Su primer
instinto era quemar las fotografías y los artículos del periódico, pero ¿y si
Melissa Thornsby era su hermana? Si le hubiera cerrado la puerta a Ethan al
descubrir que era hijo ilegítimo de su padre habría perdido una de las
relaciones personales más estrechas de su vida. ¿Cómo podían negarle la entrada
a Melissa si era miembro de la familia?
Pero había
tanto en juego…
—¿Crees que
debemos contárselo a Phillip?
—Creo que,
por el momento, deberíamos mantenerlo en secreto —contestó Miley —. Hasta que no tengamos pruebas fehacientes no hay razón
para disgustarlo.
—Me gustaría
hablar con Charles para pedirle que averigüe todo lo que pueda sobre ella.
—Buena idea,
podemos confiar en su discreción y también deberíamos pedirle que averigüe lo
que se puede hacer si ella fuese la heredera y decidiera ocupar el trono.
—Si Phillip
descubre que hemos estado haciendo todo eso a sus espaldas se pondrá furioso.
—Cuando
llegue el momento, yo lidiaré con él. Tú encárgate de lo demás.
—Este podría
ser un problema gravísimo, Miley. Especialmente si Melissa tiene
algún resentimiento contra la familia.
Lo cual era
enteramente posible.
—Nos
preocuparemos de eso si ocurre. Pero, aunque fuese la heredera legítima, podría
no tener interés en ocupar el puesto que le corresponde.
Quería creer
eso, pero últimamente nada era tan sencillo.
Pretextando
un supuesto dolor de cabeza que, después de su conversación con Ethan había dejado
de ser un pretexto, Miley evitó cenar esa noche con el
invitado de su hermano.
Desgraciadamente,
no tuvo más remedio que pasar el día siguiente con Nick.
Lo llevó al Museo de Ciencia Natural y al Centro de Investigación Científica y,
aunque normalmente aquélla era su parte favorita de la visita, tenía tantas
cosas en la cabeza que estaba distraída.
Pero Nick se tomaba su tiempo para verlo todo… en fin,
había visto caracoles en el jardín moverse a más velocidad.
¿Y por qué
tenía que estar tan cerca todo el tiempo? Siempre parecía estar rozando su
mano, su brazo. ¿No entendía el concepto del espacio personal?
Pero si era
tan horrible, ¿por qué sentía un escalofrío cada vez que la tocaba?
Y olía tan
bien…
El familiar
aroma de Nick, una mezcla de colonia, champú
y su olor personal, era arrebatador. Cada vez que estaba cerca tenía que luchar
contra el deseo de enterrar la cara en su cuello. ¿Cómo podía querer apartarse
y, a la vez, estar tan obsesionada con él como una adolescente?
Nick llevaba todo el día intentando
hacerla perder su supuesta calma y estaba funcionando porque cuando llegaron a
la puerta de palacio estaba tan agitada que había empezado a sufrir un tic en
el ojo izquierdo. Por eso le pidió al conductor que la dejase en su residencia
antes de llevarlo a palacio. Estaba tan desesperada por alejarse de Nick que tuvo que hacer un esfuerzo para no
tirarse del coche antes de que frenase del todo.
—Bueno, ha
sido un día muy agradable. Nos vemos el jueves.
Casi estaba
fuera, con un pie sobre la hierba, cuando él le preguntó:
—¿No vas a invitarme
a tomar una copa? Miley cerró los ojos. «No dejes que te
vea nerviosa».
Lo más
turbador de la pregunta era que, en realidad, quería invitarlo a entrar y eso
era precisamente lo que no debía hacer.
—Hoy no me
viene bien.
—Ah, ya lo
entiendo —sonrió Nick.
Todas las
fibras de su ser le gritaban que estaba tendiéndole una trampa. Y aun así,
preguntó:
— ¿Qué es lo
que entiendes?
—He visto
cómo reaccionas cuando estás conmigo. Cómo me miras, cómo tiemblas cuando te
toco…
¿Temblar?
Había sentido un pequeño escalofrío, nada más. Y no todo el tiempo.
Pero negarlo
sería darle exactamente lo que quería: una discusión.
—¿Y qué
quieres decir con eso?
—Que me
deseas y no confías en ti misma estando a solas conmigo.
Era muy
listo. Daría igual lo que hiciera ahora: invitarlo a entrar o decirle que no…
en cualquier caso estaría dándole lo que quería. Y lo creyese de verdad o
estuviera riéndose de ella, sospechaba que tenía razón. Seguía sintiéndose
atraída por Nick. Si la besaba de nuevo,
contra su voluntad o no, esta vez no podría detenerlo.
De modo que
se quedó donde estaba, con un pie dentro del coche y el otro fuera, sin saber
qué hacer.
— ¿Y bien?
—No hay
manera de ganar, ¿eh?
—Pareces
creer que tengo motivos ocultos. ¿Se te ha ocurrido pensar que a lo mejor sólo
quiero estar a solas contigo un momento para conocerte mejor? ¿O para que tú me
conozcas a mí? No soy una mala persona, en serio.
Miley no podía decidir qué era peor: un hombre
con motivos ocultos sería fácil de manejar porque resultaría predecible. Era
con los sinceros con los que tenía problemas.
Probablemente
porque eran una anomalía.
—Hemos pasado
dos días juntos —le recordó—. ¿Cuánto tiempo más necesitas?
—A lo mejor
quiero estar unos minutos contigo sin que un guardaespaldas esté pendiente de
nuestras palabras.
Ahí estaba el
problema. Ella necesitaba que el guardaespaldas estuviera a su lado. Y no sólo
para protegerla de Nick. Eso sería demasiado
simple.
Necesitaba
que alguien la protegiera de sí misma.
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