Travis entraba con Joseph en
aquel instante.
—¿Qué ha ocurrido? —insistió Matty.
—Encontramos algunas huellas —dijo Travis, mientras colgaba
su chaqueta en el perchero de la entrada—. Las seguimos durante un buen rato,
pero las perdimos en la parte rocosa del camino.
Demi se volvió hacia Joseph.
—¿Conseguiste verlo? ¿Crees que podría ser el hombre que me
ha estado siguiendo?
—No lo sé. Sólo sé que había alguien allí arriba, pero no
conseguí verlo. Puede haber sido cualquiera —respondió él.
—Quizá fuera algún vecino, que había salido a dar un paseo
—intervino Travis—. Salvo que si era un vecino, lo normal habría sido que se
acercara a la casa a tomar un café, en vez de avanzar en dirección contraria.
—Yo creo que el tipo cruzó deliberadamente las rocas —dijo Joseph , mientras se quitaba la chaqueta y la
colgaba junto a la de Travis—. Quería que le perdiéramos la pista.
—Seguramente —afirmó Sebastian, que entraba en la cocina—. Y
lo consiguió —añadió, lanzándole una mirada a Travis—. Creía que tú eras el
mejor de los rastreadores, amigo.
—Ah si... yo sólo le dije eso a Gwen para impresionarla,
teniendo en cuenta que ella tiene antepasados cheyennes y todo —respondió
Travis—. Yo puedo perder una pista exactamente igual que todos vosotros.
—Estupendo —dijo Sebastian, sacudiendo la cabeza—. Y para eso
te pago buenos dólares.
Elizabeth dio palmadas en su mesa y comenzó a gorgojear de
nuevo.
—No, me pagas los dólares para que le cambie los pañales a
esta pequeñaja —dijo Travis con una enorme sonrisa—. ¿Verdad, Elizabeth? Nadie
lo hace igual que yo ¿a que no?
La niña se rió y extendió los brazos hacia Travis.
—¿A que quieres que te saque de esa silla? —Travis apartó la
bandeja y tomó a Elizabeth en brazos—. Eh, pequeña, creo que necesitas mis
servicios en éste mismo momento —le dijo, y le acarició el cuello hasta que
Elizabeth se rió—. Ven conmigo, cariño.
Mientras Travis salía de la cocina con una sonriente
Elizabeth, Demi los
miró con frustración. ¿Cuánto tiempo iba a pasar hasta que la niña extendiera
los bracitos hacia su madre?
Joseph se preguntó si alguna vez conseguiría estar tan relajado y
encantador con Elizabeth como Travis. Probablemente no. Sin embargo, lo deseaba
con todas sus fuerzas. Él había pensado que tendría miedo del bebé, y hasta
cierto punto era cierto. Sin embargo, la fascinación estaba desplazando al
miedo rápidamente. Y estaba comenzando a sentir la necesidad de tomar en brazos
a la pequeña y comprobar si era capaz de arrancarle una sonrisa.
—Creo que Demi y yo hemos hecho progresos con Elizabeth
mientras vosotros estabais fuera —dijo Matty. Le entregó a su marido una taza
de café y sirvió otra que le dio a Joseph.
—¿De veras? —Preguntó Sebastian—. ¿Qué habéis hecho?
—Fue idea de Matty —dijo Demi, y murmuró una expresión de
agradecimiento mientras tomaba la taza de café que le ofrecía Matty—. Ella me
sugirió que le cantara a Elizabeth, pensando que podría acordarse de cuando yo
le cantaba de pequeña, y que la niña comenzaría a acostumbrarse a mí de nuevo
—explicó, y le dio un sorbo a su café—. Creo que ha sido de gran ayuda.
—Muy buena idea —dijo Joseph.
—Sí —dijo Sebastian—. Pero, ¿no deberías continuar haciendo
ese tipo de cosas?
—¿Quieres que esté cantando todo el día? —le preguntó Matty.
—No, aunque eso tampoco estaría mal. Me refiero al contacto
con Elizabeth —dijo él, y miró a Demi —. Podrías ir con Travis y ayudarle a
cambiarla. Seguramente así, la niña se hará a la idea de que tú vas a estar con
ella todo el rato, y al final, cuando tú intentes hacer el trabajo, ella no
verá nada raro en eso.
—Tienes razón —dijo Demi. Inmediatamente, dejó el café sobre la
mesa y —No vamos a hacer una convención en el cuarto de la niña —dijo él,
aunque no le habría importado ir. Quería cualquier excusa para ir detrás de Demi
como un perrito—. Si
hay demasiada gente, podría agobiarse.
—Es cierto —dijo Matty—. Después podremos establecer unos
turnos.
—Está bien —respondió Demi, y se encaminó hacia el pasillo.
— ¡Y te advierto que Travis no canta mucho mejor que yo! —le
dijo Matty.
