Nick lo pasó bien cazando con Phillip.
Era la primera oportunidad para los dos viejos amigos de charlar a fondo, de
pasar un rato juntos. Y eso hizo que se diera cuenta de cuánto había echado de
menos esa amistad. Jonah siempre sería su mejor amigo, su hermano
prácticamente, pero también resultaba agradable pasar algún tiempo con alguien
que no lo conocía tan bien. Alguien que no juzgaría cada uno de sus
movimientos.
Pero el
jueves por la tarde Hannah llamó para decir que Frederick tenía fiebre. Y
aunque el médico había dicho que no tenían por qué preocuparse, Phillip
insistió en volver a casa inmediatamente.
—Espero que
no te importe.
—No, claro
que no. La familia es lo primero —dijo Nick.
—El médico ha
dicho que es una reacción normal porque le están saliendo los dientes… pero me
siento mejor si estoy con él.
Si Nick fuera padre pensaría lo mismo. Pero si su
ex y él hubieran tenido hijos, los pobres habrían sido meros peones en el
divorcio. Un arma más para Cynthia, que no había tenido ningún reparo en mentirle
a su familia y retorcer la verdad para su propio beneficio—. Y lo peor de todo
era que parecían creerla a ella más que a alguien de su propia sangre.
Su ex había
pasado años creando una maraña de mentiras y cuando Nick
se dio cuenta ya era demasiado tarde porque había engañado a todo el mundo.
Y sí, pensó
mientras subía al coche con Phillip, quizá había transferido parte de esa
animosidad hacia Miley. Si su única motivación para
acostarse con ella hubiera sido la venganza, ¿la habría echado tanto de menos
ese día? ¿Y sería su cara lo primero que quisiera ver cuando llegase a palacio?
Un viaje que parecía durar una eternidad, por cierto.
Se preguntó
entonces si Sophie estaría libre o si se habría ido ya a la cama…
Cuando por
fin llegaron, Hannah estaba en el vestíbulo, paseando con Frederick en brazos.
—Acaba de
dormirse —les dijo en voz baja.
Phillip puso
una mano sobre la frente del niño.
—Sigue
teniendo fiebre.
—Cada vez que
intento dejarlo en la cuna se pone a llorar. Me duelen los brazos de estar así
todo el día.
—Dámelo, yo
intentaré meterlo en la cuna.
A Nick seguía sorprendiéndolo ver a Phillip
convertido en padre de familia. Y tan satisfecho.
—Nos vemos
mañana —se despidió su amigo antes de subir a la habitación.
—Ciento
haberos hecho volver antes de lo previsto —se disculpó Hannah—. Podría haberme
quedado sola con el niño otra noche, pero Phillip es un padre tan dedicado…
supongo que porque sus propios padres eran tan fríos. Miley
y él fueron criados por niñeras y amas de llaves y creo que eso los marcó a los
dos.
—Hablando de Miley —murmuró Nick,
mirando su reloj—. ¿Crees que es demasiado tarde para ir a verla?
No dijo por
qué y esperaba que Hannah no le preguntase.
—Creo que no
está en casa. Estuvo ayudándome un rato con Frederick, pero cuando le dije que
Phillip volvía a palacio se marchó. Dijo algo sobre una cita…
¿Una cita? ¿Miley sabía que volvía a palacio y, en lugar de esperar, había
encontrado a otro con el que pasar el tiempo? Aunque a él le daba igual, claro.
Pero si le
daba igual, ¿por qué sentía como si le hubieran dado una patada en el estómago?
—No sé si
debería habértelo contado —suspiró Hannah—. Pero como lo que hay entre vosotros
es algo temporal, pensé…
—No pasa nada
—la interrumpió Nick. Porque no debía
pasar. No tenía por qué esperar fidelidad de una mujer con la que,
oficialmente, no mantenía una relación—. Sólo quería preguntarle una cosa sobre
la cena benéfica de mañana.
—¿Tienes el
número de su móvil?
—No es
importante, puedo hablar con ella en otro momento.
—Bueno, yo
voy a subir a ver cómo está Frederick —sonrió Hannah.
—Hasta
mañana.
Una vez en su
habitación, sorprendentemente abatido, Nick
se sirvió una copa y se acercó a la ventana para mirar la residencia de Miley. Había luz en el piso de arriba, de modo que debía estar en
casa. Quizá no tenía ninguna cita, pensó. A lo mejor sólo se lo había contado a
Hannah para despistarla.
Y si eso era
verdad, al menos debería hacerle saber que estaba de vuelta.
Se acercó al
teléfono y marcó el número que aparecía en el directorio, pero no fue Miley quien contestó, sino Wilson. Y cuando le preguntó por ella
el mayordomo le informó de que la princesa había salido.
Nick colgó, sintiéndose como un tonto
por haber llamado. Y por sentirse tan decepcionado. No debería importarle dónde
estuviera Miley o lo que hiciera.
