Príncipe de ojos azules.
No podía quejarse, la fiesta era
estupenda. Buena música, abundante bebida y un hombre que la traía fuertemente
aferrada de la cintura. Parecía que nada podía echarle a perder esa velada,
nada, exceptuando cierto castaño de ojos azules que no dejaba de tirarle
miraditas de reproche.
Demi se apretó con más fuerza al cuello del doctor con el que
bailaba, el tipo la había invitado ni bien había arribado al lugar y desde
entonces no se separaba de su lado. Ella temía pensar que ocurriría cuando le
tocara ir al baño, pero como eso no había pasado aun, lo dejaba de lado.
Pero por más que intentara dejar
a su cuerpo disfrutar de aquella danza tan inusual, por más que quisiera solo
oír y mirar los dulces ojos verdes de su doctor. No podía, no podía dejar de
espiar sobre su hombro, hacia aquel punto que ocupaba Joseph.
Envestido en su atuendo casual, una camisa blanca de lino
y esos malditos y ajustados jeans, era el centro de atención. ¡Por supuesto!
¿Quién no voltearía a mirar al único hombre que no llevaba disfraz?
— ¿Dónde estás?—Le pregunto
repentinamente el doctor, sacándola de su ensimismamiento.
Demi sonrió a tiempo que devolvía el rostro en su dirección, si debía
responderle con la verdad, tendría que admitir que estaba viendo como Connie se
aferraba al brazo de Joseph como
una completa zorra. ¡Sí, zorra! ¿Por qué de todos los hombres allí presente, ella
tuvo que echarle los tejos a Joseph?
No era tan guapo, bueno venga pequeña mentira. Sí era guapo, pero había otros.
El doctor, cuyo nombre había
olvidado preguntar, también era atractivo. Y parecía interesado en ella,
entonces ¿Por qué le costaba tanto concentrarse? Necesitaba sacarse de la mente
a Rhone, nada pasaba con él. Es más, Joseph
pensaba que ella tenía cuerpo de un niño de diez años, era obvio que allí no
cabía ni la menor posibilidad.
— ¡Oye!— La llamo su compañero de
baile, seguramente cansado de que ella estuviese brincando en la luna—Ven…—Y
sin esperar a que confirmara o negara, él la arrastro de la mano hasta la larga
mesa que jugaba de barra de bebidas. Le entrego un vasito plástico de contenido
dudoso. Demi lo olfateo y él tan solo le sonrió, alentándola a dar el
primer sorbo.
— ¿Qué es?—inquirió sin confiarse
por completo. El alcohol y ella no eran buenos camaradas, la última vez que
había bebido había sido para su graduación. No supo cómo ocurrieron los sucesos
aquella noche, lo único que recordaba era haber despertado con un terrible
dolor de cabeza y abrazada al perro de su hermanita. Definitivamente, no había
sido su mejor
experiencia. Pero ahora era una
adulta, no cometería la misma tontería, un trago no le hacía mal a nadie.
—Es la cura para tu pesar—dijo él
en respuesta. Y ella tomo esa sugerencia como las palabras de un verdadero
doctor, después de todo no podía ir en contra de lo que dictaba la medicina.
—A tu salud—brindo Demi, alzando el vasito en dirección
a su acompañante y mientras se empinaba la bebida de un solo sorbo, por el
borde del vaso logro captar la mirada iracunda de un escritor de segunda. Ella
le enseño el dedo en un gesto muy infantil y él se limitó a volver el rostro,
para responderle algo a su zorra…es decir, a Connie.
La pista estaba hac
iéndose más
pequeña o aquel hombre, simplemente había desarrollado tantos brazos como
Shivá. Sea lo que fuese, Demi se sentía en una nube de luces estrambóticas, música que
aturdía y los labios suaves de su atrevido doctor.
Era demasiado bello, como
para intentar poner un alto a toda esa muestra de acalorado cortejo. En algún
momento de la noche, ella había ido en busca de Joseph y le había dado a sostener sus botas y su celular. Después
de eso no volvió a verlo y no le preocupaba tampoco, a decir verdad tenia
mejores cosas entre manos.
—Hermosa ¿Quieres ir a un lugar
más divertido?—Ella asintió con una enorme sonrisa en sus labios. Sólo para que
no quepan dudas, la hermosa de esa frase, era ella.
—Sí doctor—musito con voz
aletargada.
Cuando intento avanzar, sus pies
se enredaron entre sí y estúpidamente fue a caer a los brazos de algún hombre
que pasaba por allí. Demi alzo la vista y comenzó a
desplegar una sonrisa, para disculparse por su tontería de ebria.
