sábado, 13 de julio de 2013

Camino A La Fama Capitulo 1




“Todo por una Nominación”

Seguramente les ha ocurrido, al menos lo han presenciado o lo han hecho sin siquiera pretenderlo. Ya saben, eso de fingir atención, cuando en realidad su mente está muy lejos de allí. Pues bien, eso era justamente lo que Joseph hacía en ese momento, su rostro podría parecer la viva imagen de aquel filósofo pensador, incluso uno llegaría a creer que no había nadie más concentrado que él en esa habitación. Pero nada podría estar más alejado de la realidad, Joseph ni siquiera estaba escuchando a su interlocutor. 

El hombre llevaba la última media hora llenando sus oídos, de palabrería barata. Quizás él dejó de escuchar, en el mismísimo momento en el que Josh le informó de un proyecto inigualable, sin precedentes, algo que marcaría un hito en su carrera. Toda esa adornada presentación, sólo auguraba otra estupidez, por eso ni se molestó en oírlo. Podría ser que más adelante lamentara aceptar algo de lo cual no tenía idea, pero eso no lo preocupaba en ese instante.

Josh se puso de pie repentinamente, sacudiendo las manos y sonriendo. Joseph se obligó a apartar la vista del infinito, para mirar a su agente.
—No sabes cuan tranquilo me dejas compañero, pensé que te resistirías un poco más. — ¿Resistirse? Eso no le sonó muy tranquilizador.

—Cuentas con todo mi apoyo—murmuró un tanto comprometido con su papel de joven trabajador. Josh parecía no caber en sí mismo de júbilo, Joseph comenzó a impacientarse ¿Qué podría haber aceptado? ¿Matar a alguien? En realidad su agente, lucía como aquel agraciado que acaba de soltar uno de sus peores pecados y ha sido recompensado con la salvación. Nada alentador.
— ¿Entonces nos vemos mañana?

— ¿Mañana?—instó con un toque de leve inocencia, los ojos grises de Josh centellaron con algo de recelo. Seguramente ese había sido un tema, bastante tratado durante su conversación.

—Sí, ya sabes para reunirnos con ellas. — ¿Ellas? ¿Cita doble? Fue lo primero que se le cruzó por la mente, después de todo Josh tenía esa estúpida manía de querer presentarle, a sus primas o a sus amigas, o a la amiga de la amiga de alguien. Quien extrañamente resultaba ser tan fea, que uno llegaba a preguntarse ¿Cómo rayos se atrevían a salir a la luz del sol? Mierda, cómo se salía de esta sin delatarse.

— ¿En dónde?—Josh, su agente, amigo y hermano no reconocido hasta la fecha, suspiro claramente exasperado.

— ¡Con un demonio Joseph! ¿No me estabas escuchando?—Bien, ya lo habían atrapado. No tenía sentido seguir con la actuación.

Negó suavemente, teniendo que recibir la fulminante mirada de aquel tipejo mucho más bajo que él. Era un tanto ridículo, para quien los mirara
de afuera. El hombre pequeño intimidando al otro que le sacaba, por lo menos dos cabezas de altura. ¡Oh la ironía!

—Mañana nos reuniremos con Demi Manfory y su agente, para tratar el tema de la fusión de sus historias.
— ¿Qué historias?— ¿Y por qué el nombre de esa mujer se le hacía vagamente familiar?

—James Rhone y Charlotte Bourette, la pareja que todos los lectores están esperando—. Entonces Josh alzó una sola hoja delante de sus ojos, en donde se exponía una absurda encuesta de internet. Joseph sonrió, pero no había nada de felicidad en aquel gesto.

—Ni loco—masculló, arrancándole la hoja de las manos en un limpio movimiento—. James no se enreda con viudas—Espetó con la mirada fija en los ojos de su agente.

Pues no podían obligarlo, internet y los lectores podían decir lo que se les viniera en gana, él jamás fusionaría su personaje a una perra frígida, asesina y antipática como Charlotte Bourette. Tal vez James no era real, pero era su creación con un demonio. Su personaje, jamás caería tan bajo.
— ¡Pero si dijiste que lo harías!
—Nunca aceptaría una locura por el estilo, además jamás he trabajado en conjunto y creo que todos mis premios, demuestran que no necesito hacerlo.
No que se diera aires de grandeza, pero Joseph era bueno en lo que hacía y había sido siempre recompensado por su talento.

