miércoles, 16 de enero de 2013

El amante de la Princesa capitulo 11





En un parpadeo, la expresión aturdida de Miley se convirtió en una de rabia apenas contenida. Y lo único que Nick pudo hacer fue seguirla mientras volvía a su residencia a paso de marcha.
La había tenido donde la quería, pero cuando llegó el momento de lanzarse al ataque no pudo hacerlo. No debía haber ocurrido así. Ella no debía ser quien diera el primer paso. Y él no debería sentir… aquello. Una emoción tan extraña que era incapaz de identificarla. Algo más que deseo, más que atracción física. Y mucho más que su mezquina venganza. Mientras la besaba se sentía… feliz.
Completo, como si no le faltara nada.

Pero eso no eran más que tonterías sentimentales. Lo había pillado desprevenido, nada más.
Pero Miley caminaba tan rápido que práctica mente iba corriendo.
—¿Quieres ir un poco más despacio? —le rogó, hundiendo los mocasines en la empapada hierba del jardín. Ella siguió caminando a toda prisa, sin molestarse en contestar—. Ve más despacio, Sophie.
—¿Por qué? Estoy haciendo precisamente lo que tú has sugerido: volver a casa.
—Qué cabezota eres.
Miley se detuvo entonces tan abruptamente que Nick estuvo a punto de chocar con ella.
—Soy cabezota ¿y qué? —le espetó.
Nick dio un paso atrás, temiendo que le diera una bofetada si se acercaba demasiado.
—Sólo quiero hablar contigo.
—¿Para qué? Ya has ganado.
—¿Qué he ganado?
—Ese tonto juego al que estabas jugando conmigo.
Tenía razón, era un juego. Y debería disfrutar viéndola derrotada. En lugar de eso, se sentía como un canalla.
Aparentemente, el que había perdido era él.
Sólo necesitaba una oportunidad para tranquilizarse, se dijo, para volver al plan que había trazado. Para quitarse de encima ese absurdo sentimiento de culpa.
Y para evitar que Sophie dejase de dirigirle la palabra.

—¿Te sientes mejor ahora que te has vengado? —siguió ella.
—¿Qué estás diciendo? Te beso y amenazas con llamar a los guardias, luego me besas tú y te enfadas cuando yo piso el freno. ¿Y me acusas a mí de estar jugando?
—Sí, claro, tienes toda la razón —replicó ella, irónica—. Caso cerrado, no hay más que hablar.
Nick abrió la boca para protestar, pero Miley levantó una mano.
—Me voy a casa. No me sigas.
Aunque sintió la tentación de hacerlo, el instinto le decía que lo mejor sería dejarla en paz por el momento. De modo que cambió de dirección y Se dirigió al palacio.
Miley entró en el despacho de Phillip como una tromba, dejando a su secretaria boquiabierta. Su hermano estaba detrás de su escritorio… aunque Nick le había dicho que no estaba en palacio.
Otra mentira. Qué sorpresa.
Phillip la miró de arriba abajo, atónito.
—¿Se puede saber qué te ha pasado? Estás empapada.
Miley tomó la agenda de la visita de Nick y la tiró sobre la mesa.
—Busca a otro que haga de niñera para tu amigo. Yo no pienso hacerlo.
Phillip se cruzó tranquilamente de brazos, casi divertido.
—Podría jurar que ya habíamos tenido esta discusión.
—Bueno, pues la estamos teniendo otra vez. Él se echó hacia atrás en la silla y la observó durante unos segundos, en silencio. Luego sacudió la cabeza.
—No, harás lo que habíamos planeado hacer.
—No voy a hacerlo.
— ¿Estás segura?
Miley se puso enjarras.
— ¿No parezco segura de lo que digo?
—Muy bien —Phillip suspiró—. A partir de este momento, estás fuera del negocio familiar. Sólo tendrás que encargarte de las obligaciones oficiales.
—Lo dirás de broma.
—¿Te parece que estoy de broma?
Miley estaba tan furiosa, tan frustrada, que le daban ganas de dar una patada en el suelo.
—¿Es que no te das cuenta de que no quiero hacerlo? ¿Estás intentando torturarme?
—Lo que intento es enseñarte que esto es un negocio y uno no puede elegir por capricho lo que quiere o no quiere hacer. Porque lo que eso me dice es que no se puede contar contigo.
—Esto es diferente.

— ¿Por qué es diferente? Dame una buena razón. Miley no podía contarle la verdad. Y lo único que se le ocurrió fue:
—Me hace sentir… incómoda.
Phillip levantó una ceja.
— ¿Se ha comportado de manera inapropiada?
Nick la había besado el primer día sin su permiso, eso era cierto. Pero debía ser justa; había sido ella quien dio el primer paso en el jardín, de modo que estaban en tablas en cuanto al comportamiento inapropiado.
—No exactamente.
—Si lo ha hecho, amigo mío o no, lo despediré inmediatamente y lo enviaré de vuelta a Estados Unidos en el primer avión.

Miley estaba furiosa con Nick, pero no queque su hermano se enfadase con él.
—No, no ha hecho nada inapropiado. Es que no me cae bien.
—¿Por qué, no te hace la pelota como todo el mundo?
—¡Phillip!

—Ya me lo imaginaba —sonrió su hermano—. ¿Tú crees que a mí me gusta toda la gente con la que tengo que relacionarme? Esto es un trabajo, acostúmbrate.
Miley lo entendía perfectamente. ¿Había olvidado Phillip los innumerables invitados a los que había atendido durante esos años? Invitados a veces amables, a veces fríos… incluso antipáticos. Y nunca se había quejado. Al menos, no se había quejado mucho. Siempre hacía lo que se esperaba de ella, de modo que por una vez podía darle la razón.
Claro que entonces no sería Phillip.
—Muy bien —suspiró por fin, pasándose una mano por el pelo—. Tendré que aguantarme.
—Y deberías cambiar de imagen, ésa no te sienta bien —bromeó su hermano.
Hacía eso a menudo desde que Hannah entró en su vida. Antes era una persona mucho más sombría. Y Miley se alegraba de que fuera feliz, pero le gustaría que no le hiciera la vida imposible.
—¿Qué pasa, no te gusta mi imagen?

—¿Te ha pillado la lluvia mientras estabas de paseo?
—¿Cómo lo has adivinado?
—Volvía de una reunión hace diez minutos y me encontrado con Nick en el jardín… más o menos en el mismo estado que tú.
De modo que Phillip sí estaba fuera del despajo al menos Nick no había mentido sobre eso, pero se preguntó si se habría percatado de que a la camisa de su invitado le faltaban algunos botones.

—Supongo que también a él le pilló el chaparrón.
—Tú sabrás ya que, según Nick, estabais juntos.
Miley no podía dejar de preguntarse qué más cosas le habría contado, pero decidió no decir nada.
—Entonces, ¿estamos de acuerdo?
—Estamos de acuerdo.
—¿No vas a venir mañana otra vez con las mismas demandas?
—No volveré a decir nada —suspiró Miley.
Al menos al día siguiente no tendría que verlo. Un día entero para recuperarse.
—Muy bien.
—Voy a cambiarme de ropa.
—Sí, por favor.
—Te veo después.
Estaba casi en la puerta cuando su hermano la llamó.

—Por cierto, casi se me olvida, he tenido que cancelar el partido de golf de mañana por un asunto urgente, así que Nick tiene todo el día libre. Con un poco de suerte, podré jugar unos hoyos a última hora de la tarde.
De modo que no tenía un día libre. Sophie levantó los ojos al cielo.
—¿Algún problema?
—No, ningún problema —contestó ella, haciendo un esfuerzo para sonreír.
—Estupendo. Se lo he dicho a Nick y él me ha propuesto que os encontréis en el vestíbulo mañana a la hora de siempre.

—No lo tenía previsto, pero seguro que se me ocurre algo interesante que hacer.
Nick me ha dicho que le gustaría descansar, así que me he tomado la libertad de sugerir que fuerais a navegar por la mañana. Y le ha parecido muy buena idea.
Varias horas juntos en un yate. Genial, justo lo que deseaba.
—Llamaré al puerto para que lo tengan todo preparado.
—Ya está hecho.
—¿Ah, sí? Muy bien.
—Mañana llevaré a Nick a cenar al club de campo. ¿Te importaría cuidar de Frederick hasta las once?
—No, claro que no —contestó Miley. Eso, al menos, no sería difícil porque adoraba a su sobrino.
—Hannah te llamará para decirte a qué hora nos vamos.
—¿Alguna cosa más?
—No, creo que eso es todo.
— ¿Sabes una cosa, Phillip? Estoy orgullosa de ti.
— ¿Perdona?
—He dicho que estoy orgullosa de ti.
Su hermano la miró con expresión suspicaz.
— ¿Qué quieres?
Miley sonrió.
—Nada en absoluto.
Pero Phillip seguía mirándola con expresión escéptica como si no pudiera creerla.
—¿Estás orgullosa de mí?
—Sí, en serio. Sólo quería que lo supieras.
—Bueno, pues gracias.
Miley se dio la vuelta, pero él la llamó antes de que llegase a la puerta.
—Tú sabes que las cosas que hago y las cosas que te digo… es sólo porque me importas.
—Lo sé.

—Que lo pases bien mañana —Phillip se volvió hacia la pantalla de su ordenador y empezó a teclear, una menos que sutil forma de despedirla.
Pero antes de cerrar la puerta del estudio Miley comprobó que había una sonrisa burlona en los labios de su hermano y no pudo dejar de pensar que Phillip sabía más de lo que decía saber.

Mientras volvía a su residencia, Miley iba planeando cómo iba a lidiar con Nick durante esas dos semanas. No podían seguir como hasta ahora porque de hacerlo acabaría perdiendo la cabeza.

Tenía que haber alguna manera de solucionar la situación, algún compromiso al que pudieran llegar para que ella pudiese mantener el control.
A pesar de saber lo pesado que podía ser Nick sorprendió al verlo sentado en los escalones del porche cuando llegó a su residencia. Y aunque la idea de otra discusión le resultaba agotadora, dejar aquel lio sin resolver, fermentándose y pudriéndose, no era una opción tampoco. Así que en lugar de entrar sin decir nada, se sentó a su lado.

Nick se había cambiado de ropa y estaba ligeramente inclinado hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas. Parecía cansado. Y era tan guapo, tan físicamente perfecto en todos los sentidos que su corazón empezó a palpitar como el de una adolescente.
Durante unos minutos estuvieron en silencio y luego él dijo por fin:
—Creo que te debo una disculpa, pero la verdad es que no sé por qué tendría que disculparme.
Seguramente ésa era la frase más sincera que había pronunciado desde que llegó a Morgan Isle.

Habían pasado sólo dos días juntos y, sin embargo, Miley sentía como si lo conociera. Aunque no lo conocía en absoluto. Aquello no tenía sentido.
—Si te consuela, a mí me pasa lo mismo.
Nick sonrió.
—Entonces como nos pasa lo mismo, en realidad no pasa nada.
—Si la vida fuera así de sencilla…
—Sí, tienes razón.
Suspirando, Miley se abrazó las piernas.
—No es culpa mía.
—¿Qué no es culpa tuya?
Tu matrimonio, que fuera un fracaso.
—¿he dicho yo que lo fuera?
—No, pero es evidente que me culpas a mí. O a lo mejor estás amargado con todas las mujeres y yo soy el objetivo más fácil.
Nick arrugó el ceño.
—Ésa es una posibilidad.

De nuevo, muy sincero. A lo mejor ésa era la clave del problema. Quizá en lugar de ignorar la tensión que había entre ellos, sería más productivo poner las cartas sobre la mesa y solucionar aquello de una vez por todas.

Claro que era más fácil decirlo que hacerlo. Desnudar su alma nunca había sido uno de sus puntos fuertes. La habían educado desde pequeña para esconder sus sentimientos, para no mostrar debilidad en ninguna circunstancia. Y en aquel momento se sentía más vulnerable que nunca en toda su vida.
Pero al menos debía intentarlo.

Respirando profundamente, decidió sincerarse:
—Te quería, Nick, y quería casarme contigo. Pero créeme cuando te digo que te hice un favor. Nuestra relación era demasiado… fuerte, demasiado intensa. Y no estábamos preparados para los sacrificios que hubiéramos tenido que hacer… — Miley sacudió la cabeza—. Habríamos terminado odiándonos.
Nick se encogió de hombros.
—Supongo que no lo sabremos nunca.

Pero ésa era la cuestión, ella sí lo sabía. Había tenido demasiados ejemplos en casa.
—Siento haberte hecho daño, pero de verdad pensé que no tenía otra opción.
—Hiciste lo que te pareció mejor en ese momento y no puedo culparte por ello, ¿no? Pero me habría gustado tener la oportunidad de tomar la decisión por mí mismo.
Podía culparla si quería, podía estar enfadado con ella de por vida, pero esperaba que no lo hiciera. Le gustaría que olvidaran el pasado, que fueran amigos.

—En cuanto a mi matrimonio —siguió Nick —, yo soy el único culpable. Puede que recibiera presiones por parte de mi familia, pero nadie me puso una pistola en la frente. La verdad es que tomé el camino más fácil. O entonces me lo pareció.
En cierto sentido, ella había hecho lo mismo; terminar con Nick había sido mucho más fácil que intentar que su relación funcionase. Pero seguramente habrían sido felices durante unos años antes de que todo acabara en desastre.

Entonces pensó que rompiendo con él estaba dándole a los dos la oportunidad de encontrar la felicidad con otra persona. ¿Cómo iba a saber que ninguno de los dos la aprovecharía?
—Debería haberte llamado… haberte dado alguna explicación. Pero tenía miedo.
—¿De qué?
—De oír tu voz. Porque estaba segura de que hubiera cambiado de opinión. O de que tú me convencerías.
—Supongo que hiciste lo que tenías que hacer.
—¿Crees que algún día podremos olvidarlo? Nick la miró, esbozando una sonrisa.
—Creo que existe la posibilidad.
Miley asintió con la cabeza.
—Claro que tenemos otro problema.
—¿Qué problema?
Ella carraspeó, apretando las piernas.
—La tensión sexual.
Nick se encogió de hombros.

—Yo no tengo un problema con eso.
—Por favor… ¿no tienes un problema con eso?
—Sí, muy bien, de acuerdo. Reconozco que hay cierta tensión.
—Pero tenemos que estar juntos estas dos semanas y, francamente, estaría bien que pudiéramos disfrutar un poco —en cuanto dijo esas palabras se le ocurrió una idea brillante. Más que eso.

—Parece que se te acaba de encender una bombilla.
—Así es. No sé cómo no lo había pensado antes…
—¿Por qué tengo la impresión de que no va a gustarme?
—Al contrario, creo que estarás de acuerdo en que es lo único que podemos hacer.
—Muy bien —dijo Nick, con expresión escéptica—. Cuéntamelo.
—Creo que debería acostarme contigo.

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