“Todo
por una Nominación”
Seguramente les ha
ocurrido, al menos lo han presenciado o lo han hecho sin siquiera pretenderlo.
Ya saben, eso de fingir atención, cuando en realidad su mente está muy lejos de
allí. Pues bien, eso era justamente lo que Joseph hacía en ese momento,
su rostro podría parecer la viva imagen de aquel filósofo pensador, incluso uno
llegaría a creer que no había nadie más concentrado que él en esa habitación.
Pero nada podría estar más alejado de la realidad, Joseph ni siquiera estaba escuchando a su interlocutor.
El hombre
llevaba la última media hora llenando sus oídos, de palabrería barata. Quizás
él dejó de escuchar, en el mismísimo momento en el que Josh le informó de un
proyecto inigualable, sin precedentes, algo que marcaría un hito en su carrera.
Toda esa adornada presentación, sólo auguraba otra estupidez, por eso ni se
molestó en oírlo. Podría ser que más adelante lamentara aceptar algo de lo cual
no tenía idea, pero eso no lo preocupaba en ese instante.
Josh se puso de pie repentinamente,
sacudiendo las manos y sonriendo. Joseph se obligó a apartar la
vista del infinito, para mirar a su agente.
—No sabes cuan
tranquilo me dejas compañero, pensé que te resistirías un poco más. —
¿Resistirse? Eso no le sonó muy tranquilizador.
—Cuentas con todo mi
apoyo—murmuró un tanto comprometido con su papel de joven trabajador. Josh
parecía no caber en sí mismo de júbilo, Joseph comenzó a
impacientarse ¿Qué podría haber aceptado? ¿Matar a alguien? En realidad su
agente, lucía como aquel agraciado que acaba de soltar uno de sus peores
pecados y ha sido recompensado con la salvación. Nada alentador.
— ¿Entonces nos vemos
mañana?
— ¿Mañana?—instó con un
toque de leve inocencia, los ojos grises de Josh centellaron con algo de
recelo. Seguramente ese había sido un tema, bastante tratado durante su
conversación.
—Sí, ya sabes para
reunirnos con ellas. — ¿Ellas? ¿Cita doble? Fue lo primero que se le cruzó por
la mente, después de todo Josh tenía esa estúpida manía de querer presentarle,
a sus primas o a sus amigas, o a la amiga de la amiga de alguien. Quien
extrañamente resultaba ser tan fea, que uno llegaba a preguntarse ¿Cómo rayos
se atrevían a salir a la luz del sol? Mierda, cómo se salía de esta sin
delatarse.
— ¿En dónde?—Josh, su
agente, amigo y hermano no reconocido hasta la fecha, suspiro claramente
exasperado.
— ¡Con un demonio Joseph! ¿No me estabas escuchando?—Bien, ya lo habían atrapado. No
tenía sentido seguir con la actuación.
Negó suavemente,
teniendo que recibir la fulminante mirada de aquel tipejo mucho más bajo que
él. Era un tanto ridículo, para quien los mirara
de afuera. El hombre
pequeño intimidando al otro que le sacaba, por lo menos dos cabezas de altura.
¡Oh la ironía!
—Mañana nos reuniremos
con Demi Manfory y su agente,
para tratar el tema de la fusión de sus historias.
— ¿Qué historias?— ¿Y
por qué el nombre de esa mujer se le hacía vagamente familiar?
—James Rhone y
Charlotte Bourette, la pareja que todos los lectores están esperando—. Entonces
Josh alzó una sola hoja delante de sus ojos, en donde se exponía una absurda
encuesta de internet. Joseph sonrió, pero no había nada de
felicidad en aquel gesto.
—Ni loco—masculló,
arrancándole la hoja de las manos en un limpio movimiento—. James no se enreda
con viudas—Espetó con la mirada fija en los ojos de su agente.
Pues no podían
obligarlo, internet y los lectores podían decir lo que se les viniera en gana,
él jamás fusionaría su personaje a una perra frígida, asesina y antipática como
Charlotte Bourette. Tal vez James no era real, pero era su creación con un
demonio. Su personaje, jamás caería tan bajo.
— ¡Pero si dijiste que
lo harías!
—Nunca aceptaría una
locura por el estilo, además jamás he trabajado en conjunto y creo que todos
mis premios, demuestran que no necesito hacerlo.
No que se diera aires
de grandeza, pero Joseph era bueno en lo que hacía y había
sido siempre recompensado por su talento.