Ese año su último libro de James Rhone, había estado en la lista de best seller de más de veinte países, eso debía hablar por sí solo. Demás está decir que pensaba que seis libros, eran más que suficientes, no podía y no quería seguir explotando esa historia.

 Cuando había comenzado cuatro años atrás, nunca pensó que las aventuras de su peculiar personaje lograrían adentrarse tan bien en la vida de las personas. Pero para su humilde experiencia como escritor, ese éxito fue como un incentivo para seguir adelante. James era su personaje, habían recorrido el mundo en busca de problemas y con su sexto libro, pensó que ya le debía un descanso a su buen amigo aventurero. 

Por supuesto supo por las críticas, que varias personas esperaban algo más del final de esa serie. Uno de los pedidos fue; una novia para James. Pero el hombre era un libertino y muy feliz de serlo, no podía simplemente articular un romance de la nada eso le sacaba lustre a su estilo.

—La gente sabe que el sexto libro no puede ser el final de James.
—Pero no lo mate. —replicó casi por inercia, Josh asintió con impaciencia.
—No digo lo contrario, pero es que todo parece haber quedado suspendido en el aire. Las lectoras lo exigen, quieren que James encuentre el amor y la respuesta llegó a nosotros por arte de magia—Volvió a levantar la hoja, sacudiéndola como si se tratara del santo grial—. Todas piensan que Charlotte, sería perfecta para él.

— ¿Esa viuda negra? ¡Jamás!—Estaba más que decidido a salvar a James de ese tormento.
Joseph había leído, para su desgracia, los libros de Demi…lo que sea. Y no solo, no le había agradado su manera de escribir —que era lo más similar a las novelas románticas, que carecen de sentido y dirección, solo que ella tenía una leve inclinación a utilizar un tono más formal—sino que también, había detestado al personaje principal.

Charlotte, era una viuda que seducía hombres para luego humillarlos y burlarse de ellos una vez enamorados. Bien, quizás no les robaba, quizás no los mataba pero ¿Acaso el resultado no era el mismo? Para Joseph estaba claro que la escritora, era una persona muy resentida con el sexo masculino en general. Por eso se afanaba por poner a todos los hombres de sus libros, en el más detallado de los ridículos.

 Él al menos no humillaba a las mujeres, quizás no les daba un trato muy preferencial en sus historias, pero nunca las ridiculizaba. James era soltero y esa era una regla inquebrantable, en tanto que Charlotte era una devoradora de hombres, algo que simplemente no podía cambiar. Eran personajes completamente opuestos y no existía incentivo suficiente que lo hiciera, siquiera considerar esa locura.

—El trabajo en conjunto de dos escritores de best seller, es algo que podría ponerlos en carrera para una nominación. —Repentinamente la atención de Joseph se enfocó en el hombre que le hablaba, no tenía que aclarar a qué tipo de nominación se refería. Sólo había un premio que podría interesarle, después de haber sido galardonado de tantas formas en el último año.

Quería ser considerado para un nobel, pero sabía que con su poco tiempo en el oficio, la lupa ni siquiera se concentraría en él. ¿Acaso aceptar trabajar en conjunto con Demi, le daría una oportunidad? No, imposible. Joseph sabía que esa mujer, había estado compitiendo con él, pero las ventas de sus libros la habían superado con creces. Era una noticia saber que había entrado en la categoría de best seller, teniendo en cuenta que su último libro había sido el peor de toda la serie.

—Aun así Josh, no me agrada su forma de escribir…
— ¿Qué tiene de malo?—Le recriminó sin darle oportunidad de hablar— Déjame informarte amigo, que más de medio mundo discierne con tu opinión.
Quizás era un poco exagerada esa observación, aunque era muy probable que el mundo lentamente se estuviese volviendo más estúpido.

— ¡Oh vamos! Son las típicas observaciones de una mujer resentida, mañosa, quejica e insatisfecha. Solo que esa Demi notó que sería más divertido, compartir sus frustraciones amorosas con el resto de las devoradoras de hombres. Seguramente ha vivido su vida a través de historias fantásticas, llenas de besos, romance, abrazos y héroes que se quiebran al final para demostrar que son todo lo que ellas siempre soñaron.

