miércoles, 2 de enero de 2013

Pasion Peligrosa Capitulo 14





—Salgamos de aquí —dijo Joe y la arrastró del brazo.
— ¿Qué? Espera un minuto —intentó zafarse—. ¿No has oído lo que he dicho? El asesino podría seguir escondido en la funeraria. Tenemos que buscarlo y…
—No tenemos que hacer nada, ¡maldita sea! —dijo entre dientes—. No puedo creerlo, Demi. ¿En qué diablos estabas pensando? ¿No te das cuenta de que podrías haber alterado las pruebas?

Estaban junto a la puerta. Joe abrió y condujo a Demi a través de la recepción hasta la puerta trasera. El aire helado penetró las ropas de ella mientras se apresuraban. Había un coche patrulla junto a la entrada y un agente sentado al volante. Al reconocer al detective Jonas, el oficial abrió la puerta y salió del coche.
—¿Todo en orden, detective Jonas?

—Quizá haya un merodeador en la funeraria, Dewey —dijo mientras sujetaba a Demi por el codo—. Da la vuelta y vigila la entrada principal. Yo echaré un vistazo por aquí.
El oficial Dewey miró brevemente a Demi, asintió y fue a cubrir la entrada principal. Joe abrió la puerta trasera del coche patrulla y empujó dentro a Demi. Ella trató de resistirse, pero su disfraz le impedía moverse con libertad. Joe no tuvo dificultades en hacerse con el control. Se inclinó sobre la ventanilla y dirigió a Demi una mirada amenazadora.

—Me ocuparé de ti más tarde. De momento, voy a encerrarte en el coche.
—No puedes hacer eso…—protestó con su dignidad herida.
Pero la puerta se cerró con violencia y Joe desapareció por la puerta de la funeraria. Demi buscó la manilla para abrir la puerta, pero no había. Una pantalla metálica separaba los asientos delanteros de la parte de atrás. De pronto comprendió hasta qué punto se sentirían indefensos los detenidos, atrapados y sin salida. Pero había una diferencia sustancial entre ellos y su persona. Ella era inocente. Solo había intentado ayudar y esa era la recompensa que recibía.

Las luces de la residencia de Ned Krauter, en la segunda planta, se encendieron. Después, una a una, se iluminaron las ventanas de la planta principal mientras Joe y el oficial Dewey recorrían el edificio. El tercer piso permaneció a oscuras y ese dato le resultó ominoso a Demi.

Pasaron varios minutos hasta que Joe reapareció. Demi estaba congelada. Estaba acurrucada en el asiento, temblorosa, mientras miraba cómo Joe y el oficial Dewey hablaban en voz baja junto al coche. Pegó la oreja a la ventanilla, pero no pudo escuchar una sola palabra de lo que decían. Sospechó que Joe se había olvidado de ella y pensó en arañar el cristal para llamar su atención. Joe, que parecía que hubiera presentido sus intenciones, se volvió y le dio la espalda deliberadamente. Demi se recostó en el asiento hecha un basilisco. Finalmente la puerta se abrió y Joe asomó la cabeza.
— ¿Estás bien ahí dentro?

—Muy bien —y le dirigió una mirada hosca—. ¿Has encontrado algo?
—No.
— ¿Y qué hay del tercer piso?
—Krauter dice que lo tiene alquilado a un marinero llamado Cross. Al parecer, su barco salió a faenar hace varios días. No podemos entrar sin una orden de registro. Y no tenemos razones de peso para despertar a un juez y solicitar una a estas horas. Pero la puerta estaba cerrada con llave. El intruso no ha podido entrar.
— ¿Y la planta baja? En la capilla…

—Hemos registrado todo de arriba abajo, ¿de acuerdo? Si había alguien ahí dentro, ha escapado —indicó con hastío.
—Un momento —Demi lo cortó de cuajo—. ¿Acaso dudas de mi palabra? Había alguien en el depósito. Yo lo vi.
— ¿Lo reconociste? ¿Puedes describírmelo?
—Pues, no…
— ¿Por qué no?
—Bueno, no llegué a verlo —admitió Demi—. Estaba escondido debajo de una sábana, en una camilla. Al ver cómo se movía la sábana, me asusté y se me cayó la linterna al suelo. La luz se apagó y no pude ver de quién se trataba. Pero quizá encuentres huellas dactilares en el tubo de ensayo. O quizá en el ataúd. Lo lanzó contra mí.
—Pareces muy segura de que se trataba de un hombre.
—No sé de quién se trataba —levantó la mano en un gesto de impotencia—.Tú me crees, ¿verdad?

—Estoy seguro de que creíste ver a alguien —comentó con cautela.
—No me lo estoy inventando —gritó enfurecida e indignada—. ¿Por qué razón iba a mentir en algo así?

—No te estoy acusando de mentir —se llevó la mano al pelo, erizado como el de un animal, y su aliento se congeló en la noche helada—. Escucha, estabas sola en un depósito de cadáveres junto a un cuerpo. Si lo consideramos fríamente es normal que tuvieras miedo.

—Yo nunca he dicho que estuviera asustada. ¿Y qué consideraciones son esas?
—Eres joven e impresionable. Y después de encontrar el cuerpo esta noche…
—Pero el tubo de ensayo no ha sido una invención, ¿verdad? —preguntó, roja de ira—.Ya te lo he dicho. Había alguien más en el depósito.
—Y eso nos lleva de nuevo a la cuestión principal —dijo Joe y su mirada se endureció—. ¿Qué estabas haciendo ahí?

Demi se sentó muy rígida, la mirada al frente, ajena a su presencia.
—Ya te dije antes que quería examinar el cuerpo de cerca —contestó.
—Y yo te ordené que te quedaras al margen. Podría encerrarte por obstaculizar una investigación de la policía. E incluso acusarte de obstrucción ante el juez.
—No lo harías —y lo miró de reojo.

—Esta vez, no —se encogió de hombros—. Pero te lo advierto. Estás agotando mi paciencia. No quiero que el culpable, una vez que lo arreste, pueda escaparse gracias a alguna argucia legal por un tema de procedimiento. ¿Lo entiendes?
—Sí, lo entiendo —procuró recuperar la calma—. Ya sé que no confías en mi capacidad. Lo has dejado muy claro. Pero no soy una simple… aficionada. Tengo mucha práctica, Joe. Podría ayudarte a resolver este caso si me dejaras.
—Y yo te he dicho que si alguna vez necesito tu ayuda, acudiré a ti —replicó Joe—. Pero todavía no lo he hecho, ¿verdad?

Ella levantó la barbilla y se negó a contestar. Joe insistió.
—No —accedió finalmente ella de mala gana—. Pero sostengo lo que dije. Observé algo extraño en el cuerpo. No sé lo que era, pero algo llamó mi atención. Y mi intuición raras veces se equivoca.
— ¿Tú intuición?
—Sí. Ya sabes…
—Ahórrame la definición técnica. Ya sé lo que significa, pero no acostumbro a confiar en las corazonadas.
—¿Acaso no tienes instintos? ¿Nunca te has guiado por tus sentidos en algún caso?
—Algunas veces —admitió Joe—. Pero mis intuiciones están basadas en años de entrenamiento y experiencia. Nunca se deben a un capricho pasajero.
—No puedes aceptarlo, ¿verdad? —sacudió la cabeza.
— ¿Qué?

—Que yo pueda estar a tu mismo nivel y que posea tanta experiencia como tú.
—Una conferencia en un aula es muy diferente a una investigación criminal. El día en que hayas pateado las calles tanto como yo, hablaremos —se estiró—. Por el momento voy a llevarte a tu casa.
Joe le tendió la mano para ayudarla, pero Demi ignoró su ofrecimiento. Se enredó con los pliegues de su falda, pero logró arrastrarse fuera del coche con precario equilibrio.
—No necesito que me lleves a casa —dijo fríamente—.Tengo mi propio coche.
—Quizá no lo necesites, pero te acompañaré de todos modos —tomó su brazo y tiró de ella hasta un Sedan negro aparcado detrás del coche patrulla—.Te llevaré en mi propio coche para asegurarme de que te vas.
— ¿Y qué pasa con mi coche?

—Puedes pasar a buscarlo mañana.
Demi quiso protestar ante el hecho de verse obligada a dejar su flamante coche nuevo aparcado en la calle. Pero después de todo lo que había presenciado aquella noche le resultó un tanto infantil preocuparse por los posibles desperfectos.
Condujeron varios minutos en silencio. Después, Joe le dirigió una mirada confusa.
—Por cierto, llevo toda la noche queriendo preguntarte algo. ¿Qué demonios es esa especie de capa que llevas puesta sobre el vestido?
— ¿Esto? —Demi levantó entre sus dedos la tela de terciopelo—.Es un mantón. Forma parte del disfraz.
— ¿Y de qué vas disfrazada?

Abrió la boca para contestar, pero al volverse para mirarlo a los ojos, la respuesta se congeló en sus labios. En la penumbra los rasgos de Joe se habían vuelto sombríos, indistintos. Vestido completamente de negro, su figura le recordaba la de un ángel caído, un héroe en la sombra, un hombre complejo con motivaciones igualmente complejas. De pronto asumió que sabía muy poco de Joe Jonas. Siempre se había sentido atraída por él, pero la verdad era que apenas lo conocía ni tenía idea de las cosas que lo fastidiaban.
Pero sí sabía algunas cosas de él. Había crecido en los muelles y se había metido en líos en su adolescencia. Su padre murió después de que Joe se marchase a Boston, y no creía que tuviera más familia en Moriah's Landing. Entonces, ¿qué razón lo había impulsado a regresar? ¿Por qué había vuelto a un lugar en el que nunca lo habían tratado bien?

La única certeza que tenía Demi era que Joe abandonó la ciudad siendo un delincuente juvenil y que regresó como policía. Un detective con oscuros secretos y un pasado tormentoso. ¿Qué habría ocurrido en esos seis años para que hubiera cambiado tanto? ¿Acaso había cambiado?

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