Suspirando,
llevó su copa al dormitorio y encendió la lámpara que había al lado de la cama…
y, por segunda vez aquel día, se quedó estupefacto. Porque sobre la cama,
durmiendo profundamente, estaba Miley.
No sabía qué
hacía allí, pero no podía negar que se sentía feliz de verla. Tan feliz que era
desconcertante. No debería emocionarle tanto.
Pero era
evidente que Miley quería estar con él. Tanto como
él quería estar con ella.
Después de
quitarse zapatos y calcetines, se tumbó a su lado sin hacer ruido. Quería
despertarla pero le gustaba tanto estar así que se quedó mirándola, memorizando
su rostió, preguntándose qué demonios estaba haciendo.
Luego,
impaciente, rozó su mejilla con los labios. Miley
arrugó la nariz y murmuró algo, en sueños.
—Despierta,
Bella Durmiente.
Ella abrió
los ojos, desconcertada al principio.
—Ah, por fin
has vuelto —sonrió.
— ¿Una cita
aburrida?
Miley lo miró, confusa por un momento, pero
enseguida sonrió.
—Se lo dije a
Hannah para despistarla y luego me colé aquí a esperarte. Pero supongo que
estaba cansada.
Llevaba un
pantalón pirata blanco y una camisola de seda rosa que dejaba al descubierto su
estómago bronceado. Tenía un aspecto tan joven, tan alegre. Y absolutamente
irresistible.
Nick alargó una mano para apartar el
flequillo de su frente. Una excusa para tocarla.
—Bueno, pues
aquí estamos.
—Aquí estamos
—repitió ella.
—Siento que
Frederick no se encuentre bien, pero ese niño ha elegido el momento perfecto — Nick la apretó contra su pecho—. ¿Cómo vamos
de tiempo nosotros, por cierto?
Miley le echó los brazos al cuello y enredó una
pierna en su cintura.
—¿Quieres
decir cuándo tengo que marcharme?
—Exactamente.
—Phillip y
Hannah no saben que estoy aquí y le dije a Wilson que esta noche dormiría en
palacio.
Ésa era
precisamente la respuesta que Nick
esperaba porque tenía intención de disfrutar durante muchas horas.
— ¿Recuerdas
la primera noche, cuando vine a tu habitación? Nos besamos, nos tocamos y
hablamos durante toda la noche. No hicimos el amor hasta que empezó a salir el
sol.
Nick metió la mano bajo la camisola
para acariciar su espalda.
—Sí, me
acuerdo.
Miley enredó los dedos en su pelo, besándolo
suavemente en el cuello.
—Me gustaría
hacer eso otra vez.
—Pero no
vamos a hacer el amor —le recordó él—. Vamos a acostarnos juntos. 131313
—Sí, es
verdad — Miley lo miró con un brillo travieso en los
ojos—. Y seguramente no es necesario que hablemos tanto.
—¿Ah, no?
Entonces sólo nos quedan los besos y las caricias.
—Y el sexo.
Aunque no sé si quiero esperar toda la noche para eso —dijo ella, mordisqueando
su labio inferior.
Nick acarició sus pechos, atrapando un
pezón entre el pulgar y el índice.
—¿Qué tal
esto?
Miley lo miró, sus ojos cargados de deseo.
—Ahora que lo
pienso, ¿por qué no nos olvidamos de esa primera noche y creamos recuerdos
nuevos? —sugirió, mientras empezaba a desabrochar los botones de su camisa.
Tenían toda
la noche, de modo que no había prisa, pensó él, sujetando sus manos.
—Ve más
despacio.
—No quiero ir
despacio —sonriendo, Sophie siguió con su tarea—. Te quiero desnudo ahora
mismo.
Alex iba a
sujetarla de nuevo, pero ella rozó su mano con los dientes y tuvo que
apartarla, riendo. Estaba seguro de que lo hubiera mordido. Y sólo por eso, no
iba a verlo desnudo en mucho rato.
Cuando había
desabrochado la camisa y se lanzaba a hacer lo mismo con el pantalón, Nick sujetó sus manos poniéndolas sobre su
cabeza y colocándose encima.
—Esto no es
justo —protestó Miley, intentando soltarse.
No luchaba
con todas sus fuerzas, pero él se dio cuenta de que si no le hacía saber quién
llevaba el mando, aquélla iba a ser una pelea interminable.
—Nadie ha
dicho que la vida sea justa.
Luego volvió
a besarla apasionadamente y, poco después, Miley
dejaba de luchar por fin. Cuando soltó sus manos, ella se las echó al cuello,
enterrando los dedos en su pelo. Era más fiera, más ardiente de lo que
recordaba.
Nick le quitó la camisola y la tiró al
suelo. Llevaba un sujetador rosa de encaje que no dejaba nada a la imaginación.
Sus pezones eran pequeños y oscuros… nunca había visto nada tan precioso.
Inclinó la
cabeza para rozar uno con la lengua y Miley se arqueó hacia él. Cuando
intentó apartarse, ella lo sujetó. Y esta vez decidió no protestar.
