domingo, 27 de enero de 2013

Un Refugio Para El Amor Capitulo 34




Demi siempre había pensado que su niñez había sido solitaria y que por lo tanto, le encantaría vivir en una casa llena de gente y de actividad. Sin embargo, para sorpresa suya, no le gustaba. Después de varios días de visitas constantes de todo el mundo que tenía relación con Elizabeth, la falta de privacidad en Rocking D comenzó a hacer mella en los nervios de Demi.
Aunque Matty y Sebastian habían puesto la cuna de Elizabeth en su habitación para que no hubiera más escenas desagradables cuando la niña se despertaba, Demi había comenzado a tenerla en brazos durante cortos períodos de tiempo. Aun así, alguien en quien Elizabeth confiara siempre tenía que permanecer en la habitación. Si esa persona se marchaba, la niña comenzaba a llorar.
En circunstancias normales, Demi les hubiera pedido que lo hicieran para comprobar si Elizabeth dejaba de protestar, pero las circunstancias no eran normales. Demi no pensaba que podía exigir el control de la situación y molestar a la gente que había sido tan maravillosa con ella y con su bebé.
Lo más frustrante de todo era que la tercera persona que se quedara con ellas nunca podía ser Joseph. Él tenía que ser la persona número cuatro, o Demi se veía obligada a marcharse para que él tuviera la oportunidad de tomar a la niña en brazos. Demi se había dado cuenta de algo más.
Cuando ella tenía a Elizabeth, o le cambiaba el pañal, o le daba de comer, nadie le decía cómo tenía que hacerlo. Pero cuando era el turno de Joseph, todo el mundo daba su opinión.
Las mujeres no intervenían tanto como sus maridos, que constantemente hacían sugerencias y se ofrecían a enseñarle un detalle a Joseph. Eso hacía que Joseph no estuviera desarrollando ninguna confianza en sí mismo ni en sus habilidades con la niña.
De todos modos, él continuaba intentándolo con valentía, y aquello era lo importante. No había rechazado a Elizabeth, pero aprender a sentirse cómodo con ella mientras todo el mundo le dirigía podía ser una tarea imposible. Demi lo sentía muchísimo por él.
Además, lo deseaba. No podía evitarlo. Dormir sola en la cama doble con Joseph al otro extremo del pasillo se estaba convirtiendo en algo cada vez más difícil. Sin embargo, aquello era ya algo establecido, y cambiarlo en aquel momento despertaría los comentarios de todos. Si Demi invitaba a Joseph a dormir con ella de nuevo, y se sentía muy inclinada a hacerlo, quería que fuera en un lugar más privado.
Aparte de la frustración que pudiera sentir en algunas ocasiones, se sentía agradecida por todo lo que Sebastian, Matty y los demás habían hecho por ella, y por cuánto seguían ayudándola. Además, estaba con su hija, aunque no pudieran estar solas todavía, y se sentía segura.
El amigo de Sebastian, Jim, había aumentado la seguridad alrededor del rancho, y parecía que su perseguidor se había desanimado y se había marchado. Habían pasado muchos días durante los cuales ella no se había sentido vigilada ni una sola vez, y estaba empezando a pensar que el tipo se había rendido.
En resumen, su vida iba mejorando, como era de esperar pensó, mientras ayudaba a Matty a vestir a Elizabeth para la fiesta de cumpleaños de Gwen.
Recién bañada y con un pañal nuevo, Elizabeth estaba tumbada en el cambiador, con el mono bien sujeto, mordiéndole el brazo vigorosamente. Demi se había preparado para otra noche viendo cómo los amigos de Joseph lo instruían en el arte de cuidar a un bebé.
Más temprano, Matty y ella habían decorado la casa para el cumpleaños. Sebastian y su mujer habían declarado que no permitirían que Gwen cumpliera treinta años sin armar un buen jaleo.
—Voy muy retrasada —dijo Matty mientras le ponía a Elizabeth un calcetín blanco y Demi le ponía el otro.
—¿Qué queda por hacer, además de arreglar a Elizabeth?
—Tengo que poner las velas en la tarta y envolver las treinta botellas de vino que vamos a regalarle.
Jessica miró a Matty.
—Yo podría terminar de vestir a Elizabeth mientras tú haces eso.
Matty titubeó.
—Tenemos que comprobar si ya se ha adaptado —insistió Demi.
—Lo sé, pero puede que éste no sea el mejor momento. Quizá Sebastian haya terminado. Él puede...
—Matty —dijo Demi —, yo creo que la niña ya está lista.
A Matty se le humedecieron los ojos.
—Yo también. Llevo pensándolo un par de días, pero no quería admitirlo.
Demi sintió pena por Matty. Con una sonrisa dulce, le dio un abrazo.
—Yo no voy a quitaros a Elizabeth ahora mismo. E incluso cuando nos marchemos, no la apartaré de vuestras vidas. Vendremos mucho a visitaros.
Matty tragó saliva.
—Lo sé. Pero nunca será igual.
—Oh, Matty. Yo nunca quise haceros daño....
—Eh —Matty esbozó una sonrisa—, tú no has hecho nada más que mejorar nuestras vidas al dejar aquí a Elizabeth. Sin la niña, yo no estaría casada con Sebastian, Travis no estaría con Gwen y Boone no habría encontrado a Shelby y a Josh —dijo. Se sacó un pañuelo de papel del bolsillo y se sonó la nariz—. Te agradezco mucho que nos dieras la oportunidad de tenerla aquí, pero no voy a mentirte. Cuando te la lleves, la echaré mucho de menos.
—Tu hija ayudará.
Matty se dio unos golpecitos en el abdomen e intentó ser valiente.
—Claro que sí. Rebecca ayudará, y Jeffrey también.
— ¿Quién?
—El hermano de Rebecca. Sebastian está seguro de que vamos a tener otro, y que será un niño —explicó. Después, dejó escapar un suspiro—. Bueno, me voy a la cocina. Hasta luego, pequeña —dijo a Elizabeth. Después se dio la vuelta y se marchó.
Elizabeth volvió la cabeza para observar cómo se marchaba Matty. Después miró de nuevo a Demi.
—Solas tú y yo, nena —dijo Demi, con el estómago encogido mientras esperaba a ver si Elizabeth iba a llorar—. ¿Crees que podrás soportarlo?
Elizabeth la miró como si se lo estuviera pensando.
El nudo del estómago de Demi comenzó a deshacerse cuando se dio cuenta de que Elizabeth no iba a llorar. El bebé estaba evaluando la situación, pero pareció que decidía que se podía confiar en Demi. Por fin.
—Solas tú y yo, nena —repitió Demi, con una sonrisa—. Suena muy bien, ¿no te parece?
Elizabeth agitó al mono frente a la cara de Demi.
— ¡Pa! —exclamó.

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