Casi habían terminado de comer cuando Joseph entró en el café con su padre.
—Hola, Demi
la saludó Caleb tras acercarse a su mesa—. Clark, ¿cómo te va?
—Bastante bien, Caleb. ¿Y a ti?
—Voy tirando.
Demi miró a Joseph y
vio que este la observaba con el ceño fruncido. En seguida suavizó su
expresión, pero ella se preguntó a qué habría venido el gesto inicial. No
imaginaba qué podía haber hecho para enfadarlo.
—Hola, Demi
dijo Joseph con formalidad. Clark añadió en tono gélido.
—Joseph
contestó el contable con similar frialdad.
Sorprendida por el obvio
antagonismo entre ambos, Demi conjeturó qué
podría haberlos enfrentado. Que ella supiera, los Jonas
nunca habían tenido problemas con la familia de Clark. Debía de ser algo
personal.
— ¿Qué tal los niños, Joseph? preguntó ella, tratando de distender la
tensión un poco.
—Bien, gracias.
— ¿Has encontrado ya a una nueva
niñera?
—Sí, tengo a una a prueba de
momento.
—Espero que te salga bien.
—Gracias. Papá, será mejor que
elijamos mesa antes de que estén todas ocupadas.
—Tienes razón contestó Caleb. Me
alegro de verte, Demi. A ti también, Clark.
—Igualmente respondió este con una
sonrisa forzada.
Joseph se
marchó con solo un vago gesto de asentimiento hacia Demi.
— ¿No hace frío de pronto? preguntó
ella, simulando un escalofrío.
—Joseph
y yo hemos tenemos ciertas diferencias últimamente.
—Vaya, jamás se me habría ocurrido.
—Representa a mi esposa en el
divorcio reconoció Clark. Creo que está llevando una línea demasiado agresiva.
Pero él dice que se limita a hacer el trabajo por el que lo han contratado.
—Lo siento. No lo sabía.
—Siempre me había caído bien,
aunque no lo conocía mucho. Pero eso era antes de ver su faceta de abogado sin
escrúpulos.
—Joseph
siempre ha sido muy ambicioso. Seguro que trata de conseguir lo máximo posible
para su cliente.
—Sí, pues estoy empezando a
tomármelo como algo personal. Valerie y yo estábamos llevando las cosas
civilizadamente hasta que los abogados se metieron por medio... sobre todo, Joseph.
—Siempre es una lástima que se
rompa un matrimonio.
—Y más cuando hay niños Clark
suspiró. Lo van a pasar mal y lo llevo fatal.
—Lo siento, Clark repitió Demi.
— ¿Quieres postre? Dijo él, cambiando
de tema. Cora sigue haciendo esos merengues tan maravillosos.
—Con todo lo que me gustan, me temo
que voy a pasar. Estoy demasiado llena. Pero pide tú si te apetece.
—Supongo que será mejor que me
abstenga m
urmuró él a regañadientes, mirando hacia su plato, relucientemente
vacío. Ya he excedido mi límite por hoy.
Diez minutos después, Demi salió del café, con sus papeles bajo el
brazo. No miró hacia la mesa de Joseph, pero
tuvo la sensación de que la estaban mirando mientras salía con Clark del
restaurante.
Estaba pintando cuando el teléfono
sonó aquella noche. Sin soltar la brocha, agarró el inalámbrico con la mano
izquierda y contestó:
— ¿Diga?
—Soy Joseph.
—Hola —lo saludó Demi, disimulando su sorpresa. ¿Qué pasa?
—Yo... nada, solo llamaba para
charlar un rato. Supongo que he estado un tanto cortante en el restaurante.
—Te tomas tu trabajo a pecho, ¿eh? Demi se sentó en el taburete. Era como si
estuvieras examinando al pobre Clark en el juzgado, en vez de en el Café de
Cora.
—¿El pobre Clark? No creo que se
merezca ese apelativo.
—No sé los pormenores de su
divorcio, y preferiría no enterarme de ellos. Clark es mi contable y los
detalles de su vida privada no me conciernen se adelantó Demi, recordando el
lío en el que se había metido la última vez que había ofrecido consuelo a un
actor amigo suyo, en proceso de divorcio.
—Tú solo ten cuidado. No es como
pretende aparentar.
—¿Me estás diciendo que no debería
fiarme de mi contable?
—No contestó Joseph tras dudar unos segundos. No tengo motivos
para cuestionar su trabajo.
—Pues eso es lo único que importa,
¿no? El resto me da igual.
—Entonces, ¿la comida de hoy ha
sido estrictamente profesional?
—Sí convino ella con frialdad.
Aunque eso es asunto mío.
—Mira no quería entremeterme dijo Joseph. Es que... bueno, no hace mucho que has
vuelto a Honoria y probablemente no seas consciente de ciertas cosas.
—Honoria no ha cambiado mucho desde
que me fui. Y puedo hacer frente a los chismosos le aseguró Demi. ¿Me llamabas para eso nada más?
—No... Quiero que cenes conmigo
mañana por la noche.
Casi se le cayó la brocha. Tuvo que
recurrir a sus dotes interpretativas para responder a su ruda invitación:
—¿Ha sido una petición... o una
orden?
—Una petición —contestó él en tono
arrepentido—. Siento haber sido tan brusco. Me temo que estoy desentrenado en
este tipo de cosas. Hace unos cuantos años que no invito a cenar a una mujer.
¿Cómo?, ¿acaso no había tenido una
sola cita desde la muerte de su mujer? Demi,
que no sabía qué sentir al respecto, consideró la invitación unos segundos.
Fuera cual fuera la razón por la
que la invitaba, solo se trataba de una cena, se recordó. Por otra parte,
empezaba a sentirse cómoda en Honoria y no quería arriesgarse a que los
cotillas empezaran a murmurar por un experimento que probablemente no acabaría
yendo a ninguna parte.
Ella había regresado para
descansar, a enseñar, a enterrar recuerdos dolorosos y a decidir qué hacer con
el resto de su vida una vez que había decidido que su carrera de actriz había
llegado tan lejos como estaba dispuesta a llevarla. Y había tratado de
convencerse de que era una mera coincidencia que hubiese aceptado el puesto de
profesora al poco de enterarse de que Joseph Jonas
había vuelto a Honoria.
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