Ese año su último libro
de James Rhone, había estado en la lista de best seller de más de veinte
países, eso debía hablar por sí solo. Demás está decir que pensaba que seis
libros, eran más que suficientes, no podía y no quería seguir explotando esa
historia.
Cuando había comenzado cuatro años atrás, nunca pensó que las
aventuras de su peculiar personaje lograrían adentrarse tan bien en la vida de
las personas. Pero para su humilde experiencia como escritor, ese éxito fue
como un incentivo para seguir adelante. James era su personaje, habían
recorrido el mundo en busca de problemas y con su sexto libro, pensó que ya le
debía un descanso a su buen amigo aventurero.
Por supuesto supo por las
críticas, que varias personas esperaban algo más del final de esa serie. Uno de
los pedidos fue; una novia para James. Pero el hombre era un libertino y muy
feliz de serlo, no podía simplemente articular un romance de la nada eso le
sacaba lustre a su estilo.
—La gente sabe que el
sexto libro no puede ser el final de James.
—Pero no lo mate.
—replicó casi por inercia, Josh asintió con impaciencia.
—No digo lo contrario,
pero es que todo parece haber quedado suspendido en el aire. Las lectoras lo
exigen, quieren que James encuentre el amor y la respuesta llegó a nosotros por
arte de magia—Volvió a levantar la hoja, sacudiéndola como si se tratara del
santo grial—. Todas piensan que Charlotte, sería perfecta para él.
— ¿Esa viuda negra?
¡Jamás!—Estaba más que decidido a salvar a James de ese tormento.
Joseph había leído, para su desgracia, los libros de Demi…lo que sea. Y no solo,
no le había agradado su manera de escribir —que era lo más similar a las
novelas románticas, que carecen de sentido y dirección, solo que ella tenía una
leve inclinación a utilizar un tono más formal—sino que también, había
detestado al personaje principal.
Charlotte, era una
viuda que seducía hombres para luego humillarlos y burlarse de ellos una vez
enamorados. Bien, quizás no les robaba, quizás no los mataba pero ¿Acaso el
resultado no era el mismo? Para Joseph estaba claro que la
escritora, era una persona muy resentida con el sexo masculino en general. Por
eso se afanaba por poner a todos los hombres de sus libros, en el más detallado
de los ridículos.
Él al menos no humillaba a las mujeres, quizás no les daba un
trato muy preferencial en sus historias, pero nunca las ridiculizaba. James era
soltero y esa era una regla inquebrantable, en tanto que Charlotte era una
devoradora de hombres, algo que simplemente no podía cambiar. Eran personajes
completamente opuestos y no existía incentivo suficiente que lo hiciera,
siquiera considerar esa locura.
—El trabajo en conjunto
de dos escritores de best seller, es algo que podría ponerlos en carrera para
una nominación. —Repentinamente la atención de Joseph se enfocó en el hombre
que le hablaba, no tenía que aclarar a qué tipo de nominación se refería. Sólo
había un premio que podría interesarle, después de haber sido galardonado de
tantas formas en el último año.
Quería ser considerado
para un nobel, pero sabía que con su poco tiempo en el oficio, la lupa ni
siquiera se concentraría en él. ¿Acaso aceptar trabajar en conjunto con Demi, le daría una
oportunidad? No, imposible. Joseph sabía que esa mujer, había estado
compitiendo con él, pero las ventas de sus libros la habían superado con
creces. Era una noticia saber que había entrado en la categoría de best seller,
teniendo en cuenta que su último libro había sido el peor de toda la serie.
—Aun así Josh, no me
agrada su forma de escribir…
— ¿Qué tiene de
malo?—Le recriminó sin darle oportunidad de hablar— Déjame informarte amigo,
que más de medio mundo discierne con tu opinión.
Quizás era un poco
exagerada esa observación, aunque era muy probable que el mundo lentamente se
estuviese volviendo más estúpido.
— ¡Oh vamos! Son las
típicas observaciones de una mujer resentida, mañosa, quejica e insatisfecha.
Solo que esa Demi notó que sería más
divertido, compartir sus frustraciones amorosas con el resto de las devoradoras
de hombres. Seguramente ha vivido su vida a través de historias fantásticas,
llenas de besos, romance, abrazos y héroes que se quiebran al final para demostrar
que son todo lo que ellas siempre soñaron.
