Mientras caminaba hacia la cocina, se sintió invadido por una
mezcla de alivio y alegría. La decisión de Joseph de
ayudar a los huérfanos de la guerra tenía algo de sentido, dado el pasado de su
amigo, pero a Sebastian le había preocupado mucho su seguridad. Todos se habían
preocupado. Joseph fingía que era muy
equilibrado, pero por dentro tenía muchas heridas. Y como consecuencia, se
imponía pruebas que no debía, y a nadie le extrañaría que se dejara matar
haciendo algo estúpido y heroico. Aunque parecía que había escapado a su
destino... de nuevo.
—Dile que venga de una vez a Colorado —dijo Travis a
Sebastian—. Quiero el abrigo de piel de cordero que le presté, y lo quiero
antes de que empiece a nevar.
—Se lo diré —respondió Sebastian. Cuando levantó el auricular
del teléfono y se lo puso en la oreja, tenía una sonrisa de oreja a oreja—. Eh,
amigo, ¿por qué has estado tanto tiempo fuera? ¡Creíamos que te habías hecho nativo!
—Hola, Sebastian —respondió Joseph
con voz cargada de emoción—. Me alegro de oírte.
—Yo también me alegro. Tengo ganas de verte, para echarte una
buena bronca por esas vacaciones tan largas que te ha tomado. Cuando vengas al
Rocking D, te sugiero que traigas una identificación. Casi se nos ha olvidado
cómo eras.
—Sí, sé que ha sido mucho tiempo —dijo Joseph, con un suspiro.
A Sebastian se le borró la sonrisa de los labios. Se había
esperado, al menos, una risa de su amigo. Tuvo un escalofrío de ansiedad.
— ¿Estás bien? No me digas que te han herido...
—No, no. Estoy bien, pero... Mira, Sebastian, Demi está aquí conmigo.
Sebastian estuvo a punto de soltar el auricular.
— ¿De veras? ¿Te refieres a nuestra Demi
—repitió. No había asimilado por completo la idea.
—Sí. Y ese bebé suyo al que estáis cuidando también es...
mío.
— ¿Tuyo? —Rugió Sebastian—. ¿A qué te refieres con eso de
tuyo? ¡Tú ni siquiera estabas allí!
Matty entró en la cocina, seguida de Gwen y de Travis, que
llevaba a Elizabeth en brazos. Todos se quedaron mirando a Sebastian, y
Elizabeth comenzó a lloriquear.
—Sí, estuve allí la noche anterior a que llegarais —respondió
Joseph —. ¿Es ella la que llora?
La noche anterior. Sebastian no podía entender que Joseph hubiera estado allí y nadie lo supiera.
— ¿Qué?
—Oigo a un bebé. ¿Es Elizabeth?
Sebastian no conseguía creerse que Joseph
fuera el padre de Elizabeth. No podía ser.
—Sí, es ella. Pero no entiendo por qué piensas...
—No lo pienso. Lo sé. Después de la avalancha, comencé a
salir con Demi.
Tuvimos una relación durante casi un año, y...
Sebastian sintió una puñalada de dolor.
—¿Has estado saliendo con Demi un
año y no me lo has contado? ¡Creía que éramos amigos!
—Lo siento. Debería haber confiado más en ti. Debería haber
confiado en todos vosotros. Pero tenía miedo de que intentarais convencerme de
que me comprometiera, y no creía que eso fuera a suceder, así que le pedí Demi que lo mantuviéramos en secreto.
Además de sentirse traicionado, Sebastian se había puesto
furioso. Sin embargo, intentó concentrarse en la conversación y asegurarse de
que estaba entendiendo lo que Joseph le
contaba.
—Continúa —dijo con voz tensa.
—La semana anterior a la fiesta de la avalancha, fui a Aspen
para estar con Demi antes de que llegarais
todos los demás. Y una noche antes de que llegarais, Demi
y yo tuvimos una fuerte discusión. Ella quería terminar con el secreto.
—Me lo imagino.
—¡Quería que nos casáramos y formáramos una familia,
Sebastian! —Dijo Joseph con desesperación—.
Y yo sabía que no podía hacerlo.
—Entonces deberías haber tenido un poco más de cuidado, ¿no
crees?
Sebastian tenía tensos todos los músculos del cuerpo, tensos
por la necesidad de negar aquella situación. Dejar que sus amigos se llevaran a
Elizabeth al final de la semana no era una gran solución, pero al menos, no la
perdía completamente. Sin embargo, a partir de aquel momento aquello podría
suceder. Él no podía soportar mirar a Matty, y menos a Elizabeth, así que miró
al suelo.
—Sí —dijo Joseph, calmadamente—. Debería haber tenido más cuidado.
—Y ahora ¿qué? —Preguntó Sebastian con desánimo—. ¿Vas a
volver a recogerla? ¿Me has llamado para decirme eso?
—No. Todavía no estoy seguro de qué hacer con respecto a la
niña. Por supuesto, cubriré sus necesidades económicas, pero yo no soy la persona
adecuada para cuidar a un niño, como todos sabemos.
—¿Por qué no? ¡Has estado allí cuidando niños, precisamente!
—Pero ellos no tenían nada, ni a nadie. Y había mucha gente a
mí alrededor, así que nunca me preocupó el que pudiera hacer algo malo. Pero no
confío en mí mismo para encontrarme en mi casa a solas con mi propia hija.
—Eso es una idiotez.
—Piensa lo que quieras —dijo Joseph
—. Pero yo lo veo así. Voy a llevar a Demi al Rocking D para que se reúna con
la niña y allí decidiremos lo que vamos a hacer.
Sebastian luchó con todas las emociones contradictorias que
le produjo aquella noticia. No podía imaginarse que ningún hombre pudiera
abandonar a Elizabeth y se lo tomó como una afrenta personal. Sin embargo,
tampoco quería que un hombre que no estaba dispuesto a ser el mejor padre del
mundo se la llevara.
— ¿Cuándo vais a llegar?
—No estoy seguro. Quizá tengamos que tomar una ruta más larga
de lo normal. Alguien está siguiendo a Demi, alguien que aparentemente, quiere secuestrarla.
Ésa es la razón por la que ella dejó a la niña contigo.
—Dios Santo. ¿Y por qué iba a querer nadie secuestrar a Demi?
—¿Has oído hablar de Russell P. Demi?
—Pues claro que he oído hablar de él —en aquel momento, lo
entendió todo—. Vaya, demonios...
Sebastian siempre había sospechado que Demi provenía de una familia adinerada. Quizá por
su forma de agarrar el tenedor, o por su postura, o por su forma de hablar. Sin
embargo, nunca se había imaginado que fuera una familia con tanto dinero.
De repente, sintió miedo por Elizabeth. La niña a la que él
adoraba era la heredera de un gran imperio, y eso era potencialmente una
amenaza contra su vida.
—¿La niña también está en peligro?
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