domingo, 27 de enero de 2013

De Secretaria a Esposa Capitulo 11




— ¡Oh, Dios! ¡Otra vez no!
Demi estaba mecanografiando una carta al día siguiente por la mañana en su despacho cuando se sintió invadida de nuevo por una sensación de náusea. Un sudor húmedo y frío se apoderó de todo su cuerpo...
Tomó su bolso con desesperación y buscó las galletitas que había recordado llevar consigo aquel día. Justo cuando las había encontrado, Joe entró en la sala.
—Me gustaría que telefonearas por mí a este número de París. Es el despacho de un cliente mío y necesito...
Él dejó de hablar y frunció el ceño con preocupación al percatarse de la palidez que reflejaba la cara de Demetria.
Nerviosa, a ella se le habían caído las galletitas con su envoltorio al suelo y, al tratar de tomarlas, las pisó con el tacón de su zapato. Antes incluso de examinar la evidencia, supo que estaban destrozadas.
En ese momento la sensación de náusea empeoró debido a la angustiosa desesperación que sintió. Se levantó de su escritorio y salió del despacho apresuradamente sin explicarle a Joe a dónde se dirigía.
— ¡Demetria!
Ella oyó que él la llamaba y se percató de la frustración y del desconcierto que reflejó su voz.
— ¿Estás enferma de nuevo? ¿Qué ocurre? ¡Dio! ¿Por qué no me lo dices?
Cuando Demi se sintió lo suficientemente bien como para regresar a su despacho, descubrió que Joe estaba todavía allí. Este estaba mirando por la ventana. La tensión se palpaba en sus anchos hombros. Al oírla llegar, se dio la vuelta. Tenía una expresión tan angustiosa reflejada en la cara que le impresionó mucho.
Parecía ser un hombre que acababa de despertar de un sueño... de un sueño particularmente triste.
Algo se alteró dentro de Demi ante la idea de que él estuviera sufriendo y casi se olvidó momentáneamente de la razón de su precipitada visita al cuarto de baño. Casi...
— ¿Joe? ¿Estás bien? —le preguntó.
— ¡Soy yo el que tengo que hacerte esa pregunta a ti! —Contestó él con la impaciencia reflejada en la voz—. Obviamente algo no marcha bien cuando te pones tan blanca como el mármol y sales corriendo del despacho. ¿Qué te ocurre, Demetria? ¡No me ocultes nada! Simplemente dime la verdad.
Respirando profundamente, y apartando la silla de detrás de su escritorio para sentarse, Demi suspiró y confesó su secreto.
—Estoy embarazada.
— ¿Estás embarazada?
No fue una pregunta con lo que respondió Joe, sino simplemente con la afirmación de un hecho que parecía serle bastante distante. Ella sintió como un helador frío se apoderaba de su espalda.
Por alguna razón, la indiferencia de él le intimidó más que si Joe se hubiera enfadado mucho... que era, en realidad, lo que había estado esperando.
— ¿El bebé es de tu ex novio? ¿Es eso lo que estás queriendo decirme?
La asunción de él la desconcertó.
—Rompí con Hayden tres meses antes de que tú y yo nos conociéramos, Joe... y sólo estoy embarazada de doce semanas. Así que... no, él no es el padre de mi bebé. Eso no es lo que estoy diciéndote en absoluto.
—Entonces... ¿estás tratando de decirme que yo soy el padre?
—Sí —respondió Demi, mirándolo fijamente a los ojos.
Joe respiró profundamente. Pero aunque sintió y oyó su propia manera de respirar, se sintió más como un observador. Una surrealista sensación se apoderó de él durante un momento, momento en el cual se sintió alejado de todo tipo de realidad.
Entonces, cuando comenzó a reaccionar, unos sentimientos que había enterrado hacía mucho tiempo intentaron romper el caparazón que los rodeaba.
La mujer que tenía delante lo miró con una sorprendente seriedad a pesar de la emoción que acababa de despertar en él y esperó a que hablara. Pero ella no sabía que Joe estaba teniendo serios problemas en aquel mismo momento simplemente al intentar hacerlo. Cuando finalmente contestó, lo hizo con la voz muy contenida.
— ¿Y esperas que crea esta injuriosa alegación?
—Querías la verdad, querías que no te ocultara nada.
Joe comenzó a temer que Demetria estuviera tratando de engañarlo o, peor aún, que estuviera intentando chantajearlo para que se responsabilizara del hijo de otro hombre. La rabia se apoderó de sus sentidos.
—Sólo nos acostamos juntos en una ocasión, cara mia... ¿te acuerdas? ¡Y hace más de tres meses de aquello! ¿Cómo puedo saber cuántos hombres han pasado por tu cama desde entonces?
Repentinamente, ella pareció tan angustiada como si él le hubiera pegado. Pero en aquel momento Joe no tenía mucha compasión. Realmente quería saber la verdad. Aunque fuera doloroso. Se preguntó si aquella mujer a la que apenas conocía, pero que lo había cautivado bajo su hechizo, era capaz de ser sincera con él.
Pensó que ella no podía hacerse idea alguna de la confusión y, contra toda lógica, de la agridulce esperanza que aquella noticia había provocado en su interior debido a su propia dolorosa experiencia con aquella coyuntura.
En el momento en el que Demetria se había levantado y marchado apresuradamente del despacho, él había pensado inevitablemente en Sophia... había recordado la trágica manera en la que ésta había perdido la vida... Había sido consciente de que no iba a poder soportar si el destino también le arrebataba a Demi.
—Sea lo que sea lo que creas, ¡no soy alguien que se va acostando por ahí con muchos hombres! —exclamó ella—. Lo que ocurrió entre nosotros fue una excepción... ¡algo que sólo ocurre una vez en la vida! Quizá todavía estaba disgustada por lo que había ocurrido con mi ex, pero te juro que no me acosté contigo por despecho.
— ¿Realmente crees que el niño que llevas en tu interior es mío?
—Estoy completamente segura. No es algo que fuera a inventarme. ¡No... no estoy buscando dinero ni nada de eso! Simplemente pensé que debía contártelo. Te juro que no tengo ningún otro tipo de intención.
—Pero, aun así, no te esforzaste mucho en tratar de ponerte en contacto conmigo para decirme que estabas embarazada, ¿verdad? Si creo lo que dices, apareciste en mi despacho por mera coincidencia, sin saber que era yo el que podía llegar a ser tu nuevo jefe. ¿Qué habría ocurrido si no hubieras podido optar a ser mi asistente personal? ¡Dime! ¿Cuándo ibas a haberme contado que estás esperando un hijo mío, Demetria? ¿Cuando naciera el niño? ¿O cuando tuviera cinco o diez años?

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