Pero a sus cincuenta, finalmente le
abrió los ojos al mundo y se encontró que su única compañía, era un odioso gato
y su computador, lleno de citas online que nunca se atrevió a aceptar. —Llegado
a ese punto de su discurso, tuvo que hacer una pausa para recuperar el aire.
—Me niego a trabajar con una persona así, es probable que a la primera
oportunidad que tenga me castre. O peor aún, que me haga sentir tan mal conmigo
mismo por ser hombre, que yo termine por cortarme las…
— ¡Por Dios!—exclamó
Josh por encima de su voz— ¡Cuantas tonterías dices!—Su amigo se estiró
levemente la corbata, al parecer ese nudo comenzaba a cerrarse cada vez más.
—Estoy seguro que ella no tiene cincuenta años.
—Genial, una resentida
en etapa de desarrollo…no sé qué es peor.
—Joseph…—Suspiró Josh, cobrando en su
timbre aquel tono serio que tanto le recordaba a su propio padre. —Sé que no
tienes ningún interés, pero si te niegas ellas no tendrán problemas, en decir
que tú fuiste el que ignoró el pedido de sus fanáticos.
Él frunció el ceño,
podía decir que la opinión de los lectores no le importaba, pero al fin y al
cabo ellos eran quienes compraban sus libros. Les debía mucho a todos, no podía
simplemente ponerse caprichoso.
—No te digo que
aceptes, simplemente conócela…ve si alguna idea surge de hablar con ella. Quién
sabe, tal vez Demi no pueda acoplarse a
tu estilo y todo el asunto sea inútil. Pero al menos lo habrían intentado y el
detalle, contara mucho para los observadores. —Se encogió de hombros frente a
ese argumento y terminó por resignarse con un quedo suspiro.
—Todo sea por una
nominación—murmuró, logrando que se pintara una amplia sonrisa en el rostro de
su agente.
…………………………
Ella sola se había metido
en ese dilema, no tenía sentido resistirse por más tiempo. Aunque en un
principio la idea de escribir una historia en conjunto, con el más misterioso y
talentoso escritor de los últimos años, la había seducido por completo. En ese
instante en lo único que podía pensar, era en abandonar cuanto antes la silla
de ese coqueto café.
Mientras Ann, su agente, se pavoneaba de un lado a otro
con el móvil pegado a la oreja y la agenda electrónica en la mano, Demi preponderaba con mayor
entusiasmo la posibilidad de hacerse humo. No había necesidad de conocerlo, no
tenía qué, después de todo nadie los obligaba. Pero irse no entraba entre sus
opciones, a pesar que él estuviese mortalmente retrasado para su cita.
Era un
trato descortés, iba a admitirlo, pero en cierta forma se lo perdonaba.
Cualquier cosa se le perdonaba al creador de James Rhone, después de todo era
un genio y a un genio cosas como la hora, pueden llegar a pasársele.
Era obvio que Demi admiraba por completo
a Sir Rhone, aunque ni siquiera sabía quién era o su nombre real para el caso.
Había muchos escritores que preferían mantener el anonimato, utilizando como
nombre de publicación a alguno de sus personajes. Y como James Rhone era el
único personaje famoso que él poseía, había optado por presentarse a sus
fanáticas como “Sir Rhone”. Por supuesto que ella era una de las tantas tontas
que esperaban con ansias sus publicaciones, pero bien, ella no iba a
menospreciarse.
Sabía muy bien que ambos habían competido en más de una
ocasión, por alcanzar el primer puesto en los best seller, pero Sir Rhone
siempre la superaba. Demi no se molestaba por
ello, sabía que él tenía más talento que ella. Incluso a pesar que ella llevaba
más tiempo en el negocio que él.
Rhone tenía tan solo
cuatro años publicando, mientras que Demi había utilizado los últimos seis años de su vida
soltando libros al mercado y aguardando porque alguno la lanzara a la fama. Y
finalmente su recompensa llegó, cuando la primera historia de Charlotte logró
tocar el corazón de una gran audiencia.
Demi entró entre los más vendidos por primera vez, hacía dos
años. Desde entonces siempre tuvo que luchar por mantener una posición, más o
menos digna. Algo difícil considerando contra quien competía, nada más y nada
menos que con su escritor favorito. Por eso cuando una semana atrás, revisaba
ociosamente las críticas de internet, descubrió una curiosa encuesta. El sexto
libro de Rhone había sido un éxito, pero varias fanáticas habían quedado
disconformes en una sola cuestión. El amor.
