miércoles, 19 de diciembre de 2012

De Secretaria A Esposa Capitulo 7





Joe hizo una pausa en la conversación que estaba manteniendo con su amigo Hassan acerca del nuevo y espectacular moderno hotel que estaban construyendo para éste en Dubai. Aunque Joe era el responsable del diseño original, dos colegas suyos más habían estado implicados en el proyecto inicial e iban a supervisar las obras en la ciudad saudí. En aquel momento ambos estaban fuera del país hasta el fin de semana, por lo que naturalmente Hassan quería tratar con el jefe de los arquitectos, que a la vez era su amigo.
Quería tratar con Joe.

Este había hecho una pausa en lo que estaba diciendo ya que su amigo estaba mirando descaradamente a la mujer que estaba sentada en el extremo opuesto de la mesa de la sala de reuniones mientras tomaba notas. Al observar el indudable interés que Hassan tenía en Demetria, se sintió invadido por los celos.

 Pero se dijo que no podía culpar a su amigo por mirar a su asistente personal con aquella abierta fascinación. Durante tres interminables meses, él mismo se había sentido frustrado y provocado por el recuerdo del exquisito cuerpo de ella. Había tenido que reconocer que había habido algo más acerca de aquella mujer, algo más profundo aparte de la inolvidable cara que tenía y de las facciones que hacían que todos los hombres desearan conocerla y poseerla. 

Pero no se había permitido a sí mismo indagar mucho sobre ello. Todo lo que sabía en aquel momento era que ninguna otra mujer podría cautivar a nadie tan intensamente como lo hacía ella yendo simplemente vestida con un sencillo vestido y una chaqueta, llevando el mínimo de maquillaje en la cara y sin ninguna joya que adornara su cuerpo. Pero admitir aquello no le hizo estar de mejor humor. Se había sentido muy frustrado desde el momento en el que Demetria había entrado en su despacho y, aunque el deseo que sentía parecía ser algo independiente a su voluntad, estaba preocupado ya que no quería que ella se riera de él una segunda vez.

Carraspeó y Hassan volvió a mirarlo. Este estaba completamente tranquilo y en absoluto avergonzado ante el hecho de que su amigo se hubiera percatado de que había estado comiéndose con los ojos a su asistente personal.
— ¿Qué estabas diciendo, Joe? —preguntó, sonriendo.

Joe miró brevemente a Demetria para reprenderla silenciosamente, como si fuera culpa de ella que el otro hombre hubiera estado mirándola tan abiertamente. Entonces continuó explicándole a su amigo sus planes. Pero tuvo que controlar con todas sus fuerzas el casi irresistible deseo que sintió de que la reunión terminara para así poder llevar de nuevo a Demetria  a su oficina. Pensó que allí por lo menos podría estar de nuevo a solas con ella. 

Consciente de que estaba siendo muy posesivo, debería haberse despreciado a sí mismo por ser tan débil, por sentir algo que sabía que no podía acarrearle otra cosa que no fuera más dolor del que ya le había acompañado durante demasiado tiempo. Pero su ego le impulsaba a no permitir que Demetria lo abandonara una segunda vez, no antes de que obtuviera alguna clase de compensación por la manera en la que ésta se había marchado aquella mañana...

Una hora después, cuando la reunión por fin hubo terminado y Joe había contestado a todas las preguntas de Hassan acerca del nuevo hotel, éste le apartó a un lado en el elegante hall del hotel.

—Joe... tengo que preguntártelo. Tu asistente personal... ¿está soltera? —quiso saber, mirando por encima de su hombro a Demetria.
Ella estaba esperando de pie pacientemente cerca de la entrada.
—No vi que llevara alianza —añadió.

Durante un momento, Joe pensó algo que le intranquilizaba mucho. Ya lo había considerado con anterioridad, desde luego, pero en aquel momento se vio forzado a hacerlo de nuevo. Se planteó si la razón por la cual Demetria se había marchado de aquella manera en Milán sería porque estaba casada. 

Tal vez aquello explicara que no le hubiera dejado ningún número de teléfono ni dirección donde poder encontrarla. Quizá se había arrepentido del adulterio que había cometido y, agobiada por el sentimiento de culpa, se había marchado a toda prisa antes de que él hubiera podido descubrir cualquier detalle personal de su vida con el que haber podido incriminarla.

