lunes, 17 de diciembre de 2012

El Amante de la princesa capitulo 5






El móvil de Nick empezó a sonar mientras volvía a palacio y, al mirar la pantalla, comprobó que era su abogado y mejor amigo, Jonah Livingston. Y lo de que fuera su mejor amigo era bueno y malo a la vez. No había nada de su vida que Jonah no supiera y solía echarle la bronca cuando le parecía que estaba haciendo algo que no se ajustaba a sus intereses, profesionales o personales.

Y normalmente tenía razón. Como el día de su boda, cuando le imploró que pensara bien lo que estaba haciendo. Jonah intentó convencerlo de que casarse con alguien a quien no amaba era mucho peor que no casarse en absoluto; que, al final, su padre y él harían las paces, que volvería a incluirlo en su testamento.

Y Nick desearía haberle hecho caso porque ahora casi temía contestar a esa llamada. Cuando se marchó de Nueva York todo lo relacionado con su divorcio estaba solucionado… o eso creía. Pero su ex aún no había firmado los papeles y no sería la primera vez que cambiaba de opinión en el último minuto para exigir algo más.
Llevaban discutiendo un año. Un largo y tedioso año en el que él hubiese querido olvidar que había estado casado. Sólo quería que terminase todo de una vez.
—Espero que sean buenas noticias, Jonah —contestó por fin.
—Y yo espero que lo estés pasando bien —rió su amigo.
—Lo pasaría mejor si tuvieras alguna buena noticia que darme. ¿Has sabido algo del abogado de mi ex? —Acabo de hablar con ella.
— ¿Y?
—¿Quieres saber lo que ha dicho? Nick cerró los ojos y suspiró pesadamente.
—No es momento para bromas, Jonah.
—Relájate, hombre. Esta vez tengo buenas noticias de verdad.
— ¿Ha firmado los papeles?
—En el bufete de su abogado, ayer, con varios testigos. A partir de hoy estás oficialmente divorciado, así que eres un hombre libre.
Debería sentir cierta tristeza, remordimientos, algo… pero lo único que sentía era alivio.
—Es una noticia estupenda.
—Cynthia pasará por el apartamento mañana para recoger el resto de sus cosas.
— ¿Y tú estarás allí?
—Por supuesto, iré con tres de mis socios, para estar seguros. No le quitaremos los ojos de encima, así que no se llevará nada que no deba llevarse. Y si lo intenta, llamaré a la policía.
Nick se alegraba de que Jonah estuviera llevando el asunto para no tener que hacerlo él mismo. Si no volvía a ver a Cynthia en toda su vida, estupendo. De hecho, sería lo mejor.
— ¿Tú crees que intentaría llevarse algo que no fuera suyo?
—No, no lo creo. Es manipuladora y avariciosa, pero no es tonta. Además, sinceramente creo que desea el divorcio tanto como tú.
—Supongo que debería haberte hecho caso cuando dijiste que no debería casarme.
—Sí, pero no me escuchas nunca. Lo cual me recuerda… ¿qué tal va todo con tu princesa?
—No es mi princesa —contestó Nick—. Bueno, aún no.
—Espero que sepas lo que estás haciendo.
— ¿No lo sé siempre?
Jonah soltó una carcajada.
—La verdad, no. Para eso me tienes a mí, para evitarte problemas.
—Tranquilo, esta vez lo tengo todo controlado.
—Me parece que he oído eso antes…
—No te preocupes, Jonah, esta vez es diferente. Sé muy bien lo que estoy haciendo.
—Miley , tu comportamiento es totalmente inapropiado —empezó a decir Phillip.
Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no poner los ojos en blanco.
— ¿Qué comportamiento te parece inapropiado?
—No te hagas la tonta.
—Digamos por un momento que lo soy. Porque, francamente, no sé a qué te refieres.
—Estabas solas en tu residencia con mi invitado.
— ¡No puedes decirlo en serio! —exclamó ella.

¿Cómo se atrevía a decirle a quién podía recibir en su casa y a quién no? Estaba harta de que todo el mundo le dijera cómo tenía que vivir su vida.
— ¿Olvidas que eres tú quien me obliga a estar con él durante las próximas dos semanas? Por no decir que si decido invitarlo a mi casa es asunto mío y no tuyo.
—No es uno de tus pasatiempos temporales, Miley. Miley y yo tenemos un asunto importante entre manos…
— ¿Y qué?
—Que si esperas que te trate como a una igual, tendrás que hacer tu papel.
—Nick ha venido a mi casa, no al revés —protestó Miley—. ¿Qué crees, que me he acostado con él? Ha estado aquí diez minutos…
—Sólo quería hacerte saber lo que pienso sobre el asunto.
Casi podría pensar que Phillip sabía algo de su pasada relación con Alex. Pero si lo supiera habría dicho algo. Phillip jamás se callaba nada cuando se trataba de desaprobar su comportamiento.
Y ella estaba harta de vivir bajo un m
icroscopio.
Casi le daban ganas de acostarse con Nick sólo para darle en la cara a su hermano…
¿Pero qué demostraría con eso, además de que él tenía razón?
—Tengo que vestirme para la cena.
Una forma de decir que la dejase en paz sin decirlo, claro. Y lo más curioso fue que Phillip asintió sin protestar. Pero se volvió cuando estaba a punto de salir.
—Tú sabes que sólo hago lo que creo que es mejor para ti.
—Lo sé, Phillip.

