miércoles, 2 de enero de 2013

El Amante De La Princesa Capitulo 9





Después de enseñarle algunas de las mejores suites, almorzaron en Les Régals du Rois, el nuevo restaurante francés del hotel.

Nick estaba realmente impresionado con el Royal Inn, un establecimiento muy elegante y exclusivo, pero al que acudían tanto los más privilegiados como clientes normales.
En términos de tamaño, aquel proyecto no era lo que él consideraría importante, pero en términos de notoriedad sería interesantísimo.

—¿Qué te parece? —le preguntó ella cuando volvieron al coche.
—Creo que tu familia tiene una buena inversión entre manos.
Miley sonrió.
Y él pensando que había olvidado cómo hacerlo… pero era evidente que estaba orgullosa de lo que había conseguido su familia.
—No soy un experto en hoteles, pero hay una cosa a tomar en cuenta.
—Dime.
—He estado haciendo averiguaciones y creo que en Morgan Isle no hay hoteles equipados para organizar conferencias o reuniones empresariales. Podríais pensar en ello.
—¿Tú crees que atraería más clientes?
—En un mercado sin tocar, así que creo que merecería la pena.
—Se lo comentaré a Phillip y Ethan.

Por fin había dicho algo que no despertaba una mueca o un gesto de desaprobación, pensó. Aunque quizá había llegado el momento de mover las cosas un poco.
—¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Un paseo por la costa?

—Eso tendrá que esperar. Phillip me ha dicho que quería verte esta tarde.
Aunque Nick estaba deseando charlar con su viejo amigo, no podía negar que se sentía un poco decepcionado. Estaba haciendo progresos con Sophie, rompiendo sus defensas. Ya no se mostraba tan tensa, tan desconfiada. A ese paso, en unos días la tendría exactamente donde la quería.

Pero no había prisa, se recordó a sí mismo. Tenía dos semanas. Tiempo suficiente para conseguir lo que quería. Y aquellas vacaciones eran exactamente lo que necesitaba. No recordaba la última vez que se había sentido tan relajado, una mañana que no despertase casi temiendo el día que le esperaba.
—Gracias por molestarte en enseñarme el hotel.
—Es lo que hago —Sophie se encogió de hombros.
—Y lo haces muy bien, alteza.
Ella arrugó el ceño.
— ¿He dicho algo malo?
—No, nada.
—Tiene que ser algo —dijo Nick, haciéndose el tonto—. ¿Por qué me miras así?
— ¿Por qué insistes en llamarme alteza?
—Es tu título ¿no?
—Sí, pero…
—Tienes que aprender a aceptar cumplidos, alteza.
—Pues a lo mejor deberías decirlos de forma que no sonaran tan…
—¿Tan qué?
—Tan sugerentes. Nick soltó una carcajada.
—¿Decirte que haces bien tu trabajo? ¿Eso te ha parecido sugerente?
Miley parecía a punto de explotar, pero sabía que no le daría esa satisfacción. Lo que ella no sabía era que le daba más satisfacción verla esforzándose tanto por recuperar la compostura.

—Muy bien, quizá era un poco sugerente, pero es muy divertido tomarte el pelo. Supongo que no te ocurre a menudo.
—No, no me ocurre a menudo.
—Pues tendrás que acostumbrarte —sonrió Nick.
—Parece que no tengo elección.

—No deberías tomarte la vida tan en serio, Miley.
—¿No debería tomarme la vida tan en serio? —repitió ella, irritada—. ¿Y por qué crees que debes decirme lo que tengo o no tengo que hacer? No me conoces ha pasado demasiado tiempo desde que estuvimos juntos.

Quizá no la conocía, pero sabía que era caprichosa y arrogante. Pero, aunque estaba acostumbrada a salirse con la suya, no sabía contra quién estaba luchando.
Y él lo estaba pasando demasiado bien como para cambiar de táctica.
Eran sólo las tres de la tarde, pero cuando Miley volvió a su residencia le pareció que aquél había sido uno de los días más largos de su vida.

No culpaba a Nick por estar enfadado con ella por lo que ocurrió en el pasado, pero estaba enviándole unos mensajes tan contradictorios que empezaba a ponerse nerviosa.
El coche la dejó en la puerta y Wilson salió a recibirla.
—El príncipe Ethan llamó mientras estaba fuera, alteza. Y pidió que lo llamase en cuanto volviera. Es urgente.

Miley suspiró. Lo último que necesitaba en aquel momento eran más problemas, pero Ethan no solía exagerar. Si él decía que era importante, debía serlo.
—Gracias, Wilson. Lo llamaré ahora mismo.
Usando el teléfono del estudio, marco el número de su hermanastro y Ethan contestó casi inmediatamente.