 Pero a sus cincuenta, finalmente le abrió los ojos al mundo y se encontró que su única compañía, era un odioso gato y su computador, lleno de citas online que nunca se atrevió a aceptar. —Llegado a ese punto de su discurso, tuvo que hacer una pausa para recuperar el aire. —Me niego a trabajar con una persona así, es probable que a la primera oportunidad que tenga me castre. O peor aún, que me haga sentir tan mal conmigo mismo por ser hombre, que yo termine por cortarme las…

— ¡Por Dios!—exclamó Josh por encima de su voz— ¡Cuantas tonterías dices!—Su amigo se estiró levemente la corbata, al parecer ese nudo comenzaba a cerrarse cada vez más. —Estoy seguro que ella no tiene cincuenta años.
—Genial, una resentida en etapa de desarrollo…no sé qué es peor.

Joseph…—Suspiró Josh, cobrando en su timbre aquel tono serio que tanto le recordaba a su propio padre. —Sé que no tienes ningún interés, pero si te niegas ellas no tendrán problemas, en decir que tú fuiste el que ignoró el pedido de sus fanáticos.

Él frunció el ceño, podía decir que la opinión de los lectores no le importaba, pero al fin y al cabo ellos eran quienes compraban sus libros. Les debía mucho a todos, no podía simplemente ponerse caprichoso.

—No te digo que aceptes, simplemente conócela…ve si alguna idea surge de hablar con ella. Quién sabe, tal vez Demi no pueda acoplarse a tu estilo y todo el asunto sea inútil. Pero al menos lo habrían intentado y el detalle, contara mucho para los observadores. —Se encogió de hombros frente a ese argumento y terminó por resignarse con un quedo suspiro.

—Todo sea por una nominación—murmuró, logrando que se pintara una amplia sonrisa en el rostro de su agente.
…………………………
Ella sola se había metido en ese dilema, no tenía sentido resistirse por más tiempo. Aunque en un principio la idea de escribir una historia en conjunto, con el más misterioso y talentoso escritor de los últimos años, la había seducido por completo. En ese instante en lo único que podía pensar, era en abandonar cuanto antes la silla de ese coqueto café. 

Mientras Ann, su agente, se pavoneaba de un lado a otro con el móvil pegado a la oreja y la agenda electrónica en la mano, Demi preponderaba con mayor entusiasmo la posibilidad de hacerse humo. No había necesidad de conocerlo, no tenía qué, después de todo nadie los obligaba. Pero irse no entraba entre sus opciones, a pesar que él estuviese mortalmente retrasado para su cita. 

Era un trato descortés, iba a admitirlo, pero en cierta forma se lo perdonaba. Cualquier cosa se le perdonaba al creador de James Rhone, después de todo era un genio y a un genio cosas como la hora, pueden llegar a pasársele.

Era obvio que Demi admiraba por completo a Sir Rhone, aunque ni siquiera sabía quién era o su nombre real para el caso. Había muchos escritores que preferían mantener el anonimato, utilizando como nombre de publicación a alguno de sus personajes. Y como James Rhone era el único personaje famoso que él poseía, había optado por presentarse a sus fanáticas como “Sir Rhone”. Por supuesto que ella era una de las tantas tontas que esperaban con ansias sus publicaciones, pero bien, ella no iba a menospreciarse. 

Sabía muy bien que ambos habían competido en más de una ocasión, por alcanzar el primer puesto en los best seller, pero Sir Rhone siempre la superaba. Demi no se molestaba por ello, sabía que él tenía más talento que ella. Incluso a pesar que ella llevaba más tiempo en el negocio que él.

Rhone tenía tan solo cuatro años publicando, mientras que Demi había utilizado los últimos seis años de su vida soltando libros al mercado y aguardando porque alguno la lanzara a la fama. Y finalmente su recompensa llegó, cuando la primera historia de Charlotte logró tocar el corazón de una gran audiencia. 

Demi entró entre los más vendidos por primera vez, hacía dos años. Desde entonces siempre tuvo que luchar por mantener una posición, más o menos digna. Algo difícil considerando contra quien competía, nada más y nada menos que con su escritor favorito. Por eso cuando una semana atrás, revisaba ociosamente las críticas de internet, descubrió una curiosa encuesta. El sexto libro de Rhone había sido un éxito, pero varias fanáticas habían quedado disconformes en una sola cuestión. El amor.

