jueves, 31 de enero de 2013

El Amante De La Princesa capitulo 12





Nick lo pasó bien cazando con Phillip. Era la primera oportunidad para los dos viejos amigos de charlar a fondo, de pasar un rato juntos. Y eso hizo que se diera cuenta de cuánto había echado de menos esa amistad. Jonah siempre sería su mejor amigo, su hermano prácticamente, pero también resultaba agradable pasar algún tiempo con alguien que no lo conocía tan bien. Alguien que no juzgaría cada uno de sus movimientos.
Pero el jueves por la tarde Hannah llamó para decir que Frederick tenía fiebre. Y aunque el médico había dicho que no tenían por qué preocuparse, Phillip insistió en volver a casa inmediatamente.
—Espero que no te importe.
—No, claro que no. La familia es lo primero —dijo Nick.
—El médico ha dicho que es una reacción normal porque le están saliendo los dientes… pero me siento mejor si estoy con él.
Si Nick fuera padre pensaría lo mismo. Pero si su ex y él hubieran tenido hijos, los pobres habrían sido meros peones en el divorcio. Un arma más para Cynthia, que no había tenido ningún reparo en mentirle a su familia y retorcer la verdad para su propio beneficio—. Y lo peor de todo era que parecían creerla a ella más que a alguien de su propia sangre.
Su ex había pasado años creando una maraña de mentiras y cuando Nick se dio cuenta ya era demasiado tarde porque había engañado a todo el mundo.
Y sí, pensó mientras subía al coche con Phillip, quizá había transferido parte de esa animosidad hacia Miley. Si su única motivación para acostarse con ella hubiera sido la venganza, ¿la habría echado tanto de menos ese día? ¿Y sería su cara lo primero que quisiera ver cuando llegase a palacio? Un viaje que parecía durar una eternidad, por cierto.
Se preguntó entonces si Sophie estaría libre o si se habría ido ya a la cama…
Cuando por fin llegaron, Hannah estaba en el vestíbulo, paseando con Frederick en brazos.
—Acaba de dormirse —les dijo en voz baja.
Phillip puso una mano sobre la frente del niño.
—Sigue teniendo fiebre.
—Cada vez que intento dejarlo en la cuna se pone a llorar. Me duelen los brazos de estar así todo el día.
—Dámelo, yo intentaré meterlo en la cuna.
A Nick seguía sorprendiéndolo ver a Phillip convertido en padre de familia. Y tan satisfecho.
—Nos vemos mañana —se despidió su amigo antes de subir a la habitación.
—Ciento haberos hecho volver antes de lo previsto —se disculpó Hannah—. Podría haberme quedado sola con el niño otra noche, pero Phillip es un padre tan dedicado… supongo que porque sus propios padres eran tan fríos. Miley y él fueron criados por niñeras y amas de llaves y creo que eso los marcó a los dos.
—Hablando de Miley —murmuró Nick, mirando su reloj—. ¿Crees que es demasiado tarde para ir a verla?
No dijo por qué y esperaba que Hannah no le preguntase.
—Creo que no está en casa. Estuvo ayudándome un rato con Frederick, pero cuando le dije que Phillip volvía a palacio se marchó. Dijo algo sobre una cita…
¿Una cita? ¿Miley sabía que volvía a palacio y, en lugar de esperar, había encontrado a otro con el que pasar el tiempo? Aunque a él le daba igual, claro.
Pero si le daba igual, ¿por qué sentía como si le hubieran dado una patada en el estómago?
—No sé si debería habértelo contado —suspiró Hannah—. Pero como lo que hay entre vosotros es algo temporal, pensé…
—No pasa nada —la interrumpió Nick. Porque no debía pasar. No tenía por qué esperar fidelidad de una mujer con la que, oficialmente, no mantenía una relación—. Sólo quería preguntarle una cosa sobre la cena benéfica de mañana.
—¿Tienes el número de su móvil?
—No es importante, puedo hablar con ella en otro momento.
—Bueno, yo voy a subir a ver cómo está Frederick —sonrió Hannah.
—Hasta mañana.
Una vez en su habitación, sorprendentemente abatido, Nick se sirvió una copa y se acercó a la ventana para mirar la residencia de Miley. Había luz en el piso de arriba, de modo que debía estar en casa. Quizá no tenía ninguna cita, pensó. A lo mejor sólo se lo había contado a Hannah para despistarla.
Y si eso era verdad, al menos debería hacerle saber que estaba de vuelta.
Se acercó al teléfono y marcó el número que aparecía en el directorio, pero no fue Miley quien contestó, sino Wilson. Y cuando le preguntó por ella el mayordomo le informó de que la princesa había salido.
Nick colgó, sintiéndose como un tonto por haber llamado. Y por sentirse tan decepcionado. No debería importarle dónde estuviera Miley o lo que hiciera.
