Tres años y
medio después, Nick casi
reventó de orgullo cuando su mujer, Miley Polcenek Nolan, se graduó con
matrícula de honor en la universidad de Virginia. Ella aceptó el diploma y le
lanzó un beso con la punta de los dedos. Una hora después vomitó el desayuno en
el cuarto de baño.
Preocupado, Nick paseaba por el
pasillo, mientras la familia esperaba en la planta baja. Pensaban celebrarlo
con una comida. La familia de Miley estaba muy orgullosa de ella. Su padre no
hacía más que contarle a propios y extraños que su hija se había licenciado con
matrícula de honor, y su madre hablaba de volver a estudiar.
Miley asomó la
cabeza, con una tenue sonrisa.
—Son los nervios, ¿o estás enferma?
—preguntó Nick, preocupado
por su palidez—. ¿Quieres que vayamos al médico? Llevas unos días muy rara.
Ella se sentó al
borde de la cama y se puso una toalla húmeda en la frente.
—En parte son
nervios, pero me temo tendrás que acostumbrarte a que vomite las galletas por
la mañana.
—Entonces te
llevaré al médico —Nick
frunció el ceño. No parecía preocupada, pero él si lo estaba.
Ella hizo un
gesto de rechazo con la mano.
—Ya he ido al
médico. Sólo esperaba el momento apropiado para decírtelo.
—Decirme ¿qué?
—preguntó él con sequedad.
—Te estoy
poniendo nervioso ¿verdad? Lo siento, cariño. No hay motivos para ponerse
nervioso —dijo y vaciló—. Bueno, quizás un poco nervioso —corrigió.
—Miley —dijo él,
a punto de perder la paciencia.
—¿Puedes
sentarte a mi lado un segundo, por favor?
Nick respiró hondo y
se sentó junto a ella. Los labios de Miley hicieron un mohín femenino, que lo
puso aún más nervioso.
—Desde que nos
casamos, creo que has deseado algo intensamente, pero no querías pedírmelo
porque sabías que la universidad era muy importante para mí. Siempre que lo
mencionaba, cambiabas de tema. Pero de vez en cuando me has dado pistas. Te
advertí que tu vida conmigo sería liosa y está a punto de serlo mucho más.
Nick vio lágrimas en
sus ojos y se le contrajo el corazón. Meneó la cabeza, recordando todas las
noches que se había mordido la lengua para no hablar antes de que ella se
durmiera, todas las veces que había mirado con envidia a los niños de sus
amigos. Había procurado guardar el secreto, porque aunque tener hijos con Miley
hubiera colmado todos sus deseos, ella era lo más
importante. Miley y su felicidad.
—No creí que
supieras leer el pensamiento —dijo con voz emocionada.
—Se me da mejor
leer corazones.
—Oh, Dios mío
—notó que sus ojos se humedecían—. Estas embarazada.
Ella asintió y
se echó en sus brazos.
—Sí. Parece que
vamos a tener que educar a un Súper
Comando Guerrero niño o…
—Una Súper Comando Guerrera
niña —dijo él—. Igualita que su madre —Nick se echó hacia atrás para mirarla a los ojos,
brillantes de amor—. Nunca hubiera imaginado que una mujer liosa pudiera ser
tan fantástica.
Fin
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ResponderEliminarmori muerta de amoooor
que lindooo final para este par :)
me encanto mucho esta novela, Vane.
xoox