domingo, 27 de enero de 2013

Seductoramente Tuya Capitulo 14




—Ya he hablado más que de sobra — dijo ella cuando casi habían terminado la cena—. ¿Por qué no me hablas de tus aventuras por Washington? Apuesto a que conociste a gente muy interesante.
—A algunas personas.
—Cuéntame algunas de las cosas que has visto —le pidió—. Entretenme mientras disfruto del postre.
Aunque no estaba seguro de qué podía entretenerla, logró recordar un par de anécdotas que a Demi parecieron divertirla, si bien era consciente de que no podía igualar su gracia contando historias.
—Ahora háblame de tus niños —exigió Demi más adelante—. Apenas los has mencionado en toda la noche.
—No me parecía elegante hablar de los hijos de uno en una cita. Pero puedo equivocarme. La última vez que salí con una mujer ni siquiera tenía hijos.
—¿No salías con tu esposa?
—Sí; claro que salíamos —Joe notó que los hombros se le tensaban—. Me refería a citas en el sentido tradicional.
—¿A tu esposa le gustaba alternar con la gente de Washington?
Más de lo que jamás había pensado, podía haber respondido Joseph. Que él supiera, se había contentado con estar en casa por las tardes con él y con los niños. De lo que no había tenido noticia, por supuesto, era de que había encontrado otro modo de entretenerse mientras él estaba en el despacho trabajando.
—Sí —se limitó a responder.
—¿Y a ti?
—Me cansó en seguida.
—¿Has decidido quedarte en Honoria permanentemente, o piensas volver a Washington algún día? —insistió Demi.
—No tengo intención de volver. Mi padre lleva demasiado tiempo trabajando doce horas al día. Necesita un socio desde hace años. Cuando esté preparado para jubilarse, me haré cargo de su bufete.
—Ocuparse de divorcios y quiebras en Honoria es muy diferente que tratar asuntos de Estado en la capital. ¿Estás seguro de que es suficiente para ti?
—Creo que sí: entre el trabajo y cuidar de los niños tendré suficiente.
—¿Qué tal la nueva niñera?, ¿les cae bien a los niños?
—Se llama Sarah Brown. Vino aquí hace un año con su marido. Su único hijo está en la universidad, pero a Sarah le gustan los niños y disfruta cuidando de ellos. Esta vez quería a alguien más madura, y venía con muy buenas recomendaciones. Abbie se ha acostumbrado a ella sin problemas... aunque a Abbie le gusta todo el mundo.
—Es una ricura. ¿Y Sam?, ¿también ha aceptado a Sarah?
—Sam no acepta a los desconocidos fácilmente —Joseph se forzó a no suspirar—. Parece que su timidez empeora con el tiempo, más que mejorar.
—A mí no me ha parecido especialmente tímido.
—Porque contigo no lo es. Se encariñó de ti enseguida repuso Joseph, el cual no podía explicarse aún a qué se debía aquello.
—Es un chiquillo adorable. Muy listo y muy observador. Y Abbie es un angelito. Estás haciendo un trabajo estupendo con ellos.
Lo sorprendió lo mucho que aquellas palabras lo conmovieron.
—Gracias —dijo con voz ronca—. Lo hago lo mejor que puedo. Y mis padres me ayudan mucho. Mi madre puede ser de cuidado en ocasiones, pero me ha ayudado un montón con los chicos.
—Seguro que sí. Bobbie es una de las personas más eficientes y competentes que he conocido.
—Por no decir mandona añadió Joseph.
—Esto también Demi rio. ¿Y los otros abuelos de los niños?, ¿los ven a menudo?
—La madre de mi esposa falleció hace varios años dijo él en tono sombrío. Su padre sigue vivo, pero su salud es precaria. Apenas lo vemos.
El joven camarero que los había atendido toda la noche apareció con una cafetera:
—¿Más café?
Ambos aceptaron el ofrecimiento. Joseph no tenía prisa por marcharse, aunque tampoco había planeado hablar tanto tiempo de sus hijos. Y menos aún de Melanie y su familia. Le habría gustado ceñir la conversación a ellos dos.
—¿Y tú? Le preguntó él mientras Demi daba un sorbo de café. ¿Has sentido morriña de Nueva York mientras hablábamos?
—Volveré a Nueva York de visita. Pero, por ahora, estoy contenta donde estoy. Estoy dedicando el verano a descansar, pintar, leer y hacer nuevos amigos en la ciudad. Y estoy deseando que empiece el curso.
—¿Pintar? Joseph se centró en aquella única palabra.
—Sí, siempre me ha gustado trabajar con óleos y lienzos, pero no he tenido tiempo en los últimos años. No se me da bien, pero es un hobbie agradable.
—Me gustaría verte en acción.
—Y a mí me encantaría que me vieras  dijo Demi, casi ronroneando. Luego, podría enseñare mis cuadros.
Otra vez. Había vuelto a pillarlo desprevenido con una risa sexy, una mirada seductora y una insinuación descarada.
—Pobre Joey prosiguió Demi, aun riéndose. ¿Te vas a ruborizar?
—Puedes llamarme Joseph, o Joe si insistes dijo este, mirándola a la cara. Pero no pienso responderte si me llamas Joseph.
—Procuraré no olvidarlo le prometió Demi, con una luz bailándole en los ojos.
Eso espero.
Para alivio de Joseph, Demi dejó de coquetear y empezó a hablar, de un nuevo y controvertido decreto que el Ayuntamiento de Honoria estaba considerando. No lo sorprendió que cambiara tan rápidamente del flirteo a una conversación sobre política. Joseph nunca había cuestionado la inteligencia de Demi. Y si algo había aprendido de ella, era lo impredecible que podía ser.
