A veces Marty es un gran idiota — Continuó Joseph —. Si mal no recuerdo.
Fue él quien saco a
relucir el nombre de Swiss Kriss Yo estaba casi dormido.
Y lamento no haber
corrido en tu defensa, pero, francamente, no me afecta demasiado lo que diga la
gente.
En lo que a mí respecta, la gente puede tener todas las locas opiniones
que se le antoje.
Joseph estaba ahora tan cerca que tenía la certeza
de que podía oír los latidos de mi corazón. Todo lo que decía caía sobre mí en
oleadas oscuras. Pensé en la conversación que había escuchado…
¿Qué había dicho
el con exactitud? No demasiado. Fue Marty el que habló la mayor parte del
tiempo. Pero yo enseguida culpe a Joseph de todo.
Levante la vista hacia él.
— Oh, Joseph — dije desanimada —.
Lo siento. Supongo que… no pude olvidarme de tus bromas acerca de ser la hija
del director…
— Demi. — Joseph me acarició la
mejilla. — Es difícil no hacerte bromas. Eres la persona de quien uno más puede
burlarse en el mundo…Te enojas con tanta facilidad…—
Extendió la mano y la
llevo un mechón de mi pelo detrás de mi oreja. — Nunca pensé en ti como si solo
fueras la hija del director. ¿Cuándo vas a aceptarlo?
Sentí que se me agrandaba el corazón.
—Supongo…supongo que estoy empezando a hacerlo en este mismo
instante.
Ahora bien, ¿quieren explicarme algo que nunca puede entender?
¿Por qué, en las novelas románticas, los protagonistas se unen justo cuando el
aspecto de ella es de lo peor? En Lo que el viento se llevó, Rhett le revela su
amor a Scarlett cuando ella está toda transpirada y llena de hollín, mientras
Atlanta se incendia.
En Rebeca, Max se declara a la narradora justo después de
haber paseado en el convertible de él, cuando tiene todo el pelo hecho una gran
maraña. Son libros, ¿verdad? Es ficción, ¿No es cierto? Es todo inventado del
autor. Entonces,
¿Por qué no hacer que el gran momento llegue cuando el pelo de
la protagonista está en un buen día y ella se vea elegante? Por ejemplo, habría
sido mucho más conveniente para Joseph besarme en el gimnasio, cuando yo estaba
maquillada y tenía puesto mi vestido negro.
Pero una no puede elegir donde van
a ocurrir las cosas y, si se pasa la vida planificando, puede ser que nunca
sucedan.
Miré a Joseph un segundo y luego
me acerqué y lo besé. Pareció sorprenderse, pero al cabo de un instante ya me
estaba devolviendo el beso. Le rodeé en cuello con los brazos.
Todo era igual
al recuerdo de lo que había pasado aquel día junto a la escalera. Sentí
vértigo, el mundo giró lentamente debajo de nosotros. Y los brazos de Joseph temblaron como si él estuviera muy nervioso.
O muy feliz.
Entonces me di cuenta de que tal vez esa fuera un mejor ocasión
que cualquiera otra que se hubiera dado en el Baile de Otoño. Por cierto, las
estrellas que brillaban en el jardín junto a la piscina de Pat eran mil veces
más relucientes, y más hermosas, y más reales.
Te amo yo también te amo.
Fin
Aaaaaa hermozo final me encantó tu nove te felicito y leere las demás
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