Demi siempre había pensado que su niñez había
sido solitaria y que por lo tanto, le encantaría vivir en una casa llena de
gente y de actividad. Sin embargo, para sorpresa suya, no le gustaba. Después
de varios días de visitas constantes de todo el mundo que tenía relación con
Elizabeth, la falta de privacidad en Rocking D comenzó a hacer mella en los
nervios de Demi.
Aunque Matty y Sebastian habían puesto la cuna de Elizabeth
en su habitación para que no hubiera más escenas desagradables cuando la niña
se despertaba, Demi había
comenzado a tenerla en brazos durante cortos períodos de tiempo. Aun así,
alguien en quien Elizabeth confiara siempre tenía que permanecer en la
habitación. Si esa persona se marchaba, la niña comenzaba a llorar.
En circunstancias normales, Demi les hubiera pedido que lo hicieran
para comprobar si Elizabeth dejaba de protestar, pero las circunstancias no
eran normales. Demi no
pensaba que podía exigir el control de la situación y molestar a la gente que
había sido tan maravillosa con ella y con su bebé.
Lo más frustrante de todo era que la tercera persona que se
quedara con ellas nunca podía ser Joseph. Él
tenía que ser la persona número cuatro, o Demi se veía obligada a marcharse para
que él tuviera la oportunidad de tomar a la niña en brazos. Demi
se había dado cuenta
de algo más.
Cuando ella tenía a Elizabeth, o le cambiaba el pañal, o le
daba de comer, nadie le decía cómo tenía que hacerlo. Pero cuando era el turno
de Joseph, todo el mundo daba su opinión.
Las mujeres no intervenían tanto como sus maridos, que
constantemente hacían sugerencias y se ofrecían a enseñarle un detalle a Joseph. Eso hacía que Joseph
no estuviera desarrollando ninguna confianza en sí mismo ni en sus habilidades
con la niña.
De todos modos, él continuaba intentándolo con valentía, y
aquello era lo importante. No había rechazado a Elizabeth, pero aprender a
sentirse cómodo con ella mientras todo el mundo le dirigía podía ser una tarea
imposible. Demi lo
sentía muchísimo por él.
Además, lo deseaba. No podía evitarlo. Dormir sola en la cama
doble con Joseph al otro extremo del pasillo
se estaba convirtiendo en algo cada vez más difícil. Sin embargo, aquello era
ya algo establecido, y cambiarlo en aquel momento despertaría los comentarios
de todos. Si Demi invitaba a Joseph
a dormir con ella de nuevo, y se sentía muy inclinada a hacerlo, quería que
fuera en un lugar más privado.
Aparte de la frustración que pudiera sentir en algunas
ocasiones, se sentía agradecida por todo lo que Sebastian, Matty y los demás
habían hecho por ella, y por cuánto seguían ayudándola. Además, estaba con su
hija, aunque no pudieran estar solas todavía, y se sentía segura.
El amigo de Sebastian, Jim, había aumentado la seguridad
alrededor del rancho, y parecía que su perseguidor se había desanimado y se
había marchado. Habían pasado muchos días durante los cuales ella no se había
sentido vigilada ni una sola vez, y estaba empezando a pensar que el tipo se
había rendido.
En resumen, su vida iba mejorando, como era de esperar pensó,
mientras ayudaba a Matty a vestir a Elizabeth para la fiesta de cumpleaños de
Gwen.
Recién bañada y con un pañal nuevo, Elizabeth estaba tumbada
en el cambiador, con el mono bien sujeto, mordiéndole el brazo vigorosamente. Demi se había preparado para otra
noche viendo cómo los amigos de Joseph lo
instruían en el arte de cuidar a un bebé.
Más temprano, Matty y ella habían decorado la casa para el
cumpleaños. Sebastian y su mujer habían declarado que no permitirían que Gwen
cumpliera treinta años sin armar un buen jaleo.
—Voy muy retrasada —dijo Matty mientras le ponía a Elizabeth
un calcetín blanco y Demi le ponía el otro.
—¿Qué queda por hacer, además de arreglar a Elizabeth?
—Tengo que poner las velas en la tarta y envolver las treinta
botellas de vino que vamos a regalarle.
Jessica miró a Matty.
—Yo podría terminar de vestir a Elizabeth mientras tú haces
eso.
Matty titubeó.
—Tenemos que comprobar si ya se ha adaptado —insistió Demi.
—Lo sé, pero puede que éste no sea el mejor momento. Quizá
Sebastian haya terminado. Él puede...
—Matty —dijo Demi —, yo creo que la niña ya está lista.
A Matty se le humedecieron los ojos.
—Yo también. Llevo pensándolo un par de días, pero no quería
admitirlo.
Demi sintió pena por Matty. Con una sonrisa
dulce, le dio un abrazo.
—Yo no voy a quitaros a Elizabeth ahora mismo. E incluso
cuando nos marchemos, no la apartaré de vuestras vidas. Vendremos mucho a
visitaros.
Matty tragó saliva.
—Lo sé. Pero nunca será igual.
—Oh, Matty. Yo nunca quise haceros daño....
—Eh —Matty esbozó una sonrisa—, tú no has hecho nada más que
mejorar nuestras vidas al dejar aquí a Elizabeth. Sin la niña, yo no estaría
casada con Sebastian, Travis no estaría con Gwen y Boone no habría encontrado a
Shelby y a Josh —dijo. Se sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se sonó la
nariz—. Te agradezco mucho que nos dieras la oportunidad de tenerla aquí, pero
no voy a mentirte. Cuando te la lleves, la echaré mucho de menos.
—Tu hija ayudará.
Matty se dio unos golpecitos en el abdomen e intentó ser
valiente.
—Claro que sí. Rebecca ayudará, y Jeffrey también.
— ¿Quién?
—El hermano de Rebecca. Sebastian está seguro de que vamos a
tener otro, y que será un niño —explicó. Después, dejó escapar un suspiro—.
Bueno, me voy a la cocina. Hasta luego, pequeña —dijo a Elizabeth. Después se
dio la vuelta y se marchó.
Elizabeth volvió la cabeza para observar cómo se marchaba
Matty. Después miró de nuevo a Demi.
—Solas tú y yo, nena —dijo Demi, con el estómago encogido
mientras esperaba a ver si Elizabeth iba a llorar—. ¿Crees que podrás
soportarlo?
Elizabeth la miró como si se lo estuviera pensando.
El nudo del estómago de Demi comenzó a deshacerse cuando se
dio cuenta de que Elizabeth no iba a llorar. El bebé estaba evaluando la
situación, pero pareció que decidía que se podía confiar en Demi. Por fin.
—Solas tú y yo, nena —repitió Demi, con una sonrisa—. Suena muy
bien, ¿no te parece?
Elizabeth agitó al mono frente a la cara de Demi.
— ¡Pa! —exclamó.
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