miércoles, 19 de diciembre de 2012

Seductoramente Tuya Capitulo 13





—Podemos acercarnos a Atlanta propuso Joseph, adivinando en parte los recelos de Demi. Así no tendremos que preocuparnos por que Martha Godwin o cualquiera de esas cotillas puedan vernos juntos.
—Buena idea aceptó ella, aliviada por aquella sugerencia.
—¿Te recojo a las siete?
— ¿Recogerme? Demi decidió emplear una actitud bromista para ocultar sus verdaderos sentimientos—. ¿No deberíamos encontrarnos en algún callejón a oscuras?
—No. Pero llevaré un disfraz si te parece bien —repuso Joseph con ironía.
—¿Cómo te reconoceré?
—Me pondré una rosa en la solapa.
—¿Una rosa? —Demi rio—. Con eso solo ya tienes disfraz suficiente, dada tu imagen ultra conservadora.
—Entonces, perfecto. Si alguien nos ve, pensará que soy alguno de tus excéntricos amigos del teatro.
—¿Qué te hace pensar que mis amigos del teatro son excéntricos?
—Digamos que es una intuición. Nos vemos mañana por la noche entonces. Buenas noches, Demi.
Esta colgó el teléfono y miró hacia la pared que estaba pintando. Lo mejor sería limpiar las brochas. Dudaba mucho que fuera a concentrarse en lo que quedaba de noche.

Joseph combatía un penoso sentimiento de culpabilidad mientras aparcaba frente a la casa de Demi el sábado por la tarde. Por mucho que a sus hijos les gustara quedarse con los abuelos, se sentía mal por dejarlos el fin de semana después de haber pasado tantas horas fuera trabajando durante la semana. No le había resultado fácil pedirle a Bobbie que cuidara de ellos; sobre todo, ya que había tenido que explicarle la razón de que necesitase su ayuda. Sorprendentemente, su madre se había limitado a decirle que lo pasara bien en la cena.

Aunque no lo hubiera dicho, sabía que su madre estaba contenta. Llevaba cinco ó seis meses animándolo a que saliera más. Le había dicho que no era normal que un hombre joven como él pasara tanto tiempo solo. Cuando le había recordado que tenía que criar a dos hijos, Bobbie había respondido que lo consideraba muy buen padre; pero que, aun así, necesitaba tener una vida propia. Melanie no habría querido que pasara el resto de su vida de luto.

Se preguntó que habría dicho Bobbie si le hubiera contado que sospechaba que Melanie habría disfrutado mucho viéndolo siempre pesaroso. Todavía no le había contado a nadie toda la verdad concerniente a la muerte de su mujer; de modo que Bobbie no podía saber que no era solo pesar lo que había tenido que soportar en los meses posteriores al accidente.
No había tardado en comprender que Washington n
o era el lugar adecuado para asimilar lo que había sucedido... ni para sacar adelante a los niños. Había sentido que necesitaba el apoyo de la familia, un cambio de escenario, estar acompañado de personas que apenas había conocido a Melanie y que ignoraban los rumores que se habían propagado como la pólvora por Washington. Y había encontrado todo eso en Honoria.
Pero no había esperado encontrar a Demi Lova
o, ni sentirse tan atraída hacia ella como en el pasado. En esa ocasión, sin embargo, no había tantas razones para resistirse a ella. Mientras tuviera cuidado de no involucrarse demasiado, mientras se asegurara de que sus hijos no se vieran afectados, no había motivo alguno para no aceptar algunas de las cosas que Demi parecía estar ofreciéndole. Cosas que, deseaba con fervor.

Los dos eran jóvenes, estaban sin pareja y habían regresado recientemente a Honoria. No creía que a Demi. le interesase un compromiso a largo plazo con un padre viudo, lo que no lo molestaba, ya que él tampoco buscaba eso. En ese momento, no tenía intención de volver a casarse, de confiar su corazón y sus hijos a otra mujer. Además, dudaba mucho que Demi acabara el curso escolar allí. Seguramente, no tardaría en aceptar el primer papel que le ofrecieran. Eso o se aburriría de la vida de una pequeña ciudad y volvería a la Gran Manzana en busca de emociones.
Pero mientras tanto...
Apartó el coche y agarró la rosa que le había comprado, llevado por un impulso.
Joseph consideraba tener muchas habilidades sociales. En Washington, se había mezclado con políticos, famosos y grandes empresarios. Había pasado casi tanto tiempo con esmoquin que con ropa deportiva y rara vez no había encontrado algo que comentar. Pero cuando Demi Lovato abrió la puerta con aquel vestido amarillo tan ceñido, que dejaba al descubierto los hombros y buena parte de las piernas, se le olvidó hasta cómo se llamaba.
—Hola, Joe. Bonita corbata —lo saludó ella.
Como no sabía si hablaba en serio o se estaba burlando de su estilo clásico, optó por un sencillo:
—Gracias. Estás... muy bien.
—¡Vaya, gracias! —Demi le lanzó una mirada con la que dejó claro que se estaba riendo de él.
—Iba a ponérmela, pero no pegaba con la camisa —dijo Joe, ofreciéndole la rosa que le había comprado. 
—Gracias de nuevo. Es preciosa. Voy a ponerla en un jarrón con agua —Demi aceptó la flor con una sonrisa—. Me la pondría, pero no pega con mi pelo.
—¿Cuándo te volviste pelirroja?
—El año pasado, después de mi fase de morena, .que vino tras la etapa rubia. Me canso con facilidad.
Lo cual confirmaba lo que había estado pensando.
—El rojo debe de estar de moda. Mi hermana se ha teñido el pelo de ese color también. Me costó un poco acostumbrarme, pero ahora me gusta.
—¿Tara se ha teñido el pelo? —Demi pareció sorprendida—. No puedo imaginármela más que rubia.
—Está bien de cualquier manera.
—Seguro. Tara siempre ha sido guapa. ¿Te apetece una copa antes de marcharnos? —le ofreció Demi mientras ponía la rosa en un jarrón.
Tomar una copa significaba pasar más tiempo con ella en su casa. A solas. Con ese vestido tan ajustado. Era demasiado arriesgado.
—No. Mejor nos vamos, si estás lista.
Joseph no tuvo que preocuparse por dar conversación a Demi durante el viaje de una hora hasta el restaurante que había seleccionado en Atlanta. Ella se encargó de hablar todo el tiempo: le habló de los papeles que había interpretado en Nueva York, así como de algunos de los famosos a los que había conocido. Parecía que intentaba llenar cualquier posible silencio entre los dos.

A él no le importaba su plática. Tratar de seguir sus extravíos conversacionales le impedía centrarse exclusivamente en el modo en que la falda se le había subido hasta los muslos, o en la manera en que el cinturón de seguridad le marcaba los pechos.

Cambió de postura en el asiento, enojado consigo mismo por dejar que las hormonas se hicieran cargo de él. Que no se hubiera acostado con una mujer en un año no significaba que no pudiera controlarse.

El monólogo de Demi se prolongó durante la excelente cena que les sirvieron en una mesa retirada de una esquina tranquila de un elegante restaurante. Demi parecía tan cómoda en aquel lujoso ambiente como acurrucada en el sofá de su casa.

1 comentario:

  1. las noves estan increibles....
    no dejes de subir....
    espero los nuevos capis...
    bye besitos

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