jueves, 6 de diciembre de 2012

El Amante De La Princesa Capitulo 1





Como miembro de la familia real de Morgan Isle, había días en los que la princesa Miley Renee Agustus Cyrus se sentía atenazada por su título.
Y aquél era uno de esos días.
El rey Phillip estaba detrás de su escritorio, en el estudio de palacio, trabajando. El parecido con su padre era increíble, pensó. El mismo pelo negro, los mismos ojos grises, la misma estatura y constitución atlética. Y la misma terquedad.
Miley, por otro lado, había heredado el temperamento explosivo del difunto rey Frederick, de modo que respiró profundamente e intentó calmarse porque había aprendido que enfadarse no servía de nada.
—Cuando dijiste que estaría involucrada en el proyecto del hotel no sabía que mis actividades incluirían hacer de niñera.
—Nadie conoce esta isla tan bien como tú, Miley. Y si el arquitecto va a diseñar un edificio acorde a las características de nuestro país, antes tendrá que visitarlo.
Ella había querido, había esperado, que por primera vez en la vida su familia dejase a un lado sus arcaicas tradiciones para darle alguna ocupación más interesante que organizar fiestas, acudir a cenas benéficas y hacer de embajadora de buena voluntad.

Phillip y su hermanastro, el príncipe Ethan, le habían asegurado que si seguía el programa real sin quejarse al final lograría un puesto en la cadena de hoteles que la familia había comprado recientemente. Pero, a juzgar por la tarea que acababan de asignarle, no podía dejar de pensar que le había tocado la peor parte.
Claro que si se negaba estaba segura de que Phillip la dejaría fuera del proyecto. Porque lo que él quería era verla casada y con hijos.
Con el reciente nacimiento de su hijo, Frederick, y el embarazo de la esposa de Ethan, Lizzy, de repente todo el mundo la miraba como diciendo: «muy bien, ahora te toca a ti».
Pero ella no estaba preparada. Y seguramente no lo estaría nunca.
—Muy bien —le dijo, con una sonrisa—. Lo haré. Aunque no me gusta nada la idea de pasar dos semanas con un extraño.
Phillip se relajó en su sillón, satisfecho después de haber conseguido lo que quería.
—Pues entonces te alegrará saber que no lo es.
— ¿No es qué?
—Un extraño.
—Yo no conozco a ningún arquitecto americano.
—Porque cuando le conociste todavía no era arquitecto. Éramos compañeros de universidad y vino a Morgan Isle a pasar unas vacaciones conmigo hace años.
A Miley se le encogió el corazón. No podía referirse a…
—Y creo recordar que os llevabais de maravilla.
Si se refería al hombre al que ella sospechaba que se refería, «de maravilla» no podía ni empezar a describir las dos semanas que habían pasado juntos. Pero Phillip no estaba enterado. Sólo su madre, que sin saberlo Miley había escuchado una conversación telefónica, supo hasta dónde había llegado su amistad con Nick.
Su hermanastro, Ethan, entró en el estudio en ese momento. Tras él iba un hombre cuyo rostro, a pesar de los diez años que habían pasado, seguía grabado en su corazón. En realidad no había cambiado mucho. Seguía llevando el pelo castaño claro muy corto y sus ojos azules seguían siendo penetrantes, casi hipnotizadores. Unos ojos en los que una vez ella había imaginado mirándose para siempre.
Nicholas Rutledge, el único hombre al que había amado en toda su vida.

