¿Lo estoy? —preguntó sorprendido.
—Eso es lo que me dijo Demi. ¿Sabes una cosa, Hank?, creo que
estás haciéndole mucho a una buena mujer.
Nunca ha pensado en sí misma ni una
sola vez. Fue lo que pensó que querías, lo que creía que necesitabas para ser
feliz, lo que le hizo organizar todo ésto.
Dice que esto será una ventaja para
ti, para que vuelvas a ser feliz como lo fuiste hace diez años, y que se alegra
mucho de poder hacerlo.
—Se alegra por mí —miró a los papeles y después a Betty, con
irritación, ya que había estado fingiendo estar de duelo dos semanas e
intentado atraparlo de nuevo en sus redes.
Pero no había tenido éxito. Había
estado poniendo en orden los asuntos y las finanzas de Bob, que estaban hechas un
lío, para que ella no tuviera problemas.
Le había llevado bastante tiempo y él
no quería estar aquí, pero lo hizo en nombre del que fue su amigo en otro
tiempo. Ahora sólo quería volver a casa y recuperar a su esposa, pero tenía en
sus manos la prueba de que le iba a costar mucho trabajo conseguirlo.
—Ella sabía que estarías encantado de haber solucionado el
asunto antes de volver, —continuó—. Escucha, si no te opones, y no tienes por
qué hacerlo, ¿verdad?, puedo conseguirlo enseguida.
Joe dudó, respirando con calma para no empezar lanzar juramentos.
Veía las palabras escritas con la vista borrosa tal y como recordaba a Demi la
última vez que la había visto.
Se repitió repite mentalmente todas las cosas
crueles y odiosas que le había dicho. No le extrañaba que quisiera divorciarse
de él.
Ella no conocía sus sentimientos, porque nunca se lo había dicho y pensaba
que la odiaba. ¡Qué risa!
—¿Puedes retenerlo unas semanas? —Le preguntó al abogado—. Tengo
todavía bastantes cosas que arreglar aquí para la viuda de Bob, y no podré
volver a casa, por lo menos, hasta dentro de una semana o más.
—Puedo hacerlo, pero seguro que no le gusta, —dice Lucas.
—No le digas.
— Joe …
—No se lo digas, —repitió—. Espera hasta que yo regrese.
Hubo un gran suspiro.
—Si ella me pregunta, de repente, no le voy a mentir.
—Entonces, asegúrate de que no tenga esa oportunidad.
—Lo intentaré.
—Gracias.
Joe colgó el teléfono. Se sentía fatal. Dios mío, ¡en qué lío
había convertido su vida!
Betty, que llevaba una bata transparente, se acercó
sigilosamente y se apoyó en su brazo.
—Pobre viejo y querido amigo, ¿te ha abandonado? —preguntó
suavemente—. Lo siento. ¿Por qué no vienes conmigo arriba para que pueda
intentar consolarte?
Él miró como si no la hubiera oído bien.
—Betty, solo hace una semana que enterraste a tu marido —dijo.
Ella se encogió de hombros.
—Él se había quedado sin dinero y apenas era capaz de moverse por
sí mismo. —sonrió como si fuera una niña y él se dio cuenta de que era solo una
niña.
No tenía sentimientos ni emociones, sólo contaban sus deseos y
necesidades que satisfacía de la mejor forma que sabía: con su cuerpo. Había
vivido con ella durante dos años, echándola de menos más de diez, y nunca supo,
realmente, que clase de persona era, hasta que se involucró con Demi.
Ahora podía
ver, realmente, lo diferentes que eran las dos mujeres.
Le apartó la mano de su brazo.
—Tengo que acabar algunas cosas, —dijo Joe —. Hablaremos más
tarde, ¿de acuerdo?
Ella sonrió.
—Está bien, querido.
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