James el eterno soltero,
aventurero y donjuán había recorrido un largo camino en busca de proteger a su
gobierno. Una vez alcanzada su meta, todos se preguntaron lo más obvio ¿Eso es
todo? Demi no iba a negar, que su
voz también se alzó en demanda. Su personaje favorito, debía tener un verdadero
romance. Y por extraño que sonase, incluso más extraño para ella, las fanáticas
habían escogido a Charlotte Bourette como la mujer perfecta para James.
Por
supuesto al leer esto, Demi casi se orina de la
euforia. Charlotte ¡Su Charlotte! Había arrasado con la encuesta y ella con las
emociones a flor de piel, no tuvo mejor idea que llamar a su agente para darle
la noticia. En un principio, aunque se sintió muy halagada por la propuesta que
hacían los lectores, ni siquiera le puso marcado interés. Varios opinaban que
los escritores, debían emitir un libro en el que los personajes pudieran
concretar un romance. Demi supuso que sería
hermoso e incluso se había tomado el atrevimiento, de esbozar algunas líneas
para compenetrarse con el personaje de James.
Pero nunca espero que Ann,
increpara al agente de Rhone pidiéndole que efectivamente se llevara a cabo
aquella locura. Ella nunca había escrito en conjunto con nadie y no se sentía
calificada, para discutir ideas con el creador de James.
Por eso estaba a un
suspiro de salir corriendo de allí, no tenía que conocerlo, no había razón para
echar a perder la hermosa imagen que había forjado de él.
¿Cómo podría ser
realmente? Ella en un momento de fantasía, incluso lo había visualizado como al
mismísimo James. Pero eso era un tanto irreal, pues James era joven, atractivo
hasta cortar el aliento y pertenecía a la ficción. El verdadero Rhone, debía
ser un hombre entrado en edad, pues a ella se le hacía difícil congeniar su
persona con un inexperto escritorcillo de sonetos.
Debía ser experimentado y
seguramente en sus mejores tiempos, había sido un dandi. La facilidad con la
que describía escenarios, le daba a entender que era un hombre de mundo. De
esos que se pasan la vida buscando como saciar su deseo de descubrir la belleza
que esconde el más mínimo de los detalles.
Sí, Rhone sin duda estaba fuera de
su liga. Ella tenía veinticinco años y aún no había logrado salir de su
condado, jamás en su vida visitó la playa y tenía una vaga idea de cómo debían
verse las montañas. Nadie podía negar que ella fuese una escritora de
imaginación ávida, pues todo su mundo se ve reducido a las imágenes que logra
descargar de internet.
Un tanto patético, pero Dios que ella si sabía escaparse de aquella realidad.
—Ya no tardan—Le
informó Ann tomando asiento y sin despegarse el teléfono del oído. Demi se preguntaba con quién
podría estar hablando, dudaba mucho que fuese con Josh, el agente de Rhone,
pues a él le hablaba en un tono más sosegado. Era como si de alguna forma, Ann
también estuviese buscando razones para justificar la amplia demora de los otros
dos. —Porque no pides algo en la barra—Apuntó, sonriendo tan rápidamente que
ella casi y pierde de verse sus brillantes dientes.
Ann normalmente no la
relegaba de esa forma, pero en esos momentos estaban bastante atareadas. No
solo era su agente, también tenía otro cinco escritores bajo su ala. Sin duda
las cosas se le ponían pesadas, cuando se abría “la carrera”. Lo que en la
jerga significaba, que los escritores más calificados ponían sus mejores
escritos a disposición de los jueces, buscando la tan anhelada nominación al
nobel de literatura. Demi no apuntaba tan alto,
era consiente que su talento e incluso su imaginación y sus sueños tenían sus
límites.
— ¿Te traigo algo?—La
otra negó sacudiendo la mano y ella soltó un suspiro poniéndose de pie.
En la barra recorrió
con la mirada las distintas botellas en exhibición, pero ninguna logró
despertar su sed. A decir verdad tan solo quería un café o quizás diez, por si
Rhone decidía que el “elegantemente tarde” se extendiera por unas horas.
—Bien, hay que
buscarlas—Oyó que una voz trémula murmura a sus espaldas.
Demi se volvió ligeramente
sobre su hombro, para notar a dos hombres que estudiaban a la concurrencia,
deslizando la vista de una punta a la otra de una manera un tanto arrogante.
No
lograba ver sus rostros, pues estaban de espaldas a ella, pero uno de ellos; el
más bajo llevaba un traje de corte italiano impecable. El otro, alto y de
cabellos cenizos vestía informal, jeans a la altura de las caderas, camisa
negra, zapatos náuticos y extrañamente; no lucia muy interesado por permanecer
allí.
— ¿Tenemos
qué?—preguntó entonces el alto, con un tono sosegado pero implacable, que por
un instante incluso logró estremecerla. Jamás había oído una voz tan profunda y
arrolladora, al menos no de tan cerca.
—Vamos Joseph, no te pongas en ese plan. —El así
llamado Joseph, se limitó a chasquear
la lengua y mientras le dirigía una burlona sonrisa a su compañero, captó por
el rabillo del ojo su presencia. La miró por un corto instante y Demi se paralizó bajo el fiero
escrutinio de esa mirada azul. Guapo le quedaba corto, ese hombre era
asfixiante, pues al verlo ella hasta olvido que debía respirar.
Él parodió una
sonrisita, antes de devolverle la atención a su acompañante. Si Demi no se orinó, fue
porque aún no había bebido nada.
—Deben estar por aquí.
— ¿Al menos sabes cómo
luce la solterona?
— ¿Cómo diantres
esperas que lo sepa?—Ella fiel a su curiosidad, no pudo apartar el oído de
aquellos dos. Mientras que en algún instante el
camarero le exigió
pedir algo, de alguna forma logró ordenar un café antes de que Joseph respondiese.
—Josh, estoy a un
segundo de pegarme la vuelta. —Advirtió aquel demonio de ojos azules, soltando
un cansino suspiro.
—Aguarda, la llamare.
— ¿Para qué? Ahórranos
a todos el suplicio, no pudimos encontrarlas eso debe de ser una señal.
Charlotte y su amargada creadora, no tuvieron el coraje de abandonar su helado
y pañuelos descartables. Démonos por bien servidos.
Demi se vio obligada a
hacer un alto en ese instante ¿Acaso él había dicho Charlotte? ¿Y qué demonios
significaba eso de “amargada creadora”? No podía estar refiriéndose a ella, por
más sexy que fuese no tenía derecho a hablar de ese modo. Menos sin siquiera
conocerla
.
—Derek prometiste
comportarte. —Advirtió Josh y fue cuando Demi tuvo un golpe de realidad. Josh era el nombre del
agente de Rhone. Oh no, no podía ser cierto. ¿Ese tipo era Rhone? ¿Ese que
podía ser modelo de Playboy y el personaje principal de más de una fantasía
erótica?
¡Que la parta un rayo!
—No puedo comportarme,
ni James ni yo estamos dispuestos a relacionarnos con viudas negras— ¿¡Viudas
negras!? Había oído a la crítica llamarla así, por las extrañas tendencias de
Charlotte a ser un tanto fría con los hombres. Pero ese apelativo estaba muy
fuera de lugar, en ese punto la cabeza de Demi estaba a un instante
de estallar por combustión espontánea.
Los miró con los ojos en rendijas, pero
ninguno de los dos hombres se volvió en su dirección. —Acéptalo Josh, la
solterona no tuvo el coraje…—Y con eso, la fina línea que separaba su cordura
de su insensatez, se esfumó.
—Pues déjame decirte
amigo, que la solterona a veces reemplaza el helado por el café. —Masculló con
la voz al borde de la ira, ellos se giraron al unisonó para verla con la
sorpresa escrita en el rostro. Demi aprovechó aquel
instante de desconcierto, para fingir una cordial sonrisa.
—Mucho gusto, soy Demi Manfory. —dijo,
extendiendo una mano en dirección hacia un perplejo Joseph.
Él frunció el ceño y en
algún momento, ella escuchó el claro bufido que dejó ir Josh. Pero por alguna
extraña razón, le fue imposible apartar la mirada de esos profundos ojos
azules.
Joseph no le correspondió el saludo, sino
que una vez que se hubo recuperado de la primera impresión le expuso una media
sonrisa, paseando con su mirada por toda la longitud de su cuerpo.
Demi sintió como sus mejillas ardían frente a ese descarado gesto, pero luego se dijo que solo había sido la ira. Nada más que la ira.
Demi sintió como sus mejillas ardían frente a ese descarado gesto, pero luego se dijo que solo había sido la ira. Nada más que la ira.
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