Boone Connor oyó la campanada de las dos y media de la
madrugada mientras permanecía despierto en la cama, mirando la oscuridad y
pensando en lo que le habían contado aquel día Travis y Sebastian. Por una
parte, se alegraba de que el padre de Elizabeth no fuera un extraño. Por otra,
le dolía pensar que Joseph no les hubiera
contado que había tenido una relación con Demi que había durado un año.
Y lo más preocupante era la noticia de que Joseph no estaba entusiasmado con la perspectiva
de ser el padre de Elizabeth. Boone sabía que Joseph
había tenido una infancia horrible y que tenía miedo de no ser un buen padre,
pero pensaba que su amigo debía intentar superar ese miedo. Y casarse con Demi
de paso.
Pero tanto si Joseph cooperaba
como si no, Demi iba
a volver a llevarse a su hija, lo cual significaba que Boone no tendría el
placer de estar con la niña una semana de cada tres. No quería pensar demasiado
en ello. Llevaba a la niña en el corazón, y separarse de ella iba a ser una de
las cosas más difíciles que hubiera hecho nunca.
Gracias a Dios que tenía a Shelby y Josh para mitigar el
dolor. Con un suspiro, se tumbó de costado y observó a su mujer, que estaba
dormida junto a él. No podía verla con nitidez en la penumbra de la habitación,
pero la veía claramente en su corazón. Nunca hubiera pensado que podría ser tan
feliz.
Tener a Shelby era lo suficientemente maravilloso, pero
después de haber adoptado oficialmente al sobrino de ella, Josh, el mundo de
Boone era casi perfecto. El padre de Josh estaba entre rejas a la espera de ser
juzgado por asesinato y con las pruebas que había contra él, no era probable que
volviera a molestar a Shelby y a Josh.
Boone adoraba tener su propia familia, y pensaba que Joseph era un idiota por rechazar la oportunidad
de tener la suya. La familia completaba a un hombre.
La mano de Shelby, tan pequeña y delicada, estaba posada en la
almohada, junto a su mejilla. Boone se la acarició con la punta del dedo. Él no
se dio cuenta de que estaba despierta hasta que ella habló:
—Estás pensando en ese asunto de Joseph
y Demi ¿verdad?
—murmuró.
—Sí. Siento haberte despertado, cariño —dijo él, y la atrajo
hacia su cuerpo—. Estoy preocupado por lo que va a ocurrir. Joseph es uno de mis mejores amigos, pero yo no
podría soportar que le hiciera daño a Elizabeth. Y si la rechaza, va a hacerle
daño. Quizá no ahora, pero a la larga, sí. Ella se preguntará por qué motivo su
padre no le hizo caso.
—Yo no creo que Joseph la
rechace —respondió Shelby mientras le acariciaba la nuca—. Todos vosotros os
preocupasteis muchísimo cuando supísteis que teníais la responsabilidad de
cuidar a un bebé hasta que visteis a Elizabeth, ¿no te acuerdas? Cuando Joseph la vea, no podrá rechazarla. Será un buen
padre.
—Espero que tengas razón, pero tendrá que demostrarlo antes
de que se la entreguemos.
—Oh, estoy seguro de eso. Elizabeth tiene a sus defensores.
—Sí —dijo él.
Abrazar a Shelby de aquella manera tenía un efecto predecible
en él, lo cual era muy adecuado para llevar a cabo sus planes de tener un hijo.
Ella estaba en el mejor momento del mes para concebir, y un hombre tenía que
cumplir sus deberes de marido con su esposa. Su preciosa y sexy esposa. El
cuerpo comenzó a latirle de impaciencia.
—Bueno, ya está bien —susurró, y le levantó el camisón.
—Me estaba preguntando si ibas a seguir hablando durante toda
la noche —dijo Shelby.
—Pues no.
Boone encontró sus labios en la oscuridad. Mientras ella lo
besaba, la pasión creció tanto en él que bloqueó todos sus pensamientos, salvo
uno. Quizá en aquella ocasión su semilla encontraría terreno fértil, y Shelby y
él engendrarían un hijo. %%%%%
Demi intentó recordar todas las razones por las
que no debía acostarse con Joseph mientras
lo veía quitarse la camisa. No cabía duda: diecisiete meses de trabajo físico
lo habían convertido en un dios del amor. Posiblemente él no se daba cuenta,
pero había pasado de tener un cuerpo bonito a tener uno magnífico. Incluso su
pelo, más largo de lo que nunca lo hubiera tenido, añadía atractivo a su
imagen. Demi tuvo
que hacer un esfuerzo por apartar los ojos de él.
Él la desafió con la mirada y le habló en un tono
peligrosamente suave.
— ¿Vas a desvestirte para meterte a la cama o estás esperando
a que te ayude?
A ella se le aceleró el pulso.
—Yo... —se interrumpió y carraspeó—. Me voy a desvestir al
baño.
—Como quieras —respondió Joseph mientras
se sentaba en la cama para quitarse una bota.
Demi se encerró en el baño y rebuscó en su
mochila la camiseta que usaba como camisón. Se desnudó, se la puso y después se
quitó el maquillaje y se lavó los dientes. Cuando terminó, abrió la puerta
lentamente y asomó la cabeza. Con cierta decepción, se dio cuenta de que Joseph no estaba allí. Parecía que no iba a usar
ninguna táctica de cavernícola para convencerla.