Dudó menos de un minuto cuando Demi lo invitó a entrar en casa. Su madre cuidaría a los niños toda la noche, de manera que no tenía por qué darse prisa en volver a casa. Y no le pasaría nada por tomarse un café, pensó.
—Ponte cómodo dijo Demi, señalando hacia el sofá mientras ella iba a la cocina. Volveré en unos minutos... Y aflójate la corbata si te sientes más a gusto añadió con un brillo provocativo en los ojos.
Debía de sentirse halagado, pensó Joseph con resignación, mientras colocaba la chaqueta sobre el respaldo de una silla. Suponía que era mejor divertirla que aburrirla.
Demi reparó en que se había quitado la chaqueta y aflojado la cortaba al regresar con dos tazas de humeante café al salón.
—Mucho mejor comentó mientras ponía las tazas sobre la mesa—. Solo falta una cosa añadió, dando un paso hacia el extremo del sofá en que se había sentado Demi.
—¿Que  es...?
—Esto antes de que pudiera adivinar sus intenciones, Demi se abalanzó sobre él y le revolvió el pelo con ambas manos. ¡Genial! Hace años que quería hacer esto.
Retrocedió un paso, pero Joseph  la agarró por una muñeca y tiró de ella hasta tenerla sentada en su regazo.
—¿Hace años que querías hacer eso?  murmuró y, acto seguido, le cubrió la boca con la suya.
La última vez que había besado a Demi Lovato era una chiquilla que estaba descubriendo sus atributos femeninos. Y él, un chico serio de dieciocho años con poca experiencia en ese tipo de cosas. Besarla le había revolucionado las hormonas y le había disparado el corazón.
Quince años después, el efecto era igual de devastador.
Sus labios eran suaves y carnosos, hambrientos. Su cuerpo se ajustaba a sus brazos como si lo hubieran diseñado a su medida. Demi no fingió sorpresa ni retraimiento al devolverle el beso.
Joseph había tratado de hacerle perder la compostura, tal como ella había hecho con él toda la velada; pero, de nuevo, era Joseph quien estaba desconcertado, hechizado por la magia de aquella mujer.
¡Ni quince décadas de experiencia lo habría preparado para Demi Lovato!
Cuando el beso finalizó, ella tenía una mano sobre la cara de Joseph y la otra rodeándole el cuello. Sonreía satisfecha y los ojos le brillaban.
— ¡Vaya, Joe! dijo Demi con voz rugosa. ¿Ha sido un acto impulsivo?
—No es la primera vez que me abandono a mis impulsos.
—Deberías hacerlo más a menudo repuso ella mientras deslizaba los dedos por los labios de Joseph.
—Puede que tengas razón convino este, y volvió a besarla.
El segundo beso no fue menos espectacular que el primero. A Joseph volvió a sorprenderlo el calor que lo invadió, el hambre, el deseo, la urgencia irrefrenable... Puede que en el pasado hubiera logrado satisfacerse con unos cuantos besos, pero sabía que ya no bastaría con eso. No si seguía mucho tiempo con Jamie encima, dejándose besar.
Así que interrumpió el beso.
Demi examinó su cara un segundo y luego se apartó para sentarse junto a él.
—El café se está enfriando comentó como si no hubiera pasado nada.
—Creo que no me lo voy a tomar, si no te importa repuso Joseph, tratando de imitar la naturalidad de ella. Se está haciendo tarde.
—Está bien. Gracias por la cena. No pudo discernir si estaba decepcionada por su marcha. Resignado a no saber nunca con exactitud lo que Demi pensaba, Joseph se levantó y se alejó de la tentación de su esbelto cuerpo.
—Buenas noches.
—Saludaba los niños de mi parte le pidió Demi mientras se ponía en pie.
Joseph asintió, aunque no tenía intención de hablar a sus hijos de Demi... y menos a Sam. Seguía creyendo que aquella cosa entre ambos no llegaría a ningún lado y no quería que los niños la echaran de menos cuando la relación se acabase.
—Buenas noches, Joe le dijo ella, una vez en la puerta.
Antes de que pudiera responder, se encontró al otro lado de la puerta, ya cerrada. Y ya mientras conducía de regreso a casa, supo que se pasaría buena parte de la noche sentado a oscuras en el salón, pensando en Demi.
Como si hubiera alguna posibilidad de que Joseph pudiera verla a través de la puerta, Demi esperó hasta que el ruido del motor del coche de Joseph se perdió en la distancia. Luego se desplomó sobre el sofá y se llevó una mano al corazón. Seguía acelerado... lo cual había tratado de disimular en presencia de Joseph.
Ese abogado tan repeinado y bien vestido sabía besar... mejor incluso que cuando eran adolescentes.
No había dicho nada de volver a verla. Comprendía que debía de ser difícil para él pasar tiempo lejos de los niños... algo a lo que no estaba acostumbrada, pues nunca había salido con un padre soltero. Siempre había rehuido esa complicación añadida en sus anteriores relaciones. Sus escasas aventuras ya habían sido suficientemente complejas como para tener que preocuparse con herir la tierna sensibilidad de unos niños inocentes.
Pero, en el caso de Joseph, estaba dispuesta a hacer una excepción.
Además, sus hijos le gustaban. Abbie era adorable y Sam... sentía debilidad por él.
Tal vez salir con un tipo con hijos no fuera tan horrible, después de todo. Tanto más cuando ese tipo era Joseph Jonas, el hombre con el que llevaba fantaseando desde que era poco más que una niña.

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