domingo, 27 de enero de 2013

De Secretaria A Esposa Capitulo 10




— ¡No habías mencionado nada de eso antes!
—Hoy he tenido muchas cosas en la cabeza. Demetria, ¡sobre todo a ti!
Demi se preguntó si realmente él había estado pensando en ella y se planteó qué cosas se le habrían pasado por la cabeza exactamente. Si eran algo parecido a los contradictorios pensamientos y deseos que ella había soportado por él, no le extrañaba que hubiera estado ensimismado.
— ¿Lo harás? —le preguntó Joe, frunciendo el ceño.
Ella pensó que si se negaba, corría el riesgo de perder tanto el trabajo como la oportunidad de revelarle sus noticias. Por lo que no lo pensó demasiado.
—Sí, lo haré. Pero... ¿no tienes a nadie más que pueda ayudarte?
—Normalmente Janine me habría ayudado, pero como ya sabes está de vacaciones y te estoy pagando a ti para que actúes como mi asistente personal en su lugar... ¿no es así?
Al detectar cierta irritación en la voz de él, Demi no quiso enojarle aún más. Pero, aunque se sentía muy agradecida ante la necesidad que él tenía de que su asistente personal actuara como su anfitriona ya que ello implicaba que no había ninguna mujer en aquel momento en su vida, sintió curiosidad por saber por qué aquel atractivo hombre permanecía soltero. Sintió una ridícula esperanza dentro de ella... esperanza que rápida y dolorosamente reprimió.
—Primero tendré que ir a mi casa para refrescarme y cambiarme de ropa. ¿A qué hora necesitas que esté allí?
—Mi chófer, Brian, te llevará a tu casa, esperará a que termines y después te llevará a la mía. Iré con vosotros al principio para que me deje en casa. Venga, vamos... el tiempo se nos está echando encima.
Tras decir aquello, y mirando a Demi con expectación, Joe le puso una mano en la espalda al acercarse a ella.
Entonces, desconcertantemente, como para recordarle a Demetria que realmente estaba jugando con fuego, ésta sintió como una pequeña corriente eléctrica le recorría el cuerpo debido a aquel contacto físico.
Finalmente, la fiesta que Joe había tenido que celebrar en su casa para Hassan, los socios de éste y algunos de sus propios colegas de negocios, junto con las esposas de éstos, no resultó ser tan tensa como su anfitrión había previsto. Al tener una muy apretada agenda laboral que frecuentemente incluía tener que llevarse planos a casa para estudiarlos y perfeccionarlos, desde hacía algún tiempo había necesitado unas vacaciones, pero había estado resistiéndose a ello. Y en aquel momento, al observar a Demetria moverse por su elegante salón, al observarla hablando con sus amigos, se percató de lo fácil que su nueva asistente personal le estaba poniendo las cosas aquella tarde.
Ella se había puesto un vestido de cóctel negro y su oscuro pelo caía sobre sus pálidos hombros. Estaba absolutamente deslumbrante. De hecho, estaba tan preciosa que pensó que incluso podría comérsela. Los socios de Hassan se habían acercado a ella constantemente una vez que él mismo había realizado las presentaciones oportunas.
Sabía que el estudio de arquitectos del árabe era uno de los más importantes del mundo y que a los empresarios les resultaría difícil encontrar otra empresa que pudiera alcanzar el impresionante nivel de innovación y dedicación al cliente que ofrecía el estudio de su amigo. Pero también sabía que tener a Demetria como su anfitriona durante aquella velada había influido mucho en que los empresarios allí reunidos hubieran decidido darle una comisión. Acababa de mantener una conversación con ellos en la cual habían acordado dicha comisión con un apretón de manos.
En aquel momento se encontraba a solas con Hassan. Notó que éste también estaba observando a la preciosa morena que estaba al otro lado del salón.
El árabe sonrió indulgentemente cuando ella echó la cabeza para atrás y se rió de algo que había dicho una de las esposas de los colegas de Joe.
— ¿Te das cuenta de que esa hermosa mujer supone un activo muy importante? —comentó con un toque de envidia en la voz.
Joe recordó que la gente había acostumbrado a decir lo mismo de Sophia y que él se había sentido muy orgulloso al haber estado casado con una mujer tan bella. Al pensar aquello sintió como le daba un vuelco el estómago. Pero a su vez, recordó que al final la gente no había sido tan elogiosa... no cuando ella se había distanciado deliberadamente tanto de la compañía en sí como de él...
