domingo, 30 de diciembre de 2012

De Secretaria A Esposa Capitulo 8





Según había transcurrido el tiempo, había comenzado a ver una faceta nueva de su novio, aspectos que la habían conmovido mucho más que los caros regalos que éste le hacía. Había sido un lado sensible, tal vez incluso vulnerable, lado del que se había percatado al observar el miedo de Hayden al fracaso, el miedo que sentía a que sus colegas y amigos no pensaran que era suficientemente bueno, el que le había llegado a lo más profundo de su corazón.

Su ex novio había sentido verdadero pánico a no ser capaz de mantener el éxito que había logrado. Quizá Demi se había dado cuenta de que Hayden temía las mismas cosas que ella misma había temido desde aquellos días de colegiala en los cuales se habían burlado de ella por haber sido la chica pobre de la clase, la chica a la que su madre no podía llevar de vacaciones al extranjero, ni comprarle ropa bonita, ni inscribirla en clases de baile como hacían los padres de las demás niñas.

Pero, en realidad, no había sido la carencia de todas aquellas cosas lo que había provocado que Demi fuera tan vulnerable. No. Había sido la falta de cariño por parte de su madre lo que más le había afectado. Agotada de tanto trabajar y por tantas preocupaciones, Liz Lovato había construido una dura barrera alrededor de su corazón, barrera que había mantenido a su hija apartada de ella emocionalmente.

Pero, además, como había sufrido cierto acoso en el colegio y un sentimiento de baja autoestima que tal vez había adquirido por la educación que había recibido, Demetria había sentido que su propio corazón también estaba creando una barrera para protegerse. Incluso cuando los hombres le habían dicho que la encontraban atractiva, siempre había habido una parte de ella que no les había creído y que había esperado secretamente oír la verdad; que ella no era nada parecido a las cosas deseables que le decían que era, que todavía era la niña pobre de pelo rebelde que había sido admitida en la escuela de gramática por pena y no porque fuera inteligente o mereciera estar allí.

Cuando un precioso domingo por la mañana, durante un paseo por Hyde Park, Hayden le había sorprendido con un anillo de compromiso, ella se había quedado realmente impresionada. Él le había dicho que la amaba y que apenas había podido pensar en otra cosa que no hubiera sido el casarse con ella. Kate le había prometido que lo pensaría... le había dicho que quizá era demasiado pronto para acceder a un compromiso tan importante ya que sólo se habían conocido hacía unos pocos meses. Pero Hayden había seguido insistiendo y, aunque ella no tenía sus sentimientos hacia él muy claros, tontamente había aceptado a comprometerse. Era cierto que hacía poco que había perdido a su madre y, con perspectiva, se había dado cuenta de que tal vez había estado tratando de obtener el amor y la atención que le habían sido negados durante tanto tiempo. Quizá por aquello, la proposición de Hayden y su declaración de amor le habían resultado tan atrayentes.

La noche en la cual se habían comprometido, le había entregado su virginidad a su futuro marido. Incluso había comenzado a sentirse emocionada ante la idea de casarse y formar una familia con él. Pero sólo una semana después, todos sus sueños de un futuro feliz, de un marido devoto y de unos ansiados hijos, se habían desvanecido rápidamente.

Hayden le había dicho que tenía que viajar a Ámsterdam por negocios y que cuando regresara, aquel mismo día por la tarde, pasaría a buscarla para llevarla a cenar a uno de sus restaurantes favoritos. Pero durante la mañana, mientras estaba en el trabajo, Demi había comenzado a sentir unos dolorosos calambres que habían empeorado según había transcurrido el tiempo. Cuando llegó la hora de comer, se sintió bastante enferma debido al dolor. Su jefe le dijo que se marchara a casa y que descansara.

Hayden vivía en una casa en una exclusiva zona de Chelsea y ésta estaba mucho más cerca del trabajo de Demetria que su propio piso, el cual se encontraba al norte de Londres. Él le había dado una llave de la vivienda, por si acaso alguna vez se le olvidaban las suyas dentro y se quedaba sin poder entrar, o por si ella salía antes de trabajar y quería ir a esperarlo allí.

En cuanto entró en la lujosa entrada de la casa, supo que había alguien en ésta.
Con el corazón revolucionado debido a que no sabía si la persona que estaba dentro de la vivienda era un ladrón, ya que Hayden no le había telefoneado para decirle que su reunión se hubiera cancelado, comenzó a subir con recelo las escaleras que llevaban a los dormitorios. Pero en aquel momento oyó una risa femenina. Se agarró con fuerza al pasamanos de la escalera y se forzó en continuar hasta llegar a la puerta del dormitorio principal. Entonces la abrió. Vio a su novio tumbado en la cama junto a una exuberante pelirroja que por lo menos habría tenido diez años más que ella.

Recordaba haberse quedado allí de pie diciéndose a sí misma que lo que estaba viendo no podía ser otra cosa que un estrafalario producto de su imaginación ya que no se encontraba bien. Pero al haberse dado cuenta de la dura y fría realidad, había comenzado a temblar de la cabeza a los pies como si le hubieran echado un cubo de agua helada por el cuello. Se había quedado muy impresionada y, a la vez, se había sentido extremadamente furiosa. Pero lo peor llegó después, cuando Hayden le dirigió una mirada de menosprecio y se rió.
Fue la risa más fría e inquietante que ella jamás había oído.

— ¡Pequeña mujerzuela estúpida! —Espetó él—, ¿Por qué demonios has venido aquí a esta hora?
En aquel momento, Demi descubrió que el hombre con el que iba a casarse no era el feliz y alegre trabajador poseedor de un lado sensible que ella había creído que era. Descubrió que Hayden Michaels era un mentiroso y un timador que había tenido una amante durante más de dos años, amante a la cual no pretendía renunciar. De hecho, se había puesto furioso ante el hecho de que ella lo hubiera estropeado todo al aparecer de aquella manera en su casa.

Angustiada, había sentido como se le formaba un nudo en la garganta. Había estado demasiado disgustada como para decir nada, por lo que simplemente tiró las llaves de la casa a la cama y salió de aquel lugar tan rápido como pudo.

Todo aquello había sido algo muy vergonzoso. Sentía que había hecho el ridículo al haberse creído las mentiras de Hayden y, durante mucho tiempo después, se sintió como entumecida. Cuando pocos meses más tarde le había surgido la oportunidad de marcharse a Italia y tomarse un descanso junto a una compañera con la que había trabajado, la cual se había instalado en el romántico país mediterráneo, la había aceptado encantada.

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