Phillip se levantó del sillón para saludar a su amigo con un entusiasta:
— ¡Bienvenido a Morgan Isle, Miley!
Él dio un paso adelante, una sonrisa iluminando sus atractivas facciones. Iba vestido como sus hermanos, con un caro traje de chaqueta y zapatos italianos. Y estaba tan cerca que podría tocarlo con sólo alargar la mano, pero Nick no parecía haberse fijado en ella. ¿La habría olvidado?
Se le encogió el corazón al pensar que pudiera haberla olvidado. Pero era absurdo. Como si le importara después de tanto tiempo… pero no, Nicholas Rutledge no era nada para ella.
Nick estrechó la mano del rey.
—Cuánto tiempo sin vernos. ¿Cómo estás?
—Ocupado —contestó Phillip—. Ahora soy padre de familia.
—Eso he oído. Y estoy deseando conocer a tu mujer y a tu hijo.
—Supongo que recordarás a mi hermana —dijo Phillip entonces—. La princesa Miley.
Ella intentó disimular. Iba a hablar con Nick por primera vez en diez años. Diez años en los que no había pasado un solo día que no se acordarse de él.
Nick esbozó una sonrisa amable, cortes. Una sonrisa de cortesía.
—Me alegro de volver a verla, alteza.
¿Eso era todo? ¿Se alegraba de volver a verla?
Miley tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas.
—Hola, Nick —su voz sonaba sorprendentemente tranquila considerando que estaba temblando por dentro.
—Tengo entendido que tú serás mi guía durante mi estancia aquí —dijo él.
Pero, por su tono, era imposible saber qué le parecía eso. ¿La habría olvidado? ¿Habría olvidado aquellas dos maravillosas semanas?
—Eso parece. Pero acaban de informarme, así que aún no he podido organizar un itinerario. Espero que no te importe que la visita empiece mañana.
—No, claro que no.

No se mostraba antipático ni desagradable, sólo… indiferente.
¿Pero cómo había esperado que reaccionase? ¿Creía que iba a tomarla entre sus brazos para declararle amor eterno? No sabía nada de él, de su vida… incluso podría estar casado y tener hijos.
—Miley, ¿te importaría acompañar a Nick a su suite?
—Claro que no —contestó ella—. ¿La suite azul?
—Sí, ésa. Y tómate tu tiempo —sonrió Phillip—. Ah, por cierto, me gustaría ver el itinerario cuando lo tengas terminado.
—Por supuesto. Te lo enviaré por fax esta tarde.
— ¿Por qué no lo traes a la cena esta noche?
Miley no sabía que iban a cenar juntos. Normalmente, ella cenaba en su propia residencia en el recinto de palacio…
— ¿Es una invitación? —le preguntó, sonriendo dulcemente porque sabía que Phillip no invitaba, ordenaba.
—He pensado que deberíamos estar todos para darle la bienvenida a nuestro invitado —sonrió su hermano. Lo había dicho como una sugerencia pero, en realidad, lo que quería decir era que debía estar allí.
— ¿A la hora habitual?
—A la hora habitual.
—Muy bien, nos vemos luego —Miley se volvió hacia Nick—. Sígueme, por favor, te acompañaré a tu suite.
—Después de ti.
Ella no era una persona tímida. Ni siquiera en lo que se refería a su apariencia física porque había sido bendecida con buenos genes y, a los treinta años, seguía siendo alta y esbelta. Nada había empezado a descolgarse todavía.
Pero, por alguna razón, saber que Nick estaba detrás de ella la hacía sentir incómoda. Claro que si había aprendido algo durante esos años ejerciendo de… algo así como embajadora de buena voluntad era el arte de la conversación.
— ¿Qué tal el viaje? —le preguntó, mientras lo llevaba al segundo piso, donde estaban las estancias para invitados.
—Agotador —contestó él—. Se me había olvidado lo largo que era el viaje entre Estados Unidos y Morgan Isle.

Nick iba un paso detrás de ella, algo que podría ser apropiado, pero le resultaba molesto porque quería verle la cara. Una cara que no había olvidado en diez años. Aunque probablemente sería mejor no recordar lo que hubo entre los dos.

Resultaba increíble que no estuviera enfadado por cómo habían terminado las cosas entre ellos. Claro que en cuanto estuvieran solos, Nick podría decirle lo que pensaba. Y sería lo más lógico. Fue ella quien había dado por rota la relación sin darle explicación alguna. Ella quien se negó a devolver las llamadas y le devolvía las cartas sin abrirlas.
¿Pero qué otra cosa podía hacer? La decisión le había sido arrebatada de las manos.
—El palacio no ha cambiado nada desde la última vez que estuve aquí —comentó Nick.
—Por aquí las cosas no cambian mucho.
—Ya veo —murmuró él. Y algo en su tono hizo que sintiera escalofríos—. Tú sigues siendo tan bella como hace diez años.

1 comentario:

  1. jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaai
    vaaaane
    como la cortaas
    así



    Dioooos... mori
    muerta



    okno me mori
    pero morire si no subes prontooo
    xoxox

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