Después de
enseñarle algunas de las mejores suites, almorzaron en Les Régals du Rois, el
nuevo restaurante francés del hotel.
Nick estaba realmente impresionado con
el Royal Inn, un establecimiento muy elegante y exclusivo, pero al que acudían
tanto los más privilegiados como clientes normales.
En términos
de tamaño, aquel proyecto no era lo que él consideraría importante, pero en
términos de notoriedad sería interesantísimo.
—¿Qué te
parece? —le preguntó ella cuando volvieron al coche.
—Creo que tu
familia tiene una buena inversión entre manos.
Miley sonrió.
Y él pensando
que había olvidado cómo hacerlo… pero era evidente que estaba orgullosa de lo
que había conseguido su familia.
—No soy un
experto en hoteles, pero hay una cosa a tomar en cuenta.
—Dime.
—He estado
haciendo averiguaciones y creo que en Morgan Isle no hay hoteles equipados para
organizar conferencias o reuniones empresariales. Podríais pensar en ello.
—¿Tú crees
que atraería más clientes?
—En un
mercado sin tocar, así que creo que merecería la pena.
—Se lo
comentaré a Phillip y Ethan.
Por fin había
dicho algo que no despertaba una mueca o un gesto de desaprobación, pensó.
Aunque quizá había llegado el momento de mover las cosas un poco.
—¿Qué vamos a
hacer ahora? ¿Un paseo por la costa?
—Eso tendrá
que esperar. Phillip me ha dicho que quería verte esta tarde.
Aunque Nick estaba deseando charlar con su viejo amigo,
no podía negar que se sentía un poco decepcionado. Estaba haciendo progresos
con Sophie, rompiendo sus defensas. Ya no se mostraba tan tensa, tan
desconfiada. A ese paso, en unos días la tendría exactamente donde la quería.
Pero no había
prisa, se recordó a sí mismo. Tenía dos semanas. Tiempo suficiente para
conseguir lo que quería. Y aquellas vacaciones eran exactamente lo que
necesitaba. No recordaba la última vez que se había sentido tan relajado, una
mañana que no despertase casi temiendo el día que le esperaba.
—Gracias por
molestarte en enseñarme el hotel.
—Es lo que
hago —Sophie se encogió de hombros.
—Y lo haces
muy bien, alteza.
Ella arrugó
el ceño.
— ¿He dicho
algo malo?
—No, nada.
—Tiene que
ser algo —dijo Nick, haciéndose el tonto—.
¿Por qué me miras así?
— ¿Por qué
insistes en llamarme alteza?
—Es tu título
¿no?
—Sí, pero…
—Tienes que
aprender a aceptar cumplidos, alteza.
—Pues a lo
mejor deberías decirlos de forma que no sonaran tan…
—¿Tan qué?
—Tan
sugerentes. Nick soltó una carcajada.
—¿Decirte que
haces bien tu trabajo? ¿Eso te ha parecido sugerente?
Miley parecía a punto de explotar, pero sabía
que no le daría esa satisfacción. Lo que ella no sabía era que le daba más
satisfacción verla esforzándose tanto por recuperar la compostura.
—Muy bien,
quizá era un poco sugerente, pero es muy divertido tomarte el pelo. Supongo que
no te ocurre a menudo.
—No, no me
ocurre a menudo.
—Pues tendrás
que acostumbrarte —sonrió Nick.
—Parece que
no tengo elección.
—No deberías
tomarte la vida tan en serio, Miley.
—¿No debería
tomarme la vida tan en serio? —repitió ella, irritada—. ¿Y por qué crees que
debes decirme lo que tengo o no tengo que hacer? No me conoces ha pasado
demasiado tiempo desde que estuvimos juntos.
Quizá no la
conocía, pero sabía que era caprichosa y arrogante. Pero, aunque estaba
acostumbrada a salirse con la suya, no sabía contra quién estaba luchando.
Y él lo
estaba pasando demasiado bien como para cambiar de táctica.
Eran sólo las
tres de la tarde, pero cuando Miley volvió a su residencia le pareció
que aquél había sido uno de los días más largos de su vida.
No culpaba a Nick por estar enfadado con ella por lo que
ocurrió en el pasado, pero estaba enviándole unos mensajes tan contradictorios
que empezaba a ponerse nerviosa.
El coche la
dejó en la puerta y Wilson salió a recibirla.
—El príncipe
Ethan llamó mientras estaba fuera, alteza. Y pidió que lo llamase en cuanto
volviera. Es urgente.
Miley suspiró. Lo último que necesitaba en
aquel momento eran más problemas, pero Ethan no solía exagerar. Si él decía que
era importante, debía serlo.
—Gracias,
Wilson. Lo llamaré ahora mismo.
