El alivio se apoderó de Demi
extendiéndose como una manta caliente. Joseph estaba aquí. ¡¡Como lo
extrañaba!! Ella debió entrar antes de que tuviera la oportunidad de detenerla.
¿Pero dónde estaba ahora? ¿Qué habría hecho para que un hombre como Cadwick
actuara como un conejo asustado?
—No vi nada. ¿Que paso?
—Me persiguió, eso es lo que pasó. El maldito trató de matarme. Y
casi lo logra.
No puedo decir lo mismo de Frank.
—¿Frank
—Mi chofer. La cosa lo persiguió en el bosque. Dios sabe lo que le
ocurrió. —El cuerpo entero de Anthony se estremeció contra el de ella—. Creo
que lo oí gritar.
Mierda, esto es malo.
Demi recordó el candado de la
puerta principal. Frank no había entrado porque Anthony no lo había dejado. De
todas las cosas que Joseph podía ser, no era un asesino, pero Anthony no sabía eso. En su
mente, había sacrificado otro ser humano para salvarse. Y era bueno en ello.
Su estomago se enrolló por el pensamiento. Se retorció, pero
Cadwick presionó el cuchillo, dibujando un pequeño hilo de sangre. Hizo una
mueca, la pequeña hilera de sangre corría por su cuerpo, caliente contra su
piel.
—Él no te hará daño, Anthony. Sólo déjame ir.
—Claro. No viste el tamaño de sus dientes.
Será mejor que se coma tu maldito corazón, bastardo, Demi había tenido suficiente. Agarró su muñeca, le arrebato el
cuchillo que sostenía sobre su cuello y salió de su agarre. Él no pareció
notarlo. No estaba segura si la había dejado ir o si ahora era mucho más fuerte
que él.
—Estás siendo ridículo. Dejando que la imaginación saque lo mejor
de ti. —Fue a la puerta y encendió el interruptor de luz—. Tranquilízate y dime
por qué crees que la propiedad de mi abuela te pertenece.
La habitación se inundó de luz. Anthony entrecerró los ojos, sin
embargo, las enormes pupilas de color negro en sus ojos mostraban su pánico.
Corrió para apagar el interruptor, se estrelló contra la pared y clavó las uñas
en él hasta que la habitación de nuevo quedó a oscuras.
—Sin luces, sin luces. Él regresará. —Jadeaba, apoyando uno de sus
lados y su rostro contra la pared—. Esos ojos. Maldición, nunca olvidaré esos
grandes y pálidos ojos.
Lo mejor será ver mentir a estafadores como tú. Ella cruzó los brazos sobre su vientre.
—Bien. Pero quiero una respuesta. ¿Por qué estás aquí? ¿Y que
significa que eres el dueño de éste lugar?
Anthony tragó saliva lo suficientemente duro para que lo
escuchara. Se dio vuelta, girando sobre el hombro que tenía contra la pared. Su
cabeza se inclinó hacia atrás, su pecho se ensanchaba y se contraía con
profundos respiros mientras hurgaba en el bolsillo de su pecho. Sacó una
pequeña pila de papeles cuidadosamente doblados.
—Ester firmó la escritura anoche. La casa, la tierra… todo es mío.
Le pasó los papeles a Demi
y los tomó. Incluso en la oscuridad podía leer perfectamente
la palabra “Escritura.” Debajo de ella, escrita a máquina en líneas provistas,
estaba la dirección de la casa de campo.
—Eso no es posible. La abuela nunca...
—Ella hará todo lo que su pequeño niño le diga —Anthony dijo, su
voz era firme, bordeada de humor con un aire de satisfacción.
Demi le lanzó una mirada brusca.
—Así que estuviste pretendiendo ser mi papá.
Él se enderezó a lo largo de la pared, poniéndose firme sobre sus
pies. Tiró del dobladillo de la chaqueta, se ajustó la corbata y se alisó la
camisa.
—Nadie va a creer que la viejita no sabía quién era yo. No se
puede probar algo cuando hay una gran cantidad de revistas o periódicos con mi
cara. Sólo son negocios.
—No son negocios. —Odiaba cuando sus emociones apagaban su voz.
Tragó saliva, calmándose a sí misma—. Es un engaño. Un robo. Es tomar ventaja
de una viejita que perdió su hijo. Es… despreciable.
Los insultos no parecían perturbar la mente de Anthony, mientras
la normalidad y la familiaridad calmaban sus temores. Dejó la pared y pasó por
el lado de ella, quitándole los papeles a su paso.
—También es algo oportuno para ti.
—¿Disculpa?
—¿Qué pasó con tu solicitud de préstamo rechazada? Imagino que los
ingresos por la venta te serán muy útiles.
No había tenido noticia del banco todavía. Nadie sabía que ella
había aplicado.
Sin el préstamo no estaba segura de poder mantener todo el
negocio, el alquiler, Green Acres, los impuestos de la casa de campo… la
comida. ¿Cómo lo sabía? Anthony se dio vuelta, capturando su mirada.
—Pagué un precio justo, Señorita Lovato. Más que justo. Ella no
podía haber conseguido un mejor trato. Y con su situación financiera, usted no
puede ser exigente.
—Yo no quería vender. Él se encogió de hombros.
—Otra pobre decisión empresarial. Afortunadamente para usted, su
abuela ha proporcionado los medios para salvar su negocio.
—Yo no quería vender. —¿Como había sucedido esto? Se había
distraído, dejó que su corazón nublara su concentración. La abuela contaba con
ella, Cherri y Bob contaban con ella. Pensó que podía hacerlo todo, pensó que
podía encargarse de todo ella sola si tan sólo seguía concentrándose.
Había fracasado.
Un agudo aullido atravesó la noche. El cuerpo de Cadwick se
estremeció por completo. Se agachó como si algo pudiera descender volando
rápidamente y arrebatarlo.
—¿Escuchaste eso?
Demi asintió, el penetrante olor
del miedo de Anthony se difundió en el aire. No podría importarle menos. Él
había ganado. La había vencido.
Anthony la agarró del brazo nuevamente, tirándola para que fuera
delante de él con el cuchillo en la garganta. Aparentemente no se había dado
cuenta de la facilidad con que había escapado de su agarre antes. Demi no se molestó en intentarlo
esta vez. Dios mío, había enredado todo.
—Vas a mostrarme cómo salir de aquí de la misma manera en la que
lograste entrar. —La empujó hacía la puerta y Maizie tropezó al dar un paso.
Anthony puso el cuchillo al nivel del riñón de ella mientras
pasaban por la puerta del dormitorio. Su mano se deslizó por su hombro,
manteniendo la distancia entre ellos con el brazo extendido. Bajaron por las
escaleras lentamente, los dedos de Anthony hacían el menor ruido posible.
Demi se sacudió el hombro, haciendo que perdiera su
agarre, pero no trató de escapar antes de que la agarrara de nuevo. Sabía que
podría escapar si así lo quería. Eso era suficiente. Estaba más desesperada por
el tiempo que por la libertad.
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