A saber lo
que Cynthia, su ex, les habría contado. Pero aunque supieran que había tenido
una aventura con otro hombre, daría igual. Como la mayoría de las mujeres, se
apoyaban las unas a las otras.
Eso era algo
que le gustaba de Miley, que iba por libre. Según ella, la mayoría de las
mujeres se sentían intimidades por su título y las que no se sentían
intimidadas tenían intención de aprovecharse de alguna forma.
Nick sacudió
la cabeza, sonriendo.
Últimamente
estaba amargado con todas las mujeres, pensó. Y seguramente Sophie sólo era un
objetivo conveniente.
Se lo estaba
poniendo fácil, desde luego. Pero al día siguiente empezaría la diversión de
verdad. Y sabía, sin la menor duda, que ella merecía recibir una dosis de su
propia medicina.
Nick estaba esperando en el vestíbulo
a las nueve en punto, como habían acordado, y Miley
se debatía entre la anticipación y la desilusión. En realidad, había esperado
que tuviera que marcharse urgentemente para así ahorrarse el mal trago. Pero,
por lo visto, al menos durante aquel día iba a tener que lidiar con ese
inconveniente.
Aunque era un
inconveniente muy atractivo, debía reconocer. Con un pantalón gris y una camisa
de seda negra con los dos primeros botones desabrochados, dejando al
descubierto un cuello increíblemente masculino, Sophie se vio perdida en los
recuerdos…
¿Seguiría
siendo su torso tan suave, tan bien definido? ¿Sería su piel tan cálida como
antes?
Miley sacudió la cabeza para alejar esos
pensamientos. No quería saberlo.
— ¿Has
dormido bien? —le preguntó.
—Mejor que en
mucho tiempo —contestó él.
En realidad,
tenía un aspecto más alegre. Ella, por otro lado, había dormido fatal.
—Creo
recordar que la última noche que dormí en esa cama no dormí en absoluto —dijo Nick, haciéndole un guiño—. Claro que entonces
tenía compañía.
También ella
lo recordaba con todo detalle. Recordaba sus besos, sus caricias… y cuando se
quedaron dormidos, desnudos y abrazados como dos amantes.
El recuerdo
hizo que se marease.
¿Dos semanas
soportando esos recuerdos? Pues no, no le daría esa satisfacción.
—Fue hace
mucho tiempo —le dijo, con expresión aburrida—. Supongo que lo había olvidado.
Nick se limitó a sonreír, como si
pudiera ver lo que había detrás de esa máscara de frialdad.
—¿Nos vamos?
—Cuando
digas, alteza.
¿Qué estaba
haciendo, jugar con ella? A ese ritmo, iba a ser un día agotador.
Su
guardaespaldas les abrió la puerta del coche y luego se sentó al lado del
conductor.
—¿Qué vamos a
hacer hoy? —preguntó Nick.
—Primero,
vamos al Royal Inn. Algunas zonas del hotel siguen en obras, pero la mayoría de
las reformas ya están terminadas. Comeremos en el restaurante del hotel y luego
volveremos a palacio para cenar.
—¿Y mañana?
—Una visita
al Museo de Historia Natural y al Centro de Investigación Científica. Luego, si
tenemos tiempo, iremos a dar un paseo en coche por la costa.
—Supongo que
no tendremos un momento para relajarnos.
—El miércoles
tienes que jugar al golf con Phillip a las siete de la mañana y el jueves mi
hermano piensa llevarte de caza, al otro lado de la isla. El sábado pasarás el
día con Phillip y Hannah en el yate.
—¿Y las
noches? —preguntó él, con un brillo burlón en los ojos.
Oh, por
favor. ¿Podía ser menos sutil?
—Seguro que
encuentras alguna forma de diversión —contestó Miley.
En lugar de
mostrarse ofendido, Nick soltó una
carcajada.
—Phillip
mencionó un evento benéfico…
—Sí, el
viernes por la noche.
—¿Tú también asistirás?
—Por
supuesto.
—Entonces
resérvame un baile.
Miley asintió amablemente, pensando: «ni lo
sueñes».
Nick se inclinó un poco hacia ella en
el interior del coche.
—Bueno,
alteza, ¿qué sueles hacer normalmente?
—¿A qué te
refieres?
—Si no
tuvieras que enseñarme la isla, ¿qué harías un día normal?
Ella se
encogió de hombros.
—Esto es lo
que hago.
—¿Enseñas la
isla a los invitados de tu hermano?
—Entre otras
cosas. También acudo y organizo eventos benéficos, cenas oficiales…
básicamente, el mío es un trabajo de Relaciones Públicas.
Nick asintió.
—Suena…
interesante.
A Miley no le pasó desapercibido el sarcasmo ¿Quién era él para
juzgarla?, se preguntó, enfadada. Estaba poniéndole muy difícil ser
diplomática. Y sospechaba que eso era precisamente lo que quería.
Pero se
negaba a darle esa satisfacción.
—¿No te
parece bien?
—No, es que
imaginaba que harías otras cosas… más importantes. Hace diez años tenías
grandes aspiraciones.
En
circunstancias normales ella sería la primera en admitir que sus deberes dejaban
mucho que desear, pero frente a Nick se
encontró defendiendo su puesto:
—Lo que yo
hago es importante y necesario. Y no es tan banal como tú pareces creer.
—Lo sé, Miley. Sólo me preguntaba si lo sabías tú.
¿Qué?
Por primera
vez desde… bueno, desde siempre, alguien la había dejado en silencio.
Pero no tardó
mucho en recuperarse.
—¿Qué has
querido decir con eso?
Nadie en
Morgan Isle se atrevía a hablarle con tanta franqueza y, en cierto modo, le
resultaba divertido. Sí, era un alivio estar con alguien que no se mostraba
obsequioso sólo porque era la princesa.
—Tenía la
impresión de que no te dabas cuenta de lo importante que eres. ¿Sabes que
Phillip se ha referido a ti en varias ocasiones como el pegamento que une a la
familia?
Y ella
pensando que Phillip la consideraba una molestia… pero lo que más le sorprendía
no era que su hermano pensara eso sino que se lo hubiera contado a alguien.
—Pues tiene
una manera muy peculiar de demostrarlo.
—Los hermanos
son así. Particularmente, los hermanos mayores. Pregúntale a mi hermana pequeña
—sonrió Nick —. Más de una vez me ha acusado
de meter la nariz donde no me correspondía. Pero yo lo hago con cariño, de
verdad.
Miley sonrió… pero borró inmediatamente la
sonrisa de su rostro. Nick estaba rompiendo
sus defensas, metiéndose bajo su piel. Dentro de su corazón.
Girando la
cabeza, se dedicó a mirar por la ventanilla. Estaban dejando atrás el campo
para entrar en la ciudad.
—¿Ocurre
algo? —preguntó él.
—No, pero… no
quiero hablar de eso. No es apropiado.
—Muy bien.
¿De qué quieres hablar?
De nada. Sólo
quería estar allí, en silencio. Pero una buena anfitriona no se comportaría
así. No, debía ser amable y alegre. Ella solía ser como un camaleón, haciendo
lo que convenía en cada momento o con cada invitado. Pero con Nick no estaba segura de quién debía ser.
Afortunadamente,
en unos minutos llegarían al hotel. Situada en el mar de Irlanda, entre
Inglaterra e Irlanda, Morgan Isle era una isla pequeña, pero con mucho encanto.
Doscientas veinte siete millas cuadradas de costa.
—Se me había
olvidado lo bonita que es la bahía —murmuró Nick
—. Un paraíso.
Por fin un
tema de conversación que no tenía que ver con su vida privada. Qué alivio.
—A nosotros
nos gusta pensar eso.
—Han
construido muchos edificios desde la última vez que estuve aquí, ¿no?
—Sí, claro,
aunque más del cuarenta por ciento de la isla está dedicado a parques
naturales.
—Phillip me
contó que el turismo se había triplicado en los últimos años.
—Así es.
Y no era una
coincidencia, además. Los cambios habían empezado tras la muerte de su padre y
Phillip se había encargado de todo. Aunque al principio de manera extraoficial
porque su madre, que siguió en el trono hasta su muerte, estaba gravemente
enferma.
Como hermano
Phillip podía ser insoportable, pero era un buen líder. Y se le ocurrió
entonces que nunca le había dicho lo orgullosa que estaba de él.
—Nuestra
economía está creciendo y el valor de las propiedades inmobiliarias se ha
duplicado.
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