James el eterno soltero, aventurero y donjuán había recorrido un largo camino en busca de proteger a su gobierno. Una vez alcanzada su meta, todos se preguntaron lo más obvio ¿Eso es todo? Demi no iba a negar, que su voz también se alzó en demanda. Su personaje favorito, debía tener un verdadero romance. Y por extraño que sonase, incluso más extraño para ella, las fanáticas habían escogido a Charlotte Bourette como la mujer perfecta para James. 

Por supuesto al leer esto, Demi casi se orina de la euforia. Charlotte ¡Su Charlotte! Había arrasado con la encuesta y ella con las emociones a flor de piel, no tuvo mejor idea que llamar a su agente para darle la noticia. En un principio, aunque se sintió muy halagada por la propuesta que hacían los lectores, ni siquiera le puso marcado interés. Varios opinaban que los escritores, debían emitir un libro en el que los personajes pudieran concretar un romance. Demi supuso que sería hermoso e incluso se había tomado el atrevimiento, de esbozar algunas líneas para compenetrarse con el personaje de James. 

Pero nunca espero que Ann, increpara al agente de Rhone pidiéndole que efectivamente se llevara a cabo aquella locura. Ella nunca había escrito en conjunto con nadie y no se sentía calificada, para discutir ideas con el creador de James.

Por eso estaba a un suspiro de salir corriendo de allí, no tenía que conocerlo, no había razón para echar a perder la hermosa imagen que había forjado de él.

¿Cómo podría ser realmente? Ella en un momento de fantasía, incluso lo había visualizado como al mismísimo James. Pero eso era un tanto irreal, pues James era joven, atractivo hasta cortar el aliento y pertenecía a la ficción. El verdadero Rhone, debía ser un hombre entrado en edad, pues a ella se le hacía difícil congeniar su persona con un inexperto escritorcillo de sonetos.

 Debía ser experimentado y seguramente en sus mejores tiempos, había sido un dandi. La facilidad con la que describía escenarios, le daba a entender que era un hombre de mundo. De esos que se pasan la vida buscando como saciar su deseo de descubrir la belleza que esconde el más mínimo de los detalles. 

Sí, Rhone sin duda estaba fuera de su liga. Ella tenía veinticinco años y aún no había logrado salir de su condado, jamás en su vida visitó la playa y tenía una vaga idea de cómo debían verse las montañas. Nadie podía negar que ella fuese una escritora de imaginación ávida, pues todo su mundo se ve reducido a las imágenes que logra
descargar de internet. Un tanto patético, pero Dios que ella si sabía escaparse de aquella realidad.
—Ya no tardan—Le informó Ann tomando asiento y sin despegarse el teléfono del oído. Demi se preguntaba con quién podría estar hablando, dudaba mucho que fuese con Josh, el agente de Rhone, pues a él le hablaba en un tono más sosegado. Era como si de alguna forma, Ann también estuviese buscando razones para justificar la amplia demora de los otros dos. —Porque no pides algo en la barra—Apuntó, sonriendo tan rápidamente que ella casi y pierde de verse sus brillantes dientes.

Ann normalmente no la relegaba de esa forma, pero en esos momentos estaban bastante atareadas. No solo era su agente, también tenía otro cinco escritores bajo su ala. Sin duda las cosas se le ponían pesadas, cuando se abría “la carrera”. Lo que en la jerga significaba, que los escritores más calificados ponían sus mejores escritos a disposición de los jueces, buscando la tan anhelada nominación al nobel de literatura. Demi no apuntaba tan alto, era consiente que su talento e incluso su imaginación y sus sueños tenían sus límites.

— ¿Te traigo algo?—La otra negó sacudiendo la mano y ella soltó un suspiro poniéndose de pie.

En la barra recorrió con la mirada las distintas botellas en exhibición, pero ninguna logró despertar su sed. A decir verdad tan solo quería un café o quizás diez, por si Rhone decidía que el “elegantemente tarde” se extendiera por unas horas.

—Bien, hay que buscarlas—Oyó que una voz trémula murmura a sus espaldas.
Demi se volvió ligeramente sobre su hombro, para notar a dos hombres que estudiaban a la concurrencia, deslizando la vista de una punta a la otra de una manera un tanto arrogante. 

