lunes, 22 de julio de 2013

Marido De Papel Capitulo 27




Él hundió las manos en sus bolsillos—. ¿Lo soy?

Demi se dirigió a David y le entregó un billete de cinco dólares.
—David, ¿por qué no vuelves allí y juegas a las máquinas un rato, mientras hablo con este señor? —pregunta.

Él sonrió abiertamente.

—Claro, Miss Jonas, ¡gracias! —y se fue a grandes zancadas.
—Así que venías con un niño, no con ningún otro hombre —murmuró Joe distraídamente.
Ella se ruborizó.

—¡Como si fuera a confiar, otra vez, en mi propio criterio sobre los hombres! La madre de David está en el trabajo, por lo que me ofrecí a traerlo a ver una película.

—Te gustan los niños, ¿no? —le preguntó, y sus ojos miraron suavemente hacía su cintura—. Es una suerte.
—Yo no llamaría así —dijo obstinadamente.

Él suspiró. No sabía qué decir pero, sin duda, este no era el mejor sitio para hablar—. Mira, ¿por qué no vamos a al niño y volvemos a la pensión? ¿Han venido conduciendo?
Ella sacudió la cabeza.

—Vinimos en el autobús —quería discutir, pero parecía haberse quedado clavada en el suelo. No podía entender por qué él estaba aquí, cuando Betty era libre. 

Tal vez eso era lo que quería explicarle. Por el momento, parecía que no tenía más remedio que hacer lo que él decía.

—¡En el autobús! —murmuró él, y en tus condiciones, dijo para sí mismo, porque no se atrevía a decirle que sabía que estaba embarazada. Todavía no—. 

Vamos a por el niño, —dijo brevemente—. Voy a llevaros a casa.

Joe fue a buscar David y los llevó de vuelta a la pensión. David le agradeció la invitación y se fue. La Sra. 

Harper estaba merodeando, pero una mirada furiosa de Joe hizo que se marchara.

Cerró la puerta detrás de ella y se sentó en una silla, mientras Demi se sentaba en la cama un poco nerviosa.
—¿Dónde está Betty? —le preguntó.

—En Corpus Christi, supongo, —dijo—. Estoy solo.
—No vas a estar solo mucho tiempo, —recordó él—. Ya puedes casarte de nuevo.

—Ya estoy casado, —dijo tranquilamente—. Tengo una mujer joven y muy bonita.
Se ruborizó.

—Me divorcié de ti.
Agitó su cabeza.
—Lo he parado.

—¿Por qué? —Preguntó mirándolos con los ojos tristes y la cara tan blanca como el papel—. ¡No tienes que seguir casado conmigo ahora que ella está libre!


Hizo una mueca de dolor. Se acercó y tocó su mejilla, pero ella se retiró.

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