Frunció el ceño y sintió como la tensión se apoderaba de su estómago.

—No —contestó, esperando fervientemente que fuera la verdad—. No está casada.
—Entonces... ¿sabes si hay algún hombre en su vida? Me refiero a si tiene alguna relación seria.

Sintiendo como le daba un vuelco el estómago, Joe mantuvo la expresión de su cara tan impasible como le fue posible.

—Creo que Demetria no se está viendo con nadie, amigo mío, pero lo que sí sé es que ella y yo tenemos... por decirlo de alguna manera... algunos negocios por resolver. ¿Responde eso a tu pregunta?

Al árabe se le quedaron los ojos como platos. Se encogió de hombros y sonrió.
— ¡Eres un enigma, amigo mío! ¡Pero no me sorprende tu interés en ella! ¿Quién podría culparte por estar con tal belleza?

Al mismo tiempo, ambos hombres dirigieron sus miradas hacia Demetria. De nuevo celoso, Joe se percató de que la delgada pero a la vez contoneada figura de ella, así como sus preciosos ojos y su oscuro y brillante pelo, estaban atrayendo otras miradas aparte de las suyas.

—Yo daría lo que fuera por estar sólo una noche con una mujer como ésa —dijo Hassan, dándole una palmadita a su amigo en la espalda—. Pero lo digo sin ánimo de ofender, amigo mío —se apresuró en añadir al darse cuenta de que el italiano había esbozado una mueca de desaprobación—. Eres un hombre con mucha, mucha suerte.

Mirando a Demetria, Joe pensó que aquello era cuestión de opinión.

—Dejando ese tema a un lado... —continuó Hassan alegremente— me gustará mucho verte esta noche en la pequeña fiesta que tan amablemente vas a celebrar en tu casa para mis socios de Riyadh y para mí. Todos tienen muchas ganas de hablar contigo acerca del increíble trabajo que realizas y, si no estoy equivocado y las cosas marchan bien, al finalizar la tarde tendrás otra valiosa comisión.

Incapaz de ignorar durante un segundo más el hambre que estaba sintiendo, y habiéndose olvidado de tomar las galletitas que se había acostumbrado a llevar en su bolso, Demi llamó con delicadeza a la puerta abierta que separaba el despacho de Joe del suyo para captar la atención de éste.
— ¿Qué ocurre?

La poca cordial respuesta de él tal vez le habría podido resultar intimidatoria si Demi no hubiera estado ya comenzando a acostumbrarse a ello. Entró en el despacho de su jefe y observó que éste estaba colocando en su enorme escritorio unos planos. Se percató de que se había aflojado la corbata y de que tenía el pelo levemente alborotado. Pensó que Joe trabajaba mucho; eran ya las dos y media de la tarde y no había indicación alguna de que fuera a parar para comer o, ni siquiera, para tomarse un café.

Frunció el ceño.
—Me estaba preguntando si podría salir para comer un sándwich. Esta mañana no he desayunado y no sé tú, pero yo tengo bastante hambre. ¿Quieres que te traiga algo a ti?

Él se quedó mirándola... durante largo rato. El silencio que se apoderó de la sala fue casi ensordecedor y ella sintió como si los pies se le hubieran quedado pegados al suelo bajo el perturbador escrutinio de Joe.

— ¿Has oído lo que te he dicho? —insistió, sintiendo como se le formaba un nudo en la garganta debido a la tensión que se había apoderado de la situación.
—Mi amigo Hassan me preguntó si estabas casada —comentó él, arrastrando las palabras. Miró de arriba abajo con sus azules ojos el cuerpo de Demi.

La sensación de hambre que había estado sintiendo ella desapareció instantáneamente. En vez de ello, un hambre de un tipo muy distinto se apoderó de su cuerpo. La lasciva mirada de Joe le hizo sentir como si éste estuviera físicamente tocándola y provocó que, invadida por el deseo, se estremeciera. Pero entonces se percató de la trascendencia de lo que había dicho su nuevo jefe y se sintió profundamente impresionada.
— ¿Estás casada, Demetria? —preguntó él.

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