— ¿Y no se le ha ocurrido a Sebastian que es posible que yo
sea más lista que ese tipo y por eso no ha podido atraparme?
Él sonrió ligeramente.
—Oh, estoy seguro de que eso también ha influido. Es probable
que tus disfraces se lo hayan puesto más difícil, y tú le has demostrado, con
tus acciones, que eres inteligente. Él entiende que cuando intente el
secuestro, tiene que hacerlo muy bien o te escaparás. Pero creo que hay algo
más.
Ella estaba muy orgullosa de sus esfuerzos, y no le gustaron
los comentarios de Joseph.
— ¿Como qué?
—Si es el matón que creo que es, está disfrutando con el
hecho de asustarte. Está disfrutando tanto que no quiere terminar el trabajo
demasiado pronto. Así acabaría también con su diversión.
La indignación de Demi se desvaneció y sintió un escalofrío.
—Eso es de enfermo.
—Sí, bueno, hay mucha gente enferma por ahí. Y algunas veces,
parece que son completamente normales.
Ella lo miró, y supo al instante que Joseph
estaba hablando sobre su padre. Él entendía bien a los matones, porque había
crecido con uno.
—Será mejor que nos pongamos en camino —dijo—. Cuanto antes
lleguemos al Rocking D, mejor. Ese tipo lo tendrá mucho más difícil cuando
todos nosotros estemos protegiéndote. Y quizá, cuando se dé cuenta de que eres
mucho menos accesible en el rancho, su frustración haga que cometa un error.
—¿Tú crees?
—Bueno, me lo imagino —dijo, y sonrió—. Yo también sé un poco
de frustración —entonces la miró de pies a cabeza y comenzó a reírse—. ¿Es éste
el disfraz para hoy?
—No es tan gracioso.
—No, no es gracioso en absoluto. Qué ropa más bonita llevas.
¿Lo has hecho por mí?
—Ayer dijiste que mi disfraz era sexy, así que...
— Demi, te agradezco el esfuerzo. De veras. Pero ahora me doy
cuenta de que le concedí demasiado mérito a tu ropa de ayer. No era el vestido
ajustado lo que me excitaba, sino el cuerpo que había dentro. Y el hecho de que
te pongas un mono enorme y una camiseta vieja sólo consigue que me entren ganas
de quitártelos para verte mejor. No puedes ganar en esto.
—Entonces ¿qué se supone que tengo que hacer?
—Lo que quieras, cariño. El tipo ya sabe cuál es nuestra
habitación, y nos va a ver salir. Yo diría que un disfraz no te va a servir de
mucho hoy. ¿No tienes ropa normal en la mochila?
—Sí, unos vaqueros y un jersey —el jersey que Joseph le había regalado por Navidad.
—Pues póntelo —dijo él con suavidad—. Y arréglate lo antes
posible. Llamaré a Sebastian y le diré que nos esperen hoy por la noche.
A ella le dio un vuelco el estómago.
— ¿Seguro?
—Podemos llegar hoy mismo si comemos por el camino.
—Está bien —respondió Demi.
Estaba deseando ver a Elizabeth, pero a medida que se
acercaba el momento, temía más y más la reacción de su hija. Ella nunca había
pensado que la separación sería tan larga, pero las semanas habían pasado muy
rápido mientras esperaba que Joseph volviera
a casa.
—Todavía falta mucho. ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?
—Claro que sí. Tú necesitas ver a tu hija y si paso otra
noche en un motel contigo, probablemente moriré.
—Lo mismo digo —respondió ella mientras iba hacia el baño.
Joseph se vistió, se sentó sobre la cama y marcó el número de
Sebastian. Fue Matty quien respondió de nuevo, y Joseph
se preguntó por qué había sido ella la que había contestado al teléfono las dos
veces que él había llamado.
—¿Está Sebastian? —preguntó después de saludarla y decirle
que Demi y
él estaban bien. Decidió no contarle lo de la nota que les habían metido por
debajo de la puerta. No serviría de nada preocupar a sus amigos, dado que éstos
no podían hacer nada.
—Está en el establo. ¿Quieres que lo avise?
—No, no es necesario. Sólo llamaba para decir que llegaremos
esta noche, pero posiblemente tarde. Siento mucho que tenga que esperarnos,
pero con este loco suelto por ahí será mejor que no deje la llave bajo el
felpudo.
—No te preocupes porque tengamos que esperarte despiertos
—dijo Matty—. De hecho, es posible que...
—Eh... ¿Matty?
—¿Sí?
—¿Ha habido... algún cambio en la casa mientras he estado
fuera? Tú hablas siempre en plural, como si estuvieras... eh... no sé cómo
decir esto sin meter la pata.
Matty se rió.
— ¿Quieres saber si estamos viviendo juntos?
—Supongo que sí —respondió Joseph,
sonriendo—. ¿Estáis viviendo juntos?
