El abogado hizo una mueca de dolor al mirar a la mujer
vulnerable y pálida sentada frente a él. Estaba claro que había sufrido, a
juzgar por la delgadez de su rostro y las ojeras bajos sus ojos azules.
No
podía imaginarse que un hombre estuviera lo bastante loco para rechazar un amor
tan intenso y desinteresado. Pero si ella tenía razón, eso era, exactamente, lo
que Joe Jonas ya había hecho.
Suspiró interiormente, diciendo algo sobre tirar
el oro para quedarse con el oropel. ! Algunos hombres no sabían la suerte que
tenían!
—Tendré todo listo para mañana por la mañana. ¿Está
absolutamente segura?
Ella asintió.
—Entonces considérelo hecho.
Demi le dio las gracias y se fue casa. La casa estaba demasiado
vacía y ella se sintió igual. Había toda una nueva vida por delante de ella.
Estaba
cerrando con fuerza la puerta del pasado para abrir otra a la mañana siguiente.
Un pensamiento que siguió con ella hasta que, a la mañana siguiente, empezó a
vomitar, como si estuviera muriendo.
Tenía que ir a la oficina del abogado para
firmar los papeles, pero estaba demasiado enfermo para viajar.
Temiendo haber cogido algún virus que le impidiera llevar a cabo
sus planes, concertó una cita con el Dr. Lou Coltrain, un miembro recién casado
de la comunidad médica local.
Lou la examinó, le hizo las preguntas pertinentes y empezó a
silbar sin hacer ruido mientras, Demi lo miraba asustada.
—Debe haber sido la noche de bodas, —dijo Lou, irónico—, porque solo
lleva casada un mes y conozco a Joe Jonas.
Estoy seguro de que no te tocó hasta
que tuviste el anillo en el dedo.
—Lou, ¡eres horrible! —gimió Demi, ruborizándose.
—Sí pero, también, tengo razón —dijo, poniéndole una mano en el
hombro—.
Dos semanas son muy poco tiempo para que las pruebas nos digan algo
concluyente, por lo que esperaremos un poco más. Pero, mientras tanto, mira ten
cuidado con las medicinas que tomas y descansa bastante, porque he visto
demasiados embarazos para confundir uno. ¡Enhorabuena!.
—Gracias. Pero, eh, no se lo dirás a nadie, ¿verdad? —preguntó Demi,
suavemente.
—Tu secreto está a salvo conmigo —dijo el médico, riéndose entre
dientes—. Quieres sorprenderlo, ¿no?
—Así es —dijo Demi inmediatamente, pensando en la sorpresa que
iba a ser.
—Vuelve a verme en dos semanas —repitió Lou—, y te enviaré a
Jack Howard en Victoria. Él es el mejor obstetra a quien conozco, y está mucho
más cerca que Houston.
—Gracias, Lou.
—Estoy a tu disposición.
Demi volvió a casa en medio de una nube de temor, aprensión y
alegría. Estaba segura de que estaba embarazada y de que, su matrimonio estaba
por los suelos. Pero sabía lo que iba a hacer. Primero tenía que ir a Houston, encontrar
un piso y un trabajo.
Ya le había pasado a abogado toda la documentación
relacionada
con el testamento de su padre, así como la demanda de divorcio. Seguramente ya
se los habría enviado a Joe a casa de la Sra. Collins en
Corpus Christi, que estaba allí por la muerte de Bob. Había quemado sus puentes
y no había vuelta atrás.
Consciente de lo que estaba pasando en Corpus Christi, Demi se
puso para Houston la mañana siguiente, pensando en un futuro sin Joe.
Al mismo tiempo, un hombre alto, de ojos oscuros, le notificaba
la demanda, haciendo que Joe maldijera hasta que se quedó ronco.
Joe cogió el teléfono, ajeno a la mirada sorprendida de Betty y
marcó el número de teléfono del abogado, que también era amigo suyo.
—Lucas, ¿qué diablos pasa? —Exigió, agitando los papeles del
divorcio ante el receptor—. ¡No te he pedido las escrituras al rancho, y
tampoco recuerdo haber preguntado por nada referente a un divorcio!
—No, no, viejo amigo, cálmate, —dijo Lucas, con firmeza—. Ella me
dijo que era lo mejor para ambos. Además, según parece, estás otra vez con Betty.
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