domingo, 21 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 7




Príncipe de ojos azules.

No podía quejarse, la fiesta era estupenda. Buena música, abundante bebida y un hombre que la traía fuertemente aferrada de la cintura. Parecía que nada podía echarle a perder esa velada, nada, exceptuando cierto castaño de ojos azules que no dejaba de tirarle miraditas de reproche.

Demi se apretó con más fuerza al cuello del doctor con el que bailaba, el tipo la había invitado ni bien había arribado al lugar y desde entonces no se separaba de su lado. Ella temía pensar que ocurriría cuando le tocara ir al baño, pero como eso no había pasado aun, lo dejaba de lado.

Pero por más que intentara dejar a su cuerpo disfrutar de aquella danza tan inusual, por más que quisiera solo oír y mirar los dulces ojos verdes de su doctor. No podía, no podía dejar de espiar sobre su hombro, hacia aquel punto que ocupaba Joseph. 

Envestido en su atuendo casual, una camisa blanca de lino y esos malditos y ajustados jeans, era el centro de atención. ¡Por supuesto! ¿Quién no voltearía a mirar al único hombre que no llevaba disfraz?

— ¿Dónde estás?—Le pregunto repentinamente el doctor, sacándola de su ensimismamiento.

Demi sonrió a tiempo que devolvía el rostro en su dirección, si debía responderle con la verdad, tendría que admitir que estaba viendo como Connie se aferraba al brazo de Joseph como una completa zorra. ¡Sí, zorra! ¿Por qué de todos los hombres allí presente, ella tuvo que echarle los tejos a Joseph? No era tan guapo, bueno venga pequeña mentira. Sí era guapo, pero había otros.

El doctor, cuyo nombre había olvidado preguntar, también era atractivo. Y parecía interesado en ella, entonces ¿Por qué le costaba tanto concentrarse? Necesitaba sacarse de la mente a Rhone, nada pasaba con él. Es más, Joseph pensaba que ella tenía cuerpo de un niño de diez años, era obvio que allí no cabía ni la menor posibilidad.

— ¡Oye!— La llamo su compañero de baile, seguramente cansado de que ella estuviese brincando en la luna—Ven…—Y sin esperar a que confirmara o negara, él la arrastro de la mano hasta la larga mesa que jugaba de barra de bebidas. Le entrego un vasito plástico de contenido dudoso. Demi lo olfateo y él tan solo le sonrió, alentándola a dar el primer sorbo.

— ¿Qué es?—inquirió sin confiarse por completo. El alcohol y ella no eran buenos camaradas, la última vez que había bebido había sido para su graduación. No supo cómo ocurrieron los sucesos aquella noche, lo único que recordaba era haber despertado con un terrible dolor de cabeza y abrazada al perro de su hermanita. Definitivamente, no había sido su mejor

experiencia. Pero ahora era una adulta, no cometería la misma tontería, un trago no le hacía mal a nadie.

—Es la cura para tu pesar—dijo él en respuesta. Y ella tomo esa sugerencia como las palabras de un verdadero doctor, después de todo no podía ir en contra de lo que dictaba la medicina.

—A tu salud—brindo Demi, alzando el vasito en dirección a su acompañante y mientras se empinaba la bebida de un solo sorbo, por el borde del vaso logro captar la mirada iracunda de un escritor de segunda. Ella le enseño el dedo en un gesto muy infantil y él se limitó a volver el rostro, para responderle algo a su zorra…es decir, a Connie.
La pista estaba hac
iéndose más pequeña o aquel hombre, simplemente había desarrollado tantos brazos como Shivá. Sea lo que fuese, Demi se sentía en una nube de luces estrambóticas, música que aturdía y los labios suaves de su atrevido doctor. 

Era demasiado bello, como para intentar poner un alto a toda esa muestra de acalorado cortejo. En algún momento de la noche, ella había ido en busca de Joseph y le había dado a sostener sus botas y su celular. Después de eso no volvió a verlo y no le preocupaba tampoco, a decir verdad tenia mejores cosas entre manos.

—Hermosa ¿Quieres ir a un lugar más divertido?—Ella asintió con una enorme sonrisa en sus labios. Sólo para que no quepan dudas, la hermosa de esa frase, era ella.

—Sí doctor—musito con voz aletargada.

Cuando intento avanzar, sus pies se enredaron entre sí y estúpidamente fue a caer a los brazos de algún hombre que pasaba por allí. Demi alzo la vista y comenzó a desplegar una sonrisa, para disculparse por su tontería de ebria. 