—Es una forma de decirlo. Sebastian no ha tenido oportunidad
de darte la noticia. Nos hemos casado.
— ¿De veras? —la sonrisa de Joseph
se hizo más ancha. Qué buena pareja. Era asombroso que nadie lo hubiera pensado
antes.
—Sí. Nos casamos hace cinco meses. Y tenemos que
agradecérselo a Demi y
a Elizabeth. Sebastian necesitaba ayuda con el bebé y aunque yo no sabía mucho
más que él, los dos compartimos la tarea y nos fuimos uniendo, hasta que nos
dimos cuenta de que no podíamos vivir el uno sin el otro.
—No sé cómo agradecértelo. Me alegro de que al menos, haya
salido algo bueno de todo esto.
—Uy, han salido muchas más cosas buenas. Tener a Elizabeth aquí
ha cambiado unas cuantas vidas. Mientras nosotros estábamos de luna de miel,
Travis la cuidaba y cuando la niña tuvo un catarro, fue a pedirle ayuda a Gwen
Hawthorne, y ahora...
—Bueno, que Evans tenga una novia no es nada nuevo, Matty
—dijo Joseph, y apoyó la espalda contra el
cabecero de la cama—. Se acabará, como todas las otras aventuras que ha tenido
Travis.
—Lo dudo, si tenemos en cuenta que se han casado y están
esperando un hijo.
— ¿Qué? — Joseph se
irguió—. ¿Es una broma? ¿Estás segura de que hablamos del mismo Travis Evans?
—El mismo que viste y calza. Lo han domesticado, Joseph.
—Eso me resulta difícil de creer. Ahora me dirás que Boone...
—Ah, sí. Boone. Cuando venía hacia aquí desde Nuevo México
para ocuparse de Elizabeth, conoció a Shelby McFarland, que hace dos meses se
convirtió en la señora de Boone Connor.
— ¡Dios mío...! — Joseph
se frotó la sien con la mano libre e intentó asimilar todo aquello—. ¿Por qué
ha ido Boone a ocuparse de Elizabeth?
— ¿Demi no te ha contado lo que hizo?
—Bueno, sí. Dejó a la niña con Sebastian —respondió él y alzó
la vista al oír que Demi salía del baño. Llevaba el jersey verde que él le había
regalado en Navidad. Al verla con aquel jersey, sintió cosas raras en el
corazón.
—¿No te contó que les había escrito una carta a cada uno de
los chicos?
—No. ¿Qué cartas?
—Unas cartas en la que les pedía a los tres que fueran los
padrinos de Elizabeth.
—Eso es muy bonito.
—Creo que no lo entiendes —respondió Matty—. Estaban tan
borrachos aquella noche de la fiesta de la avalancha que Demi se los llevó a su cabaña y los
dejó allí durmiendo. Elizabeth nació nueve meses más tarde, así que los tres
pensaron que lo de ser el padrino de la niña era una cortina de humo.
Cuando oyó aquello, a Joseph
se le encogió el estómago.
—Un momento. ¿A qué te refieres con lo de la cortina de humo?
—Quiero decir que cada uno de ellos pensó que era el padre de
Elizabeth.
Joseph se quedó mirando fijamente a Demi mientras sentía que los celos lo
abrumaban.
— ¿Y por qué demonios pensaban eso? —pregunto, subiendo
demasiado la voz.
Demi lo miró alarmada.
—Oh, bueno —respondió Matty—. Porque los tres recordaban
vagamente habérsele insinuado a Demi en su frenesí etílico. Haberle robado un
beso. Estoy seguro de que todo era inofensivo, pero los tres se imaginaron que
las cosas habían ido más allá y que alguno era el padre de esta niña.
Joseph apenas podía respirar. El hecho de que ninguno de sus amigos
supiera que él tenía una relación con Demi era una cuestión lógica que no tenía
importancia en aquel momento. Lo único que quería era retorcerles el pescuezo
por haberse atrevido a pensar en tocarla.
—Ahora puede resultar divertido —continuó Matty, ajena a los
pensamientos de Joseph —, pero en aquellos
momentos no lo fue. Y ahora que me doy cuenta de que todo esto es nuevo para
ti, debo advertirte que los chicos tienen sentimientos paternales muy fuertes
hacia la niña. Son muy posesivos. Saben que ninguno es su padre, claro, pero el
lazo ya está formado, y dudo que nunca se corte.
—Entiendo —dijo Nat.
Estaba sintiendo emociones nuevas y extrañas. Debería estar contento por el
hecho de que sus amigos estuvieran tan unidos a Elizabeth. Aquello le quitaba
algo de culpabilidad y de responsabilidad. Demonios, posiblemente no lo
necesitaban en absoluto, porque los tres estaban dispuestos a convertirse en el
padre de la niña.
Debes seguirla pronto, Vane
ResponderEliminaresta bueniiisiiiima.
Lo unico q puedo decir es:
ResponderEliminarSIGUEEEELLLLLLAAAAAAA.....