Karma.
Es un tema por demás sabido, que
cuando uno intenta que algo salga de una forma, el karma se encarga de que
ocurra exactamente lo opuesto.
En ese momento lo que más deseaba
Demi, era llegar a su casa tomar una
larga ducha y olvidarse que el mundo existía más allá de su departamento.
Pero
por supuesto, aquel no era su día, ni su mes y por cómo iba encaminándose
últimamente, tampoco parecía ser su año.
Si por los recientes sucesos debiera
guiarse, diría que ese era el año de las ratas, no importaba lo que el
horóscopo chino dijese. Estaba claro para ella que a los dragones, los habían
timado y en grande.
—¿Demi?—Tan solo fue necesario oír una
sola vez a esa voz pronunciar su nombre, para ratificar que el horóscopo era
tan mentira en oriente como en occidente.
“Hoy será un día brillante” auguraban
para ella, pero que mentira más sádica. Lo más brillante que había visto hasta
el momento, era el trasero de Joseph
enfundado en unos suculentos bóxers. Y Dios la proteja de estar admirando
tremendas calamidades, debería sentirse asqueada y para su sorpresa, no hacía
más que recordar aquella escena.
Se detuvo en seco, con las llaves
a medio camino de la puerta de entrada. No quería volverse, sabía que si lo
hacía se encontraría con un ceño fruncido y un rostro que pediría a leguas una explicación.
Pero ¿Es que acaso podría fingir no haber oído nada?
—Ahora mismo detente ahí pequeña
zorra—Confirmado, no podía.
Fiona camino rápidamente por el
pasillo y sin hacer mucho esperpento se detuvo a su lado, para exasperarla con
los repetitivos golpecitos de su chancleta de vieja bruja, contra el piso de
cerámicos.
— ¡Ay! ¡Ya para!—exclamó con los
nervios caldeados. No había cosa que la fastidiara más, que ver a su amiga en
plan de madre pata.
—Ya quiero una explicación— Demi la
mira enarcando una ceja con suspicacia, Fiona le dio un golpe con el periódico
que llevaba en la mano, exactamente la razón por la cual la había atrapado en
medio del pasillo.
Se sobó la frente con una mueca
en los labios, había estado tan cerca de llegar sin ser vista, pero el destino
se las traía mal con ella.
—Me duele la cabeza y no estoy
con ganas de hablar—
A Fiona esa respuesta no le agrado en lo más mínimo, le
arrebato las llaves y abrió la puerta por sí misma, instándola con un empujón a
entrar—Oye cálmate…
—No me vengas con que me calme, a
estas horas Rubén debe estar haciéndose una descarga matutina contigo— Demi no
pudo evitar fruncir hasta el espíritu con esa idea.
Rubén era el encargado del
edificio, hacia exactamente dos meses había instalado cámaras en los pasillos.
Dícese para cuidar mejor de los inquilinos, pero lo que en
realidad hacia era vigilar mejor a las inquilinas.
Era un tipejo asqueroso, el
típico que no pierde oportunidad en detallar cada centímetro del cuerpo de una
mujer. No importaba si esta fuese bonita o no, lo único que era importante para
Rubén eran las curvas que se ocultaban bajo cada vestido.
Todas sabían que el
hombre empleaba cada hora del día en intentar dirimir el color de las bragas de
tal o cual muchacha. Puerco Rubén o manos rápidas Rubén, así lo habían
bautizado ¿Cómo se había olvidado de él?
Afortunadamente Fiona estaba
pensando por ambas, de otra manera Demi habría sido la protagonista
principal en las fantasías erótica de su portero. Eso ya sobrepasaba su límite,
su cabeza no estaba para analizar tales cuestiones, se sentía abatida, no, esa
no era la palabra correcta. Ella se sentía como una…una…bueno, ¿Para qué dar
vueltas? Como una puta.
Una grandísima, consumada y
encima falta de paga, puta. Porque Joseph
ni le había pagado. No es que ella acostumbrara a intercambiar dinero por
favores sexuales, pero ya que ni iba a recordarlo unos billetes no le caerían
del todo mal.
— ¡Fiona quiero morir!—gimió en
un exabrupto, mientras se cubría el rostro con las manos en un intento vano de
ocultar su desfachatez.
—Shh… shh… ¿Qué paso? —Sintió
como su amiga la envolvía en un ligero abrazo.
Fiona podía estar molesta con
ella, pero aun así le prestaba su hombro. Tendría que recordar aquello, pues
definitivamente iba a recompensarla por su amistad.
—Hice algo malo…—Confesó,
manteniendo la frente pegada al hombro de su amiga.
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