—Pero sí estaba, gracias a Dios. Y
lo hice prometer que no volvería a hacer algo así nunca.
—Me aseguraré de que lo cumpla.
—Ya, pero...
—¿Pero qué? —Recuerda que solo
tiene cinco años.
—Sé muy bien cómo educar a mi hijo
— contestó con frialdad—. Gracias por rescatar a mi hijo otra vez, Demi. Parece que
mi familia vuelve a estar en deuda contigo.
Por alguna razón, sonaba más
enojado que agradecido.
—No seas absurdo. Solo lo he
acompañado a casa.
—Y te lo agradezco. ¿Quieres que te
acerque a la tuya?
—No hace falta. Tienes cosas de las
que ocuparte aquí.
—¿Estás segura?
—Sí —estaba empezando a enfadarse. Joseph se
había llevado un susto horrible, pero eso no era razón para que la tratara de
pronto como a una simple conocida. Ella no tenía la culpa de que su hijo se
hubiera escapado de casa sin pedir permiso.
—Te llamaré —dijo él mientras Demi se giraba para marcharse.
—¿Para otra cena de agradecimiento?
No te molestes.
— Demi...
—Adiós, Joseph.
No intentó detenerla cuando ella
echó a andar. No solo la había irritado, comprendió Demi al entrar en casa un cuarto de hora después. También
había herido sus sentimientos. No se había dado cuenta hasta ese instante de
que seguía teniendo poder para herirla. Y no le gustaba lo más mínimo.
Había sido una tarde muy larga,
pero los niños estaban por fin en la cama y Joseph
tenía tiempo para reflexionar a solas sobre lo que había sucedido. De pie junto
a la ventana del salón, a oscuras, con una copa en la mano, miró el tranquilo
vecindario donde había elegido vivir. Eran las diez de la noche y muchas casas
estaban ya sin luz. Sus vecinos eran de los que se acostaban temprano para
madrugar.
Pero estaba convencido de que Demi, al igual que él, seguiría despierta.
Demi.
Solo tenía que cerrar los ojos para recordarla de pie delante de su casa horas
antes. El cabello pelirrojo, más brillante que el sol. Sus ojos verdes,
reluciendo como un espejo de emociones cambiantes. Esas piernas largas y
torneadas, el biquini negro que se adivinaba bajo una camiseta con
transparencias...
Había tenido que realizar un gran
esfuerzo para ocultar la reacción de su cuerpo. Quizá se había excedido. Tenía
la sensación de que Demi se había marchado
disgustada con él.
Lo cierto era que lo había
molestado que aquel acto de rebeldía de Sam hubiera involucrado a Demi... aunque
esta no hubiera hecho nada por provocarlo. Había querido mantener lo que quiera
que se desarrollara entre Demi y él al
margen de sus hijos, lo que no era nada fácil con lo obsesionado que Sam estaba
con ella. No sabía cómo manejar su propia fascinación hacia Demi... así que mucho menos la de su hijo.
Se alejó de la ventana, apuró la
copa y la dejó en una mesa. Miró entonces al teléfono que había junto al sofá,
iluminado por la única lámpara encendida del sombrío salón. Quizá debiera
llamarla. Después de todo, le liaría llevado a Sam sano y salvo. Y era verdad
que había sido algo cortante con ella. Tenía que darle las gracias... y disculparse.
—Me temo que no me he portado bien
contigo esta tarde —le dijo Joseph en cuanto Demi contestó.
—¿Por qué lo dices? —Preguntó esta
con formalidad—. Me has dado las gracias por llevar a Sam a casa y me has
ofrecido traerme en coche. Has hecho todo lo que podía esperarse de ti.
— Demi...
—Si me llamas para darme las
gracias otra vez, puedes ahorrártelas.
—He llamado porque quiero hablar
contigo. Y porque sé que he metido la pata. Lo único que puedo decir es que
estaba muy asustado por la desaparición de Sam y que olvidé mis modales. No
pretendo justificarme, solo es una explicación.
—Entiendo que tuvieras miedo... Y
espero que hayas podido garantizar que no vuelva a repetirse lo de esta tarde.
—He tenido una charla con Sam...
Sin gritos, por si estás preocupada. Solo le he señalado que me ha dado un
susto de muerte.
—¿Y la señora Brown?
—No la he despedido —contestó Joseph
tras suspirar—. Me dijo que
hacía mucho que su hijo no era tan pequeño y que casi había olvidado lo
rápidamente que los niños se meten en líos. Me ha asegurado que no volverá a
olvidársele.
—Dudo que lo haga. Parecía
realmente preocupada por Sam.
—Lo estaba —concedió Joseph—. Y me llamó en cuanto se dio cuenta de que había
desaparecido.
—Podrías sugerirle que tratara a
Sam de un modo diferente. Me ha dicho que le habla como si fuera un niño
pequeño y que no le gusta.