Sí estaba ebria
o quizás solo un poco entonada, después de todo ¿Cómo se reconoce el momento en
que uno pasa de alegre a descaradamente atrevido? Pues ella estaba en medio de
las dos definiciones, se sentía mucho más hozada, tanto que ni siquiera había
tenido reparos en besarse con el doctor a la vista de todos los invitados.
—Perdón…
— Demi, yo ya
me voy—Le murmuro el extraño al oído y fue cuando ella cayó en cuenta de que
ese no era un extraño. Era…huy estaba peor de lo pensaba ¿Cómo diantres se
llamaba? — ¿Me oyes?—pregunto ese bombón de ojos azules. Ella asintió aunque lo
único que podía hacer era concentrar su atención en esa mirada ¡Demonios! Sí
sabía cómo se llamaba, solo necesitaba…necesitaba…
—Si vamos.
— Demi —Pero alguien al parecer no estaba tan de acuerdo con el plan.
Le dirigió una mirada de impaciencia, mientras él la detenía por el brazo
derecho y el doctor la jalaba del izquierdo—Te llevare a tu casa.
—No te preocupes, yo me encargo— Demi le sonrió a su pareja, ignorando que el chico lindo lo
atravesaba con una mirada que podría fundir metal.
—Sí, él se encarga…—corroboro
hipando, mientras que con un movimiento de su muñeca se deshacía de su amarre.
El chico de ojos azules, pareció
molesto por un instante y en tanto que ella se alejaba con el doctor, no le
aparto la mirada de encima. Demi se encogió de hombros y se dejó llevar, lo bueno de estar
ebrio es que uno nunca recuerda miradas, ni instantes. Pues de haber estado
lucida, habría notado lo desilusionado que lucía Joseph en ese momento.
—Dios eres hermosa—Ella gimió
como toda respuesta, incapaz de esgrimir un comentario coherente. El doctor la
apretó contra la pared, haciéndola muy consciente de su deseo.
No habían llegado muy lejos, él
se le había echado encima ni bien habían alcanzado el primer rellano de las
escaleras.
Y Demi no presento objeción, le gustaba
la manera casi reverente con la que se dirigía hacia ella. Le gustaba sentir
sus labios surcando distintos caminos por su cuello, su boca, sus mejillas y
sus parpados. No existía un punto de su rostro, que él no hubiese reclamado con
su boca.
Era agradable la calidez y suavidad con la que la acariciaba, esa
misma cadencia con las que sus dedos acunaban sus senos. Para luego derrapar
por su espalda y terminar cerniéndose con firmeza a su trasero.
Demi pego un respingo, en algún punto recóndito de su mente algo se
activó, pero la pasión amenazaba con llevarse hasta ese mínimo retazo de
cordura. « ¿Qué estoy haciendo?» Se preguntó, liberando su boca de los
hambrientos labios del doctor.
—Si preciosa, mejor vamos a mi
casa—Él interpreto aquel pequeño interludio, como una muestra de lo que
vendría. Pero Demi no estaba dispuesta a llevar las
cosas tan lejos, aún tenía algo de recato y estaba obligada a ponerlo en
práctica.
—No, no puedo—susurro mientras
veía que sus pies no atendían a sus palabras, pues aunque una parte de ella
negaba la otra seguía caminando detrás del doctor.
— ¿Cómo qué no?—inquirió él,
mostrándose verdaderamente indignado.
—Lo siento, no—Y con la
resolución llegando finalmente a su obnubilado cerebro, se deshizo de su amarre
para terminar de una vez con todo aquello.
Ella no era esa clase de mujer,
no se iba a la cama con personas que no conocía. Sí podría estar ebria, pero no
estúpida.
—Mierda—El doctor no parecía nada
contento—Como quieras, ni se para que me metí contigo, claramente solo eres una
histérica—Ella parpadeo un tanto confundida, pero no se atrevió a decir nada.
Era mejor
que él pensara lo que quisiera,
siempre y cuando se olvidara de la idea de llevarla a la cama.
El joven de ojos verdes, soltó un
resoplido entre dientes, antes de pegarse la vuelta y desaparecer escaleras
abajo. Demi frunció el ceño, pero tras
analizarlo todo un segundo, rompió en una estruendosa carcajada. Fiona no se
terminaría de creer lo que había ocurrido. Hablando de Fiona ¿Dónde podría
estar ella?
Demi dio una vuelta completa sobre su
eje, sin parecer muy coherente y mientras observaba la nada con mucha atención,
decidió regresar a su casa. Ahora solo le faltaba encontrarla ¿Vivía al sur o
al norte? Ah bien, siempre podía pedir referencia. Tan solo debía preguntar
¿Dónde vivía esa chica llamada Demi.
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