Apagó la luz del baño y entró en la habitación. Entonces se
dio cuenta de que él ya se había metido en la cama más cercana a la puerta, y
estaba tumbado con las manos detrás de la nuca, mirando al techo. Había dejado
encendida la lámpara de la mesilla de noche que había entre las dos camas, y
sólo se había tapado hasta la cintura. Tenía el pecho desnudo.
Ella se preguntó si se daría cuenta de lo guapo que era.
Posiblemente no. Nunca había sido consciente de su atractivo sexual. Y
demonios, ella quería saber si estaba desnudo bajo las sábanas. Nunca lo había
visto acostarse con una prenda de ropa.
Apartó la mirada de aquella seductora visión y se acercó a su
cama.
—Tienes razón, ¿sabes? —dijo él.
—¿En qué? — Demi se acostó y se tapó hasta la barbilla.
—En no querer acostarte conmigo.
Su tono de voz le atravesó el corazón.
—No sé si tengo razón —replicó ella—. Lo único que sé es lo
que tengo que hacer por la niña. No puedo permitirme el lujo de tener una
relación con alguien que no esté dispuesto a quererla tanto como yo.
Él siguió mirando al techo.
—Sabía que serías una madre excelente, y que estarías
dispuesta a hacer cualquier sacrificio por tus hijos. Eso está bien. Tú estabas
destinada a tener hijos, Demi. Es una pena que hayas tenido la primera
conmigo.
—Como ya te he dicho, no lo lamento —replicó ella. Alargó el
brazo para apagar la luz, pero se detuvo. Había algo que la había tenido
inquieta desde la noche anterior y en aquel momento, quiso saberlo—. Joseph, ¿por qué fuiste a ver a mis padres?
Él suspiró.
—Porque soy débil. Aunque no sea hombre para ti, sigo
pensando que debe de haber una manera de que esto funcione, porque te deseo
demasiado como para rendirme.
«Es decir, si eres capaz de superar tus miedos», pensó ella,
pero no dijo nada. Los dos estaban cansados y ésa no era la mejor ocasión de
sacar ese tema de conversación.
—Llamé a tu apartamento antes de tomar el avión en Londres
para decirte que volvía a casa —continuó él—. Cuando descubrí que la línea
estaba fuera de servicio, decidí que tenía que encontrarte como fuera. Y empecé
por tus padres.
El hecho de saber que había ido a buscarla la animó
considerablemente. Quizá no todo estuviera perdido.
—¿Y accedieron a verte sólo porque preguntaras por mí? No
parece propio de ellos.
—Accedieron a verme porque les dije que quería hablar con
ellos sobre una fundación de ayuda a los huérfanos de los campos de refugiados.
No te mencioné hasta más tarde.
Ella se apoyó en un codo y lo miró.
—¿Qué fundación?
—Ese era mi objetivo principal al ir a aquel país. Quería
averiguar si podía establecer un programa para cuidar a los niños y
encontrarles un hogar, o allí o aquí.
—No tenía ni idea.
Él se entusiasmó.
—Será estupendo. Tengo a gente muy buena que lo administrará
allí, y he usado mi propio dinero para poner las cosas en marcha, pero será un
gran proyecto. Es evidente que necesito más fondos, sí, pero creo que puedo
conseguir que...
—No doy crédito —dijo Demi. La injusticia de lo que le estaba
contando hizo que se incorporara de un salto y se sentara al borde de la cama—.
Recuerdo vagamente que mencionaste la idea de adoptar a un huérfano en el
futuro, pero no tenía ni idea de que hubieras montado toda una organización.
—Todavía lo estoy haciendo. Es muy necesaria y una vez que
resolvamos la situación con ese tipo que quiere secuestrarte, le dedicaré toda
mi atención.
— ¿De veras? — Demi cada vez estaba más furiosa—. No es que
no crea que es una idea maravillosa, Joseph.
Lo es. Estoy segura de que serás un héroe. Pero ¿cómo puedes lanzarte con tanto
entusiasmo a salvar a niños a los que ni siquiera conoces cuando no quieres ni
siquiera pensar en ser el padre de tu propia hija?
—No lo entiendes, ¿verdad? Estoy ayudando a esos niños porque
es lo que puedo hacer. Los entiendo y por eso, no espero mucho de ellos. Yo no
puedo establecer una relación con una niña que no ha conocido más que el
cariño, porque posiblemente esperaría que fuera perfecta, y no le impondría
límites. No sabría ser severo y la estropearía.
Ella lo miró con frustración.
—Cuando te aferras a una idea, no hay forma de sacártela de
la cabeza, ¿verdad?
Él le pasó la mirada por el cuerpo.
—Eso creo. Y tápate.
Ella entendió lo que quería decir y se metió bajo las
sábanas.
—De todas formas, estoy demasiado enfadada como para hacer el
amor —dijo Demi.
—Pues hay una diferencia entre nosotros —dijo él, y apagó la
luz—. Que duermas bien.
—Igualmente —farfulló ella, y con un gruñido, le dio la
espalda.
Aquella noche no iba a conseguir dormir.
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