—Además, no es como si yo estuviera tratando de romper el
matrimonio, continuó Betty—.
Bob y yo estamos en un apuró financiero terrible.
Esa
es la razón por la que está teniendo que renunciar a nuestras explotaciones en
todo Texas y a nuestro caballo de carreras.
Joe, incluso si no quieres comprar
el caballo, podrías ayudarnos a encontrar a alguien que quiera comprarlo.
Seguramente no nos negarás un poco de ayuda por los viejos tiempos, ¿no? Después
de todo, solo tienes que ir a Corpus Christi, no a un país extranjero.
Quiero
decir que sólo estarás fuera de casa una noche.
Joe vacilaba, por lo que Betty se acercó a Bob, apoyándose
contra él con una sonrisa seductora, como si le estuviera haciendo una oferta.—Díselo
tú, cariño —le dijo arrastrando las palabras seductor amente.
Bob se sonrojo mientras la miraba a ella y dijo inquieto:
—Vamos, Joe, —dijo—. El establo del caballo está a la derecha de
la carretera, a diez millas de donde vivimos.
Tenemos sitio de sobra. Puedes
pasar la noche y volver mañana —sonrió levemente—. Realmente no podemos esperar
más.
He tenido algunos problemas de salud, por lo que tengo que resolver esto
cuanto antes. Fuimos buenos amigos una vez, Joe.
Estás haciendo el imbécil, quería gritar Demi. Lo está usando
para llegar a tí, sobornándole con su cuerpo para que te engatuse y vayas a
Corpus Christi y compres el caballo.
Joe sintió la tensión de Demi. Sus ojos se estrecharon cuando la
miró y vio en su mirada los celos y la desconfianza.
Que se sentía muy
amenazada por Betty, y estaba desconcertado por la tortuosa indecisión que
provocaban en él sus propios sentimientos.
Según parecía, estaba atrapado entre
dos mujeres, una que lo quería locamente y otra que le había roto el corazón y que,
ahora, parecía querer recuperarlo a pesas de su marido.
Él miró vacilante a Demi que estaba enfadada con Betty por su
intento de engatusarlo.
— ¿Acaso te tiene tu esposa atado a la pata de la cama? —preguntó
Betty, intencionadamente.
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