miércoles, 2 de enero de 2013

De Secretaria A Esposa Capitulo 7





Aquella noche en la fiesta a la que no había querido asistir, la noche en la que había visto a Joe por primera vez, se había sentido profundamente impresionada ante las intensas ansias que había sentido por estar con un completo extraño. Abrumada por él y por el deseo que Joe parecía sentir a su vez por ella, y todavía dolida por la amarga experiencia con su ex, se había permitido sucumbir ante la experta y maravillosa seducción del italiano. Pero por la mañana había visto las cosas con más calma y, diciéndose a sí misma que probablemente había vuelto a cometer un colosal error con otro hombre, se había marchado apresuradamente sin darse la oportunidad de hablar con Joe ni de pensar con claridad...

—Yo estaba... estaba superando una ruptura que había ocurrido antes de haber viajado a Italia —dijo.
El aire acondicionado que había en la sala provocó que los escalofríos que estaba sintiendo al recordar todo aquello se hicieran aún más intensos.
—Así que te acostaste conmigo por despecho, ¿no es eso lo que estás diciendo? —preguntó él, empleando un amargo tono de voz.

— ¡No! ¡No estoy diciendo eso en absoluto! ¡No me acosté contigo por despecho!
—Entonces tal vez yo fui una especie de premio de consolación porque tu novio te había rechazado.

Tras escuchar la opinión que se había formado Joe de lo que había ocurrido en Milán, Demi intentó tranquilizarse y hacerle entender la verdadera situación.
—Por favor, préstame atención —le pidió, acercándose al enorme escritorio que la separaba de él, el cual estaba sentado al otro lado de éste—. Mi ex novio no me rechazó... por lo menos no lo hizo de la manera que tú piensas. Acabábamos de comprometernos en matrimonio cuando lo encontré en la cama con otra mujer... con su amante.

Parte de la tensión que había reflejado la cara de Luca pareció desaparecer, aunque sus cautivadores ojos azules seguían reflejando a su vez demasiada sospecha.
— ¿Tu ex novio era un hombre rico?—preguntó.
—Era un exitoso corredor de Bolsa.
—Muchos hombres ricos tienen amantes. Tal vez no sea algo tan impactante como piensas. Demetria.

Ella se preguntó qué era exactamente lo que le estaba diciendo Joe. Pensó que tal vez le estaba dando a entender que él mismo también tenía una amante. Repentinamente no pudo soportar el sufrimiento que aquella posibilidad le causó. Se planteó que quizá debía recibir algún tipo de terapia para evitar elegir a aquel tipo de hombres. Entonces suspiró profundamente y se preguntó si la situación podría mejorar.

—Bueno, pues a mí me parece muy impactante —declaró acaloradamente—. Si no puedes confiar en la persona con la que pretendes pasar el resto de tu vida, entonces... ¿en quién puedes hacerlo? Hayden me mintió. Me hizo creer que era una clase de hombre muy distinta a la que en realidad era. ¡Yo jamás podría mantener una relación con alguien que necesitara tener a otra mujer a su lado! La idea me parece detestable... y lo sería para la mayoría de las mujeres normales, estoy segura.

—Ésa es tu opinión. Pero... ¿por qué te marchaste de mi cama a la mañana siguiente sin decirme que pretendías irte? Es algo que todavía no comprendo.
—Tenía miedo —contestó Joe, encogiéndose de hombros. Se le revolucionó el corazón y se sintió levemente mareada. Sintió náuseas y una necesidad imperiosa de ir al cuarto de baño más cercano.
— ¿De qué? —quiso saber Joe.

— ¿No puedes imaginártelo? ¡De volver a hacer el ridículo de nuevo con un hombre! Lo siento... ¡pero tengo que ir al cuarto de baño!
Dándose la vuelta apresuradamente, ella apenas fue consciente de la dirección que tomaron sus pies. Se sintió muy desorientada y le fue difícil centrarse.
— ¿Demetria?

La preocupación que reflejó la voz de Joe le sorprendió. Pero estaba demasiado decidida a llegar al cuarto de baño más cercano antes de hacer el ridículo de una manera que no quería ni imaginarse. Abrió la puerta del despacho de Joe y salió a un pasillo enmoquetado. Sin vacilar ni un segundo, se dirigió al servicio de señoritas que había al final de éste.

Alarmado al haberse percatado de lo rápido que la cara de Demetria había palidecido, Joe se levantó de la silla de cuero de su escritorio y la siguió al servicio de señoritas. Abrió la puerta y, preocupado, oyó el sonido de unas arcadas que provenía de dentro de uno de los cubículos.
— ¡Demetria! —La llamó, siguiendo la dirección del sonido—, ¿Estás enferma? ¿Qué te ocurre? ¡Dímelo!

—Por favor... —contestó una débil voz— simplemente déjame en paz. Estaré bien en un momento.
— ¿Necesitas ayuda? Tenemos una doctora en el edificio. Voy a ir a buscarla...
— ¡No! ¡Por favor, no lo hagas! Ya te lo he dicho; en unos minutos estaré bien. Simplemente permíteme que me recomponga.

Sin confiar en que aquello fuera lo más inteligente, Joe se percató de que no tenía otra opción más que darle a Demetria unos pocos minutos para que pudiera recuperarse de lo que fuera que la había puesto enferma y desear que no tuviera nada serio.

Regresó a su despacho de mala gana y estuvo dando vueltas por éste durante unos momentos. Se sintió muy intranquilo al no saber qué le ocurría a Demi. Mientras la esperaba, pensó en lo que ésta le había contado de su ex novio y en que lo había encontrado en la cama con otra mujer.

Su amigo Hassan había descrito a Demetria como una mujer inocente. Él estuvo de acuerdo en que aquélla era la impresión que la dulce cara y la delicada voz de ella tan cautivadoramente transmitían, pero al mismo tiempo sabía que era una mujer capaz de entregar la clase de pasión que provocaba que el corazón de un hombre latiera tan rápido que éste se olvidara hasta de su propio nombre cuando estaba en sus brazos.

Sintió como un vertiginoso e intenso calor se apoderaba de su cuerpo al recordar la noche que había compartido con Demi...

Se preguntó si lo que le había contado acerca de su ex novio y de la amante de éste sería verdad. Si era cierto y ella realmente había amado a aquel hombre, podía comprender el gran daño que le habría causado una traición de tal envergadura. Pero no conocía a Demetria suficientemente bien como para saber si estaba diciendo la verdad o no.

Todo lo que sabía era que su inesperada y repentina marcha antes de que él se hubiera despertado aquella mañana en Milán le había confundido y molestado, así como también había provocado que se cuestionara su propio juicio.

Si ella hubiera intentado ponerse en contacto con él poco después para disculparse o para explicarle qué había ocurrido, tal vez... sólo tal vez... la habría perdonado. Pero durante aquellos tres meses sólo había obtenido un sepulcral silencio por parte de Demetria y en aquel momento, en realidad, no conocía las intenciones de ésta.

Ella era la primera mujer desde hacía más de tres años, desde el fallecimiento de Sophia, que había captado su atención, pero el comportamiento que había tenido tras la noche que habían pasado juntos había sido más que lamentable.

Él había sentido una asombrosa conexión entre ambos y no sólo a nivel físico. Demetria tenía algo que le había hecho revivir unos sentimientos que había creído que estarían dormidos para siempre. Había estado durante mucho tiempo viviendo una vida casi insensible, pero entonces la había visto a ella al otro lado de aquella abarrotada sala y... ¡con sólo verla se le había revolucionado la sangre en las venas! No sabía cómo explicar algo tan misterioso. Tal vez la verdad era que en aquel momento había estado débil y vulnerable emocionalmente y que había fantaseado con que la conexión entre ambos era mucho más significativa de lo que en realidad había sido. 

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