Cuando Demi se hubo marchado, Joseph miró a Matty.
—¿De veras crees que Elizabeth le está perdiendo el miedo? ¿O
sólo estás intentando que Demi se sienta mejor?
—Elizabeth superará su desconfianza porque Demi
quiere a esa niña más
que a nada en el mundo, y está dispuesta a hacer lo que sea necesario para
conseguirlo —respondió ella, y sonrió al oír la voz de Travis desafinando,
mezclada con la voz de Demi, mucho más musical, desde la habitación de Elizabeth—. Ha
sido conmovedor verla cantándole a la niña.
—Todo esto ha sido muy duro para ella.
—Lo creo —dijo Matty—. Cuando estabais fuera, Demi
comenzó a preocuparse
de nuevo por el peligro que puede representar este tipo que la está siguiendo.
Se ha preguntado si no debería llamar a sus padres y pedirles protección, o
marcharse de nuevo, antes de que el acosador sepa que existe Elizabeth.
A Joseph se le encogió el
estómago.
—¿De verdad dijo que estaba pensando en marcharse?
—Sí. Aunque eso la estaba matando, pensó que quizá fuera lo
mejor para la niña.
—No puede marcharse —dijo Joseph,
con más vehemencia de la que hubiera querido.
—Bueno, Joseph —dijo
Sebastian—. No se lo vamos a permitir.
—¿Por qué no llamamos al comisario para que venga? —Preguntó
Matty—. Yo me sentiría mucho más segura si la policía estuviera enterada de
esto y se involucrara.
—Cuando estábamos siguiendo la pista de ese tipo, Matty,
hemos hablado sobre la posibilidad de llamar al comisario —dijo Joseph —. Sé que esto te pone nerviosa. A mí
también. Pero el problema de avisar a las autoridades es que comenzarían a
seguir todas las pistas, lógicamente, y el lugar más lógico para empezar sería
la casa de los padres de Demi.
—¿Y eso sería tan terrible? —Preguntó Matty—. Yo creo que
quizá deberían saber lo que ocurre. Demi dijo que tenía miedo porque ellos serían
demasiado protectores con la niña, como lo fueron con ella, pero Demi
es su madre, y estoy
segura de que podría limitar el alcance de lo que ellos hicieran.
Joseph recordó las verjas de hierro de Lovato Hall, y al hombre de voluntad de
hierro que vivía tras sus muros.
—Conocí al padre de Demi hace unos días... bueno, antes de verla a
ella. Y creo que Demi tiene
razón en cuanto a lo que sus padres harían si supieran lo que está ocurriendo.
Posiblemente, haría que la policía se apropiara del rancho y se llevarían a
Elizabeth a Nueva York tan rápidamente que ni siquiera nos daríamos cuenta.
Dudo que volviéramos a verla.
—Oh —Matty miró a su marido—. Entonces, supongo que tendremos
que pensar en otro plan, ¿no?
—Eso me temo —dijo Sebastian—. No estoy dispuesto a permitir
que ningún pez gordo de Nueva York me diga cómo tengo que dirigir el Rocking D.
Y mucho menos aún, a que nadie se lleve a la niña —remachó, y miró a Joseph —. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Pero sí hay una cosa que debemos hacer, y es mejorar la
seguridad del rancho —continuó Sebastian—. Avisaré al experto local, Jim, para
que le haga unas cuantas mejoras al sistema.
—A menos que quieras que avise al experto que se encarga de
la seguridad de algunos de mis clientes —dijo Joseph,
pensando en una venta que le había gestionado a una estrella de Hollywood que
había comprado una mansión cerca de Colorado Springs, y que había contratado
los servicios de Seth para montar el sistema de seguridad.
—Ah, sí —dijo Sebastian—. Me acuerdo de que me hablaste de
él. El tipo de Los Ángeles.
—Él podría hacer el trabajo —dijo Joseph
—. Pero es caro y lento. La mayoría de la gente que lo contrata lo hace porque
quieren un plan definitivo, mientras que esto sería algo temporal.
—Eso es cierto —dijo Sebastian, y le dio un sorbo a su café—.
Veamos lo que puede hacer Jim, y mantengamos a tu conocido en la reserva por si
acaso necesitamos algo más.
—Muy bien —dijo Joseph —.
Y mientras, tenemos que convencer a Demi para que no se marche.
Matty sonrió.
—Eso es tu trabajo, Joseph.
Joseph se sonrojó. Se frotó la nuca y sonrió tímidamente mientras
pensaba en cómo iba a explicar que él estaba más que dispuesto, pero que Demi
no le permitía usar
todas las armas a su alcance.
—Bueno, lo que pasa es que...
—Vamos, Joseph —dijo
Sebastian, que obviamente se compadeció de él—. Vamos a desensillar a esos
caballos mientras Matty prepara sus fabulosos huevos con beicon para desayunar.
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