—Creo que nos ha seguido hasta aquí —dijo.
Joseph se puso muy tenso y se volvió a mirar por el cristal trasero
del coche.
—No se dejará ver.
—Ese tipo es un psicópata —farfulló Joseph, y continuó escrutando la oscuridad. Después miró
a Demi y
dijo—: ¿Y sabes qué? Me alegro de que nos haya seguido. Ahora que estamos aquí,
se nos ocurrirá un buen modo de atrapar a ese miserable.
Ella tuvo un sentimiento de gratitud hacia su defensor.
Además, en el Rocking D no tendría sólo uno, sino cuatro. Hasta el momento en
el que había notado que el secuestrador los estaba vigilando, había tenido
miedo de entrar en la casa y verse cara a cara con Sebastian, Boone y Travis.
Sin embargo, en aquel instante quería estar cerca de todos aquellos
protectores.
—Entremos —dijo ella.
Cuando salieron del coche, Demi detectó un movimiento en el
camino que conducía al establo.
— Joseph.
— ¿Qué?
—Allí —dijo Demi y señaló el establo—. Se acerca alguien.
—Ya lo veo —respondió Joseph, y dejó escapar una exhalación de alivio—. Son
Sebastian y su perra, Fleafarm. Vamos hacia él. No me importaría romper el
hielo hablando primero con Sebastian.
—Buena idea.
La sensación de sentirse vigilada había comenzado a
desvanecerse. Demi
confiaba en el instinto que había desarrollado durante esos últimos meses y
comprendió que el secuestrador se había retirado por el momento. Entonces
percibió más detalles del lugar en el que se encontraba: el olor de los árboles
y del humo de la chimenea y el sonido de la música y de las risas que provenían
de la casa.
—Creo que el tipo se ha ido, Joseph.
— ¿Tienes tanta conexión con él?
—Después de seis meses, esto se ha convertido en un hábito.
Vayamos a saludar a Sebastian.
Sebastian los vio y apresuró el paso.
— ¿Joseph? ¿Demi? Me pareció que oía acercarse un coche.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Joseph
mientras él se acercaba—. ¿Te ha echado Matty al establo?
—Te agradeceré que no digas eso delante de ella y que no le
des ideas —respondió Sebastian, y su sonrisa brilló en la oscuridad de la
noche.
Fleafarm se acercó a ellos ladrando de alegría y moviendo la
cola.
—Hola, Fleafarm —dijo Joseph,
y se inclinó a acariciarla—. Me sorprende que todavía te acuerdes de mí.
—A mí me sorprende acordarme de ti —dijo Sebastian cuando
llegó hasta ellos. Agarró la mano que Joseph
le tendía y le dio un abrazo—. ¿Qué tal estás?
—He sobrevivido —dijo Joseph
con una sonrisa.
—Eso ya es algo —Sebastian lo miró con seriedad y después se
volvió a Demi —.
¿Qué tal estás tú, pequeña?
A Demi se le había olvidado que él la llamaba así, y la expresión
de cariño hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.
—Estoy bien, Sebastian. Pero me temo que he causado un buen
jaleo por aquí.
—Bueno, más o menos —respondió él—. Pero aun así, me alegro
mucho de verte, Demi
—añadió. Después se acercó a ella y le dio un abrazo de amigo, como en los
viejos tiempos.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Demi ante aquella bienvenida sencilla
y generosa.
—Siento haberos hecho pasar por todo esto —murmuró mientras
le devolvía el abrazo—. No tenía ni idea de que todos hubierais pensado que
Elizabeth podía ser hija vuestra.
—¿De veras? —preguntó él, mirándola confusamente—. Por la
forma en que la dejaste aquí y nos pediste que fuéramos sus padrinos, pensé que
habías querido decirnos que era responsabilidad de alguno de nosotros.
—Oh, Dios, no. Eso habría sido muy retorcido por mi parte. Yo
nunca hubiera hecho que creyerais eso mientras mantenía en secreto el nombre
del verdadero padre. ¿De verdad pensasteis que era capaz de algo tan perverso?
—Bueno, no... Pero tampoco pensaba que Joseph pudiera haber tenido una relación durante
un año y no me lo hubiera dicho.
Nat irguió los hombros, listo para cargar con las culpas que
pudieran caerle encima.
—Como ya te dije por teléfono, me equivoqué al ocultártelo.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —preguntó Sebastian con una
mirada de dolor.
—Porque soy un cobarde —respondió Joseph, mirando a Demi y después a su amigo.
—Bueno, yo no te describiría así —dijo Demi, para apoyarlo con todo su
corazón. Si aquel momento era difícil para ella, tenía que serlo mucho más para
Joseph. Que ella supiera, a los hombres no
les gustaba admitir sus debilidades y errores frente a otros hombres.
—No lo sé. A mí me parece que es bastante preciso —dijo
Sebastian, sin alterarse.
—No vas a pasar nada por alto, ¿verdad, Sebastian?
—No puedo, tengo que pensar en la niña que está ahí dentro.
Demi percibió claramente la advertencia
mientras los dos amigos se miraban fijamente. O Joseph
asumía la responsabilidad de Elizabeth, o Sebastian, Travis y Boone harían el
trabajo por él. Pero ella no quería que obligaran a Nat
a cumplir su deber. Todos saldrían perdiendo.
Demi respiró profundamente.
— ¿Está despierta Elizabeth?
—Probablemente no —respondió Sebastian—. Normalmente, la
acostamos a las ocho.
Demi no podía soportar un minuto más de
separación.
—Quiero verla —dijo—. Prometo que no la despertaré.
—Ya sabía que querrías verla. Además, deberíamos entrar antes
de que Matty organice una expedición de búsqueda.
—¿Por qué habías ido al establo? —Preguntó Joseph mientras
los tres se encaminaban hacia la casa—. No nos lo has dicho.
—Estaba un poco inquieto. Desde que llamaste, he estado muy
nervioso pensando en el tipo del que me hablaste. Posiblemente, sólo eran
imaginaciones mías, pero hace veinte minutos sentí el impulso de salir a hacer una
ronda. No es que viera ni oyera nada, estoy seguro de que sólo han sido los
nervios.
—Yo no estoy tan segura —respondió Demi. Yo creo que ese tipo está por
aquí.
Sebastian se detuvo y la miró.
—¿Por qué piensas eso?
—Después de todos estos meses, he desarrollado un sexto
sentido que me avisa de cuándo está cerca y cuándo no. Cuando hemos llegado, he
tenido la sensación de que nos estaba vigilando.
—¿Y ahora? —le preguntó Sebastian, mirando a su alrededor.
—Ahora creo que se ha marchado de nuevo, pero supongo que
sabe que estoy aquí.
—¿Y estás segura de que no sabe nada del bebé? —preguntó
Sebastian con preocupación.
—Sí.
—Bueno —dijo Sebastian, y comenzó a caminar de nuevo por el
camino—. De todas formas, tiene los días contados.
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