Y ése era el problema. Que todo el mundo en palacio creía saber lo que era bueno para ella.
Afortunadamente, Nick estaba sentado al otro lado de la mesa durante la cena. Toda la familia estaba allí: Phillip y su esposa, la reina Hannah, Ethan y Lizzy, la pobre con mala cara, y su primo Charles, el abogado de la familia. Y, afortunadamente también, no hablaron de temas personales sino del hotel y de los planes para el balneario que diseñaría Nick.
—El solar es prácticamente nuestro —estaba diciendo Charles—. El viejo Houghton no tiene más remedio que vender. Considerando que se enfrenta a la ruina, lo que le ofrecemos es un regalo. Sería un tonto si no aceptara.
—Tendremos que demoler el antiguo edificio inmediatamente —dijo Phillip.
—Sí, ya tenemos fecha para la demolición —asintió Ethan.
—Pero es un edificio tan bonito —protestó Hannah—. ¿No hay manera de salvarlo?
—Aunque sea estéticamente bello, el edificio es viejo y estructuralmente peligroso, así que lo más efectivo es tirarlo —contestó Nick.

— ¿Y los empleados a los que habrá que despedir? —preguntó Lizzy.
A pesar de sus intentos por tomar parte en la conversación, era evidente que se sentía fatal. Apenas había comido nada y apretaba la mano de su marido como si necesitase apoyo.
—Contrataremos a tantos como podamos —dijo Ethan—. Y la hija de Houghton, Victoria, será la nueva gerente. Es lo único en lo que ha insistido Houghton.
— ¿Podemos confiar en ella? —preguntó Charles, para quien proteger a la familia real era un deber sagrado—. A pesar de la generosa naturaleza de la oferta, Houghton no ha ocultado su odio hacia la familia real. ¿Y si quiere que su hija sea la gerente para crear problemas?

—También lo hemos pensado —suspiró Ethan—. Hasta que comprobemos que se puede confiar en ella al cien por cien trabajará en tu bufete, para que puedas vigilarla. Sólo cuando sepamos con certeza que nos es leal ocupará su sitio en el hotel. Puedes encontrar un despacho para ella, ¿verdad, Charles?
El abogado asintió.
—Sí, claro, ningún problema.
Cuando se llevaban los platos del postre, Lizzy, ahora pálida como un fantasma, se excusó para tumbarse un rato y Ethan fue con ella.
—No tiene buen aspecto —suspiró Hannah—. Yo lo pasé mal durante los primeros meses del embarazo, pero nunca tan mal.
—Yo también estoy preocupado —admitió Phillip—, Pero según Ethan, no se puede hacer nada. Les dije que no tenían que venir a cenar, pero por lo visto Lizzy insistió y ya sabes que es muy cabezota —añadió, mirando a su hermana.
—Para sobrevivir en esta familia tienes que serlo —sonrió Miley.
Hannah miró de uno a otro como diciendo: «comportaos, por favor».
—Si me perdonáis un momento… tengo que ir a ver a Frederick.
Cuando se levantó, los hombres se levantaron también.
—Iré contigo —se ofreció Phillip.

Charles miró su reloj.
—Yo también debería marcharme. Tengo una cita esta noche.
Miley soltó una risita.
— ¿Hay alguna noche que no tengas una cita?
El abogado se limitó a sonreír.
—Miley, ¿por qué no sales a dar un paseo con Nick? —Sugirió Phillip—. Hace una noche preciosa.
O era una muestra de fe por parte de su hermano o estaba enviándole mensajes contradictorios. Aunque, en realidad, no tenía nada mejor que hacer.
Ethan estaba atendiendo a Lizzy, Phillip y Hannah se iban a dormir y Charles tenía una cita. Miley no podía dejar de pensar que a ella le había tocado la peor parte.
Pero, como había hecho ese papel un millón de veces, se volvió hacia Nick con una sonrisa.
— ¿Te apetece dar un paseo por los jardines?
Cuando él le devolvió la sonrisa podría haber jurado que había un brillo diabólico en sus ojos.
—Me encantaría, alteza.
Miley tenía la sospecha de que aquello era una especie de prueba, que Phillip estaría vigilando. Y se preguntó qué diría si la viera dándole un beso en la rosaleda.
Estaba anocheciendo y el sol era un globo naranja en un cielo sin nubes. El calor del día había dejado paso a una suave brisa del mar que movía las copas de los árboles, extendiendo un suave aroma a musgo por todas partes.
Miley lo llevó por un camino de piedra a través de la rosa
leda que se había convertido en el orgullo de la familia. Cada año se ampliaba un poco más con nuevas especies, híbridos sobre todo, muchos de los cuales habían sido creados por el jardinero de palacio.
Ella iba señalando las diferentes variedades, dándole su nombre científico y el nombre común, pero Nick no parecía estar escuchándola.
— ¿Te aburro? —le preguntó por fin.
—No, perdona —sonrió él—. Estaba pensando en todo lo que he visto durante la cena.
— ¿Qué quieres decir?
—Ha sido muy agradable. Casi había olvidado cómo era una cena familiar.
—Bueno, en general no solemos hablar de trabajo. Normalmente todo el mundo mete las narices en los asuntos de todo el mundo. Pero con buena intención, claro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario