miércoles, 16 de enero de 2013

El Amante de la Princesa Capitulon10





Por primera vez desde que había llegado, Nick vio un breve pero evidente brillo de vulnerabilidad en los ojos de Miley. Y casi se sintió culpable por manipularla.
Casi.
No había llegado tan lejos en la vida siendo blando. Desgraciadamente, tampoco lo había hecho ella. Por eso pensó que un par de copas harían que se relajase un poco.
Pero tenía la impresión de que estaba a punto de ir demasiado lejos, así que intentó una nueva estrategia: la compasión. Cuando todo lo demás fallaba, las mujeres no podían resistirse ante un hombre que se mostraba vulnerable.

—Phillip está fuera y la verdad es que no me apetece pasar solo el resto de la tarde.
Enseguida vio que la flecha había dado en la diana. La expresión de Sophie se suavizó perceptiblemente.
Y cuando la oyó suspirar, supo que la tenía.
—Yo había pensado ir a dar un paseo por el jardín. Podrías ir conmigo, supongo. Pero después tengo cosas que hacer.
Debería haber imaginado que sugeriría algo intermedio. De esa forma estaba aceptando la sugerencia sin darle el control.
Era lista, desde luego. Pero él era mucho más taimado.
—Trato hecho, alteza.
Cuando salió del coche, Nick lo hizo tras ella. El sol estaba alto en el cielo, sus rayos tan intensos como por la mañana. Era un día para estar a la sombra más que para dar un paseo, pero Nick no estaba en posición de discutir.
El guardaespaldas miró de uno a otro antes de preguntar:
— ¿Va a necesitarme, alteza?
¿Qué pensaba que Nick iba a hacer, secuestrarla? ¿Sacarla del palacio a rastras?
—No, ya puedes marcharte.
Nick la siguió hasta la puerta, hipnotizado por la gracia de su paso, el movimiento de sus caderas. Llevaba un vestido que se ajustaba a su figura en los sitios adecuados y el deseo que eso provocó era tan innegable como intenso.
El mayordomo abrió la puerta.

—Alteza —dijo Wilson, inclinando ligeramente la cabeza.
Nick podría jurar que el hombre lo miraba con gesto de desaprobación. Evidentemente, el servicio era muy protector con la princesa y tenía la impresión de que su preocupación era tan profesional como personal. Lo cual hizo que se preguntase… si Miley seguía siendo tan caprichosa y manipuladora como solía serlo diez años antes, ¿por qué la trataban con tanto cariño?
O quizá se reservaba ese comportamiento para sus amantes.
—Wilson, ¿te importa acompañar a mi invitado al estudio y servirle una copa?
—Claro que no.
—Yo tengo que cambiarme. Bajaré en cinco minutos.
—Tómate tu tiempo —dijo Nick, viéndola subir la escalera casi flotando, tan ligera como una pluma. Era tan sexy, pensó. Estaba deseando tocarla otra vez, ver cuánto había cambiado en esos diez años.
—Señor Rutledge —dijo el mayordomo, con una clara nota de desaprobación en su tono—. Si no le importa acompañarme al estudio…
—Por supuesto.
—¿Qué quiere tomar?
—Agua mineral, por favor.
Wilson se acercó al bar mientras Nick se ponía cómodo en el sofá.
—¿Lleva mucho tiempo trabajando para la princesa?
—Llevo cuarenta años con la familia real, señor Rutledge.
—Eso es mucho tiempo.
—Sí, señor.
—Y usted cuida de Miley.
—Sí, señor. Y no es una tarea que uno deba tomarse a la ligera.
Nick tenía la sensación de estar siendo juzgado no un mayordomo sino por un padre estudiando a un posible yerno, y como él estaba acostumbrado a enfrentarse de cara con sus adversarios le espetó con toda sinceridad:
—No confía en mí, ¿verdad?
Wilson se acercó con el vaso de agua.
—He descubierto, señor Rutledge, que cuando alguien tiene algo que esconder a menudo se muestra paranoico.
Oh, vaya, un golpe directo. Si fuera un hombre más débil podría haber dado marcha atrás. Pero no lo era. Aunque algunos lo considerasen temerario, Jonah en particular, él nunca se amilanaba frente a un reto. Incluso cuando las probabilidades no estaban a su favor.
—¿Y qué cree usted que estoy escondiendo?
—No sabría decirlo, pero es evidente que tiene usted algo entre manos.
—¿Y siente usted la necesidad de proteger a la princesa de mí?
Wilson sonrió, con un brillo de burla en los ojos.
—No, señor. Su alteza no necesita que la protejan ni de usted ni de nadie. Y si usted cree que es así, ésa será su perdición.
Eso ya lo verían, ¿no?
Antes de que pudiera replicar, Miley apareció en el estudio. Se había puesto unos pantalones cortos, camiseta y zapatillas de deporte y llevaba el pelo sujeto en una coleta.
Y aun así seguía pareciendo una princesa.
—¿Vas al gimnasio? —preguntó Nick.
—No, a dar un paseo. Suelo caminar rápidamente a esta hora de la tarde.
—Yo tenía pensado un paseo más… convencional.
—Pues no vengas conmigo.
Había más de treinta grados fuera y, vestido como iba, se arriesgaba a sufrir una lipotimia. Por no hablar de que iba a estropear sus carísimos mocasines de ante. Pero no podía echarse atrás ahora y no se molestó en pedirle que lo esperase mientras se cambiaba de ropa porque sabía cuál sería la respuesta.
Wilson se aclaró la garganta.
—Si no necesita nada más, alteza, voy a comprobar cómo va la cena.
—Gracias —dijo ella.
El mayordomo estaba sonriendo amablemente, pero cuando miró a Nick sus ojos decían claramente: «ya se lo advertí».
Miley se colocó detrás del bar y tomó dos botellas de agua de la nevera.
—Me parece que una no será suficiente —murmuró, mirando a Nick de arriba abajo antes de sacar otra botella.
Y seguramente tenía razón.
—¿Estás listo?
Alex sabía que debía estarlo. Y Wilson tenía razón: la había subestimado.
Pero ése era un error que no pensaba volver a cometer.
A pesar del calor y del inapropiado atuendo, Miley debía admitir que Nick lograba seguirle el paso. Aunque también él tenía calor y estaba sudando Ya se había tomado una botella de agua y estaba empezando la segunda.

Pues bien, eso le pasaba por hacerse el listo. Como había oído que le advertía Wilson: no debería haberla subestimado. Era listo, pero también ella tenía un par de trucos en la manga.
De modo que iba caminando a pleno sol, aunque en un día normal hubiera tomado algún camino bajo los árboles para aprovechar la sombra.
Pero alguien ahí arriba debía estar cuidándolo porque una nube oscureció el cielo poco después, ocultando el ardiente sol.
—Parece que va a llover —comentó Nick, mirando el cielo. Luego volvió a mirar hacia la residencia, a casi un kilómetro de donde estaban—. Quizá deberíamos volver.
—¿Por qué? ¿Temes derretirte?
—Ya me estoy derritiendo —contestó él—. Pero no quiero estar aquí cuando empiece la tormenta.
—Normalmente no llueve en esta época del año. Seguramente las nubes se alejarán enseguida.
Aunque las nubes tenían un aspecto más bien amenazador, debía admitir.
—Pues a mí me parece que va a llover.
—Por favor, no seas tan flojo —suspiró Miley.
—No sé a ti, pero a mí no me apetece que me caiga un rayo.
—Aunque lloviera, sería un chaparrón rápido. Estamos a salvo, no te preocupes —insistió ella.
Pero, por si acaso, alteró la dirección para dirigirse a su residencia.
Apenas habían dado diez pasos cuando una enorme gota de agua fría cayó sobre su cara. Y luego otra en su antebrazo.
—¿Lo ves? —dijo Nick —. Está lloviendo.
—Un poco de lluvia no mata a nadie. De hecho, a ti te vendría bien… para refrescarte un poco.
Él abrió la boca para replicar justo cuando un relámpago iluminó el cielo y un ensordecedor trueno retumbó sobre sus cabezas.
Los dos se agacharon, por instinto. Y un segundo después empezó a llover. Enormes gotas que los dejaron calados en cuestión de segundos.
—¡Corre hacia los árboles! —gritó Miley.

Probablemente no era el mejor sitio para resguardarse durante una tormenta, pero si no encontraban refugio pronto se arriesgaban a acabar empapados.
En treinta segundos llegaron al circunstancial refugio de los árboles.
—Creo que estoy oficialmente refrescado —bromeó Nick, echándose el pelo hacia atrás. Estaba mojado, gotas de lluvia resbalando por su cara, la ropa pegada a su cuerpo como una segunda piel…
Y qué piel. Los músculos de su torso y sus bíceps daban casi al descubierto bajo la camisa. Era más grande que cuando estaba en la universidad. Y más perfecto, si eso era posible.

De repente, Miley ya no sentía el frío de la lluvia. De pronto, sentía un calor dentro de ella que no tenía nada que ver con el tiempo y sí con el hombre que estaba a su lado. «Contrólate».
—Así que no iba a llover —bromeó Nick.
—Sí, bueno… — Miley se escurrió el agua de la coleta—. Has sido tú quien ha insistido en venir conmigo.
—Pero no puedo dejar de pensar que lo has hecho a propósito.
— ¿Crees que puedo controlar el tiempo? Soy buena, Nick, pero no tanto. Beso
Sólo después de haber dicho esas palabras, cuando Nick clavó sus ojos en ella, profundos, penetrantes y llenos de deseo, se dio cuenta de cómo sonaba esa frase. Pero era demasiado tarde para retirarla. Y ni siquiera estaba segura de querer hacerlo.
—No es así como yo lo recuerdo —dijo él, con voz ronca, bajando la mirada.
Y Miley supo sin la menor duda que sus pezones se marcaban claramente bajo la camiseta. Pero no pudo dejar de notar que también él parecía tener frío. Por arriba, al menos. Por abajo podría jurar que… aquella cosa se notaba más bajo el pantalón.
Cuando levantó los ojos Miley tuvo que controlar un escalofrío. Y cuando dio un paso adelante, todas las células de su cuerpo se pusieron en alerta roja.

Una gota de lluvia rodó por su mejilla y Nick la apartó con un dedo. Era como si hubiera pasado ese dedo entre sus muslos porque fue allí donde lo sintió.
No tenía duda de que el resultado de aquello sería un beso. Era inevitable. Y lo único peor que besarlo sería dejar que él diera el primer paso, dejar que llevase el control.
De modo que no se lo permitió. Agarrándolo por la camisa, tiró de él y buscó sus labios sin esperar más.
Si Nick se había quedado sorprendido no tardó mucho en recuperarse porque enredó los dedos en su pelo para apretarla contra él. Miley abrió los labios, invitándolo, y cuando sintió el roce de su lengua se le doblaron las rodillas.
Se devoraron el uno al otro, pero no era suficiente. Lo quería más cerca aún. Era como si hubiera estado marchitándose durante los rilamos diez años y lo único que pudiera devolverle la vida fuera tocarlo. Y esa necesidad pareció anular lo que le quedaba de pensamiento racional.
Sin pensar, abrió su camisa de un tirón porque necesitaba tocar su piel desnuda, pasar las manos por su torso. Notó que saltaban algunos botones y oyó que se rasgaba la tela, pero le daba igual. Tenía la piel caliente, húmeda… y podía sentir los latidos de su corazón bajo la palma de la mano.

Nick la apoyó sobre el tronco del árbol más cercano aplastándola con su cuerpo contra la dura corteza Miley dejó escapar un gemido de placer. Por primera vez en muchos años se sentía viva y eso la asustaba. Era como la primera vez. Apasionados hasta el punto de parecer desesperados, con un anhelo profundo de conectar…
Estaba empezando a excitarse como nunca cuando Nick se apartó, jadeando.
—Escucha…
¿Se acercaba alguien? Miley aguzó el oído, pero sólo percibía los sonidos de la naturaleza.
—¿Qué?
—Ha dejado de llover.
Había dejado de llover. ¿Y qué?
—Deberíamos volver.
¿Volver? ¿Lo decía en serio?
Miley estaba demasiado atónita como para decir nada. Evidentemente, Nick deseaba aquello tanto como lo deseaba ella; lo había estado buscando desde el primer día. ¿Por qué cambiaba de opinión de repente?

Entonces entendió lo que estaba pasando. Aquello sólo era un juego para él, lo había planeado desde el principio. Debería haberlo imaginado. Nick obtenía una perversa satisfacción al verla excitada para dejarla luego con la miel en los labios…
Debería avergonzarse de haber caído en tan estúpida trampa.
Pero no volvería a pasar, de eso estaba absolutamente segura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario