― Creo que, en este
momento. Pat haría cualquier cosa que le pidiera.
Marty bufó
― Es cierto fue
alucinante la forma en que aceptó enseguida tu sugerencia de que hiciéramos una
fiesta en su casa. Podrías ser mago profesional, ¿sabes?
Me mordí los labios ¿De modo que la fiesta había sido idea de Joseph?
― Si así soy yo. ― Joseph volvió a bostezar ― Caramba estoy cansado
― ¿Te quedaste hasta
tarde con Swiss Kriss?
¿Swiss Kriss? El solo pensarlo me hizo sentir un nudo en el
estómago. No pueden creer que Joseph fuera a quedarse hasta tarde con Swiss Kriss.
― Hmmm…
― En fin, ya sé que no podrías haberte quedado hasta tarde con Demi
― continuó Marty ― Se acuesta a las ocho o algo por el estilo. ¿Verdad?
― Hmmm
Mi mente era un torbellino. Esperé unos segundos que Joseph lo contradijera, pero todo lo que oí fueron
unos murmullos y algo de risa.
No necesitaba oír más. Me apresuré a recorrer el vestíbulo en
dirección a la escalera con el corazón desbocado.
Había ido a confirmar que Joseph no planeaba aprovecharse del muchacho menos
popular de la escuela , y descubrí en cambio algo mucho peor de lo que había
imaginado ―Se acuesta a las ocho o algo por el estilo‖
Las palabras retumbaban en mi cabeza ¿Por qué Joseph no se lo había contradicho? Me había
asegurado que no se había estado burlando de mí. Pero lo que oí no eran
burlas…porqué yo no estaba cerca para que se rieran de mí. Lo que oí fue un
dialogo tranquilo racional y despreciativo acerca de mi.
―Hasta tarde con Swiss
Kriss…‖
Jamás debí confiar él, jamás debí olvidar aquella conversación
que él y Mary habían mantenido en la puerta del baño. ¿Cómo pude permitir que
me gustara alguien que se aprovecha de Pat de esa manera? ¿Cómo pudo gustarme
alguien que se aprovecharía de mí?
A las siete en punto del día del Baile de Otoño, Alex Chase
llegó a mi casa, muy elegante con su traje azul marino y, en lugar de un
ramillete, me dio una caja con un ratón muerto adentro.
Está bien, está bien,
no era realmente un ratón muerto; era el ratón de imitación con el que juegan
el gato de la familia Chase. Miré fijo el ratón, mientras Alex se reía a
carcajadas; luego corrió hasta el auto en busca de las flores verdaderas. Oh,
fue algo de veras distinguido, puedo asegurarlo.
Mi madre nos sacó una foto en el porche delantero, parados uno
junto al otro. Vi que, enfrente, Joseph subía a su auto.
— Oh, mira, ahí está Joseph — dijo Alex —. ¡Hola, Joseph!
Él miro en dirección a nosotros e hizo un ademán de saludo. Yo
no dejé de mirar a otro lado.
Llegamos al baile y la primera persona que vi fue a Swiss Kriss.
Llevaba un vestido corto de terciopelo rojo con piel blanca en el cuello, el
ruedo y las mangas. ¿Dónde encontraba esa ropa?
¿Tendría a un anciano que
trabaje en los Alpes pera mayor gloria de vestuario? Había recogido su pelo
rubio en un gracioso rodete en la base de la nuca y, no obstante la opinión de Joseph sobre las chicas que llevaban el pelo
recogido, se le veía estupendo. Le enmarcaba la cara el número exacto de rizos.
Su piel parecía terciopelo, sus labios eran rojos como su vestido… Me sentí una
bruja a su lado
.
La primera persona que vio Alex fue a Juliet Miller, y se
apresuró a correr hacia ella para llevarle un vaso de ponche. Suspiré y fui en
busca de mi propio vaso de ponche.
Permanecí solitaria junto a la ponchera, sintiéndome invisible,
como un fantasma de bailes pasados. El gimnasio estaba estupendo. Habíamos
armado un enorme pabellón de telas oscuras con estrellas que cubrían las
paredes. Algunas cabras un poco cursis poblaban las escenas aquí y allá, pero
hasta ellas lucían bien en el medio de la suave iluminación.
Miré a mi alrededor en busca de alguien conocido. Rose pasó
flotando del brazos de Brad Hopkisn. Me dedicó una gran sonrisa y un gesto de
saludos; evidentemente se sentía generosa para reconocerme.
Un momento después, localicé a Katie no muy lejos, en la pista
de baile. Llevaba un vestido corto azul con algo así como lentejuelas cosidas
en la tela. Tenía aros brillantes en forma de estrellas. Su pelo color trigo
parecía platinado bajo aquella luz, y el vestido era del mismo color de sus
ojos. Gus la miraba con reverencia.
Me sorprendió mirándola y levantó ligeramente
las cejas. Yo conocía ese gesto. Me estaba preguntado si necesitaba compañía.
Sacudí la cabeza.
Pat también estaba allí, con un traje demasiado chico.
Había
venido solo. Sentí compasión por él. El Baile de Otoño no era un acontecimiento
para ir solo. Aunque supuse que yo también puede haber estado sola, teniendo en
cuenta la atención que me prestaba Alex.
Swiss Kriss pasó con un revoloteo de su vestido de terciopelo.
— Por supuesto, Joseph y yo estaremos allí — le estaba diciendo a alguien —. Joseph lo planeó todo.
No pensé que pudiera experimentar una opresión en el pecho más
grande aun, pero en ese momento sentí como si estuviera llena de nudos. ― Joseph y yo.‖ Como si fueran una
pareja formal. Recordé la conversación telefónica que había escuchado a
hurtadillas. Joseph decía:
―La chica a quien quiero invitar nunca aceptaría‖. ¿En verdad pensé que alguna vez se refería a mí? Por supuesto,
hablaba de Swiss Kriss. Ella jamás iba a interferir en sus planes con respecto
a la fiesta de Marea Alta Pat; con ella, no tendría que preocuparse de que era ―vigilando‖.
Levanté la vista hacia las estrellas del pabellón. Había pasado
horas pegando esas estúpidas estrellas, imaginado como una idiota que esa noche
seria maravillosa y romántica.
— ¿Tienes tortícolis?
La voz de Joseph en mi oído.
— ¿Qué?
Él sonrió.
— Estuviste mirando el cielorraso tanto tiempo que me preocupé,
pensé que el cuello te había quedado duro.
Me di vuelta y me serví otro vaso de ponche.
— ¿Dónde estuviste ayer? — preguntó Joseph — Te llamé, pero tu mamá dijo que no estabas
en casa.
— Entonces no estaba en casa — respondí, lacónica.
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