En un
parpadeo, la expresión aturdida de Miley se convirtió en una de rabia
apenas contenida. Y lo único que Nick pudo hacer fue seguirla mientras volvía a
su residencia a paso de marcha.
La había
tenido donde la quería, pero cuando llegó el momento de lanzarse al ataque no
pudo hacerlo. No debía haber ocurrido así. Ella no debía ser quien diera el
primer paso. Y él no debería sentir… aquello. Una emoción tan extraña que era
incapaz de identificarla. Algo más que deseo, más que atracción física. Y mucho
más que su mezquina venganza. Mientras la besaba se sentía… feliz.
Completo,
como si no le faltara nada.
Pero eso no
eran más que tonterías sentimentales. Lo había pillado desprevenido, nada más.
Pero Miley caminaba tan rápido que práctica mente iba corriendo.
—¿Quieres ir
un poco más despacio? —le rogó, hundiendo los mocasines en la empapada hierba
del jardín. Ella siguió caminando a toda prisa, sin molestarse en contestar—. Ve
más despacio, Sophie.
—¿Por qué?
Estoy haciendo precisamente lo que tú has sugerido: volver a casa.
—Qué cabezota
eres.
Miley se detuvo entonces tan abruptamente que Nick estuvo a punto de chocar con ella.
—Soy cabezota
¿y qué? —le espetó.
Nick dio un paso atrás, temiendo que
le diera una bofetada si se acercaba demasiado.
—Sólo quiero
hablar contigo.
—¿Para qué?
Ya has ganado.
—¿Qué he
ganado?
—Ese tonto
juego al que estabas jugando conmigo.
Tenía razón,
era un juego. Y debería disfrutar viéndola derrotada. En lugar de eso, se
sentía como un canalla.
Aparentemente,
el que había perdido era él.
Sólo
necesitaba una oportunidad para tranquilizarse, se dijo, para volver al plan
que había trazado. Para quitarse de encima ese absurdo sentimiento de culpa.
Y para evitar
que Sophie dejase de dirigirle la palabra.
—¿Te sientes
mejor ahora que te has vengado? —siguió ella.
—¿Qué estás
diciendo? Te beso y amenazas con llamar a los guardias, luego me besas tú y te
enfadas cuando yo piso el freno. ¿Y me acusas a mí de estar jugando?
—Sí, claro,
tienes toda la razón —replicó ella, irónica—. Caso cerrado, no hay más que
hablar.
Nick abrió la boca para protestar,
pero Miley levantó una mano.
—Me voy a
casa. No me sigas.
Aunque sintió
la tentación de hacerlo, el instinto le decía que lo mejor sería dejarla en paz
por el momento. De modo que cambió de dirección y Se dirigió al palacio.
Miley entró en el despacho de Phillip como una
tromba, dejando a su secretaria boquiabierta. Su hermano estaba detrás de su
escritorio… aunque Nick le había
dicho que no estaba en palacio.
Otra mentira.
Qué sorpresa.
Phillip la
miró de arriba abajo, atónito.
—¿Se puede
saber qué te ha pasado? Estás empapada.
Miley tomó la agenda de la visita de Nick y la tiró sobre la mesa.
—Busca a otro
que haga de niñera para tu amigo. Yo no pienso hacerlo.
Phillip se
cruzó tranquilamente de brazos, casi divertido.
—Podría jurar
que ya habíamos tenido esta discusión.
—Bueno, pues
la estamos teniendo otra vez. Él se echó hacia atrás en la silla y la observó
durante unos segundos, en silencio. Luego sacudió la cabeza.
—No, harás lo
que habíamos planeado hacer.
—No voy a
hacerlo.
— ¿Estás
segura?
Miley se puso enjarras.
— ¿No parezco
segura de lo que digo?
—Muy bien
—Phillip suspiró—. A partir de este momento, estás fuera del negocio familiar.
Sólo tendrás que encargarte de las obligaciones oficiales.
—Lo dirás de
broma.
