Sí, ya sabes. Te encontré vagando
por las calles, sin calzado y bastante desorientada.
Cuando llegamos aquí, no
dejabas de lanzarte a mis brazos diciéndome lo guapo que era y que toda la
noche habías esperado tenerme así de cerca.
— ¡Eso es mentira!
—Claro ¿Y tú lo recuerdas mejor
que yo?—insto irónico, a sabiendas que llevaba la razón en ese punto.
Demi se cruzó de brazos con rabia,
pues no lo recordaba. No recordaba nada después de haber dejado la fiesta con
el doctor e incluso esos recuerdos, estaban como metidos en una nebulosa.
¿Cuándo se había encontrado con Joseph? ¿Realmente había estado
vagando por las calles? ¡Oh Dios! Esto era peor de lo que imaginaba, lo único
que le faltaba era estar en deuda con la escoria.
—Incluso si eso fuese cierto ¿Por
qué no te comportaste como un caballero? —La recriminación era bastante pobre,
teniendo en cuenta que ella no se había comportado como una dama.
Pero a decir
verdad era más fácil echarle la culpa a Joseph,
que admitir que en esa ocasión ella tenía todas las de perder—Ni siquiera te
gusto…—musitó con las lágrimas oscilando peligrosamente en sus ojos. Llorar,
eso era como la frutilla del postre ¡Estupendo!
—Vamos, no seas tan…— Joseph se detuvo a media frase y Demi noto el instante en que fijo la
vista en sus ojos— ¿Por qué lloras? No es para tanto…no es como si te hubiese
robado…
la virginidad—La última parte casi y pareció dudarla, pero ella no
reparo en el pequeño traspié de su interlocutor. Estaba demasiado ensimismada
en su propia miseria.
—No se trata de eso, es sobre los
principios ¡Tú no tienes códigos! —Le apunto con un dedo acusador—Ningún hombre
que merezca ser llamado así, se aprovecharía de una mujer ebria ¡Ni el doctor
quiso forzarme cuando me negué!
— ¿Te negaste?— Demi sintió
la urgencia de arrojarle algo al rostro, ella intentaba transmitirle su
confusión y él se burlaba como si todo se tratara de un simple chiste.
— ¿A ti que más te da? ¡Eres
repugnante!
— Demi…
—No, no me toques.
—No decías lo mismo unas horas atrás—Ella
lo fulmino con la mirada, ¿cómo se atrevía a seguir provocándola? —Ya deja el
drama ¿quieres?
—Vete al infierno—masculló
encontrando la fuerza para ponerse de pie y salir de aquella cama a la carrera.
Pero fueron cinco pasos los que
dio, para caer en cuenta del atuendo que cubría su desnudez.
— ¿Dónde está mi ropa?—exclamó
con los nervios a flor de piel.
—Tranquilízate, probablemente
ahora debe estar en el segundo ciclo de lavado—
Él se descubrió el resto del
cuerpo que aun ocultaba las sabanas y ella dio un respingo volviéndose
en la otra dirección—Dudo mucho que quieras usar eso, la decoraste a tu gusto
con una buena cantidad de vomito…—Ella cerro los ojos y alzo el rostro al
cielo, en una súplica silenciosa. Había caído bajo y Joseph no estaba teniendo reparos en brincar sobre su humillado
honor.
Él pasó caminando por su lado y
ella no pudo evitar del todo que el cuerpo se le pusiera alerta frente a su
cercanía, incluso con los ojos cerrados sabía que él la estaba mirando.
— ¿Qué?
—Voy a darme una ducha, tal vez
quieras acompañarme— Demi desplego un parpado y lo miro
echando humo por la nariz—Bien…si cambias de parecer…
—Le apuntó sutilmente una
puerta y luego fue caminado hasta allá, cubierto por un minúsculo bóxer negro
que se ajustaba a su trasero como un guante. La iglesia escribiría una
plegaria, para ese monumento a la belleza masculina.
Demi permaneció de pie en el centro
de la habitación, enfundada en una camisa blanca que le quedaba como cinco
números más grande. Lo único que la contentaba, era que él había tenido el
detalle de vestirla luego de…Mejor ni pensar en ello.
En tanto Joseph se duchaba ella se puso en la tarea de encontrarse algo de
ropa, para su desgracia el hombre no parecía del tipo que llevaba prendas
ajustadas.
Todo le quedaba enorme, los pocos pantalones de gimnasia que
encontró en su armario le quedaban como bolsas y sin importar cuanto doblaras
las perneras, seguía arrastrándolos. Harta de la situación, se resignó a
ponerse unos bóxers que en ella lucían como pantalones cortos. Al menos así
cubría su trasero y no tenía que estar ventilándolo por la casa de ese hombre.
— Joseph —Llamó dando ligeros golpecitos a la puerta del baño, él no
contesto.
Demi podía oír la cascada de la ducha
en el interior, podía ser posible que en realidad no la escuchara o solo se
estuviese haciendo el desentendido, para que ella abriera la puerta. Pero
estaba decidida a salir de esa casa con la dignidad lo más intacta posible, si
podían haberse acosta…
Dios! Ni pensar la palabra podía. Con el rostro
ruborizado, volvió a llamar a la puerta. Tan solo quería salir de allí ¿Era
mucho pedir?
— ¡Joseph!—Nada, él seguía ignorándola, pues ella había gritado lo
suficientemente fuerte como para que los vecinos de la escoria la oyeran—¡¡Joseph!!
— ¿¡Qué!?—Entonces la puerta se
abrió y Demi no se desmayó, por el simple
hecho de que era lo bastante osada como para disfrutar la vista sin
remordimientos. ¡Dios lo tenga en la gloria! Estaba así, como Adán en su
vendito Edén pero sin la hoja de parra, por supuesto él no se tomaría el
trabajo de detenerse en esas nimiedades.
— ¡Oh!—exclamó una vez que supo,
debía reaccionar— ¿Por qué sales así? Eres…
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