Joe tardó otros diez días en arreglar y terminar todo los asuntos
de negocios de Bob y dejarlos en manos de un buen abogado. Bob tenía un
abogado, pero les había dado largas y era casi imposible de localizar.
Por
último, había tenido que pedir por vía judicial la documentación que necesitaba.
Luego, el abogado cuyo título era falso, se había esfumado. No es de extrañar
que Bob hubiera perdido la mayor parte de su dinero. El abogado había malversado
sus fondos. Afortunadamente, habría suficiente, añadiendo el seguro de vida,
para que Betty quedara bastante bien provista.
Fue entonces, cuando él le explicó las cosas, y ella se dio
cuenta de que no iba a proponerle matrimonio, cuando llegó el momento de la verdad.
—Pero tú me amas —exclamó—. Siempre lo has hecho. ¡Mira cuanta
prisa te diste en casarte con esa joven sólo para que no me diera cuenta de que
todavía estabas enamorado de mí!
—Puede que, al principio, fuera así, —respondió tranquilamente—.
Pero ahora es distinto y no puedo permitir el lujo de perderla en este momento.
—Oh, supongo que ella tiene dinero.
Él frunció el ceño.
—No. Ella no tiene ni un céntimo. ¿Siempre tienes que tener
razones mercenarias que atribuir a todas las decisiones?
—Por supuesto que hago, —dijo, y sonrió ligeramente—. La
seguridad es lo más importante en el mundo. Yo no tenía nada cuando era una niña
y, a veces, pasaba hambre.
Me prometí a mí misma que nunca me volvería a pasar
—dijo, encogiéndose de hombros—. Es por lo que te abandoné, ya lo sabes.
Te
estabas arruinado y tenía miedo. Yo te amaba pero, entonces Bob se cruzó en mi
camino, con un montón de dinero y me dijo que me quería —dijo, sonriendo—. No
tenía elección, de verdad.
—Supongo que no la tenías —esto le hizo recordar que Demi no
tenía nada, y, sin embargo, le estaba dando la única cosa de valor que tenía en
su poder, le había vendido el rancho, para que no tuviera que enfrentarse a la
amenaza de un peligroso vecino ruidoso. Podría haberse pateado a sí mismo, en
principio, por haberla dejado salir de su casa.
—Sentí pena por ella, —añadió pensativa—. No es nada sofisticada,
¿verdad? Me tenía miedo —frunció las cejas—. ¿Por qué no quieres dormir con
ella?
Él evitó su mirada.
—Eso no es asunto tuyo.
—De alguna manera, sí lo es. No quieres acostarte conmigo, vale,
pero ¿por qué?
Joe hizo una mueca.
—No te quiero, —admitió de mala gana—. Lo siento.
—La has utilizado, —le recordó—. Me quisiste siempre. Pensé que
ibas a morirte cuando me marché.
—Maldita sea, casi lo hiciste. Pero las cosas han cambiado —dijo,
mientras la miraba con tristeza—. Lo siento, Betty. Por tu pérdida y por lo
demás.
—Bob no era un mal hombre —dijo—. Yo estaba encariñada con él. Supongo
que, en cierto modo, lo echaré de menos —dijo, mirándolo—. Estás seguro de que
no me quieres?
Él asintió.
Ella suspiró y sonrió de nuevo.
—Bueno, eso es lo que hay. Por lo menos voy a tener suficiente
dinero a fin de mes, gracias a ti. ¡Y todavía soy lo bastante joven para
casarme por tercera vez!
En ese momento le dijo adiós y volvió al motel en el que estaba
alojado. Se sentía bien, después de haberse quitado un peso de encima al haber
resuelto todos los asuntos de Betty, que estaban bastante enredados. Ahora tenía
que volver a casa y resolver sus propios problemas.
Miró la demanda de divorcio y las escrituras con los ojos
entrecerrados. Dana no había tardado, ni un momento, en traspasarle el rancho.
Empezó a fruncir el ceño. ¿Dónde se habría ido a vivir si no tenía casa?
Tomó el teléfono y llamó a su abogado, pero le dijeron que Lucas
estaba en el Juzgado y no sabían cuando iba a volver. Realmente preocupo, marcó
el número del rancho Mobry, pero sonó dos veces y la línea estaba ocupada.
Empezó a hablar pero un contestador automático le informó de que el número
había sido desconectado.
Frustrado y preocupado, su siguiente llamada fue a su casa,
donde contestó Tilly.
—Muy bien, ¿qué diablos está pasando? ¿Y Demi¿a dónde ha ido?
—exigió sin preámbulo.
—No me dejó que te llamara, —dijo Tilly, rígidamente—. Se lo
supliqué, pero dio su brazo a torcer. Le di mi palabra y no puedo romperla.
—¿Dónde está?
—Se ha ido, —llegó la lacónica respuesta—. Dijo que te había
dado las escrituras y que Joel y Ernie cuidarían del rancho hasta que hicieras
otros arreglos, pero que tendrías que pagarles.
—Oh, ¡al diablo con el rancho! —Chasqueó los dedos—. ¿Dónde está?
—Tomó un taxi a la estación de autobuses y cogió un autobús para
Houston. Y no sé a dónde ha ido desde allí.
Levantó la cabeza esperanzado.
— ¡Houston! ¡Tilly, eres maravillosa!
—No, espera, hay algo más.
La enfermera que trabaja con el Dr. Lou Coltrain es mi prima. Parece Demi fue a
ver a Lou antes de dejar la ciudad. Si no la encuentras enseguida, vas a tener
que buscar a dos personas en vez de a una —dijo, y colgó.
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