miércoles, 2 de enero de 2013

El Amante De La Princesa Capitulo 10





Su primer instinto era quemar las fotografías y los artículos del periódico, pero ¿y si Melissa Thornsby era su hermana? Si le hubiera cerrado la puerta a Ethan al descubrir que era hijo ilegítimo de su padre habría perdido una de las relaciones personales más estrechas de su vida. ¿Cómo podían negarle la entrada a Melissa si era miembro de la familia?

Pero había tanto en juego…
—¿Crees que debemos contárselo a Phillip?
—Creo que, por el momento, deberíamos mantenerlo en secreto —contestó Miley —. Hasta que no tengamos pruebas fehacientes no hay razón para disgustarlo.

—Me gustaría hablar con Charles para pedirle que averigüe todo lo que pueda sobre ella.
—Buena idea, podemos confiar en su discreción y también deberíamos pedirle que averigüe lo que se puede hacer si ella fuese la heredera y decidiera ocupar el trono.
—Si Phillip descubre que hemos estado haciendo todo eso a sus espaldas se pondrá furioso.

—Cuando llegue el momento, yo lidiaré con él. Tú encárgate de lo demás.
—Este podría ser un problema gravísimo, Miley. Especialmente si Melissa tiene algún resentimiento contra la familia.
Lo cual era enteramente posible.

—Nos preocuparemos de eso si ocurre. Pero, aunque fuese la heredera legítima, podría no tener interés en ocupar el puesto que le corresponde.
Quería creer eso, pero últimamente nada era tan sencillo.

Pretextando un supuesto dolor de cabeza que, después de su conversación con Ethan había dejado de ser un pretexto, Miley evitó cenar esa noche con el invitado de su hermano.

Desgraciadamente, no tuvo más remedio que pasar el día siguiente con Nick. Lo llevó al Museo de Ciencia Natural y al Centro de Investigación Científica y, aunque normalmente aquélla era su parte favorita de la visita, tenía tantas cosas en la cabeza que estaba distraída.

Pero Nick se tomaba su tiempo para verlo todo… en fin, había visto caracoles en el jardín moverse a más velocidad.
¿Y por qué tenía que estar tan cerca todo el tiempo? Siempre parecía estar rozando su mano, su brazo. ¿No entendía el concepto del espacio personal?
Pero si era tan horrible, ¿por qué sentía un escalofrío cada vez que la tocaba?
Y olía tan bien…

El familiar aroma de Nick, una mezcla de colonia, champú y su olor personal, era arrebatador. Cada vez que estaba cerca tenía que luchar contra el deseo de enterrar la cara en su cuello. ¿Cómo podía querer apartarse y, a la vez, estar tan obsesionada con él como una adolescente?

Nick llevaba todo el día intentando hacerla perder su supuesta calma y estaba funcionando porque cuando llegaron a la puerta de palacio estaba tan agitada que había empezado a sufrir un tic en el ojo izquierdo. Por eso le pidió al conductor que la dejase en su residencia antes de llevarlo a palacio. Estaba tan desesperada por alejarse de Nick que tuvo que hacer un esfuerzo para no tirarse del coche antes de que frenase del todo.
—Bueno, ha sido un día muy agradable. Nos vemos el jueves.
Casi estaba fuera, con un pie sobre la hierba, cuando él le preguntó:
—¿No vas a invitarme a tomar una copa? Miley cerró los ojos. «No dejes que te vea nerviosa».

Lo más turbador de la pregunta era que, en realidad, quería invitarlo a entrar y eso era precisamente lo que no debía hacer.
—Hoy no me viene bien.
—Ah, ya lo entiendo —sonrió Nick.
Todas las fibras de su ser le gritaban que estaba tendiéndole una trampa. Y aun así, preguntó:
— ¿Qué es lo que entiendes?
—He visto cómo reaccionas cuando estás conmigo. Cómo me miras, cómo tiemblas cuando te toco…
¿Temblar? Había sentido un pequeño escalofrío, nada más. Y no todo el tiempo.
Pero negarlo sería darle exactamente lo que quería: una discusión.
—¿Y qué quieres decir con eso?

—Que me deseas y no confías en ti misma estando a solas conmigo.
Era muy listo. Daría igual lo que hiciera ahora: invitarlo a entrar o decirle que no… en cualquier caso estaría dándole lo que quería. Y lo creyese de verdad o estuviera riéndose de ella, sospechaba que tenía razón. Seguía sintiéndose atraída por Nick. Si la besaba de nuevo, contra su voluntad o no, esta vez no podría detenerlo.

De modo que se quedó donde estaba, con un pie dentro del coche y el otro fuera, sin saber qué hacer.
— ¿Y bien?
—No hay manera de ganar, ¿eh?
—Pareces creer que tengo motivos ocultos. ¿Se te ha ocurrido pensar que a lo mejor sólo quiero estar a solas contigo un momento para conocerte mejor? ¿O para que tú me conozcas a mí? No soy una mala persona, en serio.

Miley no podía decidir qué era peor: un hombre con motivos ocultos sería fácil de manejar porque resultaría predecible. Era con los sinceros con los que tenía problemas.
Probablemente porque eran una anomalía.

—Hemos pasado dos días juntos —le recordó—. ¿Cuánto tiempo más necesitas?
—A lo mejor quiero estar unos minutos contigo sin que un guardaespaldas esté pendiente de nuestras palabras.

Ahí estaba el problema. Ella necesitaba que el guardaespaldas estuviera a su lado. Y no sólo para protegerla de Nick. Eso sería demasiado simple.
Necesitaba que alguien la protegiera de sí misma.

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