Joe hizo una pausa en la
conversación que estaba manteniendo con su amigo Hassan acerca del nuevo y
espectacular moderno hotel que estaban construyendo para éste en Dubai. Aunque Joe era el responsable del diseño original,
dos colegas suyos más habían estado implicados en el proyecto inicial e iban a
supervisar las obras en la ciudad saudí. En aquel momento ambos estaban fuera
del país hasta el fin de semana, por lo que naturalmente Hassan quería tratar
con el jefe de los arquitectos, que a la vez era su amigo.
Quería tratar con Joe.
Este había hecho una pausa en lo
que estaba diciendo ya que su amigo estaba mirando descaradamente a la mujer
que estaba sentada en el extremo opuesto de la mesa de la sala de reuniones
mientras tomaba notas. Al observar el indudable interés que Hassan tenía en Demetria, se sintió invadido por los celos.
Pero
se dijo que no podía culpar a su amigo por mirar a su asistente personal con
aquella abierta fascinación. Durante tres interminables meses, él mismo se
había sentido frustrado y provocado por el recuerdo del exquisito cuerpo de
ella. Había tenido que reconocer que había habido algo más acerca de aquella
mujer, algo más profundo aparte de la inolvidable cara que tenía y de las
facciones que hacían que todos los hombres desearan conocerla y poseerla.
Pero
no se había permitido a sí mismo indagar mucho sobre ello. Todo lo que sabía en
aquel momento era que ninguna otra mujer podría cautivar a nadie tan
intensamente como lo hacía ella yendo simplemente vestida con un sencillo
vestido y una chaqueta, llevando el mínimo de maquillaje en la cara y sin
ninguna joya que adornara su cuerpo. Pero admitir aquello no le hizo estar de
mejor humor. Se había sentido muy frustrado desde el momento en el que Demetria había entrado en su despacho y, aunque el
deseo que sentía parecía ser algo independiente a su voluntad, estaba
preocupado ya que no quería que ella se riera de él una segunda vez.
Carraspeó y Hassan volvió a
mirarlo. Este estaba completamente tranquilo y en absoluto avergonzado ante el
hecho de que su amigo se hubiera percatado de que había estado comiéndose con
los ojos a su asistente personal.
— ¿Qué estabas diciendo, Joe? —preguntó, sonriendo.
Joe miró brevemente a Demetria para reprenderla silenciosamente, como si
fuera culpa de ella que el otro hombre hubiera estado mirándola tan
abiertamente. Entonces continuó explicándole a su amigo sus planes. Pero tuvo
que controlar con todas sus fuerzas el casi irresistible deseo que sintió de
que la reunión terminara para así poder llevar de nuevo a Demetria a
su oficina. Pensó que allí por lo menos podría estar de nuevo a solas con ella.
Consciente de que estaba siendo muy posesivo, debería haberse despreciado a sí
mismo por ser tan débil, por sentir algo que sabía que no podía acarrearle otra
cosa que no fuera más dolor del que ya le había acompañado durante demasiado
tiempo. Pero su ego le impulsaba a no permitir que Demetria
lo abandonara una segunda vez, no antes de que obtuviera alguna clase de
compensación por la manera en la que ésta se había marchado aquella mañana...
Una hora después, cuando la
reunión por fin hubo terminado y Joe había
contestado a todas las preguntas de Hassan acerca del nuevo hotel, éste le
apartó a un lado en el elegante hall del hotel.
—Joe...
tengo que preguntártelo. Tu asistente personal... ¿está soltera? —quiso
saber, mirando por encima de su hombro a Demetria.
Ella estaba esperando de pie
pacientemente cerca de la entrada.
—No vi que llevara alianza
—añadió.
Durante un momento, Joe pensó algo que le intranquilizaba mucho. Ya lo
había considerado con anterioridad, desde luego, pero en aquel momento se vio
forzado a hacerlo de nuevo. Se planteó si la razón por la cual Demetria se había marchado de aquella manera en
Milán sería porque estaba casada.
Tal vez aquello explicara que no le hubiera
dejado ningún número de teléfono ni dirección donde poder encontrarla. Quizá se
había arrepentido del adulterio que había cometido y, agobiada por el
sentimiento de culpa, se había marchado a toda prisa antes de que él hubiera
podido descubrir cualquier detalle personal de su vida con el que haber podido
incriminarla.
Frunció el ceño y sintió como la
tensión se apoderaba de su estómago.
—No —contestó, esperando
fervientemente que fuera la verdad—. No está casada.
—Entonces... ¿sabes si hay algún
hombre en su vida? Me refiero a si tiene alguna relación seria.
Sintiendo como le daba un vuelco
el estómago, Joe mantuvo la expresión de su
cara tan impasible como le fue posible.
—Creo que Demetria no se está viendo con nadie, amigo mío, pero lo que sí
sé es que ella y yo tenemos... por decirlo de alguna manera... algunos negocios
por resolver. ¿Responde eso a tu pregunta?
Al árabe se le quedaron los ojos
como platos. Se encogió de hombros y sonrió.
— ¡Eres un enigma, amigo mío!
¡Pero no me sorprende tu interés en ella! ¿Quién podría culparte por estar con
tal belleza?
Al mismo tiempo, ambos hombres
dirigieron sus miradas hacia Demetria. De
nuevo celoso, Joe se percató de que la
delgada pero a la vez contoneada figura de ella, así como sus preciosos ojos y
su oscuro y brillante pelo, estaban atrayendo otras miradas aparte de las
suyas.
—Yo daría lo que fuera por estar
sólo una noche con una mujer como ésa —dijo Hassan, dándole una palmadita a su
amigo en la espalda—. Pero lo digo sin ánimo de ofender, amigo mío —se apresuró
en añadir al darse cuenta de que el italiano había esbozado una mueca de
desaprobación—. Eres un hombre con mucha, mucha suerte.
Mirando a Demetria, Joe pensó que aquello era cuestión de opinión.
—Dejando ese tema a un lado...
—continuó Hassan alegremente— me gustará mucho verte esta noche en la pequeña
fiesta que tan amablemente vas a celebrar en tu casa para mis socios de Riyadh
y para mí. Todos tienen muchas ganas de hablar contigo acerca del increíble
trabajo que realizas y, si no estoy equivocado y las cosas marchan bien, al
finalizar la tarde tendrás otra valiosa comisión.
Incapaz de ignorar durante un
segundo más el hambre que estaba sintiendo, y habiéndose olvidado de tomar las
galletitas que se había acostumbrado a llevar en su bolso, Demi llamó con delicadeza a la puerta abierta
que separaba el despacho de Joe del suyo
para captar la atención de éste.
— ¿Qué ocurre?
La poca cordial respuesta de él
tal vez le habría podido resultar intimidatoria si Demi
no hubiera estado ya comenzando a acostumbrarse a ello. Entró en el
despacho de su jefe y observó que éste estaba colocando en su enorme escritorio
unos planos. Se percató de que se había aflojado la corbata y de que tenía el
pelo levemente alborotado. Pensó que Joe trabajaba
mucho; eran ya las dos y media de la tarde y no había indicación alguna de que
fuera a parar para comer o, ni siquiera, para tomarse un café.
Frunció el ceño.
—Me estaba preguntando si podría
salir para comer un sándwich. Esta mañana no he desayunado y no sé tú, pero yo
tengo bastante hambre. ¿Quieres que te traiga algo a ti?
Él se quedó mirándola... durante
largo rato. El silencio que se apoderó de la sala fue casi ensordecedor y ella
sintió como si los pies se le hubieran quedado pegados al suelo bajo el
perturbador escrutinio de Joe.
— ¿Has oído lo que te he dicho?
—insistió, sintiendo como se le formaba un nudo en la garganta debido a la
tensión que se había apoderado de la situación.
—Mi amigo Hassan me preguntó si
estabas casada —comentó él, arrastrando las palabras. Miró de arriba abajo con
sus azules ojos el cuerpo de Demi.
La sensación de hambre que había
estado sintiendo ella desapareció instantáneamente. En vez de ello, un hambre
de un tipo muy distinto se apoderó de su cuerpo. La lasciva mirada de Joe le hizo sentir como si éste estuviera
físicamente tocándola y provocó que, invadida por el deseo, se estremeciera.
Pero entonces se percató de la trascendencia de lo que había dicho su nuevo
jefe y se sintió profundamente impresionada.
— ¿Estás casada, Demetria? —preguntó él.
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