Riendo,
apartó a un lado el sujetador, desnudando sus pechos para acariciarlos con la
boca. Miley gemía, arqueándose hacia él, y como le
gustó la reacción hizo lo mismo con el otro pecho. La besó y la chupó hasta que
empezó a restregarse contra él…
Pero
intentaba guiar su boca hacia la suya, luchando por recuperar el control de
nuevo, de modo que Nick empezó a
besar su estómago, sus costados. Cuando se puso de rodillas para desabrochar el
pantalón ella alargó la mano, pero Nick
la apartó.
—Voy a tener
que atarte.
En los labios
de Miley había una sonrisa llena de sensualidad;
en sus ojos había un infierno.
—Lo dices
como si fuera algo malo.
Quizá más
tarde, ahora tenía otros planes.
Ella,
juguetona, se quitó el sujetador y lo tiró al suelo. Sus pechos eran perfectos,
pequeños pero firmes y suaves.
Nick se inclinó para besar uno, luego
el otro… y después siguió bajando su pantalón hasta que quedó con un diminuto
triángulo de encaje que apenas podía llamarse braguita. Y debajo no había nada
más que piel suave y dorada.
Besó su
estómago por encima de las braguitas ella echó la cabeza hacia atrás. Tenía un
cuello precioso, largo y delicado. Cuando la besó por encima del encaje, Miley dejó escapar un gemido. Su aroma era ligero, fresco,
femenino.
Sonriendo, Nick le quitó las braguitas y se sentó en
cuclillas para mirarla.
—¿Qué?
—Nada
.—¿Por qué me
miras así?
—Porque me
gusta mirarte.
—Ah, bueno.
Se quedó así
durante un minuto, admirando aquel cuerpo perfecto. Tenía los pies pequeños
para ser una mujer tan alta, los tobillos delicados y unas piernas tan largas…
unas piernas que estaba deseando sentir alrededor de su cintura.
—¿Por qué soy
la única que está desnuda? —preguntó Miley.
—Porque aún
no es mi turno.
—¿Quién lo
dice?
—Yo.
—Ah, ya lo
entiendo. Eres tímido y te da miedo admitirlo.
Él estaba
besando su estómago, sus caderas…
—Tú sabes que
eso no es verdad, alteza.
—Supongo que
no podría convencerte para que dejaras de llamarme alteza.
—Me lo
pensaré — Nick pasó la lengua por el
interior de uno de sus mulos y luego la miró, sonriendo—, alteza.
Miley podría haber protestado… si no estuviera tan
excitada y húmeda. Y también Alex estaba preparado. Había pasado demasiado
tiempo. Demasiado desde la última vez que se sentía tan a gusto con una mujer.
Desde que el sexo había sido tan divertido.
Y no quería
ir deprisa, pero Miley parecía pensar que iba demasiado
lento.
—Tócame —le
rogó.
Nick la rozó con los dedos donde estaba
húmeda y ella dejó escapar un gemido, mordiéndose los labios. Más atrevido,
deslizó un dedo en su interior y Miley levantó las caderas hacia su
mano.
— ¿Quieres
más?
—Sí —musitó
ella, con los ojos desenfocados. Le gustaba saber que la hacía disfrutar así,
que era tan fácil.
Introdujo uno
más, luego un tercero, pero podía ver que aún no era suficiente, de modo que
inclinó la cabeza y la tocó con la lengua. Y fue recompensado con un gemido
ronco de placer.
Cuando la
tomó con la boca, Miley estuvo a punto de saltar de la
cama. Sabía más dulce y más deliciosa que su postre favorito… y era mucho más
satisfactorio. Luego ella puso esas preciosas piernas sobre sus hombros,
encerrándolo como si temiese que fuera a parar. Aunque no iba a hacerlo. No
había nada mejor que aquello.
Siguió
acariciándola con los dedos y la lengua despacio porque no quería que terminase
demasía do rápido y era evidente que casi había llegado. Con los dedos
enredados en su pelo, la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, los talones
clavándose en su espalda, Nick creía
estar en el cielo.
Pero, aunque
tenía cuidado, podía sentir que se le escapaba, que se acercaba al orgasmo cada
vez más rápido sin que él pudiera evitarlo. Poco después se puso tensa y cerró
las piernas, aplastando su cabeza entre sus muslos, estremeciéndose, sacudida
por los espasmos.
Pero Nick no quería que terminase tan pronto,
quería ver hasta dónde podía llevarla. Así que, en lugar de parar, incrementó
la presión de su boca, de su lengua. Ella emitió un suspiro de protesta,
intentando apartarlo, pero Nick insistió.
Y un minuto después Miley hacía justo lo contrario:
jadeando, se rompía casi inmediatamente.
Nick con el corazón acelerado, besaba
su estómago, su piel suave y húmeda.
—Me ha
gustado mucho…
Él siguió besando
el valle entre sus perfectos pechos, su garganta, su barbilla, su cara.
—Afortunadamente
para ti, alteza, sólo estaba calentando motores.
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