—Te confieso que no me había dado cuenta de que lo era tanto hasta este momento —contestó con sinceridad, mirando el champán de su copa con aire distraído—. Está claro que le resulta muy fácil hacer que todos se sientan como en casa.
—Si fuera tú... —comenzó a decir Hassan, bajando la voz con complicidad. A continuación se acercó aún más a su amigo— no permitiría que se me escapara.
Más tarde, aquella misma velada, cuando sus invitados ya se habían marchado y Joe estuvo a solas con Demetria, no pudo evitar recordar lo que le había dicho su amigo. Y no quiso despedirse de ella... sin importarle que Demetria no hubiera tenido tantas ganas de quedarse con él tras su último encuentro en Milán. Pensó que sería un mentiroso si no reconociera ante sí mismo que aquello todavía tenía el poder de dolerle. Pero en aquel momento, al observar como ella contenía un bostezo y le sonreía educadamente, se sintió extrañamente predispuesto a perdonarla...
—Esta noche has hecho un trabajo magnífico —dijo, sintiendo como le daba un vuelco el estómago al percibir la cautivadora fragancia del perfume de Demi. Entonces observó el seductor escote de su vestido y no trató de contener el poderoso deseo que le recorrió el cuerpo al ver aquella demasiado tentadora carne—, ¡Has sido la anfitriona perfecta!
—Gracias —respondió ella, apartando la mirada—, Pero no ha sido tan difícil... ¡tus invitados eran un encanto! Normalmente, este tipo de situaciones no me parecen fáciles en absoluto.
— ¿Como la fiesta en Milán? —sugirió Joe con delicadeza, acercándose para tomar entre sus dedos un mechón de pelo de Demetria.
Sorprendida, ella respiró profundamente.
—Te confieso que aquella noche me sentí un poco como pez fuera del agua —admitió, ruborizándose.
—Parecías una niña pequeña pérdida que necesitaba ser rescatada —concedió Joe—. Pero aquella noche yo me sentía igual de perdido.
— ¿En tu propia fiesta?
—Así es. Pero entonces te vi... y de inmediato dejé de sentirme perdido.
Al ver la impresión que reflejaron los ojos de ella, él repentinamente se percató de lo que había dicho y del sentimiento de vulnerabilidad que su confesión había provocado en lo más profundo de su ser. Pensó que el champán estaba teniendo un peligroso efecto en su lengua. Se dijo a sí mismo que era mejor dejar que Demetria se marchara en aquel momento, antes de que él empeorara las cosas. Tal vez volviera a encontrar consuelo temporal en los brazos de ella pero, al día siguiente, ambos tenían que continuar trabajando juntos y si mantenían relaciones sexuales, por mucho que deseara hacerlo, sólo complicarían las cosas.
Fue consciente de que sería mucho mejor si planeaba sus tan necesitadas vacaciones antes que contemplar la posibilidad de tener una aventura con una mujer que ya le había demostrado que no era precisamente digna de confianza.
Soltó el sedoso mechón de pelo de ella y miró su reloj Rolex de forma abierta.
—Se está haciendo muy tarde y ambos tenemos que madrugar mañana. Brian está esperando en el coche para llevarte a casa.
Ignorando la confusión que reflejaron los ojos de Demi, la acompañó a la entrada de su mansión. La ayudó a ponerse sobre los hombros la capa de terciopelo azul que había llevado para abrigarse. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no posar las manos sobre aquellos preciosos hombros y darle la vuelta para que lo mirara... ya que tal vez no habría podido evitar besarla con tanta pasión como estaba deseando...
—Gracias otra vez por tu ayuda. Te veré en la oficina por la mañana. Descansa.
Ella lo miró brevemente a los ojos.
—Entonces... buenas noches —contestó. Pareció que había comprendido la silenciosa señal de Joe de que era mejor que se separaran.
Incluso al abrir la puerta principal para que Demi saliera, él estaba mentalmente en retirada. Observó sólo durante un momento como ella bajaba los peldaños de las escaleras de la vivienda para dirigirse al silencioso y brillante Rolls—Royce que la estaba esperando. Entonces cerró la puerta apresuradamente, como para evitar la tentación de seguirla y de admitir que, después de todo, estaba deseando que pasara la noche en su casa...

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