—¿Te parece
que estoy de broma?
Miley estaba tan furiosa, tan frustrada, que le
daban ganas de dar una patada en el suelo.
—¿Es que no te
das cuenta de que no quiero hacerlo? ¿Estás intentando torturarme?
—Lo que
intento es enseñarte que esto es un negocio y uno no puede elegir por capricho
lo que quiere o no quiere hacer. Porque lo que eso me dice es que no se puede
contar contigo.
—Esto es
diferente.
— ¿Por qué es
diferente? Dame una buena razón. Miley no podía contarle la verdad. Y lo
único que se le ocurrió fue:
—Me hace
sentir… incómoda.
Phillip
levantó una ceja.
— ¿Se ha
comportado de manera inapropiada?
Nick la había besado el primer día sin
su permiso, eso era cierto. Pero debía ser justa; había sido ella quien dio el
primer paso en el jardín, de modo que estaban en tablas en cuanto al
comportamiento inapropiado.
—No
exactamente.
—Si lo ha
hecho, amigo mío o no, lo despediré inmediatamente y lo enviaré de vuelta a
Estados Unidos en el primer avión.
Miley estaba furiosa con Nick, pero no queque su hermano se enfadase
con él.
—No, no ha
hecho nada inapropiado. Es que no me cae bien.
—¿Por qué, no
te hace la pelota como todo el mundo?
—¡Phillip!
—Ya me lo
imaginaba —sonrió su hermano—. ¿Tú crees que a mí me gusta toda la gente con la
que tengo que relacionarme? Esto es un trabajo, acostúmbrate.
Miley lo entendía perfectamente. ¿Había
olvidado Phillip los innumerables invitados a los que había atendido durante
esos años? Invitados a veces amables, a veces fríos… incluso antipáticos. Y
nunca se había quejado. Al menos, no se había quejado mucho. Siempre hacía lo
que se esperaba de ella, de modo que por una vez podía darle la razón.
Claro que
entonces no sería Phillip.
—Muy bien
—suspiró por fin, pasándose una mano por el pelo—. Tendré que aguantarme.
—Y deberías
cambiar de imagen, ésa no te sienta bien —bromeó su hermano.
Hacía eso a
menudo desde que Hannah entró en su vida. Antes era una persona mucho más
sombría. Y Miley se alegraba de que fuera feliz,
pero le gustaría que no le hiciera la vida imposible.
—¿Qué pasa,
no te gusta mi imagen?
—¿Te ha
pillado la lluvia mientras estabas de paseo?
—¿Cómo lo has
adivinado?
—Volvía de
una reunión hace diez minutos y me encontrado con Nick
en el jardín… más o menos en el mismo estado que tú.
De modo que
Phillip sí estaba fuera del despajo al menos Nick
no había mentido sobre eso, pero se preguntó si se habría percatado de que a la
camisa de su invitado le faltaban algunos botones.
—Supongo que
también a él le pilló el chaparrón.
—Tú sabrás ya
que, según Nick, estabais juntos.
Miley no podía dejar de preguntarse qué más
cosas le habría contado, pero decidió no decir nada.
—Entonces,
¿estamos de acuerdo?
—Estamos de
acuerdo.
—¿No vas a
venir mañana otra vez con las mismas demandas?
—No volveré a
decir nada —suspiró Miley.
Al menos al
día siguiente no tendría que verlo. Un día entero para recuperarse.
—Muy bien.
—Voy a
cambiarme de ropa.
—Sí, por
favor.
—Te veo
después.
Estaba casi
en la puerta cuando su hermano la llamó.
—Por cierto,
casi se me olvida, he tenido que cancelar el partido de golf de mañana por un
asunto urgente, así que Nick tiene
todo el día libre. Con un poco de suerte, podré jugar unos hoyos a última hora
de la tarde.
De modo que
no tenía un día libre. Sophie levantó los ojos al cielo.
—¿Algún
problema?
—No, ningún
problema —contestó ella, haciendo un esfuerzo para sonreír.
—Estupendo.
Se lo he dicho a Nick y él me ha
propuesto que os encontréis en el vestíbulo mañana a la hora de siempre.
—No lo tenía
previsto, pero seguro que se me ocurre algo interesante que hacer.
— Nick me ha dicho que le gustaría descansar,
así que me he tomado la libertad de sugerir que fuerais a navegar por la mañana.
Y le ha parecido muy buena idea.
Varias horas
juntos en un yate. Genial, justo lo que deseaba.
—Llamaré al
puerto para que lo tengan todo preparado.
—Ya está
hecho.
—¿Ah, sí? Muy
bien.
—Mañana
llevaré a Nick a cenar al club de
campo. ¿Te importaría cuidar de Frederick hasta las once?
—No, claro
que no —contestó Miley. Eso, al menos, no sería difícil
porque adoraba a su sobrino.
—Hannah te
llamará para decirte a qué hora nos vamos.
—¿Alguna cosa
más?
—No, creo que
eso es todo.
— ¿Sabes una
cosa, Phillip? Estoy orgullosa de ti.
— ¿Perdona?
—He dicho que
estoy orgullosa de ti.
Su hermano la
miró con expresión suspicaz.
— ¿Qué
quieres?
Miley sonrió.
—Nada en
absoluto.
Pero Phillip
seguía mirándola con expresión escéptica como si no pudiera creerla.
—¿Estás orgullosa
de mí?
—Sí, en
serio. Sólo quería que lo supieras.
—Bueno, pues
gracias.
Miley se dio la vuelta, pero él la llamó antes
de que llegase a la puerta.
—Tú sabes que
las cosas que hago y las cosas que te digo… es sólo porque me importas.
—Lo sé.
—Que lo pases
bien mañana —Phillip se volvió hacia la pantalla de su ordenador y empezó a
teclear, una menos que sutil forma de despedirla.
Pero antes de
cerrar la puerta del estudio Miley comprobó que había una sonrisa
burlona en los labios de su hermano y no pudo dejar de pensar que Phillip sabía
más de lo que decía saber.
Mientras
volvía a su residencia, Miley iba planeando cómo iba a lidiar
con Nick durante esas dos semanas. No
podían seguir como hasta ahora porque de hacerlo acabaría perdiendo la cabeza.
Tenía que
haber alguna manera de solucionar la situación, algún compromiso al que
pudieran llegar para que ella pudiese mantener el control.
A pesar de
saber lo pesado que podía ser Nick
sorprendió al verlo sentado en los escalones del porche cuando llegó a su
residencia. Y aunque la idea de otra discusión le resultaba agotadora, dejar
aquel lio sin resolver, fermentándose y pudriéndose, no era una opción tampoco.
Así que en lugar de entrar sin decir nada, se sentó a su lado.
Nick se había cambiado de ropa y estaba
ligeramente inclinado hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas.
Parecía cansado. Y era tan guapo, tan físicamente perfecto en todos los
sentidos que su corazón empezó a palpitar como el de una adolescente.
Durante unos
minutos estuvieron en silencio y luego él dijo por fin:
—Creo que te
debo una disculpa, pero la verdad es que no sé por qué tendría que disculparme.
Seguramente
ésa era la frase más sincera que había pronunciado desde que llegó a Morgan
Isle.
Habían pasado
sólo dos días juntos y, sin embargo, Miley sentía como si lo conociera.
Aunque no lo conocía en absoluto. Aquello no tenía sentido.
—Si te
consuela, a mí me pasa lo mismo.
Nick sonrió.
—Entonces
como nos pasa lo mismo, en realidad no pasa nada.
—Si la vida
fuera así de sencilla…
—Sí, tienes
razón.
Suspirando, Miley se abrazó las piernas.
—No es culpa
mía.
—¿Qué no es
culpa tuya?
Tu
matrimonio, que fuera un fracaso.
—¿he dicho yo
que lo fuera?
—No, pero es
evidente que me culpas a mí. O a lo mejor estás amargado con todas las mujeres
y yo soy el objetivo más fácil.
Nick arrugó el ceño.
—Ésa es una
posibilidad.
De nuevo, muy
sincero. A lo mejor ésa era la clave del problema. Quizá en lugar de ignorar la
tensión que había entre ellos, sería más productivo poner las cartas sobre la
mesa y solucionar aquello de una vez por todas.
Claro que era
más fácil decirlo que hacerlo. Desnudar su alma nunca había sido uno de sus
puntos fuertes. La habían educado desde pequeña para esconder sus sentimientos,
para no mostrar debilidad en ninguna circunstancia. Y en aquel momento se
sentía más vulnerable que nunca en toda su vida.
Pero al menos
debía intentarlo.
Respirando
profundamente, decidió sincerarse:
—Te quería, Nick, y quería casarme contigo. Pero créeme
cuando te digo que te hice un favor. Nuestra relación era demasiado… fuerte,
demasiado intensa. Y no estábamos preparados para los sacrificios que
hubiéramos tenido que hacer… — Miley sacudió la cabeza—. Habríamos
terminado odiándonos.
Nick se encogió de hombros.
—Supongo que
no lo sabremos nunca.
Pero ésa era
la cuestión, ella sí lo sabía. Había tenido demasiados ejemplos en casa.
—Siento
haberte hecho daño, pero de verdad pensé que no tenía otra opción.
—Hiciste lo
que te pareció mejor en ese momento y no puedo culparte por ello, ¿no? Pero me
habría gustado tener la oportunidad de tomar la decisión por mí mismo.
Podía
culparla si quería, podía estar enfadado con ella de por vida, pero esperaba
que no lo hiciera. Le gustaría que olvidaran el pasado, que fueran amigos.
—En cuanto a
mi matrimonio —siguió Nick —, yo soy
el único culpable. Puede que recibiera presiones por parte de mi familia, pero
nadie me puso una pistola en la frente. La verdad es que tomé el camino más
fácil. O entonces me lo pareció.
En cierto
sentido, ella había hecho lo mismo; terminar con Nick
había sido mucho más fácil que intentar que su relación funcionase. Pero
seguramente habrían sido felices durante unos años antes de que todo acabara en
desastre.
Entonces
pensó que rompiendo con él estaba dándole a los dos la oportunidad de encontrar
la felicidad con otra persona. ¿Cómo iba a saber que ninguno de los dos la
aprovecharía?
—Debería
haberte llamado… haberte dado alguna explicación. Pero tenía miedo.
—¿De qué?
—De oír tu
voz. Porque estaba segura de que hubiera cambiado de opinión. O de que tú me
convencerías.
—Supongo que
hiciste lo que tenías que hacer.
—¿Crees que
algún día podremos olvidarlo? Nick la
miró, esbozando una sonrisa.
—Creo que
existe la posibilidad.
Miley asintió con la cabeza.
—Claro que
tenemos otro problema.
—¿Qué
problema?
Ella
carraspeó, apretando las piernas.
—La tensión
sexual.
Nick se encogió de hombros.
—Yo no tengo
un problema con eso.
—Por favor…
¿no tienes un problema con eso?
—Sí, muy
bien, de acuerdo. Reconozco que hay cierta tensión.
—Pero tenemos
que estar juntos estas dos semanas y, francamente, estaría bien que pudiéramos
disfrutar un poco —en cuanto dijo esas palabras se le ocurrió una idea
brillante. Más que eso.
—Parece que
se te acaba de encender una bombilla.
—Así es. No
sé cómo no lo había pensado antes…
—¿Por qué
tengo la impresión de que no va a gustarme?
—Al
contrario, creo que estarás de acuerdo en que es lo único que podemos hacer.
—Muy bien
—dijo Nick, con expresión escéptica—. Cuéntamelo.
—Creo que
debería acostarme contigo.
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