Sí estaba ebria o quizás solo un poco entonada, después de todo ¿Cómo se reconoce el momento en que uno pasa de alegre a descaradamente atrevido? Pues ella estaba en medio de las dos definiciones, se sentía mucho más hozada, tanto que ni siquiera había tenido reparos en besarse con el doctor a la vista de todos los invitados.
—Perdón…

Demi, yo ya me voy—Le murmuro el extraño al oído y fue cuando ella cayó en cuenta de que ese no era un extraño. Era…huy estaba peor de lo pensaba ¿Cómo diantres se llamaba? — ¿Me oyes?—pregunto ese bombón de ojos azules. Ella asintió aunque lo único que podía hacer era concentrar su atención en esa mirada ¡Demonios! Sí sabía cómo se llamaba, solo necesitaba…necesitaba… 
, necesitaba a su doctor. Ella se liberó del chico lindo de ojos azules y se echó en los brazos de su antiguo compañero de baile/copas/besos apasionados.
—Si vamos.

Demi —Pero alguien al parecer no estaba tan de acuerdo con el plan. Le dirigió una mirada de impaciencia, mientras él la detenía por el brazo derecho y el doctor la jalaba del izquierdo—Te llevare a tu casa.

—No te preocupes, yo me encargo— Demi le sonrió a su pareja, ignorando que el chico lindo lo atravesaba con una mirada que podría fundir metal.

—Sí, él se encarga…—corroboro hipando, mientras que con un movimiento de su muñeca se deshacía de su amarre.


El chico de ojos azules, pareció molesto por un instante y en tanto que ella se alejaba con el doctor, no le aparto la mirada de encima. Demi se encogió de hombros y se dejó llevar, lo bueno de estar ebrio es que uno nunca recuerda miradas, ni instantes. Pues de haber estado lucida, habría notado lo desilusionado que lucía Joseph en ese momento. 

—Dios eres hermosa—Ella gimió como toda respuesta, incapaz de esgrimir un comentario coherente. El doctor la apretó contra la pared, haciéndola muy consciente de su deseo.

No habían llegado muy lejos, él se le había echado encima ni bien habían alcanzado el primer rellano de las escaleras. 

Y Demi no presento objeción, le gustaba la manera casi reverente con la que se dirigía hacia ella. Le gustaba sentir sus labios surcando distintos caminos por su cuello, su boca, sus mejillas y sus parpados. No existía un punto de su rostro, que él no hubiese reclamado con su boca. 

Era agradable la calidez y suavidad con la que la acariciaba, esa misma cadencia con las que sus dedos acunaban sus senos. Para luego derrapar por su espalda y terminar cerniéndose con firmeza a su trasero.

Demi pego un respingo, en algún punto recóndito de su mente algo se activó, pero la pasión amenazaba con llevarse hasta ese mínimo retazo de cordura. « ¿Qué estoy haciendo?» Se preguntó, liberando su boca de los hambrientos labios del doctor.

—Si preciosa, mejor vamos a mi casa—Él interpreto aquel pequeño interludio, como una muestra de lo que vendría. Pero Demi no estaba dispuesta a llevar las cosas tan lejos, aún tenía algo de recato y estaba obligada a ponerlo en práctica.

—No, no puedo—susurro mientras veía que sus pies no atendían a sus palabras, pues aunque una parte de ella negaba la otra seguía caminando detrás del doctor.

— ¿Cómo qué no?—inquirió él, mostrándose verdaderamente indignado.

—Lo siento, no—Y con la resolución llegando finalmente a su obnubilado cerebro, se deshizo de su amarre
 para terminar de una vez con todo aquello.
Ella no era esa clase de mujer, no se iba a la cama con personas que no conocía. Sí podría estar ebria, pero no estúpida.

—Mierda—El doctor no parecía nada contento—Como quieras, ni se para que me metí contigo, claramente solo eres una histérica—Ella parpadeo un tanto confundida, pero no se atrevió a decir nada. Era mejor 

que él pensara lo que quisiera, siempre y cuando se olvidara de la idea de llevarla a la cama.

El joven de ojos verdes, soltó un resoplido entre dientes, antes de pegarse la vuelta y desaparecer escaleras abajo. Demi frunció el ceño, pero tras analizarlo todo un segundo, rompió en una estruendosa carcajada. Fiona no se terminaría de creer lo que había ocurrido. Hablando de Fiona ¿Dónde podría estar ella?

Demi dio una vuelta completa sobre su eje, sin parecer muy coherente y mientras observaba la nada con mucha atención, decidió regresar a su casa. Ahora solo le faltaba encontrarla ¿Vivía al sur o al norte? Ah bien, siempre podía pedir referencia. Tan solo debía preguntar ¿Dónde vivía esa chica llamada Demi.

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