No lograba ver sus rostros, pues estaban de espaldas a ella, pero uno de ellos; el más bajo llevaba un traje de corte italiano impecable. El otro, alto y de cabellos cenizos vestía informal, jeans a la altura de las caderas, camisa negra, zapatos náuticos y extrañamente; no lucia muy interesado por permanecer allí.

— ¿Tenemos qué?—preguntó entonces el alto, con un tono sosegado pero implacable, que por un instante incluso logró estremecerla. Jamás había oído una voz tan profunda y arrolladora, al menos no de tan cerca.

—Vamos Joseph, no te pongas en ese plan. —El así llamado Joseph, se limitó a chasquear la lengua y mientras le dirigía una burlona sonrisa a su compañero, captó por el rabillo del ojo su presencia. La miró por un corto instante y Demi se paralizó bajo el fiero escrutinio de esa mirada azul. Guapo le quedaba corto, ese hombre era asfixiante, pues al verlo ella hasta olvido que debía respirar.
Él parodió una sonrisita, antes de devolverle la atención a su acompañante. Si Demi no se orinó, fue porque aún no había bebido nada.
—Deben estar por aquí.

— ¿Al menos sabes cómo luce la solterona?
— ¿Cómo diantres esperas que lo sepa?—Ella fiel a su curiosidad, no pudo apartar el oído de aquellos dos. Mientras que en algún instante el
camarero le exigió pedir algo, de alguna forma logró ordenar un café antes de que Joseph respondiese.

—Josh, estoy a un segundo de pegarme la vuelta. —Advirtió aquel demonio de ojos azules, soltando un cansino suspiro.
—Aguarda, la llamare.
— ¿Para qué? Ahórranos a todos el suplicio, no pudimos encontrarlas eso debe de ser una señal. Charlotte y su amargada creadora, no tuvieron el coraje de abandonar su helado y pañuelos descartables. Démonos por bien servidos.

Demi se vio obligada a hacer un alto en ese instante ¿Acaso él había dicho Charlotte? ¿Y qué demonios significaba eso de “amargada creadora”? No podía estar refiriéndose a ella, por más sexy que fuese no tenía derecho a hablar de ese modo. Menos sin siquiera conocerla
.
—Derek prometiste comportarte. —Advirtió Josh y fue cuando Demi tuvo un golpe de realidad. Josh era el nombre del agente de Rhone. Oh no, no podía ser cierto. ¿Ese tipo era Rhone? ¿Ese que podía ser modelo de Playboy y el personaje principal de más de una fantasía erótica? 

¡Que la parta un rayo!
—No puedo comportarme, ni James ni yo estamos dispuestos a relacionarnos con viudas negras— ¿¡Viudas negras!? Había oído a la crítica llamarla así, por las extrañas tendencias de Charlotte a ser un tanto fría con los hombres. Pero ese apelativo estaba muy fuera de lugar, en ese punto la cabeza de Demi estaba a un instante de estallar por combustión espontánea. 

Los miró con los ojos en rendijas, pero ninguno de los dos hombres se volvió en su dirección. —Acéptalo Josh, la solterona no tuvo el coraje…—Y con eso, la fina línea que separaba su cordura de su insensatez, se esfumó.

—Pues déjame decirte amigo, que la solterona a veces reemplaza el helado por el café. —Masculló con la voz al borde de la ira, ellos se giraron al unisonó para verla con la sorpresa escrita en el rostro. Demi aprovechó aquel instante de desconcierto, para fingir una cordial sonrisa. 

—Mucho gusto, soy Demi Manfory. —dijo, extendiendo una mano en dirección hacia un perplejo Joseph.

Él frunció el ceño y en algún momento, ella escuchó el claro bufido que dejó ir Josh. Pero por alguna extraña razón, le fue imposible apartar la mirada de esos profundos ojos azules.



Joseph no le correspondió el saludo, sino que una vez que se hubo recuperado de la primera impresión le expuso una media sonrisa, paseando con su mirada por toda la longitud de su cuerpo. 
Demi sintió como sus mejillas ardían frente a ese descarado gesto, pero luego se dijo que solo había sido la ira. Nada más que la ira. 

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