Suspirando, llevó su copa al dormitorio y encendió la lámpara que había al lado de la cama… y, por segunda vez aquel día, se quedó estupefacto. Porque sobre la cama, durmiendo profundamente, estaba Miley.
No sabía qué hacía allí, pero no podía negar que se sentía feliz de verla. Tan feliz que era desconcertante. No debería emocionarle tanto.
Pero era evidente que Miley quería estar con él. Tanto como él quería estar con ella.
Después de quitarse zapatos y calcetines, se tumbó a su lado sin hacer ruido. Quería despertarla pero le gustaba tanto estar así que se quedó mirándola, memorizando su rostió, preguntándose qué demonios estaba haciendo.
Luego, impaciente, rozó su mejilla con los labios. Miley arrugó la nariz y murmuró algo, en sueños.
—Despierta, Bella Durmiente.
Ella abrió los ojos, desconcertada al principio.
—Ah, por fin has vuelto —sonrió.
— ¿Una cita aburrida?
Miley lo miró, confusa por un momento, pero enseguida sonrió.
—Se lo dije a Hannah para despistarla y luego me colé aquí a esperarte. Pero supongo que estaba cansada.
Llevaba un pantalón pirata blanco y una camisola de seda rosa que dejaba al descubierto su estómago bronceado. Tenía un aspecto tan joven, tan alegre. Y absolutamente irresistible.
Nick alargó una mano para apartar el flequillo de su frente. Una excusa para tocarla.
—Bueno, pues aquí estamos.
—Aquí estamos —repitió ella.
—Siento que Frederick no se encuentre bien, pero ese niño ha elegido el momento perfecto — Nick la apretó contra su pecho—. ¿Cómo vamos de tiempo nosotros, por cierto?
Miley le echó los brazos al cuello y enredó una pierna en su cintura.
—¿Quieres decir cuándo tengo que marcharme?
—Exactamente.
—Phillip y Hannah no saben que estoy aquí y le dije a Wilson que esta noche dormiría en palacio.
Ésa era precisamente la respuesta que Nick esperaba porque tenía intención de disfrutar durante muchas horas.
— ¿Recuerdas la primera noche, cuando vine a tu habitación? Nos besamos, nos tocamos y hablamos durante toda la noche. No hicimos el amor hasta que empezó a salir el sol.
Nick metió la mano bajo la camisola para acariciar su espalda.
—Sí, me acuerdo.
Miley enredó los dedos en su pelo, besándolo suavemente en el cuello.
—Me gustaría hacer eso otra vez.
—Pero no vamos a hacer el amor —le recordó él—. Vamos a acostarnos juntos. 131313
—Sí, es verdad — Miley lo miró con un brillo travieso en los ojos—. Y seguramente no es necesario que hablemos tanto.
—¿Ah, no? Entonces sólo nos quedan los besos y las caricias.
—Y el sexo. Aunque no sé si quiero esperar toda la noche para eso —dijo ella, mordisqueando su labio inferior.
Nick acarició sus pechos, atrapando un pezón entre el pulgar y el índice.
—¿Qué tal esto?
Miley lo miró, sus ojos cargados de deseo.
—Ahora que lo pienso, ¿por qué no nos olvidamos de esa primera noche y creamos recuerdos nuevos? —sugirió, mientras empezaba a desabrochar los botones de su camisa.
Tenían toda la noche, de modo que no había prisa, pensó él, sujetando sus manos.
—Ve más despacio.
—No quiero ir despacio —sonriendo, Sophie siguió con su tarea—. Te quiero desnudo ahora mismo.
Alex iba a sujetarla de nuevo, pero ella rozó su mano con los dientes y tuvo que apartarla, riendo. Estaba seguro de que lo hubiera mordido. Y sólo por eso, no iba a verlo desnudo en mucho rato.
Cuando había desabrochado la camisa y se lanzaba a hacer lo mismo con el pantalón, Nick sujetó sus manos poniéndolas sobre su cabeza y colocándose encima.
—Esto no es justo —protestó Miley, intentando soltarse.
No luchaba con todas sus fuerzas, pero él se dio cuenta de que si no le hacía saber quién llevaba el mando, aquélla iba a ser una pelea interminable.
—Nadie ha dicho que la vida sea justa.
Luego volvió a besarla apasionadamente y, poco después, Miley dejaba de luchar por fin. Cuando soltó sus manos, ella se las echó al cuello, enterrando los dedos en su pelo. Era más fiera, más ardiente de lo que recordaba.
Nick le quitó la camisola y la tiró al suelo. Llevaba un sujetador rosa de encaje que no dejaba nada a la imaginación. Sus pezones eran pequeños y oscuros… nunca había visto nada tan precioso.
Inclinó la cabeza para rozar uno con la lengua y Miley se arqueó hacia él. Cuando intentó apartarse, ella lo sujetó. Y esta vez decidió no protestar.
