miley.
Hannah
miró de uno a otro
como diciendo: «comportaos, por favor».
—Si me
perdonáis un momento… tengo que ir a ver a Frederick.
Cuando se
levantó, los hombres se levantaron también.
—Iré contigo
—se ofreció Phillip.
Charles
miró su reloj.
—Yo también
debería marcharme. Tengo una cita esta noche.
Miley soltó una risita.
— ¿Hay alguna
noche que no tengas una cita?
El abogado se
limitó a sonreír.
—Miley, ¿por qué no sales a dar un paseo con Nick? —Sugirió Phillip—.
Hace una noche preciosa.
O era una
muestra de fe por parte de su hermano o estaba enviándole mensajes
contradictorios. Aunque, en realidad, no tenía nada mejor que hacer.
Ethan
estaba atendiendo a Lizzy, Phillip y Hannah se iban a dormir y Charles tenía una cita. Miley
no podía dejar de pensar que a ella le había tocado la peor parte.
Pero, como
había hecho ese papel un millón de veces, se volvió hacia Nick con una sonrisa.
— ¿Te apetece
dar un paseo por los jardines?
Cuando él le
devolvió la sonrisa podría haber jurado que había un brillo diabólico en sus
ojos.
—Me encantaría,
alteza.
Miley
tenía la sospecha de
que aquello era una especie de prueba, que Phillip estaría
vigilando. Y se preguntó qué diría si la viera dándole un beso en la rosaleda.
Estaba
anocheciendo y el sol era un globo naranja en un cielo sin nubes. El calor del
día había dejado paso a una suave brisa del mar que movía las copas de los
árboles, extendiendo un suave aroma a musgo por todas partes.
Miley lo llevó por un camino de piedra
a través de la rosa
leda que se había convertido en el orgullo de la familia.
Cada año se ampliaba un poco más con nuevas especies, híbridos sobre todo,
muchos de los cuales habían sido creados por el jardinero de palacio.
Ella iba
señalando las diferentes variedades, dándole su nombre científico y el nombre
común, pero Nick no parecía estar escuchándola.
— ¿Te aburro?
—le preguntó por fin.
—No, perdona
—sonrió él—. Estaba pensando en todo lo que he visto durante la cena.
— ¿Qué quieres decir?
—Ha
sido muy agradable. Casi había olvidado cómo era una cena familiar.
—Bueno,
en general no solemos hablar de trabajo. Normalmente todo el mundo mete las
narices en los asuntos de todo el mundo. Pero con buena intención, claro.
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