—Sí, a mí me ha dicho lo mismo
antes. Se lo comentaré mañana.
—Muy bien. ¿Algo más?
—Creo que sigues enfadada conmigo —
dijo Joseph, resignado.
—Puede que un poco sí —confesó ella
en un tono de voz que sugería una disposición al perdón—. Has sido muy injusto
conmigo.
—¿Qué puedo hacer para compensarte?
—No lo sé. Me has enojado mucho —
contestó Demi,
ya medio en broma.
—¿Qué tal una cena? ¿Será
suficiente para que me perdones?
—Puede...
—¿Y si incluyo en la oferta una
película de cine?
—Si sumas una bolsa de ositos de
goma puede que te perdone del todo.
—Creo que están poniendo la última
de Tom Hanks en los Carrolton.
—Suena bien. ¿Cuándo?
—¿El viernes? —propuso él. No era
lo bastante pronto, pero tendría que conformarse.
—Perfecto. Ah, ¿Joseph?
—¿Sí?
—Prepárate a humillarte —dijo con
una risa disimulada en el tono de voz.
Tras lo cual, colgó el teléfono.
AJoseph lo
sorprendió descubrir que también él estaba sonriendo tras colgar. No había
esperado que aquel día terminase con una sonrisa. Y eso se lo debía a Demi.
Tal vez esa noche se acostara
pronto. Estaba cansado y, sinceramente, no le apetecía sumirse en la
melancolía.
Lo cual también debía agradecérselo
a Demi, por supuesto.
Se estaba preparando para la cita
con Demi cuando el teléfono sonó. Ya había
dejado a los niños en casa de sus padres; su madre se iba a llevar a Sam, Abbie
y a Clay Davenport a ver la última película de dibujos animados y luego
dormirían en su casa. Descolgó con la esperanza de que no hubiera pasado nada.
—¿Diga?
—Hola, Joseph.
Soy Tara.
—¡Tara! —Exclamó encantado al oír
la voz de su hermana—. ¿Qué tal estás!
—¡Fatal! —respondió ella
alegremente—. Estoy deseando que esto termine de una vez.
—¿Qué te dice el médico?
—Que nacerá en cualquier momento.
—¿Y cómo lo lleva Blake? —preguntó Joseph,
sonriendo al mencionar a su excéntrico cuñado.
—Está hecho un manojo de nervios.
Con lo frío y paciente que puede ser en el trabajo, la paternidad lo tiene desquiciado.
—Será un padre estupendo —Joseph
sonrió—. Los dos lo seréis.
—Espero que tengas razón. Te
tenemos a ti de modelo.
—No creo que me merezca tal honor.
—Tonterías. Estás haciendo un
trabajo estupendo con Sam y Abbie. ¿Cómo están mis angelitos, por cierto?
—Bien. Mamá se los ha llevado al
cine con Clay. No sé si Abbie aguantará sentada lo suficiente como para ver
toda la película, pero mamá creía que sí.
—A Sam le gustará. Siempre se lo
pasa bien con Clay. Es graciocisísimo cómo intenta imitar a su primo mayor.
—Sí... y me alegro de que Clay sea
un buen chico y no le dé mal ejemplo.
—Clay es un cielo —convino Tara—. Y
Claire es una ricura, ¿verdad? He hablado con Emily esta tarde. Estaba
entusiasmada porque Claire empieza a dormir casi toda la noche del tirón.
—Sí, bueno, Abbie es un año mayor
que Claire y sigue despertándose al menos una vez la mayoría de las noches, así
que no te hagas muchas ilusiones: no creo que vayas a dormir sin interrupciones
en un par de añitos.
—¿Anda ya?
—No —Joseph
negó con la cabeza, resignada—. Da unos pasitos si se va agarrando a cosas. El
pediatra dice que no le pasa nada. Simplemente, que aún no ha decidido andar.
Le gusta que la lleven en brazos.
—No tardará en descubrir que es más
divertido corretear por su cuenta. Y luego te quejarás porque no parará de
moverse por todos lados.
—Seguro.
—Bueno, ¿qué planes tienes para
esta noche?, ¿sentarte y disfrutar del silencio?
—No, de hecho... tengo... planes.
—¿Planes? —repitió Tara,
intrigada—. ¿Tienes una cita?
—Pues... sí, más o menos —confesó
él, sabedor de que su madre se lo contaría de todos modos—. Voy a salir al cine
y a cenar con Demi Lovato.
—Demi
Lovato?, ¿de verdad? Hace años que no la veo. Mamá dice que sacó a Sam
de la piscina hace un par de semanas. Le estarás muy agradecido.
—Por supuesto.
—Me parece genial, Joseph. Me alegra que salgas. Necesitas algo de tiempo para
ti mismo.
—Solo es una cena y una película
—se sintió obligado a recordarla, para que tío se formara ideas extrañas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario