miércoles, 2 de enero de 2013

El Amante de La Princesa Capitulo 7




A saber lo que Cynthia, su ex, les habría contado. Pero aunque supieran que había tenido una aventura con otro hombre, daría igual. Como la mayoría de las mujeres, se apoyaban las unas a las otras.

Eso era algo que le gustaba de Miley, que iba por libre. Según ella, la mayoría de las mujeres se sentían intimidades por su título y las que no se sentían intimidadas tenían intención de aprovecharse de alguna forma.
Nick sacudió la cabeza, sonriendo.

Últimamente estaba amargado con todas las mujeres, pensó. Y seguramente Sophie sólo era un objetivo conveniente.
Se lo estaba poniendo fácil, desde luego. Pero al día siguiente empezaría la diversión de verdad. Y sabía, sin la menor duda, que ella merecía recibir una dosis de su propia medicina.


Nick estaba esperando en el vestíbulo a las nueve en punto, como habían acordado, y Miley se debatía entre la anticipación y la desilusión. En realidad, había esperado que tuviera que marcharse urgentemente para así ahorrarse el mal trago. Pero, por lo visto, al menos durante aquel día iba a tener que lidiar con ese inconveniente.

Aunque era un inconveniente muy atractivo, debía reconocer. Con un pantalón gris y una camisa de seda negra con los dos primeros botones desabrochados, dejando al descubierto un cuello increíblemente masculino, Sophie se vio perdida en los recuerdos…
¿Seguiría siendo su torso tan suave, tan bien definido? ¿Sería su piel tan cálida como antes?
Miley sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos. No quería saberlo.
— ¿Has dormido bien? —le preguntó.
—Mejor que en mucho tiempo —contestó él.
En realidad, tenía un aspecto más alegre. Ella, por otro lado, había dormido fatal.
—Creo recordar que la última noche que dormí en esa cama no dormí en absoluto —dijo Nick, haciéndole un guiño—. Claro que entonces tenía compañía.

También ella lo recordaba con todo detalle. Recordaba sus besos, sus caricias… y cuando se quedaron dormidos, desnudos y abrazados como dos amantes.
El recuerdo hizo que se marease.
¿Dos semanas soportando esos recuerdos? Pues no, no le daría esa satisfacción.
—Fue hace mucho tiempo —le dijo, con expresión aburrida—. Supongo que lo había olvidado.
Nick se limitó a sonreír, como si pudiera ver lo que había detrás de esa máscara de frialdad.
—¿Nos vamos?
—Cuando digas, alteza.
¿Qué estaba haciendo, jugar con ella? A ese ritmo, iba a ser un día agotador.
Su guardaespaldas les abrió la puerta del coche y luego se sentó al lado del conductor.
—¿Qué vamos a hacer hoy? —preguntó Nick.
—Primero, vamos al Royal Inn. Algunas zonas del hotel siguen en obras, pero la mayoría de las reformas ya están terminadas. Comeremos en el restaurante del hotel y luego volveremos a palacio para cenar.

—¿Y mañana?
—Una visita al Museo de Historia Natural y al Centro de Investigación Científica. Luego, si tenemos tiempo, iremos a dar un paseo en coche por la costa.
—Supongo que no tendremos un momento para relajarnos.

—El miércoles tienes que jugar al golf con Phillip a las siete de la mañana y el jueves mi hermano piensa llevarte de caza, al otro lado de la isla. El sábado pasarás el día con Phillip y Hannah en el yate.

—¿Y las noches? —preguntó él, con un brillo burlón en los ojos.
Oh, por favor. ¿Podía ser menos sutil?
—Seguro que encuentras alguna forma de diversión —contestó Miley.
En lugar de mostrarse ofendido, Nick soltó una carcajada.
—Phillip mencionó un evento benéfico…
—Sí, el viernes por la noche.
—¿Tú también asistirás?
—Por supuesto.
—Entonces resérvame un baile.
Miley asintió amablemente, pensando: «ni lo sueñes».
Nick se inclinó un poco hacia ella en el interior del coche.
—Bueno, alteza, ¿qué sueles hacer normalmente?
—¿A qué te refieres?
—Si no tuvieras que enseñarme la isla, ¿qué harías un día normal?
Ella se encogió de hombros.
—Esto es lo que hago.
—¿Enseñas la isla a los invitados de tu hermano?
—Entre otras cosas. También acudo y organizo eventos benéficos, cenas oficiales… básicamente, el mío es un trabajo de Relaciones Públicas.
Nick asintió.

—Suena… interesante.
A Miley no le pasó desapercibido el sarcasmo ¿Quién era él para juzgarla?, se preguntó, enfadada. Estaba poniéndole muy difícil ser diplomática. Y sospechaba que eso era precisamente lo que quería.
Pero se negaba a darle esa satisfacción.
—¿No te parece bien?

—No, es que imaginaba que harías otras cosas… más importantes. Hace diez años tenías grandes aspiraciones.

En circunstancias normales ella sería la primera en admitir que sus deberes dejaban mucho que desear, pero frente a Nick se encontró defendiendo su puesto:
—Lo que yo hago es importante y necesario. Y no es tan banal como tú pareces creer.
—Lo sé, Miley. Sólo me preguntaba si lo sabías tú.
¿Qué?
Por primera vez desde… bueno, desde siempre, alguien la había dejado en silencio.
Pero no tardó mucho en recuperarse.
—¿Qué has querido decir con eso?

Nadie en Morgan Isle se atrevía a hablarle con tanta franqueza y, en cierto modo, le resultaba divertido. Sí, era un alivio estar con alguien que no se mostraba obsequioso sólo porque era la princesa.

—Tenía la impresión de que no te dabas cuenta de lo importante que eres. ¿Sabes que Phillip se ha referido a ti en varias ocasiones como el pegamento que une a la familia?
Y ella pensando que Phillip la consideraba una molestia… pero lo que más le sorprendía no era que su hermano pensara eso sino que se lo hubiera contado a alguien.
—Pues tiene una manera muy peculiar de demostrarlo.

—Los hermanos son así. Particularmente, los hermanos mayores. Pregúntale a mi hermana pequeña —sonrió Nick —. Más de una vez me ha acusado de meter la nariz donde no me correspondía. Pero yo lo hago con cariño, de verdad.
Miley sonrió… pero borró inmediatamente la sonrisa de su rostro. Nick estaba rompiendo sus defensas, metiéndose bajo su piel. Dentro de su corazón.
Girando la cabeza, se dedicó a mirar por la ventanilla. Estaban dejando atrás el campo para entrar en la ciudad.
—¿Ocurre algo? —preguntó él.
—No, pero… no quiero hablar de eso. No es apropiado.
—Muy bien. ¿De qué quieres hablar?
De nada. Sólo quería estar allí, en silencio. Pero una buena anfitriona no se comportaría así. No, debía ser amable y alegre. Ella solía ser como un camaleón, haciendo lo que convenía en cada momento o con cada invitado. Pero con Nick no estaba segura de quién debía ser.

Afortunadamente, en unos minutos llegarían al hotel. Situada en el mar de Irlanda, entre Inglaterra e Irlanda, Morgan Isle era una isla pequeña, pero con mucho encanto. Doscientas veinte siete millas cuadradas de costa.
—Se me había olvidado lo bonita que es la bahía —murmuró Nick —. Un paraíso.
Por fin un tema de conversación que no tenía que ver con su vida privada. Qué alivio.
—A nosotros nos gusta pensar eso.
—Han construido muchos edificios desde la última vez que estuve aquí, ¿no?
—Sí, claro, aunque más del cuarenta por ciento de la isla está dedicado a parques naturales.
—Phillip me contó que el turismo se había triplicado en los últimos años.
—Así es.
Y no era una coincidencia, además. Los cambios habían empezado tras la muerte de su padre y Phillip se había encargado de todo. Aunque al principio de manera extraoficial porque su madre, que siguió en el trono hasta su muerte, estaba gravemente enferma.
Como hermano Phillip podía ser insoportable, pero era un buen líder. Y se le ocurrió entonces que nunca le había dicho lo orgullosa que estaba de él.
—Nuestra economía está creciendo y el valor de las propiedades inmobiliarias se ha duplicado.

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