Riendo, apartó a un lado el sujetador, desnudando sus pechos para acariciarlos con la boca. Miley gemía, arqueándose hacia él, y como le gustó la reacción hizo lo mismo con el otro pecho. La besó y la chupó hasta que empezó a restregarse contra él…
Pero intentaba guiar su boca hacia la suya, luchando por recuperar el control de nuevo, de modo que Nick empezó a besar su estómago, sus costados. Cuando se puso de rodillas para desabrochar el pantalón ella alargó la mano, pero Nick la apartó.
—Voy a tener que atarte.
En los labios de Miley había una sonrisa llena de sensualidad; en sus ojos había un infierno.
—Lo dices como si fuera algo malo.
Quizá más tarde, ahora tenía otros planes.
Ella, juguetona, se quitó el sujetador y lo tiró al suelo. Sus pechos eran perfectos, pequeños pero firmes y suaves.
Nick se inclinó para besar uno, luego el otro… y después siguió bajando su pantalón hasta que quedó con un diminuto triángulo de encaje que apenas podía llamarse braguita. Y debajo no había nada más que piel suave y dorada.
Besó su estómago por encima de las braguitas ella echó la cabeza hacia atrás. Tenía un cuello precioso, largo y delicado. Cuando la besó por encima del encaje, Miley dejó escapar un gemido. Su aroma era ligero, fresco, femenino.
Sonriendo, Nick le quitó las braguitas y se sentó en cuclillas para mirarla.
—¿Qué?
—Nada
.—¿Por qué me miras así?
—Porque me gusta mirarte.
—Ah, bueno.
Se quedó así durante un minuto, admirando aquel cuerpo perfecto. Tenía los pies pequeños para ser una mujer tan alta, los tobillos delicados y unas piernas tan largas… unas piernas que estaba deseando sentir alrededor de su cintura.
—¿Por qué soy la única que está desnuda? —preguntó Miley.
—Porque aún no es mi turno.
—¿Quién lo dice?
—Yo.
—Ah, ya lo entiendo. Eres tímido y te da miedo admitirlo.
Él estaba besando su estómago, sus caderas…
—Tú sabes que eso no es verdad, alteza.
—Supongo que no podría convencerte para que dejaras de llamarme alteza.
—Me lo pensaré — Nick pasó la lengua por el interior de uno de sus mulos y luego la miró, sonriendo—, alteza.
Miley podría haber protestado… si no estuviera tan excitada y húmeda. Y también Alex estaba preparado. Había pasado demasiado tiempo. Demasiado desde la última vez que se sentía tan a gusto con una mujer. Desde que el sexo había sido tan divertido.
Y no quería ir deprisa, pero Miley parecía pensar que iba demasiado lento.
—Tócame —le rogó.
Nick la rozó con los dedos donde estaba húmeda y ella dejó escapar un gemido, mordiéndose los labios. Más atrevido, deslizó un dedo en su interior y Miley levantó las caderas hacia su mano.
— ¿Quieres más?
—Sí —musitó ella, con los ojos desenfocados. Le gustaba saber que la hacía disfrutar así, que era tan fácil.
Introdujo uno más, luego un tercero, pero podía ver que aún no era suficiente, de modo que inclinó la cabeza y la tocó con la lengua. Y fue recompensado con un gemido ronco de placer.
Cuando la tomó con la boca, Miley estuvo a punto de saltar de la cama. Sabía más dulce y más deliciosa que su postre favorito… y era mucho más satisfactorio. Luego ella puso esas preciosas piernas sobre sus hombros, encerrándolo como si temiese que fuera a parar. Aunque no iba a hacerlo. No había nada mejor que aquello.
Siguió acariciándola con los dedos y la lengua despacio porque no quería que terminase demasía do rápido y era evidente que casi había llegado. Con los dedos enredados en su pelo, la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, los talones clavándose en su espalda, Nick creía estar en el cielo.
Pero, aunque tenía cuidado, podía sentir que se le escapaba, que se acercaba al orgasmo cada vez más rápido sin que él pudiera evitarlo. Poco después se puso tensa y cerró las piernas, aplastando su cabeza entre sus muslos, estremeciéndose, sacudida por los espasmos.
Pero Nick no quería que terminase tan pronto, quería ver hasta dónde podía llevarla. Así que, en lugar de parar, incrementó la presión de su boca, de su lengua. Ella emitió un suspiro de protesta, intentando apartarlo, pero Nick insistió. Y un minuto después Miley hacía justo lo contrario: jadeando, se rompía casi inmediatamente.
Nick con el corazón acelerado, besaba su estómago, su piel suave y húmeda.
—Me ha gustado mucho…
Él siguió besando el valle entre sus perfectos pechos, su garganta, su barbilla, su cara.
—Afortunadamente para ti, alteza, sólo estaba calentando motores.

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