—¿Puedo ir a tu casa para hablar un momento contigo?
Lo primero que Miley pensó fue que Lizzy Se había puesto peor.
—Sí, claro. ¿Qué ocurre?

—Te lo contaré en cuanto llegue. Estoy en el palacio, así que tardaré cinco minutos.
Apenas había tenido tiempo de lavarse las manos cuando oyó el rugido del Porsche en la puerta y luego el sonido del timbre que anunciaba su llegada.
Y, en lugar de esperar que lo hiciese Wilson, abrió ella misma.
—Qué rápido.

Ethan le dio un beso en la mejilla antes de entrar. En las manos llevaba un sobre grande.
—Me vendría bien una copa.
Aunque su hermanastro era una de las personas más tranquilas que conocía, parecía visiblemente agitado.
—Vamos al estudio.
Él observó en silencio mientras Sophie le servía dos dedos de su mejor whisky.
— ¿Qué tienes que contarme que es tan urgente?
— ¿El nombre Richard Thornsby te suena de algo?
—Si te refieres al Richard Thornsby que fue Primer Ministro cuando aún vivía nuestro padre sí, claro que me suena.

¿Pero cómo lo sabía Ethan? Thornsby había muerto muchos años antes.
—Según tengo entendido, nuestro padre y él no tenían mucho en común.
—Eso es decir poco. Eran enemigos mortales.
—¿Y alguna vez te contó por qué?

—Yo no me atreví a preguntar. Pero no podíamos mencionar su nombre en casa. Incluso después de su muerte. Yo pensé que era porque tenían diferencias de opinión.
—He leído que nuestro padre lo echó de su puesto, lo cual arruinó su vida política para siempre.

—Nuestro padre era un hombre despiadado, Ethan. No toleraba a nadie que no estuviera de acuerdo con él —dijo Miley, intrigada—. ¿Por qué estás tan interesado de repente?
—Thornsby y su mujer murieron unos años después de que él dejara su puesto como Primer Ministro.
—Sí, en un accidente de coche.
—Pero hubo un superviviente.
—Eso es, su hija de diez años. Creo que se llamaba Melissa.
—Melissa Angélica Thornsby. Cuando sus padres murieron la enviaron a vivir con unos parientes en Estados Unidos.
—No lo sé, Ethan. Ya te he dicho que en casa no se hablaba de esa familia. Nunca, jamás.

—Yo creo saber por qué. Y no tiene nada que ver con diferencias políticas.
—No te entiendo.

—Creo que sus diferencias eran de naturaleza más… personal.
—Ethan, ¿te importaría decirme a qué te refieres?
—Que nuestro padre era un mujeriego no es un secreto para nadie y no sería tan extraño que hubiera tenido más hijos aparte de nosotros.
—¿Cómo?
—Hijos ilegítimos, como yo. Ayer estuve en el ático buscando entre las cosas de nuestro padre… y he encontrado esto.

Por fin, Ethan le entregó el sobre y Miley vació el contenido sobre una mesa: eran artículos de revistas y periódicos. Y no tardó mucho en averiguar de qué hablaban: todos eran sobre la hija de Thornsby, Melissa.
—No lo entiendo.
—¿Por qué guardaría nuestro padre un montón de viejos artículos sobre la hija de su rival?
No podía significar lo que ella temía…
—No, no puede ser.
Ethan tomó uno de los artículos.

—Mira esta fotografía: el pelo oscuro, la forma de la cara, los ojos…
Miley no podía negar que había cierto parecido.
—¿De verdad crees que es nuestra hermana?
—Creo que existe la posibilidad.
Si su padre había tenido una aventura con la esposa del Primer Ministro, eso explicaría su enemistad. Y, dada la reputación de su padre, no sólo era posible sino probable.
—¿Y si fuera así?

—Si lo es, podríamos tener un serio problema.
—Sí, bueno, a la familia no le vendría bien otro escándalo.
—Es peor que eso.
—¿Qué quieres decir?

—Melissa nació el mismo año que Phillip, un mes antes que él. Y como tú sabes igual que yo, es el primer hijo del monarca quien hereda el trono.
A Miley se le encogió el corazón.
—Si es nuestra hermana… ella sería la reina, no Phillip.
—Eso parece.
No quería ni imaginar lo que eso le haría a Phillip… o lo que significaría para el país.
—¿Phillip lo sabe?
Ethan negó con la cabeza.
—Quería hablar contigo antes de nada.

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