martes, 30 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 12



Karma.

Es un tema por demás sabido, que cuando uno intenta que algo salga de una forma, el karma se encarga de que ocurra exactamente lo opuesto.

En ese momento lo que más deseaba Demi, era llegar a su casa tomar una larga ducha y olvidarse que el mundo existía más allá de su departamento. 

Pero por supuesto, aquel no era su día, ni su mes y por cómo iba encaminándose últimamente, tampoco parecía ser su año. 

Si por los recientes sucesos debiera guiarse, diría que ese era el año de las ratas, no importaba lo que el horóscopo chino dijese. Estaba claro para ella que a los dragones, los habían timado y en grande.

—¿Demi?—Tan solo fue necesario oír una sola vez a esa voz pronunciar su nombre, para ratificar que el horóscopo era tan mentira en oriente como en occidente. 

“Hoy será un día brillante” auguraban para ella, pero que mentira más sádica. Lo más brillante que había visto hasta el momento, era el trasero de Joseph enfundado en unos suculentos bóxers. Y Dios la proteja de estar admirando tremendas calamidades, debería sentirse asqueada y para su sorpresa, no hacía más que recordar aquella escena.

Se detuvo en seco, con las llaves a medio camino de la puerta de entrada. No quería volverse, sabía que si lo hacía se encontraría con un ceño fruncido y un rostro que pediría a leguas una explicación. Pero ¿Es que acaso podría fingir no haber oído nada?

—Ahora mismo detente ahí pequeña zorra—Confirmado, no podía.
Fiona camino rápidamente por el pasillo y sin hacer mucho esperpento se detuvo a su lado, para exasperarla con los repetitivos golpecitos de su chancleta de vieja bruja, contra el piso de cerámicos.

— ¡Ay! ¡Ya para!—exclamó con los nervios caldeados. No había cosa que la fastidiara más, que ver a su amiga en plan de madre pata.

—Ya quiero una explicación— Demi la mira enarcando una ceja con suspicacia, Fiona le dio un golpe con el periódico que llevaba en la mano, exactamente la razón por la cual la había atrapado en medio del pasillo.

Se sobó la frente con una mueca en los labios, había estado tan cerca de llegar sin ser vista, pero el destino se las traía mal con ella.
—Me duele la cabeza y no estoy con ganas de hablar—

A Fiona esa respuesta no le agrado en lo más mínimo, le arrebato las llaves y abrió la puerta por sí misma, instándola con un empujón a entrar—Oye cálmate…

—No me vengas con que me calme, a estas horas Rubén debe estar haciéndose una descarga matutina contigo— Demi no pudo evitar fruncir hasta el espíritu con esa idea.

Rubén era el encargado del edificio, hacia exactamente dos meses había instalado cámaras en los pasillos. Dícese para cuidar mejor de los inquilinos, pero lo que en realidad hacia era vigilar mejor a las inquilinas. 

Era un tipejo asqueroso, el típico que no pierde oportunidad en detallar cada centímetro del cuerpo de una mujer. No importaba si esta fuese bonita o no, lo único que era importante para Rubén eran las curvas que se ocultaban bajo cada vestido. 

Todas sabían que el hombre empleaba cada hora del día en intentar dirimir el color de las bragas de tal o cual muchacha. Puerco Rubén o manos rápidas Rubén, así lo habían bautizado ¿Cómo se había olvidado de él?

Afortunadamente Fiona estaba pensando por ambas, de otra manera Demi habría sido la protagonista principal en las fantasías erótica de su portero. Eso ya sobrepasaba su límite, su cabeza no estaba para analizar tales cuestiones, se sentía abatida, no, esa no era la palabra correcta. Ella se sentía como una…una…bueno, ¿Para qué dar vueltas? Como una puta.

Una grandísima, consumada y encima falta de paga, puta. Porque Joseph ni le había pagado. No es que ella acostumbrara a intercambiar dinero por favores sexuales, pero ya que ni iba a recordarlo unos billetes no le caerían del todo mal.

— ¡Fiona quiero morir!—gimió en un exabrupto, mientras se cubría el rostro con las manos en un intento vano de ocultar su desfachatez.
—Shh… shh… ¿Qué paso? —Sintió como su amiga la envolvía en un ligero abrazo.

Fiona podía estar molesta con ella, pero aun así le prestaba su hombro. Tendría que recordar aquello, pues definitivamente iba a recompensarla por su amistad.

—Hice algo malo…—Confesó, manteniendo la frente pegada al hombro de su amiga. 

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