Usando el teléfono
del estudio, marco el número de su hermanastro y Ethan contestó casi
inmediatamente.
—¿Puedo ir a
tu casa para hablar un momento contigo?
Lo primero
que Miley pensó fue que Lizzy Se había puesto peor.
—Sí, claro.
¿Qué ocurre?
—Te lo
contaré en cuanto llegue. Estoy en el palacio, así que tardaré cinco minutos.
Apenas había
tenido tiempo de lavarse las manos cuando oyó el rugido del Porsche en la
puerta y luego el sonido del timbre que anunciaba su llegada.
Y, en lugar
de esperar que lo hiciese Wilson, abrió ella misma.
—Qué rápido.
Ethan le dio
un beso en la mejilla antes de entrar. En las manos llevaba un sobre grande.
—Me vendría
bien una copa.
Aunque su
hermanastro era una de las personas más tranquilas que conocía, parecía
visiblemente agitado.
—Vamos al
estudio.
Él observó en
silencio mientras Sophie le servía dos dedos de su mejor whisky.
— ¿Qué tienes
que contarme que es tan urgente?
— ¿El nombre
Richard Thornsby te suena de algo?
—Si te
refieres al Richard Thornsby que fue Primer Ministro cuando aún vivía nuestro
padre sí, claro que me suena.
¿Pero cómo lo
sabía Ethan? Thornsby había muerto muchos años antes.
—Según tengo
entendido, nuestro padre y él no tenían mucho en común.
—Eso es decir
poco. Eran enemigos mortales.
—¿Y alguna
vez te contó por qué?
—Yo no me
atreví a preguntar. Pero no podíamos mencionar su nombre en casa. Incluso
después de su muerte. Yo pensé que era porque tenían diferencias de opinión.
—He leído que
nuestro padre lo echó de su puesto, lo cual arruinó su vida política para
siempre.
—Nuestro
padre era un hombre despiadado, Ethan. No toleraba a nadie que no estuviera de
acuerdo con él —dijo Miley, intrigada—. ¿Por qué estás tan
interesado de repente?
—Thornsby y
su mujer murieron unos años después de que él dejara su puesto como Primer
Ministro.
—Sí, en un
accidente de coche.
—Pero hubo un
superviviente.
—Eso es, su
hija de diez años. Creo que se llamaba Melissa.
—Melissa
Angélica Thornsby. Cuando sus padres murieron la enviaron a vivir con unos
parientes en Estados Unidos.
—No lo sé,
Ethan. Ya te he dicho que en casa no se hablaba de esa familia. Nunca, jamás.
—Yo creo
saber por qué. Y no tiene nada que ver con diferencias políticas.
—No te
entiendo.
—Creo que sus
diferencias eran de naturaleza más… personal.
—Ethan, ¿te
importaría decirme a qué te refieres?
—Que nuestro
padre era un mujeriego no es un secreto para nadie y no sería tan extraño que
hubiera tenido más hijos aparte de nosotros.
—¿Cómo?
—Hijos
ilegítimos, como yo. Ayer estuve en el ático buscando entre las cosas de
nuestro padre… y he encontrado esto.
Por fin, Ethan
le entregó el sobre y Miley vació el contenido sobre una
mesa: eran artículos de revistas y periódicos. Y no tardó mucho en averiguar de
qué hablaban: todos eran sobre la hija de Thornsby, Melissa.
—No lo
entiendo.
—¿Por qué
guardaría nuestro padre un montón de viejos artículos sobre la hija de su
rival?
No podía
significar lo que ella temía…
—No, no puede
ser.
Ethan tomó
uno de los artículos.
—Mira esta
fotografía: el pelo oscuro, la forma de la cara, los ojos…
Miley no podía negar que había cierto parecido.
—¿De verdad
crees que es nuestra hermana?
—Creo que
existe la posibilidad.
Si su padre
había tenido una aventura con la esposa del Primer Ministro, eso explicaría su
enemistad. Y, dada la reputación de su padre, no sólo era posible sino
probable.
—¿Y si fuera
así?
—Si lo es,
podríamos tener un serio problema.
—Sí, bueno, a
la familia no le vendría bien otro escándalo.
—Es peor que
eso.
—¿Qué quieres
decir?
—Melissa
nació el mismo año que Phillip, un mes antes que él. Y como tú sabes igual que
yo, es el primer hijo del monarca quien hereda el trono.
A Miley se le encogió el corazón.
—Si es
nuestra hermana… ella sería la reina, no Phillip.
—Eso parece.
No quería ni
imaginar lo que eso le haría a Phillip… o lo que significaría para el país.
—¿Phillip lo
sabe?
Ethan negó
con la cabeza.